Una de las razones para la relevancia siempre contemporánea del Evangelio es el hecho de que no es conforme a las tendencias dominantes de la “opinión pública” o de las estadísticas. Paradojicamente, también es una de las razones por las que ha tenido efectos tan poco visibles en la mayoría de la gente.
Los comentarios de Jesús sobre la riqueza y el dinero están precisamente en linea con esto. En los tiempos como aquellos cuando las ideologías que originaron el capitalismo o terminaron en Marxismo dan un lugar privilegiado a la esfera económica y hacen el problema de producción y distribución de riqueza la piedra angular de su éxito histórico, las obras de Jesús parecen anacrónicas y condenadas a ser admiradas pero no imitadas.
El recuento de las enseñanzas del Evangelio sobre las riquezas y los acaudalados no presentan un balance optimista. Jesús no condena al dinero en sí. Esto es consistente con su enfoque: Él no condena las cosas: Él condena o advierte contra las actitudes de la gente hacia las cosas. En el caso del dinero o de la riqueza, sus advertencias son muy sistemáticas ya que los cristianos están forzados a examinar todo nuestro criterio “espontáneo” y las actitudes sobre esta cuestión.
Para Jesús, la ambigüedad radical de la riqueza consiste en su tendencia para volverse “señor” del corazón humano. Este nuevo “dios” no deja espacio para ningún otro. Ya sea que le sirvamos al Dios que nos libera o al dios que al enriquecernos nos encadena a la tierra. La opción entre Cristo y el dinero implica una visión de vida y de la vocación humana. Servir al dinero es dos cosas hacer un dios fuera de la tierra y pervertir el propósito de sus bienes y de la persona que los usa. La advertencia de Cristo al respecto de esto es claro: “no acaparen tesoros en la tierra”… son precarios y futiles…ellos pervierten el corazón y la razón de la existencia…” Porque donde está tu tesoro ahí estará también tu corazón.” (Mateo 6: 19-21)
Esta es la razón por la que Jesús es tan severo con los ricos. Su enseñanza sobre la liberación humana no consiste solamente en declarar bendecidos a los pobres y herederos privilegiados del reino. Hay también una advertencia y una llamada a los ricos. Todavía nos sorprende, en la lectura del Evangelio, notar que Jesús dirige por lo menos tantos discursos a los ricos como a los pobres, discursos con un contenido que es igualmente liberador aunque diferente.
Para una persona rica “es más difícil entrar en el Reino de Dios que para un camello pasar por el ojo de una aguja:” (Lucas 18: 24) El que hace de las riquezas “su consuelo… pasará hambre… y se lamentará y llorará.” (Lucas 24: 25) Ante Dios, “él es lamentable, pobre, ciego y desnudo y merece compasión.” (Apocalipsis 3: 17)
En su discurso sobre los ricos, Jesús, por quien “todo es posible,” (Lucas 18: 27) y quien “vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido.” (Lucas 19: 10) tiene una intención redentora. El hombre rico debe cambiar, cesar de “atesorar cosas” para él mismo en lugar de volverse rico ante Dios. (Lucas 12: 21) él debe redescubrir el profundo significado de su riqueza y dinero de acuerdo al criterio de Cristo.
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DEL LIBRO “SIGUIENDO A JESÚS” (SEGUNDO GALILEA)