El Castillo Interior es simplemente una manera de explicar como experimentamos a Dios en la jornada hacia el centro, donde nos encontramos a nosotros mismos. El autoconocimiento, la entrega, la humildad y el amor crecen en cada una de las etapas que llamamos moradas. En la cuarta morada, Dios asume un papel más activo en esta experiencia transformadora. Este rol activo se llama experiencia mística. Como todas las experiencias del Castillo los eventos de la cuarta morada tienen una meta clara: autodescubrimiento que lleva a la unión con Dios. Este movimiento produce una nueva vida que se aleja del egoísmo y se enfoca en Dios que vive con nosotros en el centro. Cuando esto pasa, nuestra experiencia de vida cambia dramáticamente para mejor.
La cuarta morada procede de las acciones controladas e impulsadas por el ego de las primeras tres moradas hacia la unión con Dios. Dejar ir genera el cambio.
Al explicar este cambio dramático, Teresa usó la comparación y el contrite entre dos palabras para revelar la realidad profunda. Las palabras en español son: “contentos” y “gustos” En Inglés son “consuelos” y “delicias espirituales”.
“Pues hablando de lo que dije que diría aquí, de la diferencia que hay entre contentos en la oración o gustos, los contentos me parece a mí se pueden llamar los que nosotros adquirimos con nuestra meditación y peticiones a nuestro Señor, que procede de nuestra naturaleza, aunque en fin ayuda para ello Dios, que trata de hacernos entender en cuanto dijere que no podemos nada sin El; mas nacen de la misma obra virtuosa que hacemos y parece a nuestro trabajo lo hemos ganado, y con razón nos da contento habernos empleado en cosas semejantes.
Los consuelos son naturales y a menudo le ayudan a la persona, pero al final no son necesarios para el progreso espiritual. Ellos producen fuertes sentimientos positivos que hacen la jornada espiritual un poco más fácil. Son similares a otras fuertes experiencias emocionales como ganar la lotería o la experiencia de una sanación inesperada. En la jornada espiritual los consuelos empiezan en la naturaleza humana y llevan a Dios.
Las delicias espirituales son bastante diferentes. Aquí la experiencia viene directamente de Dios. Esta es una experiencia totalmente diferente en la jornada espiritual. Esta acción resulta en un movimiento hacia el centro que hace que nuestra vida esté más de acuerdo con los deseos de Dios. Las delicias espirituales empiezan en Dios y terminan en nuestra experiencia humana.
Teresa usa una frase de los salmos para demostrar como esta nueva experiencia expande al corazón. “Corro por el camino de tus mandamientos, ahi me ensanchas el Corazón.” (Salmo 119:32) Esta apertura del corazón fluye del don de las delicias espirituales. Dios actúa para que el individuo tenga una capacidad más grande para recibir la presencia amorosa y transformadora de Dios. Como resultado de esta nueva presencia el individuo ve más claramente la omnipresencia de nuestras debilidades, decepciones, ilusiones y auto-grandiosidad general. Esta no es una experiencia agradable.
La enseñanza fundamental de Teresa acerca del auto-conocimiento y la humildad ahora ocurre con claridad y profundidad sin precedentes. La experiencia lleva a una aceptación mas clara de la grandeza y misericordia de Dios. La cuarta morada es esencialmente un puente que conecta a lo que Teresa llamó lo natural y lo sobrenatural. Hoy entendemos estos eventos en el contexto general de la gracia. Nuestra buena voluntad nos abre a la posibilidad, pero al final, es la acción de Dios. Este puente lleva a la quinta y sexta morada que intensifican la jornada hacia el centro, la unión con Dios y la total transformación de la persona en la séptima morada. Hoy nosotros entendemos esta jornada a través de la última morada como el desarrollo humano del individuo.
Un ajuste ocurre en nuestro interior. La nueva experiencia de Dios ocurre en un nivel particular de la cuarta morada. Una nueva y diferente realidad ocurre dentro del alma. Regularmente no entendemos esta nueva actividad. Dios purifica nuestra imagen de Dios y nuestro auto-entendimiento. La actividad diferente y directa de Dios nos lleva a tener sentimientos de caos dentro de nosotros. En la sequía y hasta en el sentimiento de abandono que nos hace sentir confundidos y perdidos. La oración parece ser inútil. Teresa explica que estos cambios ocurren porque la nueva presencia de Dios se expande y transforma el alma. El crecimiento esta ocurriendo.
“Del mismo modo que no podemos detener el movimiento de los cielos, por lo que tampoco podemos detener nuestra mente; y a continuación, las facultades del alma van con él, y creemos que estamos perdidos y que hemos perdido el tiempo que hemos estado ante Dios. Pero el alma quizás está completamente unida a él en la morada más cerca del centro, mientras que la mente está en las afueras del castillo sufriendo como mil salvajes y venenosas bestias y ameritando este sufrimiento. Como resultado de ello, no debemos perturbarnos: ni debemos abandonar la oración, que es lo que el diablo quiere que hagamos.” (IC IV.1.9)
Teresa tiene una fuerte advertencia para ayudar a esta nueva forma de oración en la cuarta morada. Esta oración se mueve de la mente al corazón. El nuevo estilo de oración es no discursivo el cual significa que el pensar disminuye y la presencia tranquila aumenta. Ella invita al individuo a renunciar a la oración que es dominada por las reflexiones y la búsqueda de la comprensión más profunda. "Yo sólo deseo informarle que a fin de beneficiarse por este camino y ascender a los lugares de vida que deseamos, lo importante no es pensar mucho sino amar mucho y así hacer lo que mejor te mueve a amar." (IV.1.7). Este alejamiento de pensar a amar es el cambio más importante en la oración de la cuarta morada. Nosotros dejamos al alma en las manos de Dios. Esta pérdida del control nos lleva a renunciar a aquello que caracteriza al cambio en la cuarta morada. El cambio a la oración contemplativa se lleva a cabo.
Teresa tiene otro ejemplo para ayudar a aclarar esta oración en la cuarta morada. Ella usa el ejemplo de obtener el agua. La oración anterior de las primeras tres moradas requirió de mucho esfuerzo, como al caminar una larga distancia para obtener agua. Ahora en la cuarta morada la oración es un regalo total. El agua burbujea justo cuando la persona lo necesita. Esto revela una nueva dimensión, la dimensión mística.
Conforme empieza la oración contemplativa uno no puede alcanzar a Dios con sólo el esfuerzo humano. Por eso es que necesitamos ceder el control. Hay que rendirse. Esta sumisión es válida en la oración y en la vida en la cuarta morada.
A experimentar Empezamos cosas de una manera nueva y fascinante. Nuestras relaciones experimentan una nueva independencia. Dejamos que las personas sean libres. Nuestro apego se desvanece. Reconocemos que los demás son bastante capaces de dirigir sus vidas sin nuestra dirección. Esto pasa "porque está más cerca del centro de la morada, los ojos del alma comienzan a verse a sí mismo y a los demás a través de los ojos de Dios. IC IV.2.5-6)”
En la cuarta morada las imágenes alrevesadas del Evangelio donde los primeros son los últimos y la necesidad de perder nuestra vida para salvarla entran en juego de una manera contundente. El cambio básico de poner a Dios en el centro nos lleva a nuevas percepciones que no habían sido posibles antes. Un nuevo enfoque menos egoísta ilumina el mundo de muchas maneras que destruyen la antigua obscuridad. La nueva conciencia se abre a la grandeza de Dios y a definir las consecuencias de nuestra dependencia en Dios.
La actividad de Dios hace la diferencia en la cuarta morada. Las delicias espirituales fluyen de las acciones de Dios. El movimiento de Dios es la contemplación. Esta acción divina produce un cambio para bien. El individuo recibe sanación que transforma. Uno ya no trata de conquistar a Dios sino que es libre y abierto a ser conquistado por el amor. El dejar ir y dejar que Dios haga nunca ha sido tan real. La cuarta morada revela la presencia profunda y rica que se encuentra más adelante en la quinta y la sexta moradas. Tanto la alegría como la agonía de la purificación y la transformación del individuo van más allá del poder de nuestra imaginación en estas próximas moradas. Después en el centro, en la séptima morada, una nueva paz prevalece. El matrimonio espiritual que es unión con Dios completa la transformación del individuo.
La cuestión de cuándo y cómo empieza la contemplación ha causado que los teólogos tengan muchas noches sin sueño a través de los siglos. Los estudiosos de hoy están de acuerdo en que la contemplación puede ser adquirida o dada. La contemplación adquirida resulta de la respuesta de Dios a un generoso hábito de oración lleno de fe y una vida virtuosa durante un largo período de tiempo. La contemplación infusa usualmente ocurre en respuesta a la oración similar pero es un don total. En ambos casos Dios toma un nuevo rol activo en la experiencia especial de la persona.
En el clásico de Teresa, El Castillo Interior, una tercera parte del texto habla sobre las primeras cuatro moradas. Al principio de la quinta morada, Teresa empieza el texto con esta cita con su estilo único. “¡Oh hermanas!, ¿cómo os podría yo decir la riqueza y tesoros y deleites que hay en las quintas moradas? Creo fuera mejor no decir nada de las que faltan, pues no se ha de saber decir ni el entendimiento lo sabe entender ni las comparaciones pueden servir de declararlo, porque son muy bajas las cosas de la tierra para este fin.” (IC.V.1.1)
Teresa le dedica dos terceras partes del texto total a las últimas tres moradas. He decidido tratar la experiencia inicial de la contemplación en la cuarta morada con un resumen breve de las últimas tres moradas. Espero simplificar y enfocar el mensaje de este texto con esta decisión. La búsqueda y el descubrimiento de la contemplación en la cuarta morada es la introducción más significativa a las últimas moradas.
Las últimas tres moradas conllevan una purificación profunda que lleva a la unión con Dios. Cualquier persona pasando por este espacio sagrado será dirigida por el Espíritu a buscar la dirección necesaria para este peregrinaje a Dios.
En la quinta morada el individuo tiene períodos muy breves pero muy poderosos en oración de unión con Dios. Estas experiencias llevan a una creatividad y crecimiento notable. Las distracciones disminuyen pero el amor aumenta.
La sexta morada nos llama a las profundidades más cercas que nunca del centro donde el verdadero yo se encuentra con Dios en la unión final de la séptima morada. Este pasaje en preparación para el desposorio produce mucho sufrimiento en la noche del espíritu. Sin embargo el alma entiende las consecuencias del sufrimiento. Esto lo hace que sea un momento difícil pero gozoso. La sexta morada es una paradoja donde la oscuridad es agobiante pero en realidad Dios está más cerca que nunca y prepara al corazón para el desposorio y la unión.
En la séptima morada se cumple el objetivo. La unión con Dios recompensa todo el sacrificio. Teresa describe la realidad como una gota de lluvia cayendo dentro del rio. La unión está completa. Al final Teresa escribe que el objetivo de la jornada a la unión tiene un objetivo "El propósito es el matrimonio espiritual: el nacimiento de las buenas obras, las buenas obras.” (IC.VII.4.6)