Autenticidad de la Espiritualidad Cristiana



(SIGUIENDO A JESÚS: SEGUNDO GALILEA)
Pág. 12-13


“La originalidad y autenticidad de la espiritualidad cristiana consiste en esto: que nosotros seguimos a un Dios que pone por encima de Él nuestra condición humana. Uno que tiene una historia como la nuestra, que vivió nuestras experiencias, que hizo elecciones, que se hizo devoto Él mismo por una causa por la que Él sufría, que tenía triunfos, alegrías, fallas y por la cual dio su vida. Ese hombre, Jesús de Nazaret, como nosotros en todo excepto en el pecado, en quien vivió la plenitud de Dios, es el único modelo de nuestro discipulado.

Por esta razón el punto inicial de nuestra espiritualidad cristiana es el encuentro con la humanidad de Jesús. Esto es lo que da a la espiritualidad crisitiana todo su realismo. Al hacer al histórico Jesús el modelo de nuestro discipulado, la espiritualidad católica nos desarraiga de la ilusión de: el “espiritualismo” de una cristianidad “idealistica”, de valores que son abstracto y alienantes a las experiencias históricas y a las demandas. Nos libera de la tentación de adaptar a Jesús a nuestra imagen, a nuestros ideales, a nuestros intereses.

Nuestra espiritualidad tiene que recuperar al Jesús histórico. Esta dimensión ha sido puesta en práctica frecuentemente en nuestra tradición Latino Americana. Esta tradición tiene una tendencia de “deshumanizar” a Jesucristo, para enfatizar su divinidad sin dar suficiente énfasis a su humanidad, con todas las consecuencias. Esta tendencia ha traído consigo muchas consecuencias. El Jesús de “poder”, extraordinario, milagroso, puramente divino, esconde a Jesús como un modelo histórico del discipulado.

Es solamente por medio de Jesús de Nazaret que nosotros podemos conocer a Dios, su palabra, sus andanzas, sus ideales, sus demandas. Es en este Jesús que el verdadero Dios se revela a sí mismo todopoderoso pero al mismo tiempo pobre y sufriendo por amor: absoluto, pero también alguien con su propia historia humana, alguien cerca de cada persona.”

De Jesús: Un Evangelio (por Henry Nouwen)
“Si ustedes me preguntaran sin rodeos: ¿Qué significa para usted vivir espiritualmente? Tendría que contestar “Vivir con Jesús en el centro.” Siempre hay incontables preguntas, problemas, discusiones y dificultades que demandan la atención de uno. A pesar de ellas, cuando miro hacia atrás a los últimos 30 años de mi vida, puedo decir que, para mí, la persona de Jesús ha venido siendo más y más importante. Específicamente, esto significa que lo más importante es llegar a conocer a Jesús y vivir en solidaridad con Él. Hubo un tiempo cuando estuve muy inmerso en problemas de la iglesia y de la sociedad que toda mi vida se volvió una especie de fastidiosa discusión sin final. Jesús había sido empujado hasta el fondo o Él mismo se había vuelto simplemente otro problema. Afortunadamente, no se quedó de esa manera. Jesús ha subido hasta el frente otra vez, de modo de háblenme y preguntenme “Y ustedes, ¿Quién dicen que soy?” Se ha vuelto más claro que nunca que mi relación personal con Jesús es el centro de mi existencia. Todo es sobre Jesús, sobre todo, que yo quiero escribir para ustedes, y quiero hacerlo en una forma personal.

MI REFLEXIÓN:
Teresa de Ávila siempre insistía que mantengamos nuestros ojos en Jesús. Él era la verdad de Dios. Él fue nuestra guia para conocer la verdad sobre nosotros mismos que nos llevaría hacia Dios.

Cuando la inquisición prohibió todos los libros sobre oración y la recolección incluía el libro de su vida, Teresa quedó desalentada. En este tiempo, Jesús le dijo a ella en oración que Él sería todos los libros que ella necesitaba. “Su majestad se volvió el libro en el cual yo vi todas las verdades.” (Castillo Interior 1.1.1)

En Jesús, ella entendió que nosotros descubririamos todo lo que es necesario para conocernos a nosotros mismos y para conocer a Dios. Ella insistía incesantemente que vivimos fuera de esta verdad fundamental de nuestras vidas: mantener nuestro ojos fijos en Jesús.
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