Jesús y los ricos


Jesús en su discurso en (Mateo 6: 24) habla con mucha más frecuencia de la riqueza y los acaudalados que de la pobreza y los pobres.

Una de las razones para la relevancia siempre contemporánea del Evangelio es el hecho de que no es conforme a las tendencias dominantes de la “opinión pública” o de las estadísticas. Paradojicamente, también es una de las razones por las que ha tenido efectos tan poco visibles en la mayoría de la gente.

Los comentarios de Jesús sobre la riqueza y el dinero están precisamente en linea con esto. En los tiempos como aquellos cuando las ideologías que originaron el capitalismo o terminaron en Marxismo dan un lugar privilegiado a la esfera económica y hacen el problema de producción y distribución de riqueza la piedra angular de su éxito histórico, las obras de Jesús parecen anacrónicas y condenadas a ser admiradas pero no imitadas.

El recuento de las enseñanzas del Evangelio sobre las riquezas y los acaudalados no presentan un balance optimista. Jesús no condena al dinero en sí. Esto es consistente con su enfoque: Él no condena las cosas: Él condena o advierte contra las actitudes de la gente hacia las cosas. En el caso del dinero o de la riqueza, sus advertencias son muy sistemáticas ya que los cristianos están forzados a examinar todo nuestro criterio “espontáneo” y las actitudes sobre esta cuestión.

Para Jesús, la ambigüedad radical de la riqueza consiste en su tendencia para volverse “señor” del corazón humano. Este nuevo “dios” no deja espacio para ningún otro. Ya sea que le sirvamos al Dios que nos libera o al dios que al enriquecernos nos encadena a la tierra. La opción entre Cristo y el dinero implica una visión de vida y de la vocación humana. Servir al dinero es dos cosas hacer un dios fuera de la tierra y pervertir el propósito de sus bienes y de la persona que los usa. La advertencia de Cristo al respecto de esto es claro: “no acaparen tesoros en la tierra”… son precarios y futiles…ellos pervierten el corazón y la razón de la existencia…” Porque donde está tu tesoro ahí estará también tu corazón.” (Mateo 6: 19-21)

Esta es la razón por la que Jesús es tan severo con los ricos. Su enseñanza sobre la liberación humana no consiste solamente en declarar bendecidos a los pobres y herederos privilegiados del reino. Hay también una advertencia y una llamada a los ricos. Todavía nos sorprende, en la lectura del Evangelio, notar que Jesús dirige por lo menos tantos discursos a los ricos como a los pobres, discursos con un contenido que es igualmente liberador aunque diferente.

Para una persona rica “es más difícil entrar en el Reino de Dios que para un camello pasar por el ojo de una aguja:” (Lucas 18: 24) El que hace de las riquezas “su consuelo… pasará hambre… y se lamentará y llorará.” (Lucas 24: 25) Ante Dios, “él es lamentable, pobre, ciego y desnudo y merece compasión.” (Apocalipsis 3: 17)

En su discurso sobre los ricos, Jesús, por quien “todo es posible,” (Lucas 18: 27) y quien “vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido.” (Lucas 19: 10) tiene una intención redentora. El hombre rico debe cambiar, cesar de “atesorar cosas” para él mismo en lugar de volverse rico ante Dios. (Lucas 12: 21) él debe redescubrir el profundo significado de su riqueza y dinero de acuerdo al criterio de Cristo.

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DEL LIBRO “SIGUIENDO A JESÚS” (SEGUNDO GALILEA)

Mi reflexión:

“A los pobres los tienen siempre con ustedes” (Juan 12: 7) esta cita de las escrituras es casi siempre usada para proteger un estatus que tiene una distribución desigual e injusta de ingresos. Este es uno de los muchos ejemplos de la grotesca distorsión de las enseñanzas de Jesús sobre la riqueza y la pobreza. El evangelio del enfoque de la prosperidad representa mal las enseñanzas de Jesús y el testimonio de su vida. Contiene a la riqueza y a la seguridad como una consecuencia de una buena vida cristiana. Su principio fundamental es como un mantra de negocios: si tu eres bueno, Dios te bendecirá con abundancia definida como el beneficio completo de una sociedad consumista. Esto es algo que está muy lejos del llanto de un niño que nace en la pobreza entre medio de los animales que muere en la cruz desnudo y abandonado por sus seguidores.

El mensaje de Jesús sobre la pobreza y la riqueza es que nosotros vamos a hacer de Dios el centro, la fuente final de la seguridad. Es una cuestión del corazón usando nuestras posesiones para reenfocar la realidad donde hay una trasición de nosotros mismos a Dios en el centro de todo. ¿Usamos nosotros las cosas para acercarnos a Dios? ¿o ponemos una confianza mal guiada en las posesiones para nuestra seguridad y felicidad? ¿Tenemos un Dios “mayordomo” que está ahí para servir a nuestras necesidades y para garantizar nuestra felicidad definida por la cultura de consumo? ¿o usamos nuestra riqueza para dirigirnos hacia el misterio del Dios misericordioso y amoroso en el Cristo crucificado y Cristo Resucitado?

Estamos atrapados en un sistema cultural de consumo. Nuevos y mejores productos manejan este sistema. La riqueza es la base de un sentido de satisfacción que siempre se expande y se mantiene segura. Los bienes mundanos son la última aseguranza de una buena vida definida por el consumo, la salud y la juventud como es manifestado en todas las edades. “Luces realmente bien para tu edad” Productos más nuevos y más exclusivos son los que manejan el sistema de consumo que endiosa un estilo de vida de “más” Esto sostiene la verdad en casi todos los niveles de la realidad económica, desde los pobres hasta los verdaderamente ricos. Ya sea que se trate de un Ford usado o de un Mercedes Benz, de un televisor o un sistema completo de entretenimiento, un celular desechable o el último modelo de Apple siempre hay una atracción incansable para estar más arriba y expandirse.

Jesús tenía una preocupación mayor sobre las cosas. Estas deberían expresar y apoyar la dignidad de la persona hecha a imagen y semejanza de Dios. Las cosas deberían ser una fuente de libertad al caminar con Jesús. Ellas deberían ser una fuente de paz, no preocupación y ansiedad. Las pertenencias deberían ser vistas como eso para lo que Dios las creó, rocas fuertes para caminar hacia el misterio del amor. Esto es por lo que la última pregunta no es ser rico o pobre. La verdadera pregunta del Evangelio es, ¿Las cosas nos hacen libres para buscar a Dios y su reino en los pasos de Jesús?
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