Siguiendo a Jesús

(POR: SEGUNDO GALILEA) 
El tema central del libro de Galilea es Seguir a Jesús. Esta es la raíz de la cristianidad y debería ser la base de cualquier movimiento de renovación espiritual. Este es el desafío a la fe en nuestra generación: encontrar a Cristo Jesús en las profundidades de la realidad desconcertante que nos rodea y seguirlo en el camino del Evangelio hasta que estemos cara a cara con el Padre. Esta espiritualidad del Evangelio es la base necesaria para el movimiento de liberación. Debe ser la base que nutra la lucha contra las fuerzas de la oscuridad y del mal en nuestras vidas personales y en nuestra sociedad.

Siguiendo a Jesús 

página. 1-2
“Con frecuencia no podemos ver el bosque a causa de los árboles. Lo mismo sucede con la espiritualidad. Para muchos católicos, esta palabra conjura una gran cantidad de demandas, de comienzos, de ideas teológicas, que terminan por cubrir la sencilla esencia de todo. Otros parecen confundir este o aquel “árbol” importante con el “bosque.” Ellos identifican la espiritualidad (y hablar de espiritualidad es hablar de vida cristiana) con la oración, o con la cruz, o con una dedicación completa a los demás.

El Evangelio nos revela las bases de toda espiritualidad y nos regresa la demandada sencillez de la identidad cristiana. Nos enseña que ser un discípulo de Jesús es seguirlo a Él, y que toda nuestra cristianidad está construída sobre nuestra respuesta. Ya que la esencia de la espiritualidad cristiana ha sido seguir a Jesús bajo la guia de la iglesia.

Ser cristiano es seguir a Jesús por amor. Es Jesús quien pregunta si lo amamos; somos nosotros los que contestamos que si. Es Él quien nos invita a seguirlo: Simón Pedro, ¿me amas?... Si, Señor… entonces sígueme. (Juan 21: 1-19) y eso es todo. Tan sencillo como eso. Aunque nosotros somos ignorantes, llenos de fallas, Jesús nos guiará a la santidad, siempre que empecemos por amarlo a Él y que nosotros tengamos el valor de seguirlo.”

Reflexión 01:

La siguiente declaración es de la apertura del documento del Papa Francisco en La Alegría del Evangelio:

“El gran peligro en el mundo actual, impregnado como está por el consumismo, es la soledad y la angustia nacidas de un corazón complaciente y codicioso, la búsqueda ferviente de placeres frívolos, y una conciencia embotada. En el momento en que nuestra vida interior se queda atrapada en sus propios intereses y preocupaciones, no hay un espacio más grande para el prójimo, no hay lugar para los pobres. La voz de Dios no se escucha más, la tranquila alegría de su amor no se siente más, ni el deseo de hacer las obras buenas. Este es un peligro muy real para los creyentes también. Muchos caen presa de ello, y terminan resentidos, enojados y apáticos. Esa no es manera de vivir una vida digna y plena; esa no es la voluntad de Dios para nosotros, ni es la vida en el espíritu que tiene su fuente en el corazón del Cristo Resucitado.

Yo invito a todos los cristianos, de cualquier parte, en este preciso momento, a un encuentro personal renovado con Cristo Jesús, o por lo menos a una apertura para permitirle a Él encontrarlos. Les pido a todos ustedes hacer esto sin fallar todos los dias. Nadie debería pensar que esta invitación no sea para él o para ella, ya que nadie está excluído de la alegría traída por el Señor. El Señor no decepciona a aquellos que toman este riesgo: cuando sea que demos un paso hacia Jesús, vamos a darnos cuenta que Él ya está ahí, esperando por nosotros con los brazos abiertos. Ahora es el tiempo para decirle a Jesús: “Señor, me he dejado engañar, de mil maneras he rechazado tu amor, pero aun así aquí estoy una vez más, para renovar mi pacto contigo. Te necesito, sálvame una vez más, Señor, tomame una vez más en tu abrazo redentor.” Qué bien se siente regresar a Él en el momento en que nos sentimos perdidos. Permitanme decir esto una vez más, Dios nunca se cansa de perdonarnos; nosotros somos los que nos cansamos de buscar su misericordia. Cristo, que nos dijo perdonarnos unos a otros “aun setenta veces siete” (Mateo 18: 22) nos ha dado su ejemplo: Él nos ha perdonado setenta veces siete…

Yo nunca me canso de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que nos llevan al mero centro del Evangelio: “Ser un cristiano no es el resultado de una elección ética o una idea elevada, sino el encuentro con un evento, una persona, que da vida, un nuevo horizonte y una dirección decisiva.” (La Alegría del Evangelio: # 1, 2 y 7)

Mi Reflexión 02:

A través de toda la historia de la iglesia, ha habido una atracción que nos aleja de la verdad central de nuestra fe, Jesucristo. En nuestros tiempos somos bendecidos para regresar a esta verdad con pasión, claridad y alegría. 

Los Evangelios no tienen ninguna otra lección más importante que la de seguir a Jesús. Caminar con Jesús trasciende las enseñanzas de la iglesia. Va más allá de la lectura de la Biblia. No hay otra devoción o alguna otra expresión religiosa más importante. Seguir a Jesús está en el centro de cada espiritualidad auténtica. Seguir a Jesús hace que todo lo demás quede subordinado. Seguir a Jesús es lo mismo hoy que en los dias de los discípulos. Nos llama a salir de la comodidad de los lugares ocultos y nos lleva “A donde no queremos ir.” (Juan 21: 18)

Cuando Jesús camina en nuestras vidas a través de los Evangelios, por medio de las necesidades de nuestros vecinos y simplemente en el fluir de la vida, los Evangelios son una parte privilegiada de la Palabra de Dios. El resto de la Biblia lleva hacia ellos y fluye de ellos. Su propósito es darnos una oportunidad para encontrar a Jesús justo como lo hicieron los primeros discípulos cuando ellos se unieron a Él en los polvosos caminos de Galilea.

Los Evangelios están estructurados de manera que nosotros, como Pedro y como el resto, conozcamos a Jesús en las maravillas de su ministerio. Estamos llamados a ser testigos de sus enseñanzas y de la sanación que trajo. Estamos desafiados a responder a su mensaje radical de perdón e inclusión. Estamos invitados a contemplar las maravillas de su compasión. Estamos llamados para entrar en sus historias. Nos ayuda a vernos a nosotros mismos como la persona ciega que recupera la vista, el leproso que es limpiado, el paralítico que es perdonado y sanado.

Igual que los discípulos que presenciaron las sanaciones, los panes y los pescados, la caminata sobre el agua y todo lo demás, también nosotros somos llevados hacia la pregunta, ¿Quién dicen que soy yo? (Marcos 8: 29). No hay pregunta más importante que desafíe nuestra vida. ¿Quién es Jesús para mi? Como a los discípulos, nos toma un largo tiempo recibir el mensaje. Estamos en el camino pero nuestro encuentro con Jesús es siempre parcial e incompleto. Necesitamos permanecer en la lucha hasta que el asombro del Aleluya nos envuelva y nos haga libres.
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