Proyecto de Oración

Oración de Petición I


“Nuestros Pensamientos y Oraciones: Un Compromiso Serio” 

Con frecuencia le decimos a la gente que oraremos por ellos o que ellos estarán en nuestros pensamientos y en nuestras oraciones. Esto puede significar muchas cosas diferentes. Cuando verdaderamente somos sinceros, casi siempre significa que hemos adquirido el sentido de nuestra impotencia y nuestra mortalidad. Estamos buscando la asistencia de Dios. En el otro extremo del espectro, esta es una forma cortés para salir de una escena en la que experimentamos una preocupación mínima. En medio, hay varios grados de incomodidad que reflejan nuestros verdaderos sentimientos.

Cuando hacemos un compromiso de orar por alguien o por alguna causa o problema, estamos tomando una responsabilidad muy seria. Raramente pensamos en eso en esos términos.

¿Qué estamos haciendo cuando nos comprometemos en la oración de petición? ¿Estamos tratando de hacer una llamada 911 al Dios que todo lo sabe? Por supuesto, Dios es consciente de la situación específica con una profundidad infinita que nosotros nunca podríamos tener.

¿Estamos tratando de obtener incremento en la intensidad del amor divino y de la compasión? El amor de Dios por cada ser humano ya es sin límites. No hay termostato en el amor de Dios que nos permita subir la intensidad.

¿Estamos tratando de cambiar la mente de Dios para que esté más abierta a nuestro punto de vista? Eso, por supuesto, nos pone en cargo y Dios es visto sólo como esperando nuestros requerimientos. Esto es por mucho una caricatura muy común.

Luego vienen los momentos en los que nuestras continuas súplicas parecen estar basadas en una fuerte esperanza de que podremos usar a Dios con nuestra persistencia. La fuerte resolución es importante en la oración pero su énfasis necesita estar en nosotros y no en Dios.

Una Historia Personal de una Oración de Petición 

Me gustaría compartir una historia personal que es un buen ejemplo de las enseñanzas sobre la oración.

Desde mis primeros momentos de conciencia la oración fue parte de mi vida. Mi madre llenaba la casa con frases como “Dulce Jesús”, “Santa Madre de Dios”, “Jesús, María y José” y otras similares. La misa de los domingos era tan normal como el desayuno por la mañana. La misma atmósfera de oración impregnaba mi escuela, San Lorenzo, en el lado sur de Chicago.

En el cuarto grado vino mi primera de muchas crisis con la oración. Estaba iniciando un viaje de crecimiento que sigue hoy en día. La oración puede parecer sencilla y bonita pero ultimadamente es muy compleja y demandante.

Era el otoño de 1944. Nuestra maestra de cuarto grado, la hermana Julia Ann, nos tenía rezando tres Aves Marías cada día de esa semana para que Notre Dame derrotara a la Armada el día sábado (en un juego de Fútbol americano). Nosotros en verdad pensábamos que Notre Dame era el equipo de Dios. Cuando ellos perdieron 59-0, eso fue demasiado difícil de manejar para mi mente de cuarto grado y para mi corazón.

Lentamente, lo superé pero las semillas de la duda y la confusión fueron plantadas. Sin embargo, yo seguía orando pero con un poco de cautela al esperar un milagro de lo alto.

Ocho años más tarde tenía una experiencia más madura de la complejidad de la oración. Mi pasión en la vida era el futbol americano. Yo fui cuarto trasero y co-capitán del equipo de Monte Carmelo. Entonces mi oración era para ganarle a San Leo, el gran obstáculo era que ellos habían ganado el campeonato de la ciudad cuatro veces consecutivas. Cada día, por más de seis meses rezaba tres aves marías para tener la victoria sobre los leones de San Leo.

En el día del juego, a principios de noviembre, no solamente ganamos, sino que yo fui quien lanzó el pase para ganar en el minuto final. Sin embargo, había un pequeño problema en mi escenario celestial. Más adelante perdimos contra los estudiantes de La Salle, la única perdida con esta escuela en lo que significaba salir de un lapso de cuarenta años. Esto significaba que teníamos que jugar contra San Leo otra vez para romper las ataduras y participar en el juego por el campeonato. En el juego contra San Leo perdimos en el último minuto.

Caí en un tremendo temor por muchos meses. Un día que iba caminando de la escuela a casa Dios me dio una respuesta real a mis oraciones. Decidí unirme a los Carmelitas. Entré al seminario el siguiente otoño. Esto probó ser una de las decisiones más significativas de mi vida. Esta fue mi invitación para estar en “el juego de Jesús” donde con frecuencia se gana al perder cuando se trata de la oración.

Estos dos incidentes ayudan a mostrar la complejidad de la oración. La mayor razón por la que perdió Notre Dame fue porque estábamos en medio de la segunda guerra mundial donde más de 50, 000,000 de personas perdieron la vida. La mayoría de buenos jugadores no activos en el servicio militar fueron a la academia militar en West Point. Los jugadores buenos de Notre Dame estaban en guerra en Europa y en el Pacífico.

Estoy seguro que oramos por la paz en nuestro salón de clases de cuarto grado pero no lo recuerdo. De igual manera, en ese tiempo, mi hermano John, que tenía cuatro meses de haber salido de la escuela Monte Carmelo, estaba en circunstancia muy peligrosas en el Pacífico. Parecía como si Dios tenía prioridades diferentes a mi entusiasmo por Notre Dame. El viaje de mi vida me habría enseñado que conforme madura nuestra oración, tenemos que ponernos en contacto con las prioridades de Dios.

Con la perspectiva del tiempo, el mensaje de esta historia de oración es el crecimiento de lo mágico a lo real. Hay una transición de mi propio ser en el centro a la lucha de toda una vida por poner a Dios en el centro. Ahí siempre parece ser un encuentro con la oscuridad de la confusión y dolor que lentamente se abre a la luz conforme maduramos en la oración.

La Oración de Petición y las Prioridades de Dios. 

Necesitamos entender que es una responsabilidad seria el hecho de prometer que vamos a orar por alguien. Estamos entrando en el misterio dador de vida donde reconocemos nuestra impotencia en las manos de un Dios que es todo amor y misericordia. Con mucha frecuencia, nuestra promesa de orar es un incidente y muchas veces un compromiso inconsecuente con poco costo personal de nuestra parte.

Dios es paciente con nosotros. La presencia de Dios en la vida tiene una forma de dirigirnos hacia una relación con Dios que va desarrollándose. Conforme aumenta nuestra conciencia sobre Dios, así también, lo hace la conciencia conforme maduramos espiritualmente. Esto, al retorno, nos ilumina hacia la seriedad de la oración en contraste a nuestro frecuente acercamiento casual.

Oración de Petición y Madurez Espiritual 

La oración es una ventura muy seria. Demanda una fe comprometida. Requiere de seriedad para evitar hacerlo trivial. La base de nuestra oración de petición hacia un Dios que todo lo sabe y todo lo ama empieza con estos pre-requisitos:

  1. Somos pecadores y debemos ser conscientes que necesitamos la misericordia de Dios.
  2. Toda oración empieza con la iniciativa de Dios.
  3. Nuestra petición, sea espiritual o material, mundana o celestial, debe ser acorde con el plan de Dios, el reino proclamado por Jesús.
  4. Debemos venir a la oración en sumisión amorosa y confianza como criaturas a un Creador incomprensible.
  5. Debemos buscar la actitud de Jesús en su oración final “Padre, si quieres, aparta de mi esta copa, pero, no se haga mi voluntad, sino la tuya.” (Lucas 22: 42) 

Estas cinco visiones llevan a una oración que está enraizada en la fe y es nutrida por la esperanza y el amor. Cuando oramos de esta manera, sea lo que sea que pedimos encontramos que eso ya era parte del plan de salvación de Dios.

Nuestras peticiones tienen que encajar bien en el diseño de Dios que está basado en el amor sin límites y misericordia. La providencia de Dios está mucho más allá de los confines de nuestra comprensión humana.

Estos cinco elementos ayudan a nuestra oración a tener sentido a la luz de un Dios que todo lo sabe y todo lo ama. Ultimadamente, toda oración verdadera tiene que encajar en los planes de Dios, y solamente después, en nuestros planes. En este contexto, podemos empezar a dirigir el misterio de nuestro sufrimiento y pérdida en nuestras peticiones sin respuesta para cosas muy buenas como la salud, la seguridad, la reconciliación, la liberación de una adicción y muchas otras cosas. Cuando nuestra oración de petición no está enraizada en la fe, nuestra oración gradualmente se va más hacia lo mágico. Este cambio gradual nos lleva a poner a nuestro ser en el centro de la vida. Lentamente vamos canalizando a Dios hacia la periferia. Este es el inicio de la corrupción profunda de cualquier oración.

También es muy crítico recordar que venimos a Dios en oración ya que somos quebrantados y pecadores. No necesitamos ser santos o teólogos para orar. Dios tiene una forma de conectarse a nuestra sinceridad, no importa que tan sencillo o confuso pueda ser. El Papa Francisco tiene esta visión sobre la disponibilidad de Dios a nuestra oración: “Dios no se esconde de aquellos que lo buscan con un corazón sincero, aun cuando ellos lo hacen tentativamente, y de una manera vaga y al azar.” (La Alegría del Evangelio # 71)

La única manera en la que podemos orar es desde la situación concreta e histórica que es nuestra experiencia diaria. La verdadera oración emerge de nuestro desconcierto e ignorancia que es una bella y sencilla expresión de nuestra dependencia de Dios. Estamos reconociendo nuestros límites. Estamos parados frente a frente con la verdad más profunda de nuestro ser: un pecador humilde aceptado y amado por un Dios de gracia. Verdaderamente no importa si nuestra oración es contestada en nuestros términos. Más importante es una verdad más profunda: Dios es Dios y nosotros somos criaturas pecadoras amadas y perdonadas. En nuestra oración, llegamos a conocernos a nosotros mismos verdaderamente como somos en la necesidad de la misericordia de Dios y su cuido providencial.
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