María con el Niño Jesús en el templo

(Lucas 2: 22-33)

“María y José fueron golpeados por todas las cosas que se decían sobre Jesús cuando ellos lo llevaron al Templo en Jerusalén la primera vez. Se espera que las iglesias sean espacios sagrados donde se anima a la comunicación con Dios, pero Dios no está confinado a lugares de adoración. Cuando entramos a una iglesia, con ilusión, estamos dispuestos y listos para escuchar lo que Dios tiene que decirnos. Sin embargo, Dios habla en muchas y diferentes maneras. Con frecuencia nuestro tiempo de oración puede parecer muy seco o lleno de distracciones, y podemos pensar que Dios no tiene nada que decirnos, pero de hecho, Dios se comunicará con nosotros fuera del tiempo de oración. Para recibir lo que Dios quiere darnos debemos permanecer en la sintonía con Dios durante todo el día. Nuestro tiempo de oración es un encuentro con Dios, no importa como se sienta. Es este encuentro diario con Dios lo que nos pone en sintonía con Dios y nos hace sensibles a lo que Dios está diciendo durante el día. Todos los grandes deportistas, hombres y mujeres entrenan mucho; sin ese entreno arduo pronto perderían el toque que los hace especiales. Sin oración un cristiano empieza a perder el contacto con toda fuente de vida, y se vuelve más y más difícil permanecer abiertos a lo que sea que Dios desea comunicarnos.

Hay muchas formas nuevas de oración que son específicamente para ayudar a la gente a estar abiertos para recibir el regalo de la contemplación. Quizás las más populares son “la oración centrada” (también conocida como “oración en secreto”) y la “meditación cristiana”. Ambas usan una palabra de oración aunque en diferentes maneras. La Meditación Cristiana usa un Mantra, que es, la repetición constante de ma-ra-na-ta (que significa “Ven Señor”) el mantra se recita en silencio e interiormente con cuatro sílabas acentuadas por igual. Se le debe dar atención al sonido del mantra y en el momento en que llegue una distracción, uno debe retornar al mantra. La Oración Centrada por otro lado, no usa un mantra sino una “palabra sagrada” que es sagrada sólo para el individuo. La palabra sagrada no es repetida constantemente como un mantra, sino que es usada solamente cuando ve que está comprometido con algún pensamiento, para reiterar su intención para consentir la presencia y la acción de Dios en su vida. Es silenciosa y es el símbolo de su intención fundamental.

Los maestros de estas dos formas de oración silenciosa sugieren que puede usarse dos veces al día por veinte o treinta minutos cada vez. Sin embargo, cualquier cosa es mejor que nada, y solamente usted puede decidir cuanto tiempo puede dedicar.”

Mi Reflexión:

Teresa de Ávila es una maestra en la oración. Para ella, la oración es primero que todo en la relación de amor, una conversación íntima entre amigos. Tenemos que trabajar para crear y desarrollar esta relación entre nosotros y Dios. Por nuestra parte, esto significa que necesitamos cambiar nuestras vidas. La transformación personal es un gran componente de la oración verdadera. La línea final es en la que tenemos que vivir de acuerdo con la voluntad de Dios.

Teresa tiene un programa para ayudar con esta transformación personal. Ella nos enseña que tenemos que desarrollar las virtudes de la humildad, el desapego y la caridad personal para los demás. Ella muestra cómo estas virtudes son esenciales para el crecimiento en nuestra oración. Al mismo tiempo, nuestra oración es absolutamente necesaria para el progreso en estas virtudes. Hay un dinamismo mutuo entre nuestra oración y nuestras virtudes.

La práctica de la humildad, del desapego y de la caridad trae un orden a nuestras vidas. Esta regularidad facilita y soporta nuestra oración. La humildad es la verdad. Estamos listos para vernos a nosotros mismos quitándonos todo tipo de ilusiones y de decepciones. El desapego nos permite ver a todas las criaturas con una apreciación de que ellos pueden ayudar o pueden obstruir nuestra búsqueda de Dios. Finalmente, la caridad nos ayuda a compartir el amor de Dios por todos, que es la enseñanza central de Jesús en los Evangelios.

Estas tres virtudes nos ayudan a re-enfocar nuestra vida de ser autocentrada a poner a Dios en el centro. Este es el cambio personal que es la meta de la oración. Enriquece y expande nuestra relación con Dios. La oración es siempre sobre la vida y la forma en que la vivimos de acuerdo con la palabra de Dios y con la voluntad de Dios.

Esta transformación personal es un proceso. La oración nos anima a lo largo de todo el camino. Un aspecto mayor de este crecimiento personal en el incremento del desarrollo de nuestra humildad, nuestro desapego y nuestro amor por nuestras hermanas y hermanos.

Nosotros oramos para crecer y ser iguales a Cristo. Esto anima y expande nuestra relación con Dios. Esto es posible a causa del autoconocimiento que viene a nosotros por medio de la humildad. Esto nos permite aceptarnos como pecadores pero pecadores que son perdonados y llamados a la vida por un siempre-misericordioso Dios.

De igual manera, somos desapegados. La oración lentamente nos dirige lejos de nuestros apegos y adicciones. Esta dependencia engañosa nos dirige a toda clase de cosas y de relaciones que son menos que Dios y nos llevan aun a la idolatría. Esta aceptación de los falsos dioses de la comodidad, del privilegio y del ensimismamiento exagerado se expande a nuestra autoabsorción. Esto lleva a grandes distorsiones frustrando nuestro camino en la peregrinación hacia Dios.

Finalmente, crecemos en amor al expandir continuamente nuestro círculo de inclusión y de perdón. La caridad es la propia aceptación de los demás. El registro de nuestro ojo se trataba de un soplido fatal y ahora vemos con una nueva visión de perdón y compasión. Para Teresa, el amor por nuestros hermanos y hermanas es la medida de nuestro crecimiento espiritual. El viaje interior está validado por nuestras relaciones con los demás. El amor es la condición esencial para el movimiento hacia el centro donde Dios espera.
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