El Magnificat

(LUCAS 1: 46-54)

(P. 78-79) El "falso yo" es el nombre dado por muchos a la manera que tienen los seres humanos de buscar la felicidad en formas que nunca pueden ser completamente satisfactorias. Todos queremos ser felices, y estamos programados para buscar la felicidad. Los seres humanos fueron hechos por Dios y solamente Dios puede llenar “las profundas cavernas de los sentimientos.” (Juan de la Cruz) Desafortunadamente, nuestra tendencia es buscar la realización que solamente Dios puede dar en formas que no nos pueden satisfacer. Creemos que seremos plenamente satisfechos si podemos controlar nuestro pequeño mundo. Si estamos recibiendo el afecto que nosotros creemos que merecemos, y si nuestra supervivencia básica está garantizada. Por supuesto, entre más tenemos más buscamos, y nuestras demandas se vuelven imposibles de satisfacer. Nuestra tendencia es convertir en ídolo cualquier cosa, eso es, nosotros buscamos en personas y objetos la felicidad duradera que puede venir solamente de Dios.

El "falso yo" buscará aun usar a Dios y a la religión para propósitos egoístas. Esta es una razón por la que la religión en sí misma es acusada algunas veces de ser una amenaza para la humanidad. La gente usará cualquier cosa, incluyendo la religión, para realizar lo que ellos perciben como sus necesidades. La religión, por supuesto, se supone que nos lleva a Dios. Todas las religiones del mundo, hasta donde yo se, hablan de paz y amor… la decisión de seguir hasta la más pequeña voz de Dios, que nos llama a entrar en el sendero de la vida eterna, es una decisión muy personal – y algunas veces valiente – sin muchos de los soportes sociales del pasado.

Cuando empezamos a buscar a Dios en una forma seria, y no solamente jugar a ser religiosos, entramos más profundamente en la relación con Dios que está determinado a traernos a la plenitud de la vida. Esta plenitud requiere la muerte del ´falso yo´, que no se cumple del dia a la noche, sino que más bien toma toda una vida de respuesta a la gracia de Dios. En todo momento debemos estar en observación del ´falso yo´ que está metiendo su nariz en nuestros asuntos. Cuando empezamos a tomar la relación con Dios en forma seria, naturalmente nos volvemos hacia la oración de alguna manera. La oración es la relación con Dios, y es así que hay innumerables maneras de responder a la iniciativa de Dios. Cualquier oración que es una entrada hacia Dios es buena. En diferentes momentos de nuestro viaje, diferentes formas de oración se ajustarán más que otras. La Eucaristía y los Oficios Divinos son la oración de Cristo, y compartir esto con otras personas en esta oración es siempre importante en el viaje, pero en algunos puntos parecerá más significativo que en otros. La Liturgia siempre es significativa, pero algunas veces, nuestra habilidad para apreciar su profundidad no es tan grande como en otras veces. Recitando las oraciones en forma vocal muchos de nosotros aprendimos de niños que con frecuencia permanecen como un alimento básico de nuestra relación con Dios, pero el balance de de esta forma de oración y otras formas más silenciosas cambian conforme crecemos en nuestra relación con Dios. Normalmente tenemos que pasar algún tiempo pensando en Dios, y sobre los variados aspectos de nuestra fe, de manera que la relación con Dios no permanece superficial. Podemos ver muchos ejemplos en los Evangelios donede Jesús desafió a los discípulos para crecer en su fe. Dios nos desafía a nosotros, si fallamos al responder, no podemos esperar una relación más profunda. Hay un tiempo en cada relación cuando las palabras se vuelven menos importantes, y se requiere una manera diferente de responder. Las palabras pueden volverse menos importantes y el silencio más significativo.
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1 Joseph Chalmers, O. Carm., Déjalo ser: Orando las Escrituras en Compañía con María, la Madre de Dios (Faversham, Kent, Reino Unido: Prensa San Alberto, 2010)


MI REFLEXIÓN I

Teresa de Ávila tiene algunas visiones maravillosas sobre las enseñanzas que nos ofrece Chalmers. En su clásico, El Castillo Interior, ella describe como el patrón normal de nuestra experiencia de Dios nos aleja de la ceguera y del rechazo a la llamada de Dios en las primera etapas de nuestro viaje. En las primeras dos moradas o niveles del Castillo Interior, el individuo es atrapado en la lucha para escuchar la voz de Dios y abandonan los crudos y viciosos idolos de un estilo de vida muy egoísta.

Cuando esta guerra espiritual está acentado sobre el lado de la virtud, la persona se mueve a la tercera morada. Este es un buen lugar para estar. Hay mucho que dejar atrás, pero sorpresivamente, hay mucho más adelante en el peregrinaje a Dios. La gran tentación de la tercera morada es abandonar la invitación de seguir adelante en el viaje y establecernos a disfrutar el progreso que hemos tenido.

Una visión clave de Teresa es que nuestro egoísmo ahora va interiormente. Reaparece en el nombre de la virtud. Esto lleva a la auto justicia y a la hipocresía de la que Chalmers habla en sus reflexiones. Esta es la causa de la gran angustia y conflicto entre la gente de buena voluntad. Mucho daño es impuesto en nombre de la virtud y del compromiso religioso. Esta es la maldición de todas las religiones.

Teresa dice que la solución es el autoconocimiento. Esto viene de la oración personal profunda y de la humildad que es la habilidad de ver las cosas como Dios las ve lentamente. La sencilla definición de Teresa de la humildad es la verdad.

Una vez más, la oración es la luz guia que lo aleja a uno de la decepción del falso yo.

REFLEXIÓN II

En su manifiesto personal La Alegría del Evangelio, el Papa Francisco tiene mucho para decir sobre el problema de auto justicia y de la hipocresía en la iglesia.

“93- La mundanería espiritual, que se esconde detrás de la apariencia de la piedad y aun del amor por la Iglesia, consiste en buscar no la gloria del Señor sino la gloria humana y el bienestar personal. Es por lo que el Señor reprendía a los fariseos. “Mientras hacen caso de las alabanzas que se dan unos a otros y no buscan la gloria que viene del único Dios, ¿Cómo podrán creer? (Juan 5: 44) “Todos buscan sus propios intereses, no los de Cristo Jesús” (Filipenses 2: 21). Toma muchas formas, dependiendo de la clase de personas y de grupos en los que se filtra. El pecado está basado en cultivar cuidadosamente las apariencias, no siempre está ligado al pecado exterior; sin ayuda, todo parece como debería ser. Pero si fuera a filtrarse en la iglesia sería infinitamente más desastroso que cualquier otra mundanería que es simplemente moral.

95- Esta mundanería insidiosa es evidente en un número de actitudes las cuales parecen opuestas, aunque todas tienen la misma pretensión de hablar sobre el espacio de la iglesia. En algunas personas vemos una preocupación ostentosa por la liturgia, por la doctrina y por el prestigio de la iglesia, pero sin ninguna preocupación de que el Evangelio tiene un impacto real sobre el pueblo fiel de Dios y las necesidades concretas del tiempo presente. En esta forma, la vida de la iglesia se vuelve una pieza de museo o algo que es la propiedad de unos pocos privilegiados. En otros, esta mundanería espiritual se esconde detrás de la fascinación con el beneficio social o político, o el orgullo en su habilidad para manejar asuntos prácticos, o una obsesión con programas de auto ayuda y de auto realización. Tambien puede traducirse en una preocupación que sea vista, en una vida social llena de apariencias, reuniones, cenas y recepciones. También puede llevar a una mentalidad de negocios, atrapado en gerencias, estadísticas, planes y evaluaciones cuyo principal beneficiario no es el pueblo de Dios sino la iglesia como una institución. La marca de Cristo encarnado, crucificado y resucitado, no está presente; grupos cerrados y de élite son formados y no hay esfuerzos que se hagan para marcharse y buscar a aquellos que están distantes o la inmensa multitud que tiene sed de Cristo. El fervor evangélico es reemplazado por el placer vacío de la complacencia y la auto indulgencia.”
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