María y la Profecía

(Lucas 2: 33-35)

Nuestro texto anterior de la Biblia terminaba diciéndonos que María y José se maravillaban de las cosas que se decían sobre Jesús (Lucas 2: 33) En la continuación del texto que acabamos de reflexionar, ciertamente los traen de regreso a la tierra de un solo golpe, Simeón lo bendice y luego se vuelve hacia María diciendo: “Este niño traerá a la gente de Israel la caída o la resurrección, será una señal de contradicción, mucha gente lo rechazará y a ti María una daga te atravesará el alma. (Lucas 2: 33-35)

San Lucas no se anda con rodeos. Él lo dice como es. Seguir a Jesús necesariamente nos lleva a un conflicto. Cada uno debe tomar una decisión para Dios o contra Dios, y esto no se hace necesariamente con palabras sino en la realidad práctica de la vida diaria. Él fue rechazado, y tomar la decisión por Cristo no nos garantizará una vida llena de paz. Los problemas son parte de la vida, pero ellos pueden tener una parte positiva al sacar fortaleza que ni siquiera sabíamos que teníamos.

No debería ser una sorpresa que la forma en que oramos tenga sus problemas. La oración es una relación personal con Dios y cualquier relación, especialmente esta, nos cambiará de alguna manera. Dios no es una cómoda sábana o un obediente grifo que instantaneamente nos da agua caliente. Dios es el Creador de todo esto, de lo que se ve y lo que no se ve. La razón humana puede buscar lo divino pero podríamos saber muy poco o nada de Dios si no fuera por la revelación que se nos da en la historia del Pueblo Elegido y más que todo sobre Jesucristo. A través de toda la Biblia podemos leer con asombro que Dios, que nos creó, quiere tener una relación con nosotros, pero para hacernos capaces de recibir la plenitud de la vida debemos estar preparados. Es así, que Dios nos guia y nos purifica. Si nuestra oración no nos lleva a consentir la acción de Dios en nuestras vidas, entonces algo anda mal. 

Mi Reflexión:

Teresa de Ávila hablaba sobre la búsqueda de la oración como su avenida para una honesta vida cristiana. La fidelidad hacia Jesús demanda una búsqueda continua. Necesitamos descubrir la Palabra de Dios y abrazar la voluntad divina en nuestra vida. La profecía de Simeón fue una realidad muy fuerte en la vida de María. Su búsqueda de la Palabra de Dios y su deseo para hacer que Dios la condujera en el sufrimiento y la pérdida como parte del viaje cristiano.

En contraste con el claro mensaje de los Evangelios, mucho de la práctica religiosa de hoy en dia es una fuerte persecución de una vida cómoda. Dios es visto como el gran proveedor para garantizar nuestros planes de felicidad. Con frecuencia, estos planes fluyen de una distorsionada versión de la Avenida Madison de una vida exitosa. Frecuentemente, el mensaje del Evangelio es una descripción profundamente retorcida de ser bendecidos por nuestra habilidad para participar de un consumo ostentoso. Esto está muy lejos de ser la espada en el corazón de María en el viaje con su Hijo hacia Jerusalén.

María, la Madre de Jesús, fue llamada “bendita entre las mujeres.” Ella fue más valiosa que todas las bendiciones de Dios. Aun así, ella estuvo parada al pie de la Cruz en su expresión más genuina de fe. La espada no podía ser más dolorosa en las profundidades de su gentil corazón. Su viaje hasta este punto estuvo empapado de confusión y desorientación. Pero ella permanecía siempre fiel al proclamar, “que se haga en mí según tu palabra.” (Lucas 1: 38).

Esta entrega en fe fue la misma en Belén y en Caná, en el rechazo en Nazaret y en el momento de gloria en la resurrección. En todo momento, Dios fue el centro. Ella fue la sierva fiel. La comodidad personal y el éxito no eran la medida de su entrega. Las posesiones, el poder y el prestigio, ya fueran grandes o pequeños, no eran de consecuencia para ella. Todo eso tenía valor solamente si la llevaban a ella más profundo en el Misterio de Amor que fue revelado en su Hijo.

La vida de María desplegó la verdad dicha por Teresa de que la oración y una vida confortable no son compatibles. Ambas mujeres demostraron que la verdadera experiencia de Dios va mucho más allá de nuestras imágenes distrosionadas de Dios como un benefactor ofreciendo falsa seguridad en abundancia y protección. La verdadera seguridad no está en nuestro plan financiero. Está en un corazón lleno con fe, esperanza y amor que trasciende aun a la misma muerte.

A pesar de todas las apariencias, María comprendió que Dios tenía un mejor plan. En el medio de sus muchos sufrimientos, ella estaba enraizada en un profundo sentido de alegría. Estar cómodo y verdaderamente feliz no es la misma cosa.

Nuestra vida es un lento y tedioso pasaje de dejar ir nuestros planes y sueños. La oración personal profunda nos ayuda a aceptar nuestra vida así como es, con todas sus limitantes, faltas y debilidades. Con fidelidad a la oración, gradualmente haremos nuestro camino hacia un destello de la libertad que guió la espada que perforó el corazón de María. Esto le permitió ser la primera en celebrar la victoria con un Aleluya en la tumba en la Mañana de Pascua. La oración personal profunda nos lleva a compartir ese momento de gloria.

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1 Joseph Chalmers, O. Carm, Dejalo Ser: Orando las Escrituras en Compañía con María, la Madre de Dios (Faversham, Kent, Reino Unido: Prensa San Alberto, 2010)
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