Conversion


“Todos los cristianos sabemos lo que es la conversión: es conformar nuestro ser según los valores que Cristo enseñó, los cuales nos sacan del egoísmo, la injusticia y el orgullo. También sabemos que la conversión es la base de toda fidelidad cristiana, en nuestra vida personal, en el apostolado, o en cualquier cuestión social, profesional y política, la conversión nos saca de los lugares escondidos y “Nos lleva a lugares que no queremos ir.” (Juan 21: 18) al seguir a Cristo…

Todos los cristianos, cualquiera que sea su estatus, secular de eclesiástico, son permanentemente llamados al dinamismo de su conversión en el cual no hay privilegios o respeto por las personas, y la cual depende radicalmente de nuestra respuesa a la llamada de Cristo. Esta respuesta condiciona a cada humano y proyecto eclesial y es la única y auténtica verificación de cualquier compromiso…

No siempre estamos conscientes de la senda de la conversión, o de su dinamismo único. Cristo no nos llama solo una vez durante nuestra vida. Nosotros recibimos muchas llamadas. Cada una es más persistente que la anterior y es parte de las grandes crisis de nuestro crecimiento humano-cristiano. La conversión es un proceso que nos llama a una vida evangélica radical en nuestro “mundo” para vivir el éxodo de nuestra fe y seguir al Señor.” 

REFLEXIÓN

La Alegría del Evangelio (Papa Francisco) # 264
Encuentro personal con el amor salvador de Jesús
“La primera razón para la evangelización es el amor de Jesús el cual hemos recibido, la experiencia de salvación que nos impulsa siempre a ese amor más grande de Él. ¿Qué clase de amor no sentiría la necesidad de decirselo al ser amado, para señalárselo, para hacérselo saber? Si no sentimos un deseo intenso de compartir este amor, necesitamos orar insistentemente y Él una vez más tocará nuestros corazones. Necesitamos implorar su gracia diariamente, pidiéndole abrir nuestros frios corazones y sacudir nuestra tibieza y nuestra existencia superficial. Pararnos frente a Él con corazones abiertos, permitiendo que Él nos vea, y hecharle un vistazo al amor que Nataniel vislumbró en el dia en que Jesús le dijo: “Yo te vi bajo la higuera.” (Juan 1: 48) ¿Qué tan bueno es pararse frente a un crucifijo, o ponerse de rodillas ante el Santísimo Sacramento y simplemente estar en su presencia? ¡Que bueno es cuando Él una vez más toca nuestras vidas y nos impulsa a compartir su nueva vida! Lo que sucede es que nosotros hablamos de “lo que hemos visto y escuchado” (1a Juan 1: 3). El mejor incentivo para compartir el Evangelio viene de contemplarlo con amor, persistiendo en sus páginas y leyéndolas con el corazón. Si lo abordamos de esta manera, su belleza nos sorprenderá y nos emocionará constantemente. Pero si esto tiene lugar, necesitamos recuperar un espíritu contemplativo que puede ayudar a que nos demos cuenta del nuevo inicio en el que hemos confiado con un tesoro que nos hace más humanos y nos ayuda a llevar una nueva vida. No hay nada más precioso que nosotros le podamos dar a los demás.”

MI REFLEXIÓN:

Todos los seres humanos quieren ser felices. Encontrar la felicidad es la gran historia de cada vida humana. El corazón humano está conectado a eso. Todas las partes blandas y duras que dirigen al corazón están capturados en los anhelos y en la búsqueda que es lo que le importa a la saga humana. La meta inmediata para cada acción en alguna manera lleva a la búsqueda de la felicidad. Todas las preguntas de la vida surgen de esta búsqueda por la felicidad.

La experiencia humana universal es que nunca estamos completos ni con una satisfacción duradera. Todos nosotros eventualmente nos sentimos vacíos. Todo pasa. El corazón fue hecho por Dios y solamente Dios ofrecerá una satisfacción final y duradera. Nosotros lentamente, si acaso, entendemos este significado de la última finalidad que es nuestra mortalidad. Necesitamos pasar por una serie de conversiones que Jesús propuso cuando dijo en muchas y diferentes maneras: para salvar nuestra vida nosotros necesitamos perderla.

En estas transformaciones de nuestra mente y nuestro corazón, purificamos y renovamos nuestros deseos y anhelos. Surge un sentido de dirección. El sendero correcto permite que Dios sea puesto en el centro como la meta de los deseos del corazón al transformarlo.
Estas aperturas continuas en nuestra vida son una llamada a la conversión. Ellas pueden ser el resultado de un evento menor o de una crisis mayor. Tal vez sea un movimiento o una conversación con un buen amigo, un libro o un sermón. Al final, todo ello es la gracia de Dios llamándonos a nuevos y expandidos horizontes dentro de nuestros corazones. La conversión está haciendo un nuevo espacio para Dios.

En este proceso, la palabra de Dios mantiene un lugar de privilegio. Nosotros deberiamos crecer en nuestro amor y en nuestro compromiso para leer fielmente la palabra de Dios. Necesitamos medir nuestra vida para las perspectivas de la palabra de Dios. Esta palabra usualmente es la Biblia pero puede ser también cualquiera de nuestras experiencias de vida. Estas llamadas a la conversión tienen en común el llamado del Evangelio de “Llevarte a donde no quieres ir.”(Juan 21: 18)
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