El Trigésimo Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario
Lucas 23: 35-43
Estimados amigos, El ángel le dijo a María: "Le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y llamado el Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David su padre ... Y María dijo: "¿Cómo puede ser esto?" (Lucas 1:31-34)
En esta fiesta de Cristo Rey celebramos un "reino de verdad y vida, un reino de santidad y gracia, un reino de justicia, amor y paz" (Prefacio de Cristo Rey). Se nos pide que miremos de nuevo a Cristo crucificado. Estamos impulsados a reflexionar sobre las palabras de María: ¿Cómo puede ser esto?
Hemos recorrido el año con el Evangelio de San Lucas. Hemos sido invitados al misterio donde el último será el primero y el primero el último. Hemos escuchado la extraña enseñanzade que tenemos que perder nuestra vida para salvarla. Aún más extraño, nos dijeron: "Ama a tus enemigos, haz el bien a los que te odian ... a la persona que te golpeaen una mejilla, ofrécele la otra también". (Lucas 6:27-29)
Al contemplar el cuerpo destrozado de nuestro Rey, muchos eventos del viaje evangélico parecen un pasado desvanecido hace mucho tiempo. El hacedor de milagros y el sanador está escondido en la agonía de la Cruz. La barca de Pedro rebosante de la gran pesca, la multiplicación de los panes y los pescados, Bartimeo saltando de alegría con su nueva vista, la mujer penitente regocijándose en sus lágrimas y tantos otros eventos revelando las posibilidades de gracia en la vida. Tenemos que preguntarnos, ¿cómo es posible un giro tan radical hacia la oscuridad? La contradicción de la Cruz va más allá de cualquier posible comprensión humana. Sin embargo, reflexionamos y vemos a un Salvador y Mesías crucificado, un Rey en total pobreza y aparente derrota. Un líder ha sido abandonado por casi todos. Con buenas razones tenemos que preguntar, ¿cómo puede ser esto?
La burla de los gobernantes, de los soldados y del ladrón impenitente es la semilla de la respuesta. "Sálvate". De hecho, el mensaje es de salvación. Pero incluso hasta el final, Jesús no se trata de sí mismo, sino del siervo de los demás. En la Pasión de Lucas hay un tema que nos invita a profundizar en el misterio del amor salvífico de Jesús: Jesús siempre se preocupa por los demás. En el jardín, es el hombre cuya oreja fue cortada. En el camino al Calvario, mostró su simpatía por las mujeres. Esta preocupación amorosa estalla más claramente en el encuentro con el buen ladrón. Con un corazón desbloqueado por este amor compasivo, Dimas es capaz de ver un Salvador y un Rey. "Hoy estarás conmigo en el paraíso". (Lucas 23:43)
El patrón de inversión de Lucas, el mundo al revés del Evangelio de Jesús, tiene su máxima expresión en el Evangelio de hoy: ¡la muerte da paso a la vida! No es sólo el buen ladrón, sino todos nosotros, que celebramos la victoria de un Dios amoroso respondiendo a nuestra pregunta: ¿Cómo puede ser esto? El amor incondicional de Dios revelado en Jesús crucificado y Jesús Resucitado nos dice que esto si puede ser! ¡Aleluya!