TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lucas 20:27-38

Estimados feligreses, en la historia del Evangelio de hoy, los saduceos desafían a Jesús con una historia simplista y absurda sobre siete hermanos que se casan con la misma mujer. Jesús convierte la historia en una verdad profunda que profesamos en el Credo de los Apóstoles: la resurrección del cuerpo. Pero antes de entrar en la nueva vida donde, en la era venidera, ni nos casamos ni somos dados en matrimonio, debemos enfrentar la muerte.

Estamos en las últimas semanas del año litúrgico. La liturgia teje una historia muy fascinante del final y el principio. En el proceso nos invita al misterio del tiempo.

Hoy nos enfrentamos a la realidad de nuestra muerte corporal. La próxima semana nos enfrentamos al desafío del final de la aventura histórica total que llamamos el fin de los tiempos. Luego, las primeras tres semanas del nuevo año nos dan el mensaje de Adviento. Expresa un anhelo por la nueva realidad que nos lleva a gritar: "¡Ven, Señor Jesús"!

Entre el mensaje del fin y la súplica para el nuevo comienzo celebramos a Cristo Rey. Este es un puente que conecta la transitoriedad de nuestra condición humana, nuestra mortalidad, con nuestro propósito y meta final en la vida: estar en el abrazo eterno de nuestro Señor amoroso, nuestra inmortalidad. 

Estos son tiempos fascinantes. Estamos terminando un año y comenzando un nuevo año. Estamos en el camino de la salvación con Jesús nuestro Salvador crucificado y resucitado. Se nos pide que reflexionemos sobre la perspectiva cristiana sobre el tiempo. Aprendemos que el tiempo es implacable. No espera a nadie. Aprendemos que está impregnada de vida y esperanza. Antiguamente, revela un misterio misericordioso y vivificante en la victoria de Cristo. Es urgente, pero nos llama a ser pacientes en un anhelo confiado por la venida del Señor. Los dos últimos versículos del libro de Apocalipsis, y los versículos finales de la Biblia, dicen: "El que da este testimonio dice: 'Sí, vendré pronto'. Amén. ¡Ven, Señor Jesús! La gracia del Señor Jesús sea con todos". (Apocalipsis 22:20-21 ) Es, de hecho, llamarnos a un futuro misericordioso y compasivo de nueva vida, incluso frente a la muerte, que es el pasaje hacia una nueva vida.
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