VIGÉSIMO NOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

LUCAS 18:1-8

Queridos amigos, Hay un par de puntos que debemos hacer de inmediato. La parábola del juez y la viuda no nos enseña que eventualmente podemos ganar a Dios a nuestro lado por nuestra determinación de mente fuerte. La verdadera lección para nosotros en la historia es esta: no perder la esperanza a pesar de todas las dificultades e injusticias que enfrentamos a diario. La parábola nos invita a una persistencia que está enraizada en la confianza amorosa en la bondad de Dios. No necesitamos preocuparnos por la perseverancia de Dios. El problema es nuestra fidelidad.

Uno de los aspectos deliciosos de la historia falta en inglés donde dice que el juez finalmente da paso a la viuda porque teme que ella pueda golpearlo. En el idioma original, dice que teme que ella le dé un ojo morado.

El punto principal de la parábola es contrastar al juez ensimismado y torcido con un Dios amoroso y misericordioso. Si la pobre viuda recibió lo que le correspondía del ministro corrupto de la ley, cuánto más será la respuesta amorosa del Dios de misericordia, compasión y amor ilimitado. Estamos llamados a confiar en nuestra oración a un Dios de toda bondad. El mensaje de Lucas es de exhortación a los discípulos y a nosotros: sed constantes en vuestra oración pase lo que pase.

Podemos vernos fácilmente en la viuda, una mujer abandonada por la sociedad y encerrada en la pobreza que parecía despiadada en su poder destructivo. Puede que no estemos atrapados en la urgencia de su supervivencia económica inmediata, pero la pobreza nos ataca de muchas maneras. Nuestra condición humana siempre está atrapada en un sentido de futilidad y mortalidad. Estamos atrapados en las consecuencias del abandono de nuestro medio ambiente. Los horrores venideros del cambio climático parecen totalmente abrumadores. El tema del acoso sexual en lasociedad y, más a menudo de lo que podríamos imaginar, en la familia, a menudo nos hace anhelar la liberación de un nuevo día. La lucha continua de una aceptación justa y compasiva de la orientación sexual pide un signo de esperanza de la Iglesia y la sociedad. Luego está el conflicto envolvente en el gobierno donde vemos a los políticos cada vez más alejados del bien común por el partidismo paralelizante que carece de compromiso. Encierra a todos en un estancamiento sin sentido. Estos son solo algunos ejemplos de cómo todos compartimos parte de la desesperación de la viuda, ya sea que seamos conscientes de ello o no.

La viuda nos muestra que para la persona de fe y confianza, la oración no es el último recurso. Es el primer recurso y siempre unido a nuestro esfuerzo por marcar la diferencia. La oración expone un sentido de la lealtad amorosa de Dios a todos. Al final, Dios tendrá la última palabra. Esa palabra se pronuncia en la victoria de Jesús sobre el mal y la muerte en el misterio pascual de su muerte y resurrección.

Al igual que la viuda, se nos insta a orar y actuar por la justicia de Dios. Cuando somos fieles en nuestro compromiso con la oración y la acción, el Hijo del Hombre encontrará verdaderamente la fe en la tierra cuando venga de nuevo. (Lc 18,8)
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