VIGÉSIMO SÉPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lucas 17:5-10

Queridos amigos, Este breve pasaje en el Evangelio de hoy es parte de una sección más larga. Aquí Jesús continúa enseñando a los discípulos lo que significaba ser su seguidor. Inmediatamente, antes de la selección de hoy, Jesús presentó las desafiantes noticias sobre el perdón. Para aquellos que escuchan en la presencia de Jesús, hasta nosotros hoy, es una tarea verdaderamente desafiante perdonar siete veces al día. "Si te hace daño siete veces en un día, y vuelve a ti siete veces para decirte 'lo siento', deberías perdonarlo". (Lc 17:4) Esta lección es la razón por la que le pidieron al Señor que aumentara su fe.

La frase sobre la morera volando hacia el mar es solo otro ejemplo del lenguaje fuerte que Jesús usó para enfatizar un punto. Lo que él está diciendo a los discípulos y a nosotros, es que la poca fe que tenemos es suficiente si sólo confiamos en ella y expresamos nuestra confianza en Dios. La fe nos permite compartir el poder de Dios. Lo imposible se hace posible para la persona de fe.

No debemos desanimarnos por el lenguaje sobre los siervos. Este fue un ejemplo de la realidad cotidiana de los oyentes de Jesús. Jesús no lo está aceptando ni rechazando. Lo está usando para transmitir un mensaje que sus oyentes entenderían. El verdadero problema no es cómo el dueño trata al sirviente, sino cómo el siervo entiende su papel. Debería ayudarnos a entender la realidad básica que nos define. Dios es Dios y nosotros somos la criatura. Debemos luchar contra la tentación constante de hacernos dios y Dios nuestro siervo.

Jesús está usando la parábola para enseñar acerca del discipulado. Los líderes comunitarios necesitan ver su papel como sirvientes. Jesús está contrastando este entendimiento con la práctica constante de los escribas y fariseos. Se veían a sí mismos en una posición de privilegio y esperaban un reconocimiento y una estima especiales en todo momento. Por otro lado, el discípulo de Cristo debe tratar de guiar con el ejemplo y el servicio hasta el punto de lavar los pies de los miembros de la comunidad.

Aceptarnos a nosotros mismos como criatura y a Dios como Creador significa, entre otras cosas, que nunca podemos poner a Dios en nuestra deuda. Nunca podemos tener ningún reclamo sobre Dios. Cuando hemos hecho nuestro mejor esfuerzo, sólo hemos cumplido con nuestro deber. No estamos viviendo en el ámbito de la ley con su exactitud en la medición de nuestras responsabilidades. Jesús nos ha llamado al reino del amor, donde los límites de nuestra donación siempre se expanden a nuevos horizontes.

Santa Teresa de Ávila entendió su papel como criatura y sirvienta con profunda precisión. Todas sus enseñanzas y sabiduría fluyeron de su apreciación de esta humilde condición. Ella reconoció, con cada vez mayor claridad y perspicacia, que Dios es Dios y ella es la criatura. A pesar de abrazar sus humildes circunstancias, aceptó a Dios como un salvador amoroso y misericordioso, y a sí misma como una sierva humilde y pecaminosa, amada y perdonada. Ella entendió su vida, en su verdad más profunda, como la historia de la misericordia de Dios. Es lo mismo para todos nosotros.
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