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Trigésimo primer domingo del tiempo ordinario

Lucas 19: 1-10


Estimados feligreses,

Lucas nos da hoy un personaje verdaderamente rico, en el recaudador de impuestos, Zaqueo. En la historia de hoy Lucas da un toquecito en tres de sus temas favoritos. El primero es el repetido ataque de que los ricos no pueden buscar la salvación. Luego tiene a Jesús una vez más abarcando a los olvidados, rechazados y marginados. Finalmente, como Jesús identifica la fe de Zaqueo, una vez más el evangelista identifica a Jesús como la fuente de vida y salvación. “Zaqueo, que era jefe de los recaudadores de impuestos, trataba de ver quien era Jesús” (Lucas 19: 2) Jesús rompió las normas de lo correcto y se invitó a cenar en la casa de Zaqueo. En el proceso, el inquieto recaudador de impuestos fue introducido al juego de Jesús en el que se gana al perder.

Lucas es el único evangelista que nos deleita con la historia de Zaqueo. Él lo hace en parte, para resaltar la diferencia entre el jefe recaudador de impuestos y el oficial rico que no quiso jugar el juego de Jesús (Lucas 18: 23) Él no estaba invirtiendo en el juego de Jesús. Zaqueo, sin embargo, entendió el mensaje. Él comprendió que este encuentro salvador con Jesús tendría consecuencias inmediatas y concretas en su vida. Él no abrió solamente las cuerdas de su monedero, él abrió algo mucho más importante, su dolido corazón. Así, Jesús pudo decir con alegría, “Hoy la salvación ha venido a esta casa…porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.” (Lucas 19: 9-10)

Zaqueo se regocijó en el juego de Jesús donde tú ganas más cuando pierdes. Él se volvió rico de una nueva manera al liberar su corazón de la carga de su antigua riqueza que lo había vuelto un pobre hombre. Ahora Zaqueo tenía un nuevo propósito y dirección en su vida. Él, encantado hizo la restitución con un sentido de alegría y dirección en su asombroso llamado que guiaba a una nueva vida en Jesús.

Cada día en nuestras vidas, estamos abiertos a la posibilidad de la sorpresa que tuvo Zaqueo. En el diario fluir de la vida, con sus miríadas relaciones y responsabilidades y experiencias, Jesús nos está diciendo, “Quiero quedarme en tu casa hoy.” Cada día somos capaces de abrir nuestro corazón al mejor de todos los regalos e invitaciones. Estamos siendo llamados a entrar en el amor de Dios y su misericordia de una forma profundamente personal. Como Zaqueo, estamos siendo llamados a cambiar nuestros caminos, a ver nuestras riquezas de una nueva manera. Ahora se nos está pidiendo ver estas posesiones no como nuestra seguridad sino como la fuente para compartir en el amor de Dios por todos y por toda la creación de Dios. Como el asediado recaudador de impuestos, tenemos la sorprendente oportunidad de decir sí a Jesús con una hospitalidad renovada. Con un corazón liberado de la esclavitud de “nuestras cosas”. Estamos siendo llamados a una nueva oportunidad en la vida en los pasos de Jesús.

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TRIGÉSIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


Estimados feligreses, Como pondero la profundidad y riqueza de la parábola de hoy, estoy inclinado a reflexionar sobre mi primera formación católica. Yo crecí en la Parroquia de San Lorenzo en el lado sur de Chicago. Fue una experiencia bella y enriquecedora en muchas maneras. Pero como cualquier otra cosa también fue muy humana, sufrí de la ceguera revelada en el Evangelio de hoy. Con el paso de los años, me he encontrado creciendo en conciencia de los prejuicios humanos ordinarios y la ignorancia que fueron implantados en mí por la primera experiencia parroquial católica irlandesa.

Primero que todo, teníamos abierta una amplia autopista directa al infierno para los demás. Especialmente para los protestantes y para católicos caídos, más que todo los divorciados, encabezaban este desfile. El papel de la mujer era muy claro: en la cocina y preferiblemente embarazada. La “gente de color”, que era el término operativo de respeto para los afroamericanos en mi juventud, eran inferiores y felices de vivir al otro lado de la calle donde Dios los puso. Como católicos, éramos muy patrióticos y en total apoyo a la insanidad de la escalada nuclear.

Estábamos orgullosos de ser católicos guiando el camino de la censura de las películas para mantener la ortodoxia pélvica. Creo que algunos en la fila para recibir la comunión de mi parroquia no habrían pasado la censura. Nunca le dedicamos ni un pensamiento a las glorificaciones de Hollywood con sus insinuaciones, cigarrillos y violencia. Los mexicanos eran los únicos hispanos que conocía y esto solamente por medio de las películas. Ellos eran unos completos perdedores solamente superados por las salvajadas de los indios nativos americanos que atacaban a los pobladores blancos.

Podría seguir con una larga lista sobre el dominio clerical pero el punto es claro. La religión organizada, no importa cuan bella y profunda sea, nunca está tan lejos de los fariseos en el Evangelio de hoy.

No pienso con mucha frecuencia en lo que la próxima generación verá en nuestra parroquia y en la iglesia de hoy que está completamente fuera del radar de los valores del Evangelio. Estoy seguro que hay mucho que considerar aún si está escondido en nuestra conciencia en este momento.

La parábola de hoy nos ofrece la posibilidad de mucha luz y sabiduría. El primer punto nos dirige a un mensaje que va más allá de los personajes del fariseo y el colector de impuestos. El problema más profundo es sobre la bondad y misericordia de Dios. Dios es el que perdona a los pecadores. Nuestra tarea es reconocer y aceptar nuestra realidad como criaturas pecadoras y aún como criaturas pecadoras que son amadas y perdonadas. Esta es la verdad de nuestra situación. La humildad es el pasaje liberador para esta verdad. Nos empodera para recibir el amor y misericordia de Dios.

Hay otros dos puntos de mucha ayuda en la parábola de hoy. El primero continúa con el repetido tema de Lucas de los reversos. En la venida de Dios revelada en Jesús, las cosas serán puestas en el orden adecuado con Dios en el centro. El fariseo se pasó ese punto así como nosotros hacemos con frecuencia. Es un largo viaje para poner a Dios en el centro y mover nuestro giro al lugar correcto como la criatura totalmente dependiente y humilde. En segundo lugar, es más bien una cosa espiritual tener la apertura e integridad del colector de impuestos. Santa Teresa de Ávila nos enseña sobre la importancia de este humilde autoconocimiento. Ella lo practicó tan bien que al final pudo decir, que la historia de su vida es la historia de la misericordia de Dios. Verdaderamente fue lo mismo para el colector de impuestos.

Fundamental para la parábola de hoy es que cada corazón humano está partido entre el jale de la arrogancia del fariseo y la humildad y autoconocimiento del colector de impuestos. El poder del mensaje es que el Dios de misericordia revelado por Jesús perdona a los pecadores. Todo lo que necesitamos hacer es reconocer que necesitamos ponernos en la línea para recibir este regalo liberador.
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LA PARÁBOLA DEL JUEZ Y LA VIUDA


VIGÉSIMO NOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO C

Lucas 18: 1-8

Estimados amigos, Nosotros, como una comunidad de fe, hemos viajado con Lucas en nuestro viaje a Jerusalén por dieciséis semanas. Después de hoy, tendremos solo dos cortas semanas en este pasaje para el envolvente misterio de Cristo crucificado y resucitado. Este mítico camino ha visto a Jesús desafiando las profundidades de nuestro corazón. Él ha estado buscando dirigirnos fuera de la oscuridad y dentro de la luz, una luz que irradia fe en el mensaje del Evangelio. Hemos recibido un llamado incesante para alejarnos del falso y egoísta ser e ir a nuestro singular llamado al verdadero ser en las huellas de Jesús. Nuestra formación espiritual sigue hoy con la bella y sencilla historia de la determinada y belicosa viuda.

Necesitamos resaltar un par de puntos justo al principio de nuestra reflexión. La parábola del juez y la viuda no nos enseña que eventualmente podemos tener a Dios de nuestro lado por nuestra fuerte determinación mental. Por el contrario, la lección real para nosotros en esta historia es: no perder la esperanza a pesar de todas las injusticias y dificultades que confrontamos a diario en nuestra vida personal y en la avalancha de injusticias que envuelven nuestro mundo. La parábola nos está invitando a la persistencia que está enraizada en la amorosa confianza en la verdad básica de nuestra fe: Dios es bueno ahora y siempre no importa como pueda parecer en nuestra vista limitada. No necesitamos preocuparnos por la perseverancia de Dios. Lo que es el problema es nuestra fidelidad.

Uno de los aspectos más bellos de la historia no aparece en inglés donde dice que el juez finalmente le da paso a la viuda porque teme que ella lo golpee. En el lenguaje original dice que él teme que la viuda le ponga un ojo morado.

El punto principal de la parábola está contrastando a un juez egocéntrico y corrupto con un Dios amoroso y misericordioso. Si la pobre viuda recibió su pendiente de parte del ministro corrupto de la ley, cuanto más no será la respuesta amorosa de un Dios misericordioso, compasivo y de amor infinito. Nosotros estamos llamados a poner confianza en nuestra oración a un Dios que envió a su Hijo encarnado en el caos de nuestro mundo y así transformarlo al final en un reino de amor y justicia. El mensaje de Lucas es de exhortación para los discípulos y para nosotros: ser constantes en nuestra oración sin importar cómo porque Dios es constante en su amor por nosotros y nuestro mundo quebrantado.

Fácilmente podemos mirarnos nosotros mismos en esa viuda, una mujer culpada por la sociedad y atrapada en la pobreza que parecía ruda en todo su poder destructivo. Pudiera ser que no estemos atrapados en esa urgencia de su sobrevivencia económica inmediata pero la pobreza nos ataca de muchas maneras. Nuestra condición humana es siempre atrapada en un sentido de futilidad y mortalidad. Nosotros sufrimos las consecuencias de las negligencias con nuestro medio ambiente y ahora, incluso tenemos la negación gubernamental de esta realidad. Los horrores venideros del cambio climático parecen totalmente sobrecogedores. Nosotros somos confrontados diariamente por el horror divisivo de organizaciones que dañan a personas lindas que se preocupan por el bienestar común. El problema del abuso sexual en la iglesia, en la sociedad y con más frecuencia de la que podemos imaginar también en la familia. Frecuentemente nos rendimos al anhelo por la liberación de un nuevo día. La lucha continua por una aceptación justa y compasiva de aceptación de una orientación sexual que ruega por una señal de esperanza por parte de la iglesia y de la sociedad. Luego está el conflicto envolvente del gobierno donde vemos políticos cada vez más alejados del bien común por el paralelismo del partidismo vacío de compromiso. Encierra a cada uno en un estancamiento sin sentido. Estos son solo unos pocos ejemplos de cómo todos compartimos de algún modo la desesperación de la viuda ya sea que estemos conscientes de ello o no.

La viuda nos muestra que para la persona de fe y confianza, la oración no es el último recurso. Es el primer recurso y siempre unido a nuestro esfuerzo personal hace la diferencia. La oración expone un sentido de lealtad de un Dios amoroso para todos. Al final, Dios tendrá la última palabra. Esa palabra está pronunciada en la victoria de Jesús sobre el mal y la muerte en el misterio pascual de su muerte y resurrección.

Como la viuda, somos instados a orar y actuar por la justicia de Dios. Cuando somos fieles en nuestro compromiso para la oración y la acción el Hijo del Hombre verdaderamente encontrará fe en la tierra cuando venga de nuevo. (Lucas 18: 8)
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VIGÉSIMO OCTAVO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lucas 17: 11-19


Estimados amigos, La mayoría de historias del Evangelio son más profundas y desafiantes de lo que parecen a simple vista. La historia de hoy de los diez leprosos es un buen ejemplo. Mientras que incluye los horizontes sin límites de la salvación, también es una lección obvia de gratitud.

En el lenguaje hebreo en el tiempo de Jesús, no existía una palabra para agradecimiento. Los judíos usaban palabras de alabanza, bendición y glorificación para expresar agradecimiento. Así como Naamán en la primera lectura, el samaritano responde a la sanación con una declaración de fe y alabanza. Esta es nuestra forma más común de oración en la Eucaristía. Cuál es la más grande oración de acción de gracias para el acto de salvación de nuestro salvador crucificado.

Es de mucha ayuda entender el trasfondo. Cualquier persona con alguna enfermedad de la piel era considerada como leprosa. Esto, por supuesto, incluía a los que de verdad padecían lepra que es muy contagiosa y mortal. Sin embargo, también incluía algunas enfermedades menores de la piel. Los leprosos estaban totalmente aislados y no podían acercarse a cincuenta yardas de sus seres queridos. Ellos no tenían participación en la vida social de la comunidad y dependían totalmente de la generosidad de otros para todas sus necesidades.

Las primeras palabras del pasaje de hoy de Lucas son “Así Jesús siguió su viaje a Jerusalén.” (Lucas 17: 11) hemos estado con Jesús por quince semanas en este viaje a Jerusalén y faltan tres más. Ha sido un tiempo de aprendizaje de cómo ser un verdadero discípulo.

Cuando empezó el viaje a Jerusalén los samaritanos le negaron el paso a Jesús por su territorio. Juan y Santiago respondieron sugiriendo que harían caer fuego del cielo. Jesús tenía una mejor idea. Su respuesta no violenta llevó a incluir a dos samaritanos en las historias de salvación: El Buen Samaritano y el samaritano agradecido y lleno de fe de este día, limpiado de lepra y recipiente de salvación. Estos dos individuos encajan en el tema de la inclusión de Lucas que fluye de la dimensión del mensaje de Jesús. Ambos incidentes realzan a los samaritanos, los odiados enemigos de los judíos. De igual manera, ambas historias rompen las barreras de la salvación. Todos están incluidos en las enseñanzas de Jesús y en las prácticas del reino.

Así, cuando Jesús los sanó, fue un gran problema. Luego, la trama se complicó. El samaritano regresó. “Y uno de ellos dándose cuenta de que había sido sanado, regresó glorificando a Dios en voz alta y él cayó a los pies de Jesús y le agradeció.” (Lucas 17: 15-16) es fácil entender la libertad increíble que los otros nueve leprosos sentían. Ellos ahora podían estar con sus seres queridos. Ellos ahora podían participar en la vida de la comunidad. No es difícil entender como ellos podrían estar distraídos y olvidadizos.

Tan importante como es la lección de gratitud, Lucas tiene un mensaje más profundo para nosotros en la persona del samaritano. Él se da cuenta que la sanación va más allá de los componentes físico y social de la recuperación. El agradecido samaritano es un encuentro con un Dios amoroso y salvador. Él pudo ver en Jesús no solamente a aquel que le resuelve su problema físico y material sino a uno que también podía satisfacer el hambre fundamental del corazón humano por la felicidad y la libertad que va más allá de la maravilla de la sanación física aún con todos sus maravillosos beneficios. El samaritano mantuvo sus ojos en Jesús y aceptó la sanación más profunda que él necesitaba. De manera que Jesús pudo decir: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado.” (Lucas 17: 19)
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VIGÉSIMO SÉPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


Lucas 17: 5-10

Estimados amigos, Para nosotros, el trato del sirviente en el pasaje del Evangelio de hoy puede ser distrayente y perturbador. Necesitamos ir más allá de estas preocupaciones para descubrir el desafío real que Jesús nos está presentando. Es el problema de fe que nos ayuda a ver quién es Dios y quienes somos nosotros.

La fe significa entender y actuar en nuestro compromiso con Cristo y los valores del mensaje de su Evangelio. La fe es un llamado al servicio. Significa el reconocimiento constante y la respuesta a las circunstancias en nuestra situación de vida. Deberíamos darnos cuenta que este es nuestro deber, nuestro llamado al servicio. Es aceptar el orden propio de la realidad.

El corto pasaje del Evangelio de hoy es parte de una sección más larga. Jesús sigue enseñando a los discípulos lo que significa ser su seguidor. Inmediatamente, antes de la selección de hoy Jesús presentaba el desafiante problema del perdón. Para aquellos que escucharon a Jesús en persona, tanto como para nosotros ahora, es una tarea verdaderamente demandante el hecho de perdonar una vez al día, no digamos siete veces al día. “Si él se equivoca contigo siete veces en el día y vuelve las siete veces a decir “lo siento”, deberías perdonarlo.” (Lucas 17: 4) esta lección es la razón por la que los discípulos decían Señor incrementa nuestra fe.

La frase sobre la morera volando hacia el mar es otro ejemplo de lo fuerte y exagerado del lenguaje que Jesús usaba para realzar un punto. Lo que él le está diciendo a los discípulos y a nosotros, es que la poca fe que nosotros tenemos es suficiente solamente si confiamos y expresamos nuestra confianza en Dios. La fe nos permite compartir en el poder de Dios. Lo imposible se vuelve posible para la persona de fe. Por supuesto, esto requiere que aceptemos la autoridad y los horarios de Dios.

Nosotros no nos deberíamos desanimar por el trato del sirviente. Este fue un ejemplo de la realidad diaria de los que escuchaban a Jesús. Jesús no lo está aceptando ni lo está rechazando. Él lo está usando para convertir un mensaje que sus oyentes puedan comprender. El verdadero problema no es cómo el dueño trata al sirviente sino como el sirviente entiende su papel. Nos debería ayudar a entender nuestra realidad básica. Dios es Dios y nosotros somos sus criaturas. Nosotros debemos luchar contra las constantes tentaciones que tenemos de tratar de ser dios y hacer de Dios nuestro sirviente. Este fue el problema básico con Adán y Eva en el Edén. Ha sido lo mismo a través de toda la historia de la humanidad.

Jesús también está usando la parábola para enseñarnos sobre el discipulado. Necesitamos ver nuestro papel como sirvientes. Jesús está contrastando esta comprensión con la práctica constante de los escribas y los fariseos. Ellos se veían a sí mismos en una posición de privilegio y esperaban un reconocimiento especial y gran estima en todo momento. Por otro lado, el discípulo de Jesús debería buscar guiar con el ejemplo y servicio. Jesús dijo que estaba entre nosotros como uno que sirve. No podríamos tener otro ejemplo más poderoso que este que lavó los pies de los discípulos en la última cena.

Aceptarnos a nosotros como las criaturas y a Dios como el Creador pone todo en la perspectiva correcta. Quiere decir, entre otras cosas, que nunca podemos poner a Dios entre nuestras deudas. Nunca podemos tener un reclamo contra Dios. Cuando ya hemos hecho lo mejor, solo hemos cumplido con nuestro deber. No estamos viviendo en el campo de la ley con su exactitud en la medida de nuestras responsabilidades. Jesús nos ha llamado al campo del amor en donde los límites de nuestra entrega y auto sacrificio se expanden siempre hacia nuevos horizontes.

Santa Teresa de Ávila entendió su papel como criatura y como sierva con una gran exactitud. Todas sus enseñanzas y su sabiduría fluyeron de su apreciación de la verdadera humildad. Ella reconoció, con una claridad siempre en aumento y una visión, que Dios es Dios y ella una criatura. Al abrazar sus humildes circunstancias, ella aceptó a Dios como un salvador amoroso y misericordioso y ella como una humilde y pecadora sierva, pero también amada y perdonada. Ella entendió que su vida y su más profunda verdad, como la historia de la misericordia de Dios. Es lo mismo para todos nosotros. Ese es el mensaje real en la parábola de hoy.
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VIGÉSIMO SEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lucas 16: 19-31

Estimados amigos, El Evangelio de San Lucas tiene un tema recurrente sobre el reverso. La parábola de hoy sigue con este patrón. Justo en el inicio de Lucas tenemos el gran himno a María, El Magnificat: “Él ha derribado a los poderosos del trono y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y despacha a los ricos vacíos. (Lucas 1: 52-53)” En el sermón en la llanura domina este tema del reverso. La primera bendición y el primer ay del Sermón en la Llanura son una expresión concreta del mensaje de hoy. “Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios” Luego en Lucas 6: 24 leemos “İ Pero ay de ustedes los ricos, porque ya han recibido su consuelo!” Después en Lucas 13: 30 encontramos “Y he aquí que los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros.”

La entrada de Jesús en la escena humana ha tenido muchas consecuencias. La gran reversa es una de ellas que espera por nosotros. La parábola de hoy de Lázaro y el hombre rico desconocido es un ejemplo significativo de esta puesta al revés de las cosas. Los dos personajes experimentan una profunda transformación de sus fortunas. Hay un mensaje profundo para nosotros en esta historia.

Sabemos que tenemos límites a la hora de actuar de acuerdo con el llamado que nos hace Jesús. La muerte ofrece un final a la hora de nuestra decisión. En este marco, hay consecuencias. El hombre rico muestra la naturaleza trascendental de la riqueza. Nosotros podemos poner a un lado nuestro compromiso con la caridad y la justicia por un largo tiempo.

Otra contradicción que ofrece Lucas es el desafío a la mentalidad sobre la riqueza y la pobreza en el tiempo de Jesús. La gente creía que la riqueza era una bendición de Dios y la pobreza una señal del rechazo de Dios. El gran mundo al revés de Lucas tiene una lección diferente.

La parábola de hoy, lo está haciendo más bien claro. En el esquema de Dios de todas las cosas toda riqueza, estatus, prestigio, privilegio y poder son transitorios. Luego necesitamos aprender que la posesión de algo no es absoluta. Tiene consecuencias. Cuando no aceptamos estas realidades somos objeto de la gran puesta al revés. Estos grandes cambios fluyen de la radicalmente buena nueva que Jesús nos ofrece. La historia de hoy no describe a ningún personaje como verdaderamente bueno o malo. El problema es la negligencia y la ceguera. Lucas en esta parábola que es encontrada solamente en su Evangelio, va profundo en los detalles del reverso entre Lázaro y el hombre rico. Primero, en contraste de casi toda la historia, el hombre pobre es identificado y el hombre rico aparece como un sin nombre. Luego, la disparidad en la comodidad física es dramáticamente transformada. Ahora el poderoso hombre rico ve a Lázaro como aquel que puede darle lo que él quiere. Primero es el agua y luego la ayuda para sus hermanos. En su vida el hombre rico se había conducido en una búsqueda interminable por la comodidad. Su riqueza era fuente de prestigio y poder. Sus posesiones eran un vehículo de seguridad y control. La muerte destruyó estos engaños y reveló la verdad. Hay una hipoteca social en las bendiciones de Dios. Estas necesitan ser un instrumento de justicia. En la historia de Lázaro, Jesús nos está enseñando a abrir nuestros ojos hacia los pobres a nuestro alrededor. Nuestro corazón necesita movernos para responder a los necesitados que hay en nuestra entrada, ya sea que esa entrada esté en nuestra familia, en el vecindario o en las muchas fronteras que creamos para proteger nuestra comodidad personal, comunal o nacional.

El Papa Francisco decía que un estilo de vida que es demasiado cómodo lleva a una gentrificación en el corazón. El resultado de un estilo de vida guiado por el siempre expansivo consumismo disminuye el espíritu que lleva a un aislamiento y a la negligencia hacia los pobres que hay en nuestro medio. Daña a los ojos del corazón. Nos fija en una pendiente resbaladiza en el lado equivocado del mundo del reverso que nos confronta en la historia de Lázaro.

Como los hermanos del hombre rico, la palabra de Dios nos ofrece un claro llamado a la conversión. También tenemos la ventaja agregada de experimentar al Cristo resucitado. La pregunta que debemos hacernos a nosotros mismos es si podemos ver a los pobres a nuestro alrededor. ¿Será que el Cristo resucitado nos permite ver en nuestras posesiones un instrumento de amor y servicio para aquellos que están en necesidad en nuestro mundo?

La parábola de hoy tiene una simple y clara implicación para nosotros. Necesitamos dejar nuestra cómoda ceguera y empezar a ver con un nuevo corazón enraizado en el llamado de Jesús para caminar en la luz.
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VIGÉSIMO QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

LUCAS 16: 1-13


Estimados amigos,

La parábola de hoy, del sirviente deshonesto es una de las más desconcertantes de todos los Evangelios. Al final, sin embargo, el mensaje es claro y fuerte. Necesitamos usar nuestro dinero y posesiones para ayudarnos a entrar en el reino. Puedes llamarlo una súplica para la economía del reino. Es una invitación más bien para una tarea bastante difícil. Cómo usar nuestros bienes materiales para facilitar, no para obstruir, nuestro viaje hacia el reino y la vida eterna.

La clave para entender la parábola y su fuerte enseñanza es determinar en dónde es que el sirviente cometió la injusticia. Tenía que ser en el uso anterior de los bienes del dueño. Es por eso que él está siendo despedido. El centro del desconcierto es el elogio del dueño al robo aparente involucrado en la reducción de la deuda del sirviente a los varios deudores. Esto tenía que involucrar la comisión personal del sirviente en el trato. De este modo el dueño encomendó su previsión y acción. Este es nuestro llamado: actuar para entrar en el reino.

Jesús está invitando a sus seguidores a usar su tiempo, tesoro, y talento con previsión similar. Como el sirviente, tenemos que darnos cuenta que nuestras posesiones incluyen una hipoteca. La posesión actual pertenece a otro. En el caso de los discípulos, y en nuestro caso, Dios es el dueño. Las bendiciones materiales son para ser compartidas para beneficiar al reino. El uso sabio de las riquezas al que Jesús está llamando necesita incluir las prioridades del reino. Esto sitúa al pobre, a los olvidados y a los marginados en una posición de privilegio que es muy diferente de la realidad de nuestra sociedad consumista.

En esta sección de su Evangelio, capítulos del diez al diecinueve, conocidos como el Camino a Jerusalén, Lucas muestra a Jesús enseñando las consecuencias de su mesianismo como el Sirviente Sufriente. Ser un seguidor de Cristo demanda un precio muy alto. El discipulado viene con un costo real.

El discipulado demanda un compromiso total. Lucas está consecuentemente trayendo el desafío de la riqueza y del papel que juega el dinero para los seguidores de Jesús. El cómo usamos nuestras posesiones revela nuestras prioridades. Si Jesús es verdaderamente nuestra prioridad, el enfoque en la riqueza y su atrapada de la voluntad serán medidos en cómo nos dirige hacia los valores del reino que Jesús proclama.

El mensaje de Jesús en la parábola de hoy es fuerte y sencillo: somos llamados a hacer una elección clara. El sirviente hizo esto en su visión de corto alcance de la realidad. Como discípulos, estamos llamados a la sabiduría de una conclusión decisiva en una visión de largo alcance del reino.

En el siglo IV San Ambrosio tuvo una visión sobre la riqueza y los pobres. Él comentaba sobre el hombre rico y sus graneros (Lucas 12: 16-21) “El seno de los pobres, las casas de ventanas, las bocas de los niños son los silos que duran para siempre”

El mensaje de Lucas de hoy, como con los silos del hombre rico, y a través de todo su Evangelio, ofrece una prueba para el verdadero discípulo de tomar una sabia decisión. Nosotros somos confrontados constantemente para elegir entre lo que es necesario y lo que queremos. Esta no es una elección fácil. Estamos atrapados en las garras posesivas de la industria multi billonaria de la propaganda. Estamos siendo bombardeados constantemente con una definición de felicidad que está enraizada en los valores que está muy lejos del Evangelio de Jesús. Se nos está diciendo que nuestra satisfacción total está en la punta de nuestro dedo si compramos el siguiente producto que seguramente va a satisfacer los deseos de nuestro corazón.

Por otra parte, en las profundidades de nuestro ser, tenemos un susurro suave pero inquebrantable del mensaje del Evangelio. Una respuesta fiel a la palabra de Dios será como una semilla de mostaza en el corazón, creciendo constantemente en la sabiduría y en el poder de Dios. El discipulado al cual llama Jesús es un arduo y largo viaje. Esta batalla perenne del corazón es la cosa de nuestro camino hacia adelante en las huellas de Jesús.

La parábola de hoy es una invitación para empezar el proceso para abrazar la economía del reino de Jesús. Nuestra venta de garaje necesita crecer constantemente y expandirse más conforme buscamos fondos para aquellos que están en necesidad. En el reino que Jesús está proclamando, menos es más, mucho más.
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Vigésimo cuarto domingo del tiempo ordinario

Lucas 15: 1-32


Estimados amigos,
Las parábolas de los dos hijos y del buen samaritano han sido un factor mayor en el desarrollo de la cristiandad como la experimentamos hoy. Sin el impacto de estas dos parábolas, nuestra percepción de la cristiandad sería muy diferente. Ellas ofrecen un gran descubrimiento en nuestra exposición a la misericordia de Dios.

Las tres parábolas en el pasaje de hoy tienen un tema primordial en común. Tienen demasiadas similitudes en sus contradicciones del sentido común. Todas señalan hacia una extravagancia sin medida de la misericordia de Dios. La historia de padre e hijos presenta un nuevo sesgo para nuestra relación con Dios. El padre no tiene preocupación sobre el pecado y el arrepentimiento. Es sobre perder y encontrar, morir y vivir.

En la actitud del padre, estamos invitados a alejarnos de un pecado y un enfoque de perdón y un entendimiento mucho más personal. En esta escena, vemos el problema como una persona perdida que ha sido encontrada. Esto conecta con la oveja y la moneda de las otras parábolas.

Necesitamos vernos a nosotros mismos como los dos hijos. Cuando nos arrepentimos, como el primer hijo, tenemos lista nuestra historia. El padre no tiene interés en la historia. Su hijo estaba muerto y ahora está vivo. El padre no tendrá nada que ver con un sirviente contratado que no tiene sentido. Este es su hijo. El anillo, las sandalias y la fiesta son todos símbolos de su bienvenida incondicional del hijo en su abrazo misericordioso. Como el pastor y la mujer, el padre sabe lo que estaba perdido y ha sido encontrado. Es tiempo de celebrar. Necesitamos vernos como el recipiente de la fiesta de la misericordia de Dios.
 
Conforme nos movemos al segundo hijo, siempre es tan fácil reconocernos, como él, como víctimas en muchas de las experiencias rotas de la vida. Similares al hostil y enojado hermano, nuestros dolores tienen un buen mérito. Sin embargo, igual que el segundo hermano, no vemos el punto que el padre ve tan claramente. No es sobre las cosas, es sobre la gente. Las posesiones y los privilegios simplemente no tienen sentido cuando los medimos contra la vida, el amor y la misericordia. “Hijo mío, tú estás aquí conmigo siempre; todo lo que tengo es tuyo. Pero ahora debemos celebrar y regocijarnos, porque tu hermano estaba muerto y vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado.” (Lucas 15: 32)

Esta historia en sí, se abre a un inmenso número de interpretaciones. Todas ellas exponen nuestra condición humana en la profundidad y amplitud de su realidad fracturada. Es este mismo quebrantamiento el que despliega la misericordia de Dios. Nos gusta decir que esta misericordia no conoce límites. Las acciones del Padre nos ayudan en nuestro viaje de la cabeza hacia el corazón cuando ponderamos este gran misterio de un Dios llamándonos al banquete de la vida a pesar de nuestra pecaminosidad.
Todos los grandes maestros espirituales de la tradición cristiana enfatizan que la única manera de conocer a Dios es conocernos nosotros mismos primero. La historia de los dos hermanos nos muestra esta profunda verdad. Solamente cuando ellos aceptan su propia debilidad están listos para empezar a apreciar la maravilla y la magnificencia del amor y de la misericordia del padre.
 
Nosotros nunca descubrimos si el hermano mayor estaba listo para romper la ceguera de la relación comercial por la cual él definía a su padre. Lo que sabemos es que el padre fue implacable en su búsqueda de sus dos hijos. La elección de ellos fue aceptar o rechazar este amor y misericordia. Por parte del padre, solo estaba la oferta continua de amor y la invitación al banquete.
 
El mensaje llega en muchos y diferentes niveles. Dios está siempre aceptándonos. Dios siempre está perdonándonos. Dios siempre está buscándonos. Al final, el llamado no podría ser más claro. Debemos permitir que la misericordia de Dios y su amor definan y dirijan nuestras vidas en cualquier manera posible. 

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VIGÉSIMO TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lucas 14: 25-33


Estimados amigos,

Estas palabras de Jesús son muy fuertes. De hecho son las más extremas para expresar las demandas del discipulado en todos los Evangelios. De igual manera, estas mismas palabras son probablemente las más olvidadas.

Está claro en el resto del Evangelio que Jesús no quiere decir que “odiemos” a nuestros seres queridos, lo que quiere decir es que debemos poner primero a Jesús. Es simplemente una cuestión de prioridades expresada en el estilo del idioma en el tiempo de Jesús. Esto deja un gran espacio para la preocupación y compasión para nuestros seres amados.

En segundo lugar, la llevada de la cruz es un componente no negociable de caminar con Jesús, de ser un discípulo. Es claro y evidente. Seguir a Jesús tiene un precio elevado. Tenemos que morir a nuestro egoísmo. Tenemos que tirar los valores mundanos como el éxito y la prosperidad. Tenemos que liberarnos de los embragues de la penetrante mentalidad consumista de poseer lo más grande y lo mejor. Las palabras contundentes de Jesús no dejan lugar a dudas; el verdadero discipulado es un asunto costoso.

La claridad y el poder de los términos de Jesús y el llamado a tomar la decisión con mucha frecuencia llevan ya sea al descuido del discipulado o a la reducción como un compromiso hacia un Jesús más cómodo y conveniente. Esta distorsión de un Jesús popular ha sido un desafío a través de la historia cristiana. Los mismos elementos del poder de la riqueza, el privilegio y el poder en sí que Jesús atacó en todas sus enseñanzas, ministerios y vida, también con frecuencia son los valores operativos de sus seguidores y de la iglesia. La iglesia siempre ha sido cargada con muchos más discípulos simbólicos que por verdaderos seguidores de Cristo.

El pasaje del Evangelio de hoy lo hace más que evidente. Jesús demanda que lo sigamos en sus términos. Jesús hace obvio que todo lo demás tenga sentido a la luz de este compromiso. Todos los demás amores deben encontrar su verdadero significado y dirección del amor de Jesús.

Cuando tomamos el mandato de tomar la cruz en aislamiento, puede ser atemorizante y más que difícil. Sin embargo, encontramos esta vista mucho más atractiva cuando situamos este llamado al verdadero discipulado en el contexto del llamado de Jesús hacia el Reino. Aquí somos invitados a compartir la conquista del pecado, de la injusticia y de la eventual muerte de esta vida. Estamos invitados a la forma de amar del reino y de la vida eterna. Las palabras de Jesús “mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mateo 11:30) tienen verdadero sentido.

Jesús nos pide calcular nuestra decisión en base a la victoria final. Esa victoria no vendrá de la comodidad y la riqueza, la indulgencia y el prestigio. Todo esto pasará, la última victoria es la conquista de la cruz sobre el mal de este mundo. La victoria decisiva es la cruz como el instrumento de la nueva vida y el amor eterno que viene en el verdadero discipulado hacia el Cristo resucitado. No hay pago demasiado alto por este tesoro que empieza ahora cuando nosotros caminamos con Jesús en el camino del amor. Este amor que fluye del verdadero discipulado empieza con nuestros seres amados pero siempre expandiendo hacia nuevos horizontes. Alcanza las periferias de los olvidados y de los que hemos dejado abandonados.
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VIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


Lucas 14: 1, 7-14


Estimados amigos,

El pasaje del Evangelio generalmente tiene muchos niveles. En el de hoy parece que Jesús nos está ofreciendo algún consejo práctico. Hace contacto en dos costumbres muy fuertes que había en sus días. La hospitalidad y la reciprocidad. Las dos estaban empapadas en la idea del estatus y el reconocimiento enraizado en falsos valores de prestigio, poder y privilegio: “Haces algo por mí y yo te devolveré el favor” “Bienvenido a mi club privado y especial”

Jesús, sin embargo, va mucho más profundo. La enseñanza de Jesús es sobre la transformación de los falsos valores del mundo. Él está proclamando la verdad del Reino. La enseñanza fundamental es la humildad. Esto significa reconocer quien es Dios y quienes somos nosotros. Es todo sobre el creador y la criatura. Estamos siendo llamados a un discipulado humilde que reconoce la presencia de Dios en todo, especialmente, los pobres, los olvidados y los marginados. Estamos siendo llamados a una nueva mentalidad, a compartir la visión con Jesús al identificar y servir con una actitud humilde que exalta al otro y no a nosotros mismos.

Jesús nos ofrece dos maneras prácticas que tienen ramificaciones para abrir las maravillas del mensaje del Evangelio. Esta iluminación nos dirige por el misterio del tema de reverso de Lucas. El servicio prevalece sobre el prestigio y el privilegio. La humildad reina tan claramente en contraste con las exaltaciones del mundo de la propia riqueza, el poder y la prominencia.

El sistema honor/vergüenza y el programa de auto servir reciprocidad en el tiempo de Jesús y el de nuestro tiempo le da paso al desafío del Evangelio. Jesús está llamando a un cambio revolucionario de mentalidad que penetra nuestro corazón y estilo de vida.

Lucas sitúa la enseñanza de hoy en el contexto de una comida. Muchas de las enseñanzas de los evangelistas son presentadas durante el compartir de una comida. Se ha dicho que podemos comer en nuestro camino a través del Evangelio de Lucas. Obviamente, Jesús siempre estaba invitando a sus seguidores a entrar a un nivel mucho más profundo de la experiencia humana que prácticos conocimientos de mesa. Él siempre está dirigiéndonos a la presencia de Dios que se abre a las cosas de la vida diaria hacia el misterio más profundo.

Lucas pone énfasis especial sobre la misión de Jesús para poner el mundo de cabeza. Él pone gran importancia en el tema de reverso: “Porque todo aquel que se exalte será humillado, pero aquel que se humille será exaltado” (Lucas 14: 11)

Las enseñanzas de hoy son dadas en forma de parábolas, el mensaje es sobre el reino: el gran reverso que está por venir. Estamos llamados a recibir al pobre y al más pequeño. Ahí encontraremos a Dios. Lo grande y poderoso de este mundo encontrará su destino enormemente falto y disminuido en el nuevo mundo de cabeza del reino. El llamado para nosotros en este gran reverso es ir más allá poniendo un chequecito o dando una limosna a la verdadera hospitalidad.

La hospitalidad en la enseñanza de Jesús no es un gesto simbólico sino un verdadero sacrificio e involucramiento con aquellos en necesidad en nuestro medio. Con mucha frecuencia, es en forma de recaudación de fondos y no servicio, sentirse bien y no entregarse que es lo que en realidad nos hace salir de nuestra zona de confort.

Jesús estaba desafiando las costumbres atrincheradas de servicio en sus días: un sentido distorsionado de hospitalidad y reciprocidad. Jesús está llamándonos a ir verdaderamente más allá del auto interés de compartir nuestra mesa y nuestra vida con aquellos que están en necesidad en nuestro medio. Esto no es una tarea fácil. Comparte el desarraigado y destrozado mundo de todas las dimensiones de las enseñanzas de Jesús. Con mucha frecuencia, las prácticas ordinarias de nuestro “ayudar a aquellos en necesidad” prueban ser un obstáculo y un estorbo en el mensaje del Evangelio de este día. Más frecuentemente que no, es más sobre auto satisfacción que sacrificio personal.

En el gran reverso del reino de Dios, Dios será el anfitrión. Como nos enseña Lucas en el Magnificat (Lucas 1: 51-53) y en las Bienaventuranzas y lamentos (Lucas 6: 20-26) los pobres y desamparados tendrán un lugar especial. La manera del mundo que se envuelve en actividad de auto servicio, en las actividades revueltas de la falsa hospitalidad y reciprocidad, llegarán a un final aplastante. Dios, como el anfitrión del banquete celestial estará al cuidado de todos los humildes y exaltados. Estas son las Buenas Nuevas: todos tenemos una invitación a la mesa. Los invitados serán medidos por servicio y no por prestigio y riqueza. El boleto es un corazón y una vida comprometidos en ayudar verdaderamente a aquellos que están en necesidad.
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VIGÉSIMO PRIMER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lucas l3: 22-30

Estimados amigos. La religión es siempre un problema que tiene varios lados. La cizaña y el trigo son una preocupación que está siempre presente. Hay mucho egoísmo que tiene lugar en nombre de Jesús. Con mucha frecuencia, lo que parece correcto es una búsqueda de la grandiosidad personal. San Lucas es muy fuerte al presentar el tema del reverso que dirige el problema de la auto-búsqueda espiritual. Hoy nos acercamos al Evangelio con otra expresión de Lucas que con frecuencia es repetida en el tema de reverso “Aquellos que sean los últimos, serán los primeros. Y los que sean primero, serán los últimos” (Lucas 13: 30)

Hay muchos que se hacen llamar cristianos y con frecuencia se imaginan a sí mismos como guerreros cristianos. Su trabajo principal es “atacar los pecados de los demás”. Alguna gente está a tiempo completo contra el aborto, contra la homosexualidad y otros cruzadistas contra el racismo y aquellos que están en contra de la reforma de inmigración. Ellos están completamente ocupados señalando cuan horribles son las otras personas. Otros tienen trabajo a tiempo completo señalando con su dedo a las personas que no observan en lo más mínimo las leyes de la liturgia, de la iglesia y de los sacramentos.

Un mensaje claro en el Evangelio de hoy es que todo mundo está invitado. Sin embargo, necesitamos trabajar en ello; necesitamos una responsabilidad personal primero y principalmente si vamos a participar en la gran fiesta que es el Reino de Dios.

La universalidad es una parte central del mensaje de Jesús que siempre está bajo ataque. Aún estamos en constante batalla con la exclusividad sobre si es una cuestión de racismo o de orientación sexual, el estatus inmigrante u origen étnico. Siempre hay algún punto sobre los problemas transgéneros que se están dando hoy en día. “Ellos contra nosotros” nunca se aleja de los encabezados.

La declaración de Jesús hoy es un llamado a despertarnos. “Yo no sé de dónde eres.” (Lucas 13: 25)

Jesús es muy claro sobre estos problemas “Por qué te fijas en la pelusa en el ojo de tu prójimo y no miras la viga que está en el tuyo…tú hipócrita remueve la viga de tu ojo primero.” (Mateo 7: 3-5)

Está muy claro que ser acomodador, lector, ministro de la eucaristía o miembro del comité de liturgia, puede ser muy admirable pero no es la preocupación principal. Jesús nos invita a ser humildes y siervos que perdonan en una iglesia de pecadores que buscan juntos la misericordia de Dios.

Santa Teresa de Ávila tiene dos enseñanzas fundamentales que dirigen al Evangelio de hoy. Jesús nos está diciendo que escuchemos su mensaje y que lo vivamos. Para hacer esto necesitamos conocernos a nosotros mismos. Teresa lo repite una y otra vez que el camino hacia Dios es primero y principal guiado por el auto conocimiento. Necesitamos saber que somos pecadores, pero pecadores amados y perdonados. Es por eso que la gran mística Carmelita dice que la historia de nuestras vidas es siempre, en el análisis final, la historia de la misericordia de Dios.

Este tema de la misericordia fue el centro del mensaje del Papa Francisco que inspiró y deleitó al mundo. Él dijo que ser un cristiano no era nunca caer y fallar. Esa debilidad humana es parte del viaje para todos nosotros. Es levantarse otra vez y abrazar la misericordia de Dios que está siempre ahí como una opción crítica para todos nosotros.
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VIGÉSIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

LUCAS 12:49-53

Queridos amigos, Cualquier versión verdadera del Evangelio debe balancear dos elementos que están en tensión uno con el otro. Esta es la experiencia de la comodidad genuina en un desarraigo desafiante. La promesa de paz de los ángeles en el nacimiento de Jesús debe ser incorporado en el viaje de Jesús a Jerusalén y la pasión y muerte. El pasaje del Evangelio de hoy nos invita a buscar el balance entre el mensaje de esperanza y el encuentro profético del dolor y el conflicto que siempre nos confronta cuando elegimos colocar a Jesús primero que todo lo demás.

En el Evangelio de hoy nos encontramos uniéndonos a Jesús en el viaje a Jerusalén. Los diez capítulos de Lucas dedicados a este pasaje son en su mayoría una invitación para entrar en las enseñanzas de Jesús. Esta larga selección del Evangelio de San Lucas son una experiencia fundamental y esclarecedora de la realidad básica humana: el conflicto entre el bien y el mal.

Seamos conscientes o no, estamos totalmente inmersos en este conflicto. A través de Lucas, Jesús nos está diciendo que debemos tomar una decisión. Esta elección tiene consecuencias. Habrá fuego y división. Jesús ve su misión, concretada en el camino a Jerusalén, de exponer la realidad oculta por el engaño y la corrupción envueltos en el falso rostro de una práctica religiosa que no quiere ofender a nadie.

Cualquier experiencia religiosa auténtica siempre necesita la dimensión profética. Jesús abrazó este papel del profeta. Vino al mundo para atacar su mediocridad, su indiferencia y, sobre todo, su cautiverio en el mal. Jesús declara su deseo de fuego y bautismo. Este fue su destino desde el principio: la muerte redentora en la cruz que desataría la tormenta de fuego del Espíritu Santo.

Este conflicto final del bien y el mal fue revelado en la vida de Jesús, en su muerte y resurrección. Su proclamación del Reino expone una realidad que ya está en su lugar aunque esté oculta. Él busca destruir las divisiones que fluyen del pecado y la injusticia. El fuego y el bautismo del amor salvador de la Cruz conducen a la verdadera unidad y paz de la que el ser humano tiene hambre. Sin embargo, su mensaje y su vida, y especialmente la muerte y resurrección, atacan la fachada superficial de paz que evita y está cegada por la verdadera violencia de la pobreza desenfrenada, el sufrimiento, la separación y el aislamiento de "los demás". La verdadera paz siempre tiene el costo del sacrificio para todos ya sea en nuestra familia o en países distantes.

Cuando Jesús habla de la división en la familia en la selección del Evangelio de hoy, estaba exponiendo las duras realidades que su presencia desató en el mundo. El fuego y la división no son negociables en el camino a Jerusalén. Nosotros, como iglesia, como parroquia y como individuos, necesitamos examinarnos a nosotros mismos a la luz de este encuentro con la palabra de Dios. ¿Molestamos a alguien por nuestro compromiso con Jesús? ¿El nivel de nuestra comodidad permite suficiente espacio para vivir el desafío del verdadero Evangelio? ¿Hemos reducido el mensaje de Jesús a una práctica religiosa inofensiva que no molesta a nadie?

La palabra de Dios siempre desafía la aceptación irreflexiva de la falsa paz. La palabra de Dios producirá constantemente confusión y desarraigo a medida que conduce al verdadero camino de la paz que está arraigado en la justicia y la preocupación por los pobres y el clamor de la tierra. El amor nunca está exento de costos. Jesús nos desafía a estar en llamas por el Señor. Es por eso que sus prioridades trascienden incluso el más profundo de los amores humanos en la familia o en otros lugares.

La verdadera paz exige conversión. Esta es la transformación personal que acepta a Jesús como el centro. Sólo un corazón comprometido con Cristo experimentará esta verdadera paz. Jesús creará un corazón en verdadera armonía que nos librará del engaño del mal y de una cómoda mediocridad de indulgencia e indiferencia. La verdadera paz en Cristo transforma todo amor humano en el verdadero amor que brota del divino Misterio del Amor.
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DECIMONOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lucas 12:32-48


Queridos amigos, Tengo la impresión de que la mayoría de la gente viene a adorar el domingo para cambiar a Dios. Tienen problemas y preocupaciones reales. Tienen un plan de lo que es necesario para que ellos y sus seres queridos sean felices. Saben que necesitan la ayuda de Dios para llevar ese plan a término. Por lo tanto, vienen a orar y una parte importante de su oración es pedirle a Dios que acepte su plan.

Por otro lado, Dios también tiene un plan. Dios quiere que cambiemos. Dios quiere que compartamos su amor por toda la creación y especialmente por nuestros hermanos y hermanas en todos sus defectos humanos.

En el Evangelio de hoy, Lucas tiene la súplica aparentemente dura y poco realista para que vendamos nuestros bienes y demos limosna a los pobres. Este es un tema sobre la propiedad que Lucas repite a menudo de diferentes maneras a lo largo de su Evangelio.

El punto de Lucas es poner las cosas en perspectiva. La perspectiva es que, en primer lugar, hay más en la vida que nuestra seguridad y conveniencia inmediatas . En segundo lugar, Lucas nos enseña que el amor de Dios por nosotros en el plan de Dios de su Reino es nuestro verdadero tesoro. Cuando entendemos la maravilla y la belleza de este don misericordioso de Dios revelado en Jesús y su enseñanza sobre el Reino, entonces somos capaces de poner tanto nuestras preocupaciones como nuestras posesiones en perspectiva. Así es como Dios quiere que cambiemos y crezcamos. Necesitamos aprender que Dios tiene un plan mejor que nuestro plan. El mensaje del Evangelio nos dice que veamos nuestra vida y nuestras posesiones a la luz del Reino de Dios que está teniendo lugar ahora. Compartimos ese Reino cuando caminamos con Jesús en amor. Este amor nos llevará más allá de nuestra mortalidad a la vida más allá de la muerte.

Cuando ponemos las palabras de Jesús en este contexto, no parecen tan duras y poco realistas.

"No tengáis miedo un rebaño más grande, porque vuestro Padre está a favor para daros el Reino. Vende tu pertenencia y da limosna. Proveeros bolsas de dinero para vosotros mismos que no se desgasten, un tesoro inagotable en el cielo que ninguno de ellos puede alcanzar ni lo pueda destruir la polilla". (Lucas 12:32-33)

Dios tiene un plan. Es el Reino. Estamos invitados a comprar. Así es como Dios quiere que cambiemos. Eso es lo que significa cuando decimos. "Deja ir y deja actuar a Dios".
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DECIMOCTAVO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lucas 12:13-21


Queridos amigos,

El mensaje de Jesús en el pasaje del Evangelio de hoy, es claro y directo. Nada es más destructivo en esta vida que preocuparse por adquirir bienes materiales que ultimadamente son lo trascendente. El hombre con los graneros más grandes olvidó que la vida en sí es un regalo temporal en este mundo. Es un préstamo que Dios puede reclamar en cualquier momento, independientemente si nosotros poseemos una extensa riqueza de los bancos recién llenos o fuertes cuentas en el banco.

Las Escrituras Hebreas tienen una comprensión clara de lo que constituye un tonto. Esta es una persona que ha negado u olvidado a Dios. En esta historia, el descuido de Dios se manifiesta en el agricultor codicioso con la tierra muy productiva. Era rico porque tenía muchas cosechas. Era un necio porque pensaba que estaba seguro: "Tenéis tantas cosas buenas almacenadas durante muchos años, descansad, comed, bebed y sed felices" (Lucas 12,19).

Al elegir a Dios, no estamos desperdiciando nuestra vida. Seguimos usando las cosas y las posesiones. De hecho, seríamos irresponsables si no lo hiciéramos. El mensaje de Jesús para nosotros el día de hoy es aclarar nuestras prioridades. Necesitamos evitar el poder cegador y paralizante de la codicia. La búsqueda constante por más no es una puerta a la seguridad. Descubrir lo que es verdaderamente suficiente tiene que ser el principio regidor al tratarse de nuestras posesiones. Nuestra tarea tiene que estar enraizada en la verdadera sabiduría si vamos a permitir que nuestras riquezas y posesiones, ya sean grandes o pequeñas nos lleven hacia Dios.

El propietario es claramente una persona que está ensimismada. La idea de compartir nunca entró en su planificación. Apostó por su cosecha. Las posesiones materiales eran su puerta de entrada a la felicidad. Se convirtió en un tonto simplemente por no ser real. La vida es una empresa pasajera. A pesar de todas las garantías del mundo publicitario, no hay felicidad duradera mientras los directores de funerarias sigan teniendo un negocio lucrativo. Aún si ellos dejan el negocio. La muerte es universal e inevitable para todos nosotros. La elección está entre las cosas y Dios. El tonto elige las cosas.

Jesús está señalando que las riquezas pueden ser destructivas. En la vida, la preocupación por adquirir y retener la riqueza es un embotellamiento para el llamado del Evangelio. La ironía es que la riqueza a menudo conduce a sentir más inseguridad.

Al elegir a Dios, no abandonamos la vida. Seguimos usando cosas y posesiones. De hecho, seríamos irresponsables si no lo hiciéramos. El mensaje de Jesús para nosotros hoy es aclarar nuestras prioridades. Necesitamos evitar el poder cegador y paralizante de la codicia. La necesidad constante de mineral no es la puerta de entrada a la seguridad. Suficiente tiene que ser el principio rector al tratar con nuestras posesiones si vamos a permitir que nuestra riqueza y pertenencias nos lleven a Dios.

Ya sea Chace o el Banco de América o cualquier banco son simplemente un medio para un fin. Jesús nos muestra claramente que no podemos almacenar nuestros tesoros en los bancos o graneros de este mundo. La codicia y la avaricia siempre restringen el corazón a la realidad. Las posesiones crean grandes decepciones a lo largo del camino de la vida. Necesitamos aclarar nuestros valores. Necesitamos liberar el corazón para que nuestra riqueza, no importa cuán pequeña o grande sea, sea un trampolín hacia el Reino. Todas las cosas nos liberan o nos constriñen en nuestro esfuerzo para caminar con Jesús.

Todas las enseñanzas de Jesús son una guía para liberar el corazón de todo lo que no es Dios. Justo en el pasaje anterior (Lucas 12: 1-12) Jesús aconsejó a sus discípulos contra toda ansiedad, diciéndoles que Dios conoce sus necesidades y deseos. Ellos nunca estarán más allá de la providencia de Dios.

Abandonado a sí mismo, el corazón es una máquina de fabricación de ídolos. Jesús nos está llamando a alejarnos de los ídolos sea cual sea la moda. Él nos dice que confiemos en el cuidado amoroso para nuestra seguridad. Jesús fue muy claro al enseñarle a sus discípulos y a nosotros la simple verdad. Nuestros esfuerzos no deberían estar dirigidos a tener más sino a ser más como Él. Necesitamos mantener nuestros ojos en el premio que es Jesús. Esta presencia amorosa de Dios será el único boleto seguro en el paso final e inevitable a través de la muerte, que es la parte más innegociable de la vida. Debemos llenar nuestros graneros con el único grano verdadero y duradero de esta vida: confianza, servicio, compasión, humildad y amor. "Entonces dijo a la multitud: Cuidad de protegeros de toda codicia, porque aunque uno sea rico, su vida no consiste en posesiones" (Lucas 12,15).
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DECIMOSÉPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

LUCAS 11: 1-13

Queridos amigos,

Hoy, tenemos la versión de Lucas del Padre Nuestro.  Esta oración especial es la culminación y la expresión más profunda de todas las oraciones en la Biblia. Ha sido descrito como el resumen del Evangelio.

A lo largo de los siglos, los santos, y particularmente los Doctores de la Iglesia, han cantado sus alabanzas. Santo Tomás de Aquino lo llamó una oración del fin de los tiempos. En nuestro momento presente experimentamos el misterio de la salvación en lo que se ha descrito como "ya pero aún no".  Esto significa que el Misterio Pascual de la muerte y resurrección de Cristo ha logrado nuestra salvación. Sin embargo, estamos en un proceso de avanzar hacia la realización de esa realidad en nuestra vida cristiana y el destino final de la historia humana. Nos estamos moviendo hacia la plenitud del Reino de Dios, la restauración de la inocencia original. Sigue siendo un objeto de esperanza, un tiempo en el que estaremos completamente libres de las consecuencias del pecado: no más enfermedad, división, odio, violencia, ignorancia, deshumanización de la pobreza y los prejuicios y, finalmente, la muerte da paso a la vida eterna. El punto de Santo Tomás es que el Padre Nuestro es una oración por la venida del Nuevo Día y la Nueva Creación que es el Reino de Dios.

Cuando Jesús dio a sus seguidores el Padre Nuestro, estaba ofreciendo una forma de vida. Esta oración fue una guía de cómo debían vivir y relacionarse con Dios. Esta es la oración para aquellos que desean caminar con Jesús en el camino hacia el Reino.

Padre Nuestro

El gran don de Jesús es que nos hemos convertido en niños adoptados, lo que nos permite dirigirnos a nuestro Dios como Padre. Al dirigirse al Padre, Lucas hace que Jesúsnos ponga el término "Abba" y nos invita a hacer lo mismo. Esta es la expresión más íntima y familiar que un niño usaría para dirigirse a un padre.  Mateo usa el término que traducimos como "Padre".  Este término es más distinguido y majestuoso. Ambos evangelistas nos dirigen al gran misterio que Jesús revela en el Padre  Nuestro.

El término "Nuestro" nos identifica como parte de la familia de Dios. Jesús está creando una comunidad de creyentes para compartir su relación con el Padre. Todas nuestras oraciones incluyen las necesidades personales, pero también tienen en cuenta a todos los hijos de Dios. Todas las peticiones en esta oración son tanto comunitarias como personales.

Santificado Sea tu Nombre

Santificado significa santificar. La petición aquí es quereconociendo la santidad de Dios respondamos a esa santidad divina. Estamos llamados a ser testigos de la santidad de Dios mientras seguimos los pasos de Jesús en busca de su Reino.

Venga tu reino

Jesús revela el Reino como el plan de Dios.   Hson obras y enseñanzas y especialmente en la muerte y resurrección revelan laacción de Dios.  Esta es la iniciación de la destrucción de todas las consecuencias del pecado de Adán y Eva.

El amor, la justicia y la misericordia tienen la última palabra en el Reino. Nuestros pecados son perdonados, los enfermos sanados, los enemigos son reconciliados, los pobres comparten las bendiciones del Señor en abundancia y los cautivos son liberados. Todo deseo en armonía con el amor de Dios se cumple. La empresa humana se lleva a una resolución justa y pacífica.

En la versión de Lucas, la voluntad de Dios es claramente parte del Reino que buscamos en nuestra oración.  Jesús nos mostró el camino para cumplir la voluntad del Padre. El plan de Dios es para nuestra libertad que conduce a la felicidad eterna. Dios nos invita a ese tesoro más allá de nuestros sueños. En Getsemaní, Jesús mostró el poder de su entrega a la voluntad del Padre. Su aceptación de la voluntad divina produjo el paso de la muerte a la vida para toda la humanidad. La voluntad de Dios para nosotros, tanto personal como comunitariamente, continúa llamándonos a la plenitud de la vida.

Las Peticiones de Tú

Danos este día nuestro pan de cada día

Al decir "nosotros" estamos mostrando de nuevo nuestra comunión con todos nuestros hermanos y hermanas. El pan que pedimos incluye todas las necesidades materiales de nosotros mismos y de los demás, un suministro constante de sustento.  Como parte de una comunión, las necesidades de los demás, especialmente de los pobres, deben ser una prioridad. 

Al mismo tiempo, estamos orando por el Pan de Vida que incluye la Palabra de Dios y el Cuerpo de Cristo en la Eucaristía. Estos dones del espíritu fortalecen y nos permiten responder generosamente para hacer realidad las peticiones en nuestra vida.

Perdónanos nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden

La reconciliación espera con interés la venida del Señor en juicio. Pedimos el gran don necesario para entrar en el Reino: el perdón. Sólo nuestra voluntad de perdonar abrirá el pasaje a una nueva vida. La falta de perdón endurece nuestros corazones y cierra el camino hacia el amor misericordioso de nuestro Dios. 

No nos sometas a la prueba final

Ahora reconocemos nuestra debilidad humana atrapada en la batalla del espíritu y la carne. Le estamos pidiendo a Dios que nos proteja y nos guíe lejos del pecado. Pedimos discernimiento, vigilancia y perseverancia.

Esta prueba final significa la liberación del Maligno que es Satanás. Estamos pidiendo guía a través del duro y horrible atractivo de todos los elementos en el mundo que están en total oposición a nuestra salvación. Le estamos pidiendo a Dios que nos libere de todos los males que son la obra implacable del Maligno cuyo deseo primordial es alejarnos de Dios.


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DECIMOSEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


LUCAS 10:38-42


Queridos amigos, La verdadera hospitalidad es uno de los muchos temas importantes en la historia de Marta y María. Marta, como sucede con frecuencia en la experiencia de nuestras vidas, permite que sus preocupaciones y ansiedades definan sus acciones. Está claro que su mayor deseo es poner un gran despliegue culinario. Ella está más presente para sí misma que para Jesús. Ella no está en sintonía con la situación de Jesús. Él está en medio de una experiencia traumática en el camino a Jerusalén. Por otra parte, María está enfocada en Jesús. Su hospitalidad está definida por las necesidades de su invitado.

No es una tarea fácil encontrar una postura balanceada que integre la oración y el servicio. Ambos elementos, oración y servicio, son distorsionados fácilmente. Solamente la verdadera madurez espiritual nos permitirá el suficiente autoconocimiento para ser conscientes del poder de nuestra auto decepción. Un patrón de oración personal profunda nos liberará para actuar con verdadera fidelidad, que de hecho integra la oración y el servicio.

Teresa de Ávila nos dice que es en la conclusión del viaje espiritual que las características de Marta y María se vuelven una en nosotros. Nuestra meta es alcanzar una libertad para el verdadero amor por Dios y por nuestro prójimo. Mientras tanto, la gracia está en la lucha para buscar esta integración y autenticidad en nuestra vida.

El breve pasaje de hoy del evangelio de Lucas parece una historia simple. Nos dice que debe haber un equilibrio entre la oración y la acción, el servicio y la contemplación. Sin embargo, cuando estamos profundizando en el evangelio de Jesús, siempre nos encontramos con un misterio de gran profundidad. Siempre hay nuevos niveles que nos invitan a múltiples etapas de comprensión y acción. Del mismo modo, estamos expuestos a la ruptura de nuestras normas culturales.

En la historia de hoy, Jesús nos desafía sobre el papel de la mujer en su época y en la nuestra. Aquí hay cinco puntos en los que el evangelio de hoy cuestiona el status quo:

  • En el tiempo de Jesús, a las mujeres no se les permitía ser estudiantes de la Ley. En nuestra historia tenemos a María en la posición de discípula, escuchando atentamente a los pies de Jesús.

  • Cuando el huésped es un profeta, la respuesta adecuada es escuchar la Palabra de Dios que se proclama. María está atenta a esta tarea. Vuelve a romper la función aceptada de su cultura como mujer.

  • En contraste con las múltiples historias bíblicas de conflicto entre hermanos, esta es la historia singular de conflicto entre hermanas.

  • Jesús entró en una casa con sólo dos mujeres presentes según la historia. Esto fue una violación deliberada del comportamiento esperado.

  • Todo el episodio de la interacción de Jesús con dos mujeres contiene múltiples violaciones de la cultura y proclama la dignidad de las dos hermanas. No hay mucho aquí para decir que el lugar adecuado para las mujeres es en la cocina.

Como siempre, el mensaje del Evangelio nos invita a ir más profundamente en nuestro corazón para ver con nuevos ojos las cosas ordinarias de la vida con la ayuda de las palabras y el ejemplo de Jesús. Siempre hay más para que nosotros veamos y hagamos los cambios que Jesús desea para nosotros.
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DECIMOQUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

LUCAS 10: 25-37


Estimados amigos, El abogado judío en el pasaje del Evangelio de hoy no estaba interesado en la respuesta de Jesús a la pregunta “¿quién es mi prójimo? Él tenía su propia agenda. Él estaba tratando de guiar a Jesús hacia algún tipo de violación de la ley judía y la tradición que lo llevaría a la humillación y castigo.

Mientras tanto, Jesús usa el contexto engañoso para darnos uno de los grandes mensajes del amor de Dios y el involucramiento en nuestros quebrantamientos humanos. Es una invitación para entrar en el maravilloso amor redentor de Jesús para todos nosotros. Jesús nos está invitando a participar en el gran acto de salvación por nuestro servicio y presencia sanadora para nuestro prójimo.

En la parábola de “El buen samaritano” Jesús revela la amplitud y profundidad de la presencia de Dios en todos los seres humanos. Esta historia del Buen Samaritano destruye cualquier configuración de la escasa definición que el prejuicio engendra continuamente. En verdad, la historia ha mostrado el tiempo increíblemente largo que podemos pasar aislados, deshumanizando, discriminando y simplemente odiando a nuestro prójimo.

“El buen samaritano” es muy fácil de entender en nuestros días. Incluso es definido en un diccionario como “una persona excepcionalmente caritativa o de ayuda.” Es un poco problemático para nosotros entender el poder de la contradicción que Jesús fija en esta parábola. Dependiendo de sus sensibilidades, su uso hoy en día pudiera ser un militante de Al Qaeda o un supremacista blanco o un odioso anti semita o cualquier otro que salga de su imaginación creativa.

Jesús, sin embargo, destruye todas las expresiones de la normalidad con el samaritano, los más despreciables de los enemigos de los judíos. Esta elección explosiva es seguida con un sentido de grandiosidad en el servicio que continua con el patrón de choque y temor. Cuando el enemigo benefactor paga la cuenta y promete más, estamos bien más allá de cualquier sentido de decencia generosa. Todo esto fluye de la nueva definición de Jesús de lo que es prójimo como alguien en necesidad.

El amor que Jesús devela no tiene límites. El corazón humano es capaz y trabaja constantemente en diseñar límites de este evangelio de amor. Frases como, “la caridad comienza en casa” son trascendidos por el mensaje de Jesús: el amor empieza con nuestra respuesta concreta a la persona que sufre en medio de nosotros.

Podemos identificar fácilmente tres cualidades del amor del samaritano en la parábola de Jesús. Primero, trasciende todo prejuicio y es totalmente inclusivo. Todo lo que él vio fue el dolor y urgente necesidad de la persona. Segundo, la situación fue vista como una oportunidad y no como una carga y gran agravio. Tercero, el amor del samaritano no cuenta el costo, los inconvenientes y la destrucción de sus horarios o calendario y la comodidad. No busca recompensa o reconocimiento.

Todos tenemos un desafío para abrazar estas tres sencillas características en nuestra vida diaria con todas sus responsabilidades y relaciones demandantes. No es tanto que la caridad comienza en casa sino que la caridad empieza donde sea que encontremos dolor y sufrimiento en todas sus variaciones en la escena humana.

La parábola de hoy nos desafía a ver la situación problemática en nuestra vida desde la visión del evangelio. Estamos llamados a compartir la extravagante hospitalidad del samaritano. Como el samaritano, estamos invitados a ver nuestros bienes como un medio de asistencia no exclusivamente como nuestra seguridad personal. Esto es posible solamente por medio de un retiro permanente desde una visión del mundo estrecha y cercada. El fluir de nuestra vida diaria y nuestras responsabilidades ofrecen incontables oportunidades para alcanzar el servicio amoroso. Las palabras de Jesús se mantienen iguales. Nuestra tarea es “Ir y hacer lo mismo.” (Lucas 10: 37)
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DECIMO CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


LUCAS 10: 1-11


Estimados amigos, Jesús fue muy claro. Los setenta y dos elegidos iban a proclamar la llegada del reino de Dios. Este mensaje fue directo y sencillo. Dios está actuando. Su mensaje es la buena nueva de que habrá un día de justicia. Habrá paz salvadora que tiene la última palabra sobre todo mal y toda violencia y sus designios interminables de nuevos horrores. Dios está respondiendo al mal y todas sus expresiones en la vida humana. La sanación que Jesús les encargó a los discípulos es el inicio de la transformación final de una realidad en paz, plenitud e integridad. La justicia prevalecerá sobre un mundo quebrantado y pecaminoso, sobre todas y cada una de las personas. Esta es la misión salvadora de Jesús que está siendo proclamada.

El pasaje del Evangelio de hoy nos invita a compartir el involucramiento de los primeros discípulos misioneros. Esta era la visión del Papa Francisco para todos nosotros. De estos primeros discípulos misioneros podemos aprender lo que es necesario para la ejecución de la tarea de proclamar la buena nueva. Su primera y principal responsabilidad era permitir que el mensaje de Jesús fluyera de un corazón de convicción personal profunda. Para hacer esto ellos debían viajar ligeros de equipaje y dejar los falsos valores y engaños del mundo y ser personas de oración personal profunda. Nuestro mundo hoy en día, como el mundo en el tiempo de Jesús, no tiene aceptación para los mensajeros de un Dios que atestigua contra los falsos valores, el materialismo y el hedonismo de nuestros días. La integridad de la presencia de los discípulos y el compromiso era la parte más importante de la proclamación del reino. Tenía que consumir su ser entero primero que todo.

Siglos más tarde, Francisco de Asís captó la profundidad de este misterio. Él dijo que debemos predicar el evangelio en todo momento y usar palabras solo cuando sea necesario. Tal persona ha sido descrita como un testigo cuya vida habla tan profundamente que uno no puede oír lo que ellos dicen.

Por casi cincuenta años los Papas, desde Pablo VI hasta Francisco, han sido insistentes sobre la gran importancia de la misión de la evangelización, la proclamación de la Buena Nueva. Pueden estar seguros que una de las declaraciones más sustanciales del Papa León XIV será sobre la tarea más fundamental de la iglesia, que es proclamar el Evangelio.

La primera declaración del Papa Francisco fue La Alegría del Evangelio es un cántico de las maravillas sobre el tema de la evangelización como la tarea auto definida del pueblo de Dios. En La Alegría del Evangelio, el Papa trae brillo y poder para la tarea fundamental del pueblo de Dios, proclamar el evangelio. Por el bautismo, todos somos llamados a la santidad. Todos somos llamados a ser discípulos misioneros.

Ya no más se predica el Evangelio como una especialidad formada teológicamente. Todos estamos llamados a ser testigos y proclamadores de Jesucristo.

El Papa visualiza un nuevo día para la iglesia. Toda esta renovación fluirá de un reenfoque sobre la conciencia del propósito e importancia de la evangelización. El Pontífice dice, “Sueño con una ’opción misionera’ que es, un impulso misionero capaz de transformar todas las cosas, ya sean las costumbres de la iglesia, las formas de hacer las cosas, tiempos y horarios, idioma y estructuras pueden ser canalizadas para la evangelización del mundo de hoy más que para su auto preservación” (# 27)

  1. Las características principales de la misión de la evangelización a las que nos llama el Papa son:
  2. Es la tarea fundamental de la iglesia. También es el ministerio principal de la parroquia y del discípulo de Cristo.
  3. La evangelización involucra no solo la transformación personal sino de toda la realidad en sus expresiones social, económica, política y cultural.
  4. La proclamación siempre debe centrarse en el amor salvador y la misericordia revelados en el Cristo crucificado y resucitado.
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DECIMO TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

LUCAS 9: 51-62


Estimados amigos, Acabamos de terminar una extensa celebración del gran evento de nuestra fe. El amor de Dios revelado en el Misterio Pascual. Este es el gran acto de amor de la muerte y resurrección de Cristo. Ahora regresamos nuestro encuentro semanal con el Evangelio de San Lucas. Para las próximas veinte semanas la liturgia nos invitará a buscar dirección y guía en nuestra vida diaria a través del mensaje de la Palabra de Dios en el Evangelio de San Lucas.

El Evangelio de hoy revela el viaje de Jesús a Jerusalén. Esto se lleva diez capítulos completos de Lucas. Es casi como un Evangelio dentro de otro evangelio en la profundidad y amplitud de su mensaje. Consiste mayormente de enseñanzas de Jesús y unos pocos milagros durante este tiempo. Jesús ha crecido en conciencia que la profundidad de su conflicto con los líderes demandará un compromiso total. Aun si esto implica llegar hasta la muerte. Esto es lo que Lucas quiere decir con la frase, “Él estaba resueltamente determinado a viajar a Jerusalén.” (Lucas 9: 51) Nosotros estamos siendo invitados a contemplar el discipulado y el viaje en las huellas de un Mesías Sufriente.

El discipulado que Jesús está ofreciendo es descrito como un acompañamiento en el viaje a Jerusalén. Empezamos el viaje con el primer paso. En este viaje del discipulado, Dios siempre nos toma del lugar en donde estamos. Habrá muchos pasos para seguir pero si no damos el primer paso no sucederá nada.

Necesitamos dejar ir cualquier cosa que sea un obstáculo para nuestra elección de seguir los pasos de Jesús. En nuestro viaje a Jerusalén, lentamente vemos, con una claridad creciente, las muchas demandas de este compromiso. Todo saldrá eventualmente a la superficie. Creceremos en nuestra habilidad para determinar si nuestras acciones, posesiones y relaciones nos ayudan o truncan nuestra elección de Jesús. Aprenderemos que no podemos volver atrás.

El concepto de viaje o peregrinación es un patrón común en la Biblia. Revela cómo experimentamos a Dios. Demanda un propósito único. Definitivamente es un boleto solo de ida.

En el pasaje del Evangelio de hoy, Jesús habla de los requisitos para este viaje. Lo primero es dejar ir las hostilidades. Los discípulos de Jesús en el viaje deben ser personas de tolerancia y una aceptación de un número de gente que crece cada día. En el mundo de Jesús, las fronteras son solo nuevos pasajes para una mayor inclusión. Segundo, para ser un discípulo de Jesús debemos dejar la comodidad y conveniencia del pasado. Es una experiencia arraigada. El profundo deseo humano por establecerse con límites claros y tener el control debe ser eliminado. Jesús no está en hipotecas. Su camino demanda dejar ir, es un boleto de ida a un futuro desconocido. Tercero, Jesús demanda una lealtad que no permite ningún retraso. La elección es caminar a Jerusalén ahora. Con mucha frecuencia, esperamos evitar esa caminata. Jesús no está en los atajos. Rara vez hay un próximo tren.

Estamos llamados a tomar una decisión. Las reglas del viaje a Jerusalén demandan una disciplina que es desafiante y reconfortante. Estamos llamados a caminar con Jesús. Esta es la elección fundamental de la vida cristiana. Como muchos otros pasajes bíblicos, esta enseñanza ha sido distorsionada con el paso de los siglos. Jesús no quiere cortar las relaciones responsables a los familiares y demás personas. Él sencillamente quiere ponerlos en orden. Dios va primero.

Cuando se mantiene este orden, todas las relaciones son enriquecidas y mejoradas.

El verdadero compromiso del discipulado que Jesús requiere no es como “tener un segundo empleo” o un esfuerzo para trabajar con Jesús en nuestro horario conveniente. Todo absolutamente debe caer a un segundo plano
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EL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO



LUCAS 9: 11B-17

Estimados amigos,

Para los primeros cristianos, la multiplicación de los panes y los pescados fue una parte muy importante en la historia de la salvación. Esto se repite seis veces en los cuatro Evangelios. Obviamente está conectado con el regalo del Mana en el evento del Éxodo. Se relaciona con muchos otros eventos de la hospitalidad de Dios de compartir el pan de vida en el Antiguo y Nuevo Testamentos. Más significativamente, presagia el gran regalo de la Eucaristía.

El pan que es “fraccionado” y compartido refleja a Jesús siendo “fraccionado” en la cruz. Este último acto de amor esta enraizado en el pasado y nos llama hacia el futuro. Nosotros experimentamos este mismo acto de amor en la liturgia de hoy y todos los días. Siempre somos desafiados a ir mas allá de las palabras y de la rutina de adoración.

Desde el momento del Vaticano II nosotros, como comunidad cristiana, hemos trabajado para crear una verdadera experiencia de la presencia amorosa de Jesús en nuestra participación en la Eucaristía. Esto es por medio de la renovación de la liturgia como fuerza directriz de la transformación comunal. En la participación activa en la liturgia nosotros continuamente tratamos de hacer de la oración de la liturgia la fuente y la cima de nuestra fe. Aquí encontramos a Jesús como lo hicieron los primeros discípulos. Esta visión es parte de la declaración icónica del documento litúrgico del Concilio Vaticano II.

“La celebración de la Eucaristía, como una acción de Cristo y el pueblo de Dios…es el centro de toda la vida cristiana, para la iglesia universal, la iglesia local y para cada uno de los fieles…la liturgia es la cima hacia la cual es dirigida la actividad de la iglesia; es también la fuente de la cual fluye todo su poder…todos los que fueron hechos hijos de Dios por fe y por el bautismo deberían unirse para adorar a Dios en medio de la iglesia, para tomar parte en el sacrificio y comer la Cena del Señor.” (Constitución de la Sagrada Liturgia, 1963, # 2, 10, 41)

En la Eucaristía, la verdadera participación activa significa que estamos pidiendo a Dios hacernos un instrumento de su paz y contribuyentes del plan de salvación de Dios. A través de la liturgia nos volvemos el Cuerpo de Cristo para continuar proclamando la Buena Nueva a toda la humanidad.

En la recepción de la comunión, nos energizamos en esta llamada para continuar la obra de Cristo. Jesús viene a nosotros en la forma más íntima posible para renovarnos en su imagen. Esta presencia es la primera y principal sobre Jesús llamándonos a una nueva realidad. Es tiempo de compartir a un nivel más profundo con aquel que nosotros sabemos que nos ama. Esta conversación debería ser más que todo sobre el plan de Dios. Luego podemos enfocar nuestras penas y preocupaciones. El amor es la dimensión dominante del momento básico de la Eucaristía de gracia e intimidad en la recepción de la comunión. Jesús está llamándonos a ir en un nuevo camino. Debería haber menos preocupación sobre nosotros mismos y más sobre la presencia de Dios en nuestros hermanos y hermanas junto con las necesidades de nuestra familia, amigos, comunidad y el mundo. Este es un momento muy apropiado para la oración de nuestros tiempos “Que Dios escuche el clamor de los pobres y los lamentos de la tierra”

En el momento de la recepción de la Eucaristía no podemos estar más cerca de las palabras de Teresa de Ávila que describe la oración como una conversación amorosa con alguien que sabemos que nos ama.

La profundidad y belleza de este encuentro con Cristo no puede ser más personal e íntimo si estamos realmente conscientes, receptivos y atentos a la presencia de Jesús en lo profundo de nuestro corazón. Junto con la experiencia personal del amor, la presencia de Jesús está siempre llamándonos a salir de nuestro ser y de nuestras pequeñas preocupaciones hacia el servicio a los demás especialmente en compartir la Buena Nueva del amor de Dios en Cristo crucificado y resucitado.

Todos haríamos bien en examinar nuestro ser para ver cuánto esfuerzo y atención damos a este encuentro con el Cristo viviente en el momento de la comunión.
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