DECIMO CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


LUCAS 10: 1-11


Estimados amigos, Jesús fue muy claro. Los setenta y dos elegidos iban a proclamar la llegada del reino de Dios. Este mensaje fue directo y sencillo. Dios está actuando. Su mensaje es la buena nueva de que habrá un día de justicia. Habrá paz salvadora que tiene la última palabra sobre todo mal y toda violencia y sus designios interminables de nuevos horrores. Dios está respondiendo al mal y todas sus expresiones en la vida humana. La sanación que Jesús les encargó a los discípulos es el inicio de la transformación final de una realidad en paz, plenitud e integridad. La justicia prevalecerá sobre un mundo quebrantado y pecaminoso, sobre todas y cada una de las personas. Esta es la misión salvadora de Jesús que está siendo proclamada.

El pasaje del Evangelio de hoy nos invita a compartir el involucramiento de los primeros discípulos misioneros. Esta era la visión del Papa Francisco para todos nosotros. De estos primeros discípulos misioneros podemos aprender lo que es necesario para la ejecución de la tarea de proclamar la buena nueva. Su primera y principal responsabilidad era permitir que el mensaje de Jesús fluyera de un corazón de convicción personal profunda. Para hacer esto ellos debían viajar ligeros de equipaje y dejar los falsos valores y engaños del mundo y ser personas de oración personal profunda. Nuestro mundo hoy en día, como el mundo en el tiempo de Jesús, no tiene aceptación para los mensajeros de un Dios que atestigua contra los falsos valores, el materialismo y el hedonismo de nuestros días. La integridad de la presencia de los discípulos y el compromiso era la parte más importante de la proclamación del reino. Tenía que consumir su ser entero primero que todo.

Siglos más tarde, Francisco de Asís captó la profundidad de este misterio. Él dijo que debemos predicar el evangelio en todo momento y usar palabras solo cuando sea necesario. Tal persona ha sido descrita como un testigo cuya vida habla tan profundamente que uno no puede oír lo que ellos dicen.

Por casi cincuenta años los Papas, desde Pablo VI hasta Francisco, han sido insistentes sobre la gran importancia de la misión de la evangelización, la proclamación de la Buena Nueva. Pueden estar seguros que una de las declaraciones más sustanciales del Papa León XIV será sobre la tarea más fundamental de la iglesia, que es proclamar el Evangelio.

La primera declaración del Papa Francisco fue La Alegría del Evangelio es un cántico de las maravillas sobre el tema de la evangelización como la tarea auto definida del pueblo de Dios. En La Alegría del Evangelio, el Papa trae brillo y poder para la tarea fundamental del pueblo de Dios, proclamar el evangelio. Por el bautismo, todos somos llamados a la santidad. Todos somos llamados a ser discípulos misioneros.

Ya no más se predica el Evangelio como una especialidad formada teológicamente. Todos estamos llamados a ser testigos y proclamadores de Jesucristo.

El Papa visualiza un nuevo día para la iglesia. Toda esta renovación fluirá de un reenfoque sobre la conciencia del propósito e importancia de la evangelización. El Pontífice dice, “Sueño con una ’opción misionera’ que es, un impulso misionero capaz de transformar todas las cosas, ya sean las costumbres de la iglesia, las formas de hacer las cosas, tiempos y horarios, idioma y estructuras pueden ser canalizadas para la evangelización del mundo de hoy más que para su auto preservación” (# 27)

  1. Las características principales de la misión de la evangelización a las que nos llama el Papa son:
  2. Es la tarea fundamental de la iglesia. También es el ministerio principal de la parroquia y del discípulo de Cristo.
  3. La evangelización involucra no solo la transformación personal sino de toda la realidad en sus expresiones social, económica, política y cultural.
  4. La proclamación siempre debe centrarse en el amor salvador y la misericordia revelados en el Cristo crucificado y resucitado.
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