PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

Mateo 24: 37-44

Estimados amigos, el adviento nos invita a un año nuevo en el que viajaremos con el Evangelio según San Mateo. Este es un tiempo de gracia en el cual estamos convocados una vez más a un encuentro con Cristo como nuestro Salvador y Señor. El tiempo de adviento primero nos guía para prepararnos para la segunda venida y, en los días finales nos sumergimos en el misterio del verbo hecho carne.

El adviento nos hace mirar hacia atrás para poder mirar hacia adelante. Ambas vistas nos llaman a vivir en el presente. El adviento no es un tiempo de penitencia sino una celebración. Estamos llamados a regocijarnos en el regalo que es Cristo. Recordemos que viene hoy, viene en la pobreza desde la primera cuna. Un elemento especial del adviento es el desafío de hacer que la segunda venida produzca consecuencias en nuestra vida diaria. Jesús enfatiza la brusquedad y la sorpresa de las horas finales. Habrá un juicio rápido que tamiza lo bueno de lo malo con una decisión que es final y absoluta. Sin embargo, Él no nos llama a hacer algo diferente más allá de la importancia absoluta de nuestra responsabilidad y relaciones ordinarias. En ambas situaciones, la encarnación y la segunda venida tenemos una invitación poderosa para abrazar el regalo del hoy, el hoy del momento presente, como una oportunidad concreta para caminar con Cristo.

Isaías es el autor que presentó el tiempo de Adviento en el Antiguo Testamento. La belleza de su poesía está llena con esperanza para la entrega y el anhelo para la expresión final del poder salvador de Dios.

El mensaje de Mateo en este tiempo de adviento, está basado en la confianza fundamental que fluye del mensaje cristiano. Cristo volverá en gloria y con Él volverá la plenitud de la redención. Un nuevo día se acerca. Mateo es enfático: necesitamos estar preparados.

Este anhelo por la venida del Señor refleja el anhelo apasionado expresado en Isaías. Aun así, está increíblemente enriquecido y sostenido por nuestro regalo de la realidad del evangelio. Pablo nos dice: “Revístanse del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la carne.” (Romanos 13: 14) de esta manera nos reunimos en nuestras liturgias de adviento y en nuestras vidas para proclamar el anhelo del adviento “¡Ven Señor Jesús!”

Mientras tanto, Isaías, Pablo y Mateo tienen un mensaje claro y sencillo para nosotros. Vivir el hoy en fidelidad al Señor. Entrar en nuestra realidad. No conocemos el futuro, pero se nos ha obsequiado el presente. Estamos llamados a vivir el evangelio con actos de misericordia y perdón, con la preocupación por la justicia y la lucha constante “Convertirán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces.” (Isaías 2: 4)

Espadas y rejas de arado no son arsenal ordinario en nuestras batallas diarias. Con frecuencia tenemos miradas, palabras y actitudes que están listas para el trabajo de antagonizar a nuestro vecino. Nuestro enojo y resentimiento se unen con nuestro prejuicio para crear muros de aislamiento y hostilidad. Tenemos una forma de hacer de nuestro tiempo, intereses y conveniencia la medida de nuestras acciones, todo en detrimento de la caridad fraternal. Con muchísima frecuencia se hace con una fachada de rectitud. El adviento es un tiempo para deponer las armas de la hostilidad y la división y el aislamiento. Es un tiempo para orar con un corazón verdaderamente humilde, ¡” Ven Señor Jesús”!

El adviento nos desafía a mirar las oportunidades perdidas, el tiempo desperdiciado y mal dirigido. Todos tenemos más que suficiente con lo que contar. El adviento nos llama a reunirnos y vivir el hoy, con el regalo del momento presente. El mañana está en las manos de Dios. En verdad necesitamos gritar “Ven Señor Jesús” Una vida buscando caminar con Jesús en este momento hace nuestra oración de adviento más real y enfocada.

Dios es muy capaz de mantener la agenda. Él hará su trabajo de finalizar el programa en el tiempo apropiado. Es un tanto normal para nosotros usar esa pregunta familiar de nuestra juventud “¿ya llegamos?” Dios nos dejará saberlo. Mientras tanto, nuestra tarea es ser fieles al mensaje del evangelio y expresar el hambre en nuestro corazón por un nuevo día con la bella oración de adviento ¡Ven Señor Jesús!
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CRISTO REY

Décimo cuarto domingo del tiempo ordinario

Lucas 23: 35-43


Estimados amigos, En esta festividad de Cristo Rey, celebramos un “Reino de Verdad y Vida, un Reino de santidad y gracia, un Reino de justicia, amor y paz” (prefacio de Cristo Rey) se nos pide mirar otra vez al Cristo crucificado. Estamos siendo dirigidos a ponderar las palabras de María: “¿Cómo puede ser esto?

El ángel dijo a María “Lo llamarás Jesús. Él será grande y será llamado el Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David su padre…y María dijo, “¿Cómo puede ser esto? (Lucas 1: 31-34)

Hemos viajado el año litúrgico con el Evangelio de San Lucas, un evangelio donde el tema de reverso es un mensaje dominante. Hemos sido invitados a entrar en el misterio donde los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos. Hemos escuchado la rara enseñanza donde tenemos que perder nuestra vida para salvarla, y aún más extraño, se nos dijo “Amen a sus enemigos, hagan el bien a quienes los odian …a la persona que les golpea una mejilla ofrézcanle también la otra” (Lucas 6: 27-29)

Conforme contemplamos el cuerpo mutilado de nuestro Rey, muchos de los eventos del viaje del Evangelio parecen un pasado lejano. El hacedor de milagros y el sanador está escondido en la agonía de la cruz. La barca de Pedro desbordante con la gran pesca, la multiplicación de panes y pescados, Bartimeo saltando de alegría por recuperar su vista, la mujer penitente regocijándose en sus lágrimas y muchos otros eventos develados en las posibilidades de la vida.

Tenemos que preguntarnos: ¿Cómo puede ser posible un cambio tan radical a la oscuridad? La contradicción de la cruz va más allá de cualquier entendimiento humano. Sin embargo, reflexionamos y vemos a un Salvador y Mesías crucificado, un Rey en total pobreza y aparente derrota. Un líder que ha sido abandonado por casi todos. Con buena razón necesitamos preguntar ¿Cómo puede ser esto?

Una parte de la pasión de Jesús es la expresión inicial de su servicio y compasión por los demás a pesar de su sufrimiento personal y rechazo recibido a todos los niveles.

En el huerto, Él sana la oreja de uno de los miembros de la turba. Después del juicio, Él hace contacto con Pedro en simpatía y ternura. En el camino al Calvario, Jesús expresa su bondad de corazón por las mujeres sufrientes. En la cruz, Él perdona al buen ladrón. Con un corazón abierto por su amor compasivo, Dimas es capaz de ver a un Salvador y a un Rey. “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23: 43)

Este es el Rey en su momento más profundo de pérdida personal y denuncia. Su reinado es claramente un vacío del yo y una apertura a Dios en los hermanos y hermanas.

La burla de los gobernadores, de los soldados y hasta del ladrón que no se arrepintió contienen la semilla de la respuesta “Sálvate a ti mismo.” En verdad, escondida en toda la oscuridad de la aparente victoria del mal está la realidad de la salvación para todos.

En este Rey y Salvador crucificado encontramos la sabiduría más profunda de Dios. El grandioso poder de Jesús es revelado en la manifestación de su debilidad. Los líderes verdaderamente pobres y desorientados hablan la verdad en su petición santurrona “El Cristo”, “El elegido”. Su argumento “Sálvate a ti mismo” fue, de hecho, dirigiendo el último y mayor evento consecuente en la historia de la humanidad, la muerte salvadora universal de Jesucristo. Este fue el regalo de vida eterna ofrecido a toda la humanidad.

El patrón de reversos seguido por Lucas, el mundo de cabeza del Evangelio de Jesús, tiene su última expresión en el Evangelio de hoy. ¡la muerte dando paso a la vida! No es solamente el buen ladrón, somos todos nosotros, los que celebramos la victoria de un Dios amoroso contestando nuestra pregunta ¿Cómo puede ser esto? El amor incondicional de Dios revelado en Jesús crucificado y resucitado nos dice como es que esto puede ser. ¡Aleluya!
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LLAMADO A LA SANTIDAD-4



Evangelización y contemplación: fijando nuestros ojos en Jesús

Durante muchos años, he hecho un llamado hacia Santa Teresa de Ávila y el Papa Francisco para ayudarnos a explorar las riquezas de nuestra espiritualidad católica. Me gustaría ir una vez más a lo profundo de sus visiones y sabiduría para ayudarnos a comprender el llamado universal a la santidad. Para ello usaré el llamado a la evangelización del Papa y las citas para una oración más profunda de Teresa de Ávila en la tradición Carmelita.

Estas personas aparentemente diferentes ofrecen mucha claridad para nuestra directiva de proclamar la Buena Nueva de un Dios amoroso a un mundo tambaleante en busca de significado y dirección. En ambos escritos, La Alegría del Evangelio y El Castillo Interior, encontramos una fuente vasta de sabiduría para guiarnos en nuestra peregrinación hacia Dios en la confusión y quebrantamiento de nuestras vidas y de nuestro mundo. Ambos, el Papa Jesuita y la santa Carmelita, nunca se cansan de decirnos que mantengamos nuestros ojos y nuestro corazón fijos en Jesús. Ambos están de acuerdo en que una de las mayores consecuencias de este encuentro continuo con Jesús será una conciencia nueva y atractiva por los pobres y aquellos marginados en nuestro medio.

El desafío de la evangelización y la necesidad por la contemplación

Para el Papa Francisco, el énfasis en la búsqueda por la santidad universal nos llama a compartir el llamado de Jesús a evangelizar. Para Teresa, la oración más profunda que abre a la contemplación, es la experiencia más importante. Estos dos conceptos aparentemente diferentes se apoyan mutuamente en la búsqueda de Dios. El Papa nos dice al inicio de La Alegría del Evangelio que tener a Jesús en nuestra vida nos libera de la estrechez y el ensimismamiento. Nos movemos constantemente hacia el desarrollo de nuestro ser de acuerdo al plan de Dios. Queremos compartir con otros el amor que hemos descubierto. Este crecimiento personal y espiritual nos mueve a compartir la Buena Nueva, para evangelizar todo lo que tiene vida.

El Papa se refiere a una declaración de Obispos de Latinoamérica y el Caribe: “La vida crece al regalarla y se debilita en aislamiento y comodidad. En verdad, aquellos que disfrutan más la vida son los que dejan la seguridad a un lado y se emocionan con la misión de comunicar vida a otros.” Francisco está simplemente agregando su voz sobre el tema de la evangelización a un mensaje expresado muchas décadas atrás por Pablo VI y repetido por Juan Pablo II y Benedicto XVI. Todos nosotros estamos llamados a proclamar el evangelio, y al hacerlo, transformamos el mundo y nuestro ser al dar nueva vida en Jesucristo. Todos estamos convocados a ser evangelizadores, discípulos misioneros.

Esto es nuevo para nosotros, esta no es una visión común que nosotros compartimos como seguidores de Cristo en la iglesia de hoy. Para muchos, la idea de la evangelización está limitada y con frecuencia, distorsionada. La verdadera evangelización significa muchísimo más que estar parado en una esquina sosteniendo un letrero que dice: “Jesús salva” De igual manera, la mayoría respeta la religión de otros y sencillamente no están cómodos hablando sobre las riquezas de nuestra fe. La religión es un asunto privado en el intercambio social usual que compartimos. Esto es especialmente así en problemas personales pero también un grado en la esfera social, económica o política.

El Concilio Vaticano II prepara el escenario para este desafío renovado de la evangelización. Los miembros del Concilio establecen un llamado claro a la santidad universal. Este también es un mandato que no ha sido parte del entendimiento generalmente aceptado de lo que significa ser un buen cristiano. Francisco y Teresa ofrecen una visión más profunda y más extensa de lo que significa para nosotros caminar con Jesús en la tarea dada por Dios para evangelizar y para buscar el regalo de Dios de la contemplación. Estamos convocados para ser santos y somos dirigidos a compartir la Buena Nueva del amor de Dios en Cristo en nuestra vida y en nuestras acciones. La evangelización, comprendida en la plenitud de su significado es un progreso radical en nuestra conciencia y la aceptación de nuestro llamado cristiano. Francisco nos pide proclamar la profundidad del amor de Dios en Cristo conforme entramos más profundamente en el misterio. Él cita a Juan de la Cruz, el gran Doctor del misticismo, para describir este proceso: “La espesura de la sabiduría de Dios y su conocimiento es tan profundo y tan amplio que el alma, sin embargo, mucho tiene aún por conocer, puede ir siempre más profundo.”(Cántico Espiritual 36, 10)

La contemplación, una nueva y diferente experiencia de Dios, donde Dios toma un papel fresco y activo, normalmente es el resultado de un viaje fiel y generoso con Jesús. Teresa de Ávila nos señala un sendero claro y directo hacia este desarrollo especial. En los siglos que siguieron a la Reforma ciertos elementos de la tradición fueron descuidados o tergiversados. La evangelización y la contemplación fueron dos víctimas significativas del descuido y la tergiversación. La distorsión y el descuido de la evangelización y la contemplación llevo a minimizar la santidad para la mayoría de miembros de la iglesia. La contemplación fue específicamente retorcida para ser entendida como el privilegio de unos pocos elegidos y no como la consecuencia normal de una vida cristiana de fe. La evangelización fue minimizada y considerada principalmente como una tarea exclusiva de la facción clerical de la iglesia.

Como su invitación al igual que el de muchos otros tesoros enterrados, el Concilio Vaticano II nos ha dirigido a recuperar las riquezas escondidas de estos recursos profundos, un ser central santo para todos los discípulos de Cristo. Este encuentro más profundo con el mensaje de Cristo y con el llamado a una experiencia más profunda de oración son el pasaje a nuestra más auténtica experiencia de Dios.
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TRIGÉSIMO TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


Lucas 21: 5-19


Estimados feligreses, Mientras el año litúrgico llega a una rápida conclusión, el mensaje del Evangelio es una vez más una historia del final. La semana pasada fue un final personal. Esta semana es el fin del mundo.

La descripción de Lucas en el Evangelio de hoy es la destrucción del templo. Es la primera de las tres destrucciones en este capítulo de Lucas. Las otras dos son la destrucción de Jerusalén (Lucas 21: 20-24) y la destrucción del mundo (Lucas 21: 25-28)

Este pasaje se dirige a los primeros cristianos y a nosotros. Nuestros primeros antepasados en la fe esperaban su pasaje a la gloria rápido y casi sin esfuerzo al aceptar a Cristo como salvador. No tuvieron suerte. El rechazo, el conflicto y la persecución siguieron rápidamente a su conversión. Lentamente tuvieron que ir más profundo en el mensaje del Evangelio para encontrar el significado del misterioso y a veces atemorizante mundo.

Es lo mismo para nosotros. Venimos a Jesús buscando comodidad, y pronto, una gran parte de nuestro nuevo mundo nos atrapa en el desafío de caminar con Jesús en el camino a Jerusalén.

El mensaje de Jesús para hoy es que la lucha continuará hasta el final. Nuestro viaje de discipulado solamente es posible en sus pasos en el camino a Jerusalén donde la muerte da paso a la vida. El bien y el mal serán nuestro quehacer diario hasta el final. Ya sea el llamado al martirio o tratar con los suegros, ya sea la pérdida de un hijo o el proceso del envejecimiento, ya sea un ser amado o uno mismo perderse en una adicción destructiva o la crisis de una iglesia tambaleándose en busca del Evangelio, la cizaña y el trigo será lo que vamos a experimentar hasta el final.

El mensaje de Jesús es muy claro sobre lo que deberíamos hacer cuando el final esté cerca. No necesitamos almacenar comida o suplementos en una fortaleza, o en la montaña o en el sótano. Lo que debemos hacer es seguir sirviendo y amando a nuestros hermanos y hermanas en el contexto de nuestras responsabilidades en la vida.

Cuando nuestro pequeño mundo se encierra en el prejuicio, es amenazado cuando los inmigrantes ya no son convenientes, necesitamos buscar justicia que reconozca su humanidad y la dignidad inherente y sus derechos. Cuando nuestro mundo de estereotipos y distorsiones es aplastado porque emergen los homosexuales como iguales en nuestra humanidad necesitamos alejarnos de nuestro temor e ignorancia hacia un nuevo corazón lleno de compasión y aceptación. Hay muchas cosas en nuestros mundos que seguirán desmoronándose conforme abracemos la luz del Evangelio. En el proceso necesitamos ser fieles a la lucha por seguir el camino a Jerusalén.

La palabra que Jesús tiene para nosotros hoy es que la gracia está en la lucha. A pesar de todo, ese Jesús cómodo que nosotros pretendemos crear nos asegura que es gradualmente que lo vamos a percibir en el aumento de la conciencia de su presencia amorosa. Lentamente, entenderemos que hemos sido levantados en alas de águila. Los peligros que nos han acechado de alguna manera se apagan en el olvido. Jesús nos llama a perseverar, a ser pacientes, a ser fieles conforme experimentamos la destrucción de nuestros pequeños mundos de comodidad y prejuicio en el camino hacia el fin del mundo. Cuando seamos odiados por causa de Su Nombre estamos llamados a permanecer fieles. No necesitamos tener miedo. Él garantiza: “Ni un cabello de tu cabeza será destruido…por tu perseverancia serás salvado.” (Lucas 21: 19) En Cristo,
Padre Tracy O´Sullivan O. Carm
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LLAMADO A LA SANTIDAD-3

LA PERSPECTIVA DE JUSTICIA

LA NECESIDAD DE UNA ESPIRITUALIDAD INTEGRADA

Las espiritualidades tradicionales tales como la Carmelita, Jesuita, Franciscana, Benedictina y otras han sido desafiadas a ajustarse a algunos de los cambios fundamentales introducidos por el Concilio Vaticano II. Las visiones de estos eventos históricos desataron el poder del mensaje social del Evangelio. El documento final del Concilio Vaticano II, la iglesia en el mundo moderno tiene esto para decir sobre el tema. “Un nuevo humanismo está emergiendo en el mundo en el cual el hombre y la mujer son primordialmente definidos por su responsabilidad hacia sus hermanos y hermanas y hacia la historia.”

El Vaticano II lo dejó muy claro que no hay parte de la vida humana y de la historia que no es afectada por la fe y por el Evangelio. La gracia toca toda vida, ya sea personal, en el hogar, en el lugar de trabajo, en la arena política, en los teatros, en los estadios, o en cualquiera y toda realidad social. Toda manufactura creada por Dios es influenciada por la presencia salvadora de la Gracia de Dios. Un “orden natural aislado” es una ficción separada del dominio divino que acompasa toda la creación.

Básicamente, este llamado a un nuevo humanismo es una suma para ajustar nuestra religión, para reenfocar cómo y dónde experimentamos a Dios, para dirigir nuestra atención y estar abiertos a este mundo. Muchos de nosotros fuimos elevados para comprender nuestro proyecto central de fe como salvar nuestras almas. Nuestra atención fue enfocada “en lo espiritual” “en lo de otro mundo” Los eventos en este mundo simplemente formaron el contexto para esta tarea personal fundamental. La espiritualidad Carmelita, como todas las otras espiritualidades tradicionales, han sido distorsionadas con el tiempo para exagerar lo personal y lo privado y relegar la visión más amplia de lo social y lo histórico, incluyendo la experiencia actual de nuestra vidas diarias.

El Papa Francisco, en su bella y transformadora exhortación, La Alegría del Evangelio, habla sobre nuestra necesidad de cambiar nuestros caminos y así podemos traer justicia a los pobres. Su mensaje está completamente a tono con el Evangelio, la enseñanza del Concilio Vaticano II y la larga y magnifica tradición de las enseñanzas sociales de la iglesia. Francisco señala un programa concreto que está fundamentado en un desarrollo maduro del mensaje del Concilio Vaticano II. El problema que muchas personas tiene con su llamado a involucrarse está enraizado en un reducido y dañado entendimiento de lo que es la espiritualidad.

Lentamente, nos hemos dado cuenta que Jesús no predicó un mensaje de salvar solamente el alma de uno mismo. Él proclamó la venida del Reino. Su mensaje incluye salvar la propia alma pero también la preocupación por este mundo, su historia y la lucha por una sociedad justa.

El Evangelio es sobre el Reino de Dios (Lucas 4:43); es sobre amar al Dios que reina en nuestro mundo. Hasta el extremo que reina dentro de nosotros, la vida de la sociedad será un ajuste para la fraternidad universal, la justicia, la paz y la dignidad. La predicación cristiana y la vida, ambas tienen un impacto en la sociedad. Estamos buscando el Reino de Dios: “Busca primero el reino de Dios y su justicia Divina y lo demás se te dará por añadidura.” (Mateo 6:33) La misión de Jesús es inaugurar el reino de su Padre; Él comanda a sus discípulos para proclamar las buenas nuevas de que “el reino de Dios está cerca” (Mateo 10: 7) el Papa Francisco resalta este llamado al involucramiento social una y otra vez en su encíclica La Alegría del Evangelio. Aquí hay un ejemplo: “no podemos ignorar el hecho de que en las ciudades hay tráfico humano, tráfico de drogas, abuso y explotación de menores, abandono de ancianos y enfermos y muchas otras formas de corrupción y actividades criminales… El sentido completo y unificado de la vida humana que propone el Evangelio es el mejor remedio para las enfermedades de nuestras ciudades…Pero vivir la vida humana al máximo y conocer cada desafío como levadura del Evangelio testificar en cada cultura y en cada ciudad nos hará mejores cristianos y daremos frutos en nuestras ciudades.”

Esta es la Perspectiva de Justicia. Involucra una transformación personal y social. Nos llama a experimentar una espiritualidad que incluye la transformación justa de nuestra sociedad. Esta es la dimensión profética del Evangelio que ha jugado un papel mínimo en las vidas de muchos cuando no en la mayoría de cristianos por siglos.

El sínodo sobre la justicia de 1971 captura este llamado fundamental a expandir nuestros horizontes en la declaración histórica: “Acción en nombre de la justicia y la participación en la transformación del mundo aparece completamente ante nosotros como dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio, o, en otras palabras, de la misión de la iglesia para la redención de la raza humana y su liberación de cada situación opresiva.”

En su respuesta sobre la crisis medioambiental, Laudato Si, el Papa Francisco señala un punto muy fuerte sobre la preocupación por los pobres. Él señala que siempre debemos incluir un acercamiento social en nuestra respuesta a la gravedad de los problemas ecológicos que enfrentamos. Constantemente debemos incluir la acción en beneficio de los pobres. La justicia tiene un papel vital en la unificación de nuestra respuesta al grito de la tierra y al grito de los pobres.
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TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


Estimados feligreses, El desafío de hoy para Jesús es con los saduceos. Ellos eran un grupo pequeño pero poderoso y elitista en la jerarquía judía en el tiempo de Jesús. Ellos tenían riqueza y poder. El significado literal de su título era: “los correctos.” Ellos eran muy firmes en su convicción de que no había nada después de la vida.

Ellos estaban totalmente convencidos que su esquema de la viuda y los hermanos reducirían las enseñanzas de Jesús sobre la resurrección a un absurdo total. Por supuesto, Jesús rápidamente colocó dicho absurdo en la corte de los saduceos, Jesús resaltó que la resurrección es una forma totalmente nueva de vida que trasciende cualquier forma de matrimonio. De igual manera, Jesús nos está enseñando que Dios es un Dios de vida. Entonces, nuestra relación con Dios va más allá de la experiencia de la muerte. San Pablo explicaba esto en su carta a los romanos: “Estoy seguro que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús.” (Romanos 8: 38-39) Nuestra fe es clara. La muerte es solo un pasaje a una vida más rica con un Dios que nos ama.

En la historia del Evangelio de hoy los saduceos desafían a Jesús con una historia sencilla y ridícula sobre siete hermanos que se casaron con la misma mujer. Jesús volcó la historia en una verdad profunda que profesamos en el Credo de los apóstoles: la resurrección de los muertos. Pero antes, la nueva vida donde en un tiempo venidero, ni nos casamos ni somos dados en matrimonio, debemos enfrentar la muerte. Esta verdad es central a la liturgia de hoy.

Estamos en las semanas finales del año litúrgico. La liturgia teje una historia fascinante del final y del comienzo. En el proceso nos invita a entrar en el misterio del tiempo.

Ahora somos confrontados con la realidad de nuestra muerte corporal. La próxima semana seremos desafiados con el final de la ventura histórica que llamamos el final de los tiempos. Luego las primeras tres semanas del año nuevo nos da el mensaje del adviento y el grito de la nueva realidad “Ven Señor Jesús” entre medio del mensaje del final y la súplica por el nuevo comienzo, celebramos a Cristo Rey. Este es un puente que conecta la trascendencia de nuestra realidad humana, Nuestra Mortalidad, con nuestro último propósito y meta de vida: estar en el abrazo eterno de nuestro Señor amoroso, Nuestra Inmortalidad.

En estos tiempos fascinantes del final de un año y el comienzo, otra vez, de un año nuevo en el ciclo del camino de salvación con Jesús, nuestro salvador crucificado y resucitado, se nos pide ponderar la perspectiva cristiana sobre el tiempo.

Sabemos que el tiempo es implacable. No espera a nadie. Sabemos que está impregnado con vida y esperanza. Sabemos que ultimadamente es gracia en la victoria de Cristo. Mientras tanto, es urgente, está llamándonos a ser pacientes y confiar anhelantes en la venida del Señor. Los dos versículos finales del libro de las Revelaciones y los versículos finales de la Biblia dicen “El que da este testimonio dice, sí, legaré pronto. Amén. ¡ven Señor Jesús! La gracia del Señor Jesús esté con todos (Revelaciones 22: 20-21) Está en verdad, llamándonos a la misericordia y compasión futura de nueva vida aún de cara a la muerte.
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Trigésimo primer domingo del tiempo ordinario

Lucas 19: 1-10


Estimados feligreses,

Lucas nos da hoy un personaje verdaderamente rico, en el recaudador de impuestos, Zaqueo. En la historia de hoy Lucas da un toquecito en tres de sus temas favoritos. El primero es el repetido ataque de que los ricos no pueden buscar la salvación. Luego tiene a Jesús una vez más abarcando a los olvidados, rechazados y marginados. Finalmente, como Jesús identifica la fe de Zaqueo, una vez más el evangelista identifica a Jesús como la fuente de vida y salvación. “Zaqueo, que era jefe de los recaudadores de impuestos, trataba de ver quien era Jesús” (Lucas 19: 2) Jesús rompió las normas de lo correcto y se invitó a cenar en la casa de Zaqueo. En el proceso, el inquieto recaudador de impuestos fue introducido al juego de Jesús en el que se gana al perder.

Lucas es el único evangelista que nos deleita con la historia de Zaqueo. Él lo hace en parte, para resaltar la diferencia entre el jefe recaudador de impuestos y el oficial rico que no quiso jugar el juego de Jesús (Lucas 18: 23) Él no estaba invirtiendo en el juego de Jesús. Zaqueo, sin embargo, entendió el mensaje. Él comprendió que este encuentro salvador con Jesús tendría consecuencias inmediatas y concretas en su vida. Él no abrió solamente las cuerdas de su monedero, él abrió algo mucho más importante, su dolido corazón. Así, Jesús pudo decir con alegría, “Hoy la salvación ha venido a esta casa…porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.” (Lucas 19: 9-10)

Zaqueo se regocijó en el juego de Jesús donde tú ganas más cuando pierdes. Él se volvió rico de una nueva manera al liberar su corazón de la carga de su antigua riqueza que lo había vuelto un pobre hombre. Ahora Zaqueo tenía un nuevo propósito y dirección en su vida. Él, encantado hizo la restitución con un sentido de alegría y dirección en su asombroso llamado que guiaba a una nueva vida en Jesús.

Cada día en nuestras vidas, estamos abiertos a la posibilidad de la sorpresa que tuvo Zaqueo. En el diario fluir de la vida, con sus miríadas relaciones y responsabilidades y experiencias, Jesús nos está diciendo, “Quiero quedarme en tu casa hoy.” Cada día somos capaces de abrir nuestro corazón al mejor de todos los regalos e invitaciones. Estamos siendo llamados a entrar en el amor de Dios y su misericordia de una forma profundamente personal. Como Zaqueo, estamos siendo llamados a cambiar nuestros caminos, a ver nuestras riquezas de una nueva manera. Ahora se nos está pidiendo ver estas posesiones no como nuestra seguridad sino como la fuente para compartir en el amor de Dios por todos y por toda la creación de Dios. Como el asediado recaudador de impuestos, tenemos la sorprendente oportunidad de decir sí a Jesús con una hospitalidad renovada. Con un corazón liberado de la esclavitud de “nuestras cosas”. Estamos siendo llamados a una nueva oportunidad en la vida en los pasos de Jesús.

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TRIGÉSIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


Estimados feligreses, Como pondero la profundidad y riqueza de la parábola de hoy, estoy inclinado a reflexionar sobre mi primera formación católica. Yo crecí en la Parroquia de San Lorenzo en el lado sur de Chicago. Fue una experiencia bella y enriquecedora en muchas maneras. Pero como cualquier otra cosa también fue muy humana, sufrí de la ceguera revelada en el Evangelio de hoy. Con el paso de los años, me he encontrado creciendo en conciencia de los prejuicios humanos ordinarios y la ignorancia que fueron implantados en mí por la primera experiencia parroquial católica irlandesa.

Primero que todo, teníamos abierta una amplia autopista directa al infierno para los demás. Especialmente para los protestantes y para católicos caídos, más que todo los divorciados, encabezaban este desfile. El papel de la mujer era muy claro: en la cocina y preferiblemente embarazada. La “gente de color”, que era el término operativo de respeto para los afroamericanos en mi juventud, eran inferiores y felices de vivir al otro lado de la calle donde Dios los puso. Como católicos, éramos muy patrióticos y en total apoyo a la insanidad de la escalada nuclear.

Estábamos orgullosos de ser católicos guiando el camino de la censura de las películas para mantener la ortodoxia pélvica. Creo que algunos en la fila para recibir la comunión de mi parroquia no habrían pasado la censura. Nunca le dedicamos ni un pensamiento a las glorificaciones de Hollywood con sus insinuaciones, cigarrillos y violencia. Los mexicanos eran los únicos hispanos que conocía y esto solamente por medio de las películas. Ellos eran unos completos perdedores solamente superados por las salvajadas de los indios nativos americanos que atacaban a los pobladores blancos.

Podría seguir con una larga lista sobre el dominio clerical pero el punto es claro. La religión organizada, no importa cuan bella y profunda sea, nunca está tan lejos de los fariseos en el Evangelio de hoy.

No pienso con mucha frecuencia en lo que la próxima generación verá en nuestra parroquia y en la iglesia de hoy que está completamente fuera del radar de los valores del Evangelio. Estoy seguro que hay mucho que considerar aún si está escondido en nuestra conciencia en este momento.

La parábola de hoy nos ofrece la posibilidad de mucha luz y sabiduría. El primer punto nos dirige a un mensaje que va más allá de los personajes del fariseo y el colector de impuestos. El problema más profundo es sobre la bondad y misericordia de Dios. Dios es el que perdona a los pecadores. Nuestra tarea es reconocer y aceptar nuestra realidad como criaturas pecadoras y aún como criaturas pecadoras que son amadas y perdonadas. Esta es la verdad de nuestra situación. La humildad es el pasaje liberador para esta verdad. Nos empodera para recibir el amor y misericordia de Dios.

Hay otros dos puntos de mucha ayuda en la parábola de hoy. El primero continúa con el repetido tema de Lucas de los reversos. En la venida de Dios revelada en Jesús, las cosas serán puestas en el orden adecuado con Dios en el centro. El fariseo se pasó ese punto así como nosotros hacemos con frecuencia. Es un largo viaje para poner a Dios en el centro y mover nuestro giro al lugar correcto como la criatura totalmente dependiente y humilde. En segundo lugar, es más bien una cosa espiritual tener la apertura e integridad del colector de impuestos. Santa Teresa de Ávila nos enseña sobre la importancia de este humilde autoconocimiento. Ella lo practicó tan bien que al final pudo decir, que la historia de su vida es la historia de la misericordia de Dios. Verdaderamente fue lo mismo para el colector de impuestos.

Fundamental para la parábola de hoy es que cada corazón humano está partido entre el jale de la arrogancia del fariseo y la humildad y autoconocimiento del colector de impuestos. El poder del mensaje es que el Dios de misericordia revelado por Jesús perdona a los pecadores. Todo lo que necesitamos hacer es reconocer que necesitamos ponernos en la línea para recibir este regalo liberador.
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LA PARÁBOLA DEL JUEZ Y LA VIUDA


VIGÉSIMO NOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO C

Lucas 18: 1-8

Estimados amigos, Nosotros, como una comunidad de fe, hemos viajado con Lucas en nuestro viaje a Jerusalén por dieciséis semanas. Después de hoy, tendremos solo dos cortas semanas en este pasaje para el envolvente misterio de Cristo crucificado y resucitado. Este mítico camino ha visto a Jesús desafiando las profundidades de nuestro corazón. Él ha estado buscando dirigirnos fuera de la oscuridad y dentro de la luz, una luz que irradia fe en el mensaje del Evangelio. Hemos recibido un llamado incesante para alejarnos del falso y egoísta ser e ir a nuestro singular llamado al verdadero ser en las huellas de Jesús. Nuestra formación espiritual sigue hoy con la bella y sencilla historia de la determinada y belicosa viuda.

Necesitamos resaltar un par de puntos justo al principio de nuestra reflexión. La parábola del juez y la viuda no nos enseña que eventualmente podemos tener a Dios de nuestro lado por nuestra fuerte determinación mental. Por el contrario, la lección real para nosotros en esta historia es: no perder la esperanza a pesar de todas las injusticias y dificultades que confrontamos a diario en nuestra vida personal y en la avalancha de injusticias que envuelven nuestro mundo. La parábola nos está invitando a la persistencia que está enraizada en la amorosa confianza en la verdad básica de nuestra fe: Dios es bueno ahora y siempre no importa como pueda parecer en nuestra vista limitada. No necesitamos preocuparnos por la perseverancia de Dios. Lo que es el problema es nuestra fidelidad.

Uno de los aspectos más bellos de la historia no aparece en inglés donde dice que el juez finalmente le da paso a la viuda porque teme que ella lo golpee. En el lenguaje original dice que él teme que la viuda le ponga un ojo morado.

El punto principal de la parábola está contrastando a un juez egocéntrico y corrupto con un Dios amoroso y misericordioso. Si la pobre viuda recibió su pendiente de parte del ministro corrupto de la ley, cuanto más no será la respuesta amorosa de un Dios misericordioso, compasivo y de amor infinito. Nosotros estamos llamados a poner confianza en nuestra oración a un Dios que envió a su Hijo encarnado en el caos de nuestro mundo y así transformarlo al final en un reino de amor y justicia. El mensaje de Lucas es de exhortación para los discípulos y para nosotros: ser constantes en nuestra oración sin importar cómo porque Dios es constante en su amor por nosotros y nuestro mundo quebrantado.

Fácilmente podemos mirarnos nosotros mismos en esa viuda, una mujer culpada por la sociedad y atrapada en la pobreza que parecía ruda en todo su poder destructivo. Pudiera ser que no estemos atrapados en esa urgencia de su sobrevivencia económica inmediata pero la pobreza nos ataca de muchas maneras. Nuestra condición humana es siempre atrapada en un sentido de futilidad y mortalidad. Nosotros sufrimos las consecuencias de las negligencias con nuestro medio ambiente y ahora, incluso tenemos la negación gubernamental de esta realidad. Los horrores venideros del cambio climático parecen totalmente sobrecogedores. Nosotros somos confrontados diariamente por el horror divisivo de organizaciones que dañan a personas lindas que se preocupan por el bienestar común. El problema del abuso sexual en la iglesia, en la sociedad y con más frecuencia de la que podemos imaginar también en la familia. Frecuentemente nos rendimos al anhelo por la liberación de un nuevo día. La lucha continua por una aceptación justa y compasiva de aceptación de una orientación sexual que ruega por una señal de esperanza por parte de la iglesia y de la sociedad. Luego está el conflicto envolvente del gobierno donde vemos políticos cada vez más alejados del bien común por el paralelismo del partidismo vacío de compromiso. Encierra a cada uno en un estancamiento sin sentido. Estos son solo unos pocos ejemplos de cómo todos compartimos de algún modo la desesperación de la viuda ya sea que estemos conscientes de ello o no.

La viuda nos muestra que para la persona de fe y confianza, la oración no es el último recurso. Es el primer recurso y siempre unido a nuestro esfuerzo personal hace la diferencia. La oración expone un sentido de lealtad de un Dios amoroso para todos. Al final, Dios tendrá la última palabra. Esa palabra está pronunciada en la victoria de Jesús sobre el mal y la muerte en el misterio pascual de su muerte y resurrección.

Como la viuda, somos instados a orar y actuar por la justicia de Dios. Cuando somos fieles en nuestro compromiso para la oración y la acción el Hijo del Hombre verdaderamente encontrará fe en la tierra cuando venga de nuevo. (Lucas 18: 8)
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VIGÉSIMO OCTAVO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lucas 17: 11-19


Estimados amigos, La mayoría de historias del Evangelio son más profundas y desafiantes de lo que parecen a simple vista. La historia de hoy de los diez leprosos es un buen ejemplo. Mientras que incluye los horizontes sin límites de la salvación, también es una lección obvia de gratitud.

En el lenguaje hebreo en el tiempo de Jesús, no existía una palabra para agradecimiento. Los judíos usaban palabras de alabanza, bendición y glorificación para expresar agradecimiento. Así como Naamán en la primera lectura, el samaritano responde a la sanación con una declaración de fe y alabanza. Esta es nuestra forma más común de oración en la Eucaristía. Cuál es la más grande oración de acción de gracias para el acto de salvación de nuestro salvador crucificado.

Es de mucha ayuda entender el trasfondo. Cualquier persona con alguna enfermedad de la piel era considerada como leprosa. Esto, por supuesto, incluía a los que de verdad padecían lepra que es muy contagiosa y mortal. Sin embargo, también incluía algunas enfermedades menores de la piel. Los leprosos estaban totalmente aislados y no podían acercarse a cincuenta yardas de sus seres queridos. Ellos no tenían participación en la vida social de la comunidad y dependían totalmente de la generosidad de otros para todas sus necesidades.

Las primeras palabras del pasaje de hoy de Lucas son “Así Jesús siguió su viaje a Jerusalén.” (Lucas 17: 11) hemos estado con Jesús por quince semanas en este viaje a Jerusalén y faltan tres más. Ha sido un tiempo de aprendizaje de cómo ser un verdadero discípulo.

Cuando empezó el viaje a Jerusalén los samaritanos le negaron el paso a Jesús por su territorio. Juan y Santiago respondieron sugiriendo que harían caer fuego del cielo. Jesús tenía una mejor idea. Su respuesta no violenta llevó a incluir a dos samaritanos en las historias de salvación: El Buen Samaritano y el samaritano agradecido y lleno de fe de este día, limpiado de lepra y recipiente de salvación. Estos dos individuos encajan en el tema de la inclusión de Lucas que fluye de la dimensión del mensaje de Jesús. Ambos incidentes realzan a los samaritanos, los odiados enemigos de los judíos. De igual manera, ambas historias rompen las barreras de la salvación. Todos están incluidos en las enseñanzas de Jesús y en las prácticas del reino.

Así, cuando Jesús los sanó, fue un gran problema. Luego, la trama se complicó. El samaritano regresó. “Y uno de ellos dándose cuenta de que había sido sanado, regresó glorificando a Dios en voz alta y él cayó a los pies de Jesús y le agradeció.” (Lucas 17: 15-16) es fácil entender la libertad increíble que los otros nueve leprosos sentían. Ellos ahora podían estar con sus seres queridos. Ellos ahora podían participar en la vida de la comunidad. No es difícil entender como ellos podrían estar distraídos y olvidadizos.

Tan importante como es la lección de gratitud, Lucas tiene un mensaje más profundo para nosotros en la persona del samaritano. Él se da cuenta que la sanación va más allá de los componentes físico y social de la recuperación. El agradecido samaritano es un encuentro con un Dios amoroso y salvador. Él pudo ver en Jesús no solamente a aquel que le resuelve su problema físico y material sino a uno que también podía satisfacer el hambre fundamental del corazón humano por la felicidad y la libertad que va más allá de la maravilla de la sanación física aún con todos sus maravillosos beneficios. El samaritano mantuvo sus ojos en Jesús y aceptó la sanación más profunda que él necesitaba. De manera que Jesús pudo decir: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado.” (Lucas 17: 19)
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VIGÉSIMO SÉPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


Lucas 17: 5-10

Estimados amigos, Para nosotros, el trato del sirviente en el pasaje del Evangelio de hoy puede ser distrayente y perturbador. Necesitamos ir más allá de estas preocupaciones para descubrir el desafío real que Jesús nos está presentando. Es el problema de fe que nos ayuda a ver quién es Dios y quienes somos nosotros.

La fe significa entender y actuar en nuestro compromiso con Cristo y los valores del mensaje de su Evangelio. La fe es un llamado al servicio. Significa el reconocimiento constante y la respuesta a las circunstancias en nuestra situación de vida. Deberíamos darnos cuenta que este es nuestro deber, nuestro llamado al servicio. Es aceptar el orden propio de la realidad.

El corto pasaje del Evangelio de hoy es parte de una sección más larga. Jesús sigue enseñando a los discípulos lo que significa ser su seguidor. Inmediatamente, antes de la selección de hoy Jesús presentaba el desafiante problema del perdón. Para aquellos que escucharon a Jesús en persona, tanto como para nosotros ahora, es una tarea verdaderamente demandante el hecho de perdonar una vez al día, no digamos siete veces al día. “Si él se equivoca contigo siete veces en el día y vuelve las siete veces a decir “lo siento”, deberías perdonarlo.” (Lucas 17: 4) esta lección es la razón por la que los discípulos decían Señor incrementa nuestra fe.

La frase sobre la morera volando hacia el mar es otro ejemplo de lo fuerte y exagerado del lenguaje que Jesús usaba para realzar un punto. Lo que él le está diciendo a los discípulos y a nosotros, es que la poca fe que nosotros tenemos es suficiente solamente si confiamos y expresamos nuestra confianza en Dios. La fe nos permite compartir en el poder de Dios. Lo imposible se vuelve posible para la persona de fe. Por supuesto, esto requiere que aceptemos la autoridad y los horarios de Dios.

Nosotros no nos deberíamos desanimar por el trato del sirviente. Este fue un ejemplo de la realidad diaria de los que escuchaban a Jesús. Jesús no lo está aceptando ni lo está rechazando. Él lo está usando para convertir un mensaje que sus oyentes puedan comprender. El verdadero problema no es cómo el dueño trata al sirviente sino como el sirviente entiende su papel. Nos debería ayudar a entender nuestra realidad básica. Dios es Dios y nosotros somos sus criaturas. Nosotros debemos luchar contra las constantes tentaciones que tenemos de tratar de ser dios y hacer de Dios nuestro sirviente. Este fue el problema básico con Adán y Eva en el Edén. Ha sido lo mismo a través de toda la historia de la humanidad.

Jesús también está usando la parábola para enseñarnos sobre el discipulado. Necesitamos ver nuestro papel como sirvientes. Jesús está contrastando esta comprensión con la práctica constante de los escribas y los fariseos. Ellos se veían a sí mismos en una posición de privilegio y esperaban un reconocimiento especial y gran estima en todo momento. Por otro lado, el discípulo de Jesús debería buscar guiar con el ejemplo y servicio. Jesús dijo que estaba entre nosotros como uno que sirve. No podríamos tener otro ejemplo más poderoso que este que lavó los pies de los discípulos en la última cena.

Aceptarnos a nosotros como las criaturas y a Dios como el Creador pone todo en la perspectiva correcta. Quiere decir, entre otras cosas, que nunca podemos poner a Dios entre nuestras deudas. Nunca podemos tener un reclamo contra Dios. Cuando ya hemos hecho lo mejor, solo hemos cumplido con nuestro deber. No estamos viviendo en el campo de la ley con su exactitud en la medida de nuestras responsabilidades. Jesús nos ha llamado al campo del amor en donde los límites de nuestra entrega y auto sacrificio se expanden siempre hacia nuevos horizontes.

Santa Teresa de Ávila entendió su papel como criatura y como sierva con una gran exactitud. Todas sus enseñanzas y su sabiduría fluyeron de su apreciación de la verdadera humildad. Ella reconoció, con una claridad siempre en aumento y una visión, que Dios es Dios y ella una criatura. Al abrazar sus humildes circunstancias, ella aceptó a Dios como un salvador amoroso y misericordioso y ella como una humilde y pecadora sierva, pero también amada y perdonada. Ella entendió que su vida y su más profunda verdad, como la historia de la misericordia de Dios. Es lo mismo para todos nosotros. Ese es el mensaje real en la parábola de hoy.
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VIGÉSIMO SEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lucas 16: 19-31

Estimados amigos, El Evangelio de San Lucas tiene un tema recurrente sobre el reverso. La parábola de hoy sigue con este patrón. Justo en el inicio de Lucas tenemos el gran himno a María, El Magnificat: “Él ha derribado a los poderosos del trono y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y despacha a los ricos vacíos. (Lucas 1: 52-53)” En el sermón en la llanura domina este tema del reverso. La primera bendición y el primer ay del Sermón en la Llanura son una expresión concreta del mensaje de hoy. “Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios” Luego en Lucas 6: 24 leemos “İ Pero ay de ustedes los ricos, porque ya han recibido su consuelo!” Después en Lucas 13: 30 encontramos “Y he aquí que los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros.”

La entrada de Jesús en la escena humana ha tenido muchas consecuencias. La gran reversa es una de ellas que espera por nosotros. La parábola de hoy de Lázaro y el hombre rico desconocido es un ejemplo significativo de esta puesta al revés de las cosas. Los dos personajes experimentan una profunda transformación de sus fortunas. Hay un mensaje profundo para nosotros en esta historia.

Sabemos que tenemos límites a la hora de actuar de acuerdo con el llamado que nos hace Jesús. La muerte ofrece un final a la hora de nuestra decisión. En este marco, hay consecuencias. El hombre rico muestra la naturaleza trascendental de la riqueza. Nosotros podemos poner a un lado nuestro compromiso con la caridad y la justicia por un largo tiempo.

Otra contradicción que ofrece Lucas es el desafío a la mentalidad sobre la riqueza y la pobreza en el tiempo de Jesús. La gente creía que la riqueza era una bendición de Dios y la pobreza una señal del rechazo de Dios. El gran mundo al revés de Lucas tiene una lección diferente.

La parábola de hoy, lo está haciendo más bien claro. En el esquema de Dios de todas las cosas toda riqueza, estatus, prestigio, privilegio y poder son transitorios. Luego necesitamos aprender que la posesión de algo no es absoluta. Tiene consecuencias. Cuando no aceptamos estas realidades somos objeto de la gran puesta al revés. Estos grandes cambios fluyen de la radicalmente buena nueva que Jesús nos ofrece. La historia de hoy no describe a ningún personaje como verdaderamente bueno o malo. El problema es la negligencia y la ceguera. Lucas en esta parábola que es encontrada solamente en su Evangelio, va profundo en los detalles del reverso entre Lázaro y el hombre rico. Primero, en contraste de casi toda la historia, el hombre pobre es identificado y el hombre rico aparece como un sin nombre. Luego, la disparidad en la comodidad física es dramáticamente transformada. Ahora el poderoso hombre rico ve a Lázaro como aquel que puede darle lo que él quiere. Primero es el agua y luego la ayuda para sus hermanos. En su vida el hombre rico se había conducido en una búsqueda interminable por la comodidad. Su riqueza era fuente de prestigio y poder. Sus posesiones eran un vehículo de seguridad y control. La muerte destruyó estos engaños y reveló la verdad. Hay una hipoteca social en las bendiciones de Dios. Estas necesitan ser un instrumento de justicia. En la historia de Lázaro, Jesús nos está enseñando a abrir nuestros ojos hacia los pobres a nuestro alrededor. Nuestro corazón necesita movernos para responder a los necesitados que hay en nuestra entrada, ya sea que esa entrada esté en nuestra familia, en el vecindario o en las muchas fronteras que creamos para proteger nuestra comodidad personal, comunal o nacional.

El Papa Francisco decía que un estilo de vida que es demasiado cómodo lleva a una gentrificación en el corazón. El resultado de un estilo de vida guiado por el siempre expansivo consumismo disminuye el espíritu que lleva a un aislamiento y a la negligencia hacia los pobres que hay en nuestro medio. Daña a los ojos del corazón. Nos fija en una pendiente resbaladiza en el lado equivocado del mundo del reverso que nos confronta en la historia de Lázaro.

Como los hermanos del hombre rico, la palabra de Dios nos ofrece un claro llamado a la conversión. También tenemos la ventaja agregada de experimentar al Cristo resucitado. La pregunta que debemos hacernos a nosotros mismos es si podemos ver a los pobres a nuestro alrededor. ¿Será que el Cristo resucitado nos permite ver en nuestras posesiones un instrumento de amor y servicio para aquellos que están en necesidad en nuestro mundo?

La parábola de hoy tiene una simple y clara implicación para nosotros. Necesitamos dejar nuestra cómoda ceguera y empezar a ver con un nuevo corazón enraizado en el llamado de Jesús para caminar en la luz.
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VIGÉSIMO QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

LUCAS 16: 1-13


Estimados amigos,

La parábola de hoy, del sirviente deshonesto es una de las más desconcertantes de todos los Evangelios. Al final, sin embargo, el mensaje es claro y fuerte. Necesitamos usar nuestro dinero y posesiones para ayudarnos a entrar en el reino. Puedes llamarlo una súplica para la economía del reino. Es una invitación más bien para una tarea bastante difícil. Cómo usar nuestros bienes materiales para facilitar, no para obstruir, nuestro viaje hacia el reino y la vida eterna.

La clave para entender la parábola y su fuerte enseñanza es determinar en dónde es que el sirviente cometió la injusticia. Tenía que ser en el uso anterior de los bienes del dueño. Es por eso que él está siendo despedido. El centro del desconcierto es el elogio del dueño al robo aparente involucrado en la reducción de la deuda del sirviente a los varios deudores. Esto tenía que involucrar la comisión personal del sirviente en el trato. De este modo el dueño encomendó su previsión y acción. Este es nuestro llamado: actuar para entrar en el reino.

Jesús está invitando a sus seguidores a usar su tiempo, tesoro, y talento con previsión similar. Como el sirviente, tenemos que darnos cuenta que nuestras posesiones incluyen una hipoteca. La posesión actual pertenece a otro. En el caso de los discípulos, y en nuestro caso, Dios es el dueño. Las bendiciones materiales son para ser compartidas para beneficiar al reino. El uso sabio de las riquezas al que Jesús está llamando necesita incluir las prioridades del reino. Esto sitúa al pobre, a los olvidados y a los marginados en una posición de privilegio que es muy diferente de la realidad de nuestra sociedad consumista.

En esta sección de su Evangelio, capítulos del diez al diecinueve, conocidos como el Camino a Jerusalén, Lucas muestra a Jesús enseñando las consecuencias de su mesianismo como el Sirviente Sufriente. Ser un seguidor de Cristo demanda un precio muy alto. El discipulado viene con un costo real.

El discipulado demanda un compromiso total. Lucas está consecuentemente trayendo el desafío de la riqueza y del papel que juega el dinero para los seguidores de Jesús. El cómo usamos nuestras posesiones revela nuestras prioridades. Si Jesús es verdaderamente nuestra prioridad, el enfoque en la riqueza y su atrapada de la voluntad serán medidos en cómo nos dirige hacia los valores del reino que Jesús proclama.

El mensaje de Jesús en la parábola de hoy es fuerte y sencillo: somos llamados a hacer una elección clara. El sirviente hizo esto en su visión de corto alcance de la realidad. Como discípulos, estamos llamados a la sabiduría de una conclusión decisiva en una visión de largo alcance del reino.

En el siglo IV San Ambrosio tuvo una visión sobre la riqueza y los pobres. Él comentaba sobre el hombre rico y sus graneros (Lucas 12: 16-21) “El seno de los pobres, las casas de ventanas, las bocas de los niños son los silos que duran para siempre”

El mensaje de Lucas de hoy, como con los silos del hombre rico, y a través de todo su Evangelio, ofrece una prueba para el verdadero discípulo de tomar una sabia decisión. Nosotros somos confrontados constantemente para elegir entre lo que es necesario y lo que queremos. Esta no es una elección fácil. Estamos atrapados en las garras posesivas de la industria multi billonaria de la propaganda. Estamos siendo bombardeados constantemente con una definición de felicidad que está enraizada en los valores que está muy lejos del Evangelio de Jesús. Se nos está diciendo que nuestra satisfacción total está en la punta de nuestro dedo si compramos el siguiente producto que seguramente va a satisfacer los deseos de nuestro corazón.

Por otra parte, en las profundidades de nuestro ser, tenemos un susurro suave pero inquebrantable del mensaje del Evangelio. Una respuesta fiel a la palabra de Dios será como una semilla de mostaza en el corazón, creciendo constantemente en la sabiduría y en el poder de Dios. El discipulado al cual llama Jesús es un arduo y largo viaje. Esta batalla perenne del corazón es la cosa de nuestro camino hacia adelante en las huellas de Jesús.

La parábola de hoy es una invitación para empezar el proceso para abrazar la economía del reino de Jesús. Nuestra venta de garaje necesita crecer constantemente y expandirse más conforme buscamos fondos para aquellos que están en necesidad. En el reino que Jesús está proclamando, menos es más, mucho más.
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LLAMADO A LA SANTIDAD-2


LA LITURGIA: FUENTE Y CUMBRE DE NUESTRA FE


La incorporación de las enseñanzas del Concilio Vaticano II en la vida católica ha sido muy desigual. La experiencia común de la liturgia ha sido el área más grande de cambios y la más aceptada por los fieles.

Me gustaría compartir una historia personal que lleva a algunas reflexiones sobre la reforma litúrgica y el llamado universal a la santidad.

Fue como veinte años antes del inicio del Concilio Vaticano II, yo estaba en la misa dominical de la escuela con mi clase de cuarto grado. Las monjas mantenían una gran disciplina y orden entre los ochocientos estudiantes.

Mi crisis empezó cuando el sacerdote puso dos hostias en mi lengua a la hora de la comunión. Me horroricé y perdí cualquier perspectiva de sentido común. Traté de permanecer en la línea de regreso a mi asiento y coloqué la hostia extra a un lado de mi boca con la esperanza de devolvérsela a Monseñor después de la misa.

Estaba siendo consumido por un sentido del horror conforme la hostia se derretía en mi boca. Mi dilema era que nunca podía tocar la hostia ni recibir dos hostias. De igual manera, tenía que mantenerme en mi lugar y estar quieto. Hoy lo llamaríamos “la tormenta perfecta del horror”. Conforme la hostia se derretía en mi boca, yo estaba esperando que el suelo se abriera y que iría directamente al fuego consumidor del infierno. Para mi asombro absoluto, de alguna manera me salvé del castigo eterno en ese momento. El piso bajo mis pies seguía firme.

Tan pronto como salí de misa, corrí a la sacristía y le conté a Monseñor sobre mi historia de horror de las dos hostias. Él dijo sencillamente: “todo está bien chico” “no te preocupes por eso”. Mientras que me sentía aliviado también estaba terriblemente confuso. Me dije “¿qué rayos es esto?” de alguna manera acababa de evadir las llamas eternas del infierno y él dice “no te preocupes por eso”

Este fue el comienzo del Concilio Vaticano II para mí. Fue la primera develación del “mundo católico” que fue mi herencia inflexible y no negociable. Esta era la cultura que había evolucionado de la postura defensiva contra los protestantes en los cuatro siglos previos desde el Concilio de Trento.

El concilio Vaticano II se volvió un proceso de despojarse de la camisa de fuerza que mantenía a la disciplina católica centrada en el sexto mandamiento, misa los domingos y pesca los viernes. Caminar con Jesús quedó oculto en algún lugar del camino.

EL PREDOMINIO DEL PAPEL SACERDOTAL


En el mundo del pre- Concilio Vaticano II, la liturgia se centraba en el sacerdote. Que solo el sacerdote podía tocar la hostia era una entre las muchas prácticas comunes que fueron establecidas en respuesta a la reformación protestante.

El sacerdote era visto como un mediador entre Dios y el pueblo, el sacerdote era visto como especial, santo y fuera de las vidas ordinarias de la gente. Una cultura entera de exclusividad desarrollada para apoyar esta vista y ayudar a crear un clericalismo deformado.

En la liturgia, la misa centrada en el papel exclusivo del sacerdote. Él oraba tranquilamente en latín con su espalda hacia la gente y separado por la barandilla de la comunión. La parte principal de la misa eran las palabras especiales del sacerdote cambiando el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. Esto era identificado por el repicar de campanitas durante la elevación de la hostia y el cáliz.

Este énfasis en la importancia del sacerdote llevó a una gran disminución en el papel de los laicos. Mi crisis de no tocar la sagrada hostia estaba cruzando la sagrada división entre el papel exaltado del sacerdote y el papel inconsecuente de los laicos. La realidad era clara. El sacerdote era el santo, los laicos estaban a lo largo del viaje. Ellos solo necesitaban seguir las reglas y todo estaría bien porque el sacerdote estaba trayendo a Dios hacia ellos.

LA IGLESIA COMO EL PUEBLO DE DIOS


Los cambios en la liturgia mandados por el Concilio Vaticano II fueron un cambio radical de la realidad dominada por el sacerdote en los siglos que siguieron al Concilio de Trento. El cambio básico fue que la iglesia era vista ahora como el pueblo de Dios. Los sacerdotes eran parte de la gente común de fe. Ellos son distinguidos por un papel como lo es el laicado. La diferencia principal en la eucaristía no es el cambio del pan y el vino sino la transformación de la comunidad entera en el cuerpo de Cristo.

Esto se relaciona fuertemente con el llamado a la santidad universal. Esto es por lo que llamamos a la liturgia La Fuente y Cumbre de nuestra Fe. Muchos otros cambios surgieron de estas visiones básicas del nuevo énfasis en el pueblo de Dios celebrando la Eucaristía. El sacerdote no es más el celebrante. La comunidad entera celebra en unidad. El sacerdote preside sobre la celebración comunal.

El laicado ha incrementado sus papeles como lectores, ministros de la Eucaristía, ministros de hospitalidad. De igual manera, el papel de los músicos y coro ha crecido en importancia. La Eucaristía es colocada en la mano y sin la separación de la barandilla de la comunión o la puesta de rodillas.

Más importante aún, el mensaje de la celebración y los tiempos litúrgicos y la lectura de las escrituras son guiados en un énfasis central y rector en el Misterio Pascual de Cristo. Todos son definidos más exactamente no como sacerdote o laicado. Todos son discípulos de Cristo, reunidos para viajar por la vida en las huellas de Jesús. Esto es por lo que llamamos a la liturgia la fuente y cumbre de nuestra fe. Todos somos, primero y más que todo, Discípulos de Cristo.

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Vigésimo cuarto domingo del tiempo ordinario

Lucas 15: 1-32


Estimados amigos,
Las parábolas de los dos hijos y del buen samaritano han sido un factor mayor en el desarrollo de la cristiandad como la experimentamos hoy. Sin el impacto de estas dos parábolas, nuestra percepción de la cristiandad sería muy diferente. Ellas ofrecen un gran descubrimiento en nuestra exposición a la misericordia de Dios.

Las tres parábolas en el pasaje de hoy tienen un tema primordial en común. Tienen demasiadas similitudes en sus contradicciones del sentido común. Todas señalan hacia una extravagancia sin medida de la misericordia de Dios. La historia de padre e hijos presenta un nuevo sesgo para nuestra relación con Dios. El padre no tiene preocupación sobre el pecado y el arrepentimiento. Es sobre perder y encontrar, morir y vivir.

En la actitud del padre, estamos invitados a alejarnos de un pecado y un enfoque de perdón y un entendimiento mucho más personal. En esta escena, vemos el problema como una persona perdida que ha sido encontrada. Esto conecta con la oveja y la moneda de las otras parábolas.

Necesitamos vernos a nosotros mismos como los dos hijos. Cuando nos arrepentimos, como el primer hijo, tenemos lista nuestra historia. El padre no tiene interés en la historia. Su hijo estaba muerto y ahora está vivo. El padre no tendrá nada que ver con un sirviente contratado que no tiene sentido. Este es su hijo. El anillo, las sandalias y la fiesta son todos símbolos de su bienvenida incondicional del hijo en su abrazo misericordioso. Como el pastor y la mujer, el padre sabe lo que estaba perdido y ha sido encontrado. Es tiempo de celebrar. Necesitamos vernos como el recipiente de la fiesta de la misericordia de Dios.
 
Conforme nos movemos al segundo hijo, siempre es tan fácil reconocernos, como él, como víctimas en muchas de las experiencias rotas de la vida. Similares al hostil y enojado hermano, nuestros dolores tienen un buen mérito. Sin embargo, igual que el segundo hermano, no vemos el punto que el padre ve tan claramente. No es sobre las cosas, es sobre la gente. Las posesiones y los privilegios simplemente no tienen sentido cuando los medimos contra la vida, el amor y la misericordia. “Hijo mío, tú estás aquí conmigo siempre; todo lo que tengo es tuyo. Pero ahora debemos celebrar y regocijarnos, porque tu hermano estaba muerto y vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado.” (Lucas 15: 32)

Esta historia en sí, se abre a un inmenso número de interpretaciones. Todas ellas exponen nuestra condición humana en la profundidad y amplitud de su realidad fracturada. Es este mismo quebrantamiento el que despliega la misericordia de Dios. Nos gusta decir que esta misericordia no conoce límites. Las acciones del Padre nos ayudan en nuestro viaje de la cabeza hacia el corazón cuando ponderamos este gran misterio de un Dios llamándonos al banquete de la vida a pesar de nuestra pecaminosidad.
Todos los grandes maestros espirituales de la tradición cristiana enfatizan que la única manera de conocer a Dios es conocernos nosotros mismos primero. La historia de los dos hermanos nos muestra esta profunda verdad. Solamente cuando ellos aceptan su propia debilidad están listos para empezar a apreciar la maravilla y la magnificencia del amor y de la misericordia del padre.
 
Nosotros nunca descubrimos si el hermano mayor estaba listo para romper la ceguera de la relación comercial por la cual él definía a su padre. Lo que sabemos es que el padre fue implacable en su búsqueda de sus dos hijos. La elección de ellos fue aceptar o rechazar este amor y misericordia. Por parte del padre, solo estaba la oferta continua de amor y la invitación al banquete.
 
El mensaje llega en muchos y diferentes niveles. Dios está siempre aceptándonos. Dios siempre está perdonándonos. Dios siempre está buscándonos. Al final, el llamado no podría ser más claro. Debemos permitir que la misericordia de Dios y su amor definan y dirijan nuestras vidas en cualquier manera posible. 

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