DECIMOQUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

LUCAS 10: 25-37


Estimados amigos, El abogado judío en el pasaje del Evangelio de hoy no estaba interesado en la respuesta de Jesús a la pregunta “¿quién es mi prójimo? Él tenía su propia agenda. Él estaba tratando de guiar a Jesús hacia algún tipo de violación de la ley judía y la tradición que lo llevaría a la humillación y castigo.

Mientras tanto, Jesús usa el contexto engañoso para darnos uno de los grandes mensajes del amor de Dios y el involucramiento en nuestros quebrantamientos humanos. Es una invitación para entrar en el maravilloso amor redentor de Jesús para todos nosotros. Jesús nos está invitando a participar en el gran acto de salvación por nuestro servicio y presencia sanadora para nuestro prójimo.

En la parábola de “El buen samaritano” Jesús revela la amplitud y profundidad de la presencia de Dios en todos los seres humanos. Esta historia del Buen Samaritano destruye cualquier configuración de la escasa definición que el prejuicio engendra continuamente. En verdad, la historia ha mostrado el tiempo increíblemente largo que podemos pasar aislados, deshumanizando, discriminando y simplemente odiando a nuestro prójimo.

“El buen samaritano” es muy fácil de entender en nuestros días. Incluso es definido en un diccionario como “una persona excepcionalmente caritativa o de ayuda.” Es un poco problemático para nosotros entender el poder de la contradicción que Jesús fija en esta parábola. Dependiendo de sus sensibilidades, su uso hoy en día pudiera ser un militante de Al Qaeda o un supremacista blanco o un odioso anti semita o cualquier otro que salga de su imaginación creativa.

Jesús, sin embargo, destruye todas las expresiones de la normalidad con el samaritano, los más despreciables de los enemigos de los judíos. Esta elección explosiva es seguida con un sentido de grandiosidad en el servicio que continua con el patrón de choque y temor. Cuando el enemigo benefactor paga la cuenta y promete más, estamos bien más allá de cualquier sentido de decencia generosa. Todo esto fluye de la nueva definición de Jesús de lo que es prójimo como alguien en necesidad.

El amor que Jesús devela no tiene límites. El corazón humano es capaz y trabaja constantemente en diseñar límites de este evangelio de amor. Frases como, “la caridad comienza en casa” son trascendidos por el mensaje de Jesús: el amor empieza con nuestra respuesta concreta a la persona que sufre en medio de nosotros.

Podemos identificar fácilmente tres cualidades del amor del samaritano en la parábola de Jesús. Primero, trasciende todo prejuicio y es totalmente inclusivo. Todo lo que él vio fue el dolor y urgente necesidad de la persona. Segundo, la situación fue vista como una oportunidad y no como una carga y gran agravio. Tercero, el amor del samaritano no cuenta el costo, los inconvenientes y la destrucción de sus horarios o calendario y la comodidad. No busca recompensa o reconocimiento.

Todos tenemos un desafío para abrazar estas tres sencillas características en nuestra vida diaria con todas sus responsabilidades y relaciones demandantes. No es tanto que la caridad comienza en casa sino que la caridad empieza donde sea que encontremos dolor y sufrimiento en todas sus variaciones en la escena humana.

La parábola de hoy nos desafía a ver la situación problemática en nuestra vida desde la visión del evangelio. Estamos llamados a compartir la extravagante hospitalidad del samaritano. Como el samaritano, estamos invitados a ver nuestros bienes como un medio de asistencia no exclusivamente como nuestra seguridad personal. Esto es posible solamente por medio de un retiro permanente desde una visión del mundo estrecha y cercada. El fluir de nuestra vida diaria y nuestras responsabilidades ofrecen incontables oportunidades para alcanzar el servicio amoroso. Las palabras de Jesús se mantienen iguales. Nuestra tarea es “Ir y hacer lo mismo.” (Lucas 10: 37)
Compartir:

DECIMO CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


LUCAS 10: 1-11


Estimados amigos, Jesús fue muy claro. Los setenta y dos elegidos iban a proclamar la llegada del reino de Dios. Este mensaje fue directo y sencillo. Dios está actuando. Su mensaje es la buena nueva de que habrá un día de justicia. Habrá paz salvadora que tiene la última palabra sobre todo mal y toda violencia y sus designios interminables de nuevos horrores. Dios está respondiendo al mal y todas sus expresiones en la vida humana. La sanación que Jesús les encargó a los discípulos es el inicio de la transformación final de una realidad en paz, plenitud e integridad. La justicia prevalecerá sobre un mundo quebrantado y pecaminoso, sobre todas y cada una de las personas. Esta es la misión salvadora de Jesús que está siendo proclamada.

El pasaje del Evangelio de hoy nos invita a compartir el involucramiento de los primeros discípulos misioneros. Esta era la visión del Papa Francisco para todos nosotros. De estos primeros discípulos misioneros podemos aprender lo que es necesario para la ejecución de la tarea de proclamar la buena nueva. Su primera y principal responsabilidad era permitir que el mensaje de Jesús fluyera de un corazón de convicción personal profunda. Para hacer esto ellos debían viajar ligeros de equipaje y dejar los falsos valores y engaños del mundo y ser personas de oración personal profunda. Nuestro mundo hoy en día, como el mundo en el tiempo de Jesús, no tiene aceptación para los mensajeros de un Dios que atestigua contra los falsos valores, el materialismo y el hedonismo de nuestros días. La integridad de la presencia de los discípulos y el compromiso era la parte más importante de la proclamación del reino. Tenía que consumir su ser entero primero que todo.

Siglos más tarde, Francisco de Asís captó la profundidad de este misterio. Él dijo que debemos predicar el evangelio en todo momento y usar palabras solo cuando sea necesario. Tal persona ha sido descrita como un testigo cuya vida habla tan profundamente que uno no puede oír lo que ellos dicen.

Por casi cincuenta años los Papas, desde Pablo VI hasta Francisco, han sido insistentes sobre la gran importancia de la misión de la evangelización, la proclamación de la Buena Nueva. Pueden estar seguros que una de las declaraciones más sustanciales del Papa León XIV será sobre la tarea más fundamental de la iglesia, que es proclamar el Evangelio.

La primera declaración del Papa Francisco fue La Alegría del Evangelio es un cántico de las maravillas sobre el tema de la evangelización como la tarea auto definida del pueblo de Dios. En La Alegría del Evangelio, el Papa trae brillo y poder para la tarea fundamental del pueblo de Dios, proclamar el evangelio. Por el bautismo, todos somos llamados a la santidad. Todos somos llamados a ser discípulos misioneros.

Ya no más se predica el Evangelio como una especialidad formada teológicamente. Todos estamos llamados a ser testigos y proclamadores de Jesucristo.

El Papa visualiza un nuevo día para la iglesia. Toda esta renovación fluirá de un reenfoque sobre la conciencia del propósito e importancia de la evangelización. El Pontífice dice, “Sueño con una ’opción misionera’ que es, un impulso misionero capaz de transformar todas las cosas, ya sean las costumbres de la iglesia, las formas de hacer las cosas, tiempos y horarios, idioma y estructuras pueden ser canalizadas para la evangelización del mundo de hoy más que para su auto preservación” (# 27)

  1. Las características principales de la misión de la evangelización a las que nos llama el Papa son:
  2. Es la tarea fundamental de la iglesia. También es el ministerio principal de la parroquia y del discípulo de Cristo.
  3. La evangelización involucra no solo la transformación personal sino de toda la realidad en sus expresiones social, económica, política y cultural.
  4. La proclamación siempre debe centrarse en el amor salvador y la misericordia revelados en el Cristo crucificado y resucitado.
Compartir:

DECIMO TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

LUCAS 9: 51-62


Estimados amigos, Acabamos de terminar una extensa celebración del gran evento de nuestra fe. El amor de Dios revelado en el Misterio Pascual. Este es el gran acto de amor de la muerte y resurrección de Cristo. Ahora regresamos nuestro encuentro semanal con el Evangelio de San Lucas. Para las próximas veinte semanas la liturgia nos invitará a buscar dirección y guía en nuestra vida diaria a través del mensaje de la Palabra de Dios en el Evangelio de San Lucas.

El Evangelio de hoy revela el viaje de Jesús a Jerusalén. Esto se lleva diez capítulos completos de Lucas. Es casi como un Evangelio dentro de otro evangelio en la profundidad y amplitud de su mensaje. Consiste mayormente de enseñanzas de Jesús y unos pocos milagros durante este tiempo. Jesús ha crecido en conciencia que la profundidad de su conflicto con los líderes demandará un compromiso total. Aun si esto implica llegar hasta la muerte. Esto es lo que Lucas quiere decir con la frase, “Él estaba resueltamente determinado a viajar a Jerusalén.” (Lucas 9: 51) Nosotros estamos siendo invitados a contemplar el discipulado y el viaje en las huellas de un Mesías Sufriente.

El discipulado que Jesús está ofreciendo es descrito como un acompañamiento en el viaje a Jerusalén. Empezamos el viaje con el primer paso. En este viaje del discipulado, Dios siempre nos toma del lugar en donde estamos. Habrá muchos pasos para seguir pero si no damos el primer paso no sucederá nada.

Necesitamos dejar ir cualquier cosa que sea un obstáculo para nuestra elección de seguir los pasos de Jesús. En nuestro viaje a Jerusalén, lentamente vemos, con una claridad creciente, las muchas demandas de este compromiso. Todo saldrá eventualmente a la superficie. Creceremos en nuestra habilidad para determinar si nuestras acciones, posesiones y relaciones nos ayudan o truncan nuestra elección de Jesús. Aprenderemos que no podemos volver atrás.

El concepto de viaje o peregrinación es un patrón común en la Biblia. Revela cómo experimentamos a Dios. Demanda un propósito único. Definitivamente es un boleto solo de ida.

En el pasaje del Evangelio de hoy, Jesús habla de los requisitos para este viaje. Lo primero es dejar ir las hostilidades. Los discípulos de Jesús en el viaje deben ser personas de tolerancia y una aceptación de un número de gente que crece cada día. En el mundo de Jesús, las fronteras son solo nuevos pasajes para una mayor inclusión. Segundo, para ser un discípulo de Jesús debemos dejar la comodidad y conveniencia del pasado. Es una experiencia arraigada. El profundo deseo humano por establecerse con límites claros y tener el control debe ser eliminado. Jesús no está en hipotecas. Su camino demanda dejar ir, es un boleto de ida a un futuro desconocido. Tercero, Jesús demanda una lealtad que no permite ningún retraso. La elección es caminar a Jerusalén ahora. Con mucha frecuencia, esperamos evitar esa caminata. Jesús no está en los atajos. Rara vez hay un próximo tren.

Estamos llamados a tomar una decisión. Las reglas del viaje a Jerusalén demandan una disciplina que es desafiante y reconfortante. Estamos llamados a caminar con Jesús. Esta es la elección fundamental de la vida cristiana. Como muchos otros pasajes bíblicos, esta enseñanza ha sido distorsionada con el paso de los siglos. Jesús no quiere cortar las relaciones responsables a los familiares y demás personas. Él sencillamente quiere ponerlos en orden. Dios va primero.

Cuando se mantiene este orden, todas las relaciones son enriquecidas y mejoradas.

El verdadero compromiso del discipulado que Jesús requiere no es como “tener un segundo empleo” o un esfuerzo para trabajar con Jesús en nuestro horario conveniente. Todo absolutamente debe caer a un segundo plano
Compartir:

EL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO



LUCAS 9: 11B-17

Estimados amigos,

Para los primeros cristianos, la multiplicación de los panes y los pescados fue una parte muy importante en la historia de la salvación. Esto se repite seis veces en los cuatro Evangelios. Obviamente está conectado con el regalo del Mana en el evento del Éxodo. Se relaciona con muchos otros eventos de la hospitalidad de Dios de compartir el pan de vida en el Antiguo y Nuevo Testamentos. Más significativamente, presagia el gran regalo de la Eucaristía.

El pan que es “fraccionado” y compartido refleja a Jesús siendo “fraccionado” en la cruz. Este último acto de amor esta enraizado en el pasado y nos llama hacia el futuro. Nosotros experimentamos este mismo acto de amor en la liturgia de hoy y todos los días. Siempre somos desafiados a ir mas allá de las palabras y de la rutina de adoración.

Desde el momento del Vaticano II nosotros, como comunidad cristiana, hemos trabajado para crear una verdadera experiencia de la presencia amorosa de Jesús en nuestra participación en la Eucaristía. Esto es por medio de la renovación de la liturgia como fuerza directriz de la transformación comunal. En la participación activa en la liturgia nosotros continuamente tratamos de hacer de la oración de la liturgia la fuente y la cima de nuestra fe. Aquí encontramos a Jesús como lo hicieron los primeros discípulos. Esta visión es parte de la declaración icónica del documento litúrgico del Concilio Vaticano II.

“La celebración de la Eucaristía, como una acción de Cristo y el pueblo de Dios…es el centro de toda la vida cristiana, para la iglesia universal, la iglesia local y para cada uno de los fieles…la liturgia es la cima hacia la cual es dirigida la actividad de la iglesia; es también la fuente de la cual fluye todo su poder…todos los que fueron hechos hijos de Dios por fe y por el bautismo deberían unirse para adorar a Dios en medio de la iglesia, para tomar parte en el sacrificio y comer la Cena del Señor.” (Constitución de la Sagrada Liturgia, 1963, # 2, 10, 41)

En la Eucaristía, la verdadera participación activa significa que estamos pidiendo a Dios hacernos un instrumento de su paz y contribuyentes del plan de salvación de Dios. A través de la liturgia nos volvemos el Cuerpo de Cristo para continuar proclamando la Buena Nueva a toda la humanidad.

En la recepción de la comunión, nos energizamos en esta llamada para continuar la obra de Cristo. Jesús viene a nosotros en la forma más íntima posible para renovarnos en su imagen. Esta presencia es la primera y principal sobre Jesús llamándonos a una nueva realidad. Es tiempo de compartir a un nivel más profundo con aquel que nosotros sabemos que nos ama. Esta conversación debería ser más que todo sobre el plan de Dios. Luego podemos enfocar nuestras penas y preocupaciones. El amor es la dimensión dominante del momento básico de la Eucaristía de gracia e intimidad en la recepción de la comunión. Jesús está llamándonos a ir en un nuevo camino. Debería haber menos preocupación sobre nosotros mismos y más sobre la presencia de Dios en nuestros hermanos y hermanas junto con las necesidades de nuestra familia, amigos, comunidad y el mundo. Este es un momento muy apropiado para la oración de nuestros tiempos “Que Dios escuche el clamor de los pobres y los lamentos de la tierra”

En el momento de la recepción de la Eucaristía no podemos estar más cerca de las palabras de Teresa de Ávila que describe la oración como una conversación amorosa con alguien que sabemos que nos ama.

La profundidad y belleza de este encuentro con Cristo no puede ser más personal e íntimo si estamos realmente conscientes, receptivos y atentos a la presencia de Jesús en lo profundo de nuestro corazón. Junto con la experiencia personal del amor, la presencia de Jesús está siempre llamándonos a salir de nuestro ser y de nuestras pequeñas preocupaciones hacia el servicio a los demás especialmente en compartir la Buena Nueva del amor de Dios en Cristo crucificado y resucitado.

Todos haríamos bien en examinar nuestro ser para ver cuánto esfuerzo y atención damos a este encuentro con el Cristo viviente en el momento de la comunión.
Compartir:

FESTIVIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

JUAN 16: 12-15


Estimados amigos, Jesús dijo, “Tengo mucho más para decirles pero es demasiado para ustedes.” (Juan 16: 12)

Nuestra celebración de esta Fiesta de la Santísima Trinidad es la expresión más profunda y más sencilla de toda realidad. Dios es amor. Un aspecto claro de esta verdad fundamental es la relación del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Nosotros estamos invitados por medio del Evangelio a reflejar este amor en nuestras vidas.

Teresa de Ávila, la gran Santa Carmelita y Doctora de la iglesia fue una persona que aprendió como escuchar la verdad de Dios. Por medio de un largo proceso de experiencias de purificación mística y una vida dedicada a la oración y servicio, ella aprendió mucho del mensaje oculto de Jesús sobre el misterio de Dios que nosotros llamamos Trinidad.

Ella redujo sus visiones a una sencilla verdad, una verdad que transformó su vida. Dios es el Creador. Nosotros somos sus criaturas. Dios el creador, es un salvador amoroso y misericordioso. Nosotros, las criaturas, pecadores y quebrantables, somos sin embargo amados y perdonados. Esto llevó a Teresa a transformar su vida para poner a Dios en el centro y su yo en el borde. Ella llegó a entender su vida como la historia de la misericordia de Dios. Para Teresa, la Trinidad era una historia de amor que ella encontraba en la realidad vivida de su propia vida.

Un erudito pagano describió a los cristianos en el segundo siglo de esta manera: Ellos se aman unos a otros. Nunca dejan de ayudar a las viudas; salvan a los huérfanos de aquellos que podrían dañarlos. Si ellos tienen algo, dan de gratis a la persona que no tiene nada; si ellos ven a un forastero, lo llevan a casa y se sienten felices como si se tratara de un hermano. Ellos no se consideran a sí mismos hermanos en la manera tradicional, sino hermanos en el espíritu, en Dios.

En esta fiesta de la Santísima Trinidad, recordamos que Jesús es la revelación plena de Dios, un Dios de amor ilimitado e incondicional. Todas las enseñanzas de Jesús están atrapadas y contenidas en este mandamiento de que nos amemos unos a otros como Jesús nos ha amado. Es así como compartimos en el misterio de la trinidad. No es información que se gana. Es el mero fundamento de la realidad que debe guiar nuestras vidas. Es el amor que debe ser vivido.

El mensaje real de la trinidad no es una cuestión de profunda peligrosidad. Es una invitación a la plenitud del Evangelio de Jesucristo. Este mensaje del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo como amor está más claramente revelado en el Cristo Crucificado

En la séptima morada del Castillo Interior, Teresa tiene un mensaje sencillo para nosotros: abrazar la voluntad de Dios en las buenas obras, amar y perdonar a tus hermanas y hermanos. Al final, todo es sobre el amor. Es en esta relación amorosa con nuestro prójimo que manifestamos nuestra relación más profunda con Dios. Esta vida de amor a la vuelta, revela la acción salvadora de Dios en nuestras vidas. El amor hace que esta profunda complejidad se vuelva una entrada sencilla en el Dios que es amor.

Jesús nos invita a entrar en el misterio del amor y de la vida que es El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo. La elección es nuestra. Podemos aceptarla o rechazarla.

Esta elección nos lleva a la gran ironía de la vida, nuestro quebrantamiento nos lleva a actuar y a pensar como si nosotros tuviésemos un mejor plan que Dios. Nuestras elecciones nos llevan a buscar la verdadera felicidad. En el proceso muchos rechazan a Jesús también. Otros se pasan toda la vida buscando el lado correcto, apostando y tratando de reconfigurar a Jesús en una versión más cómoda. Queremos el precio correcto de acuerdo a nuestros estándares y no a los del Evangelio. Pocos tienen la franqueza para vivir como los primeros cristianos descritos por el erudito filósofo pagano.

La gran alegría de la fiesta de hoy y cada proclamación del Evangelio es que Dios nunca se cansa de nosotros. En Jesús, somos llamados constantemente a aceptarlo a Él como el camino, la verdad y la vida. Lentamente la vida tiende a enseñarnos que Jesús realmente tiene un mejor plan para aquí y para el futuro. Aprendemos que nuestra vida, como la de Teresa, es la historia de la misericordia de Dios.
Compartir:

PENTECOSTÉS

JUAN 20: 19-23

Estimados amigos, Jesús acaba de experimentar la expresión más profunda del mal de todos los tiempos en su Pasión y Muerte. Este encuentro con las consecuencias del pecado y la muerte ha aterrorizado a sus discípulos. Ellos se escondieron por temor y confusión. La desesperación ha conquistado hasta la más mínima esperanza. La fe y la confianza se han ido con la llegada dela multitud al huerto.

Ellos ahora se acurrucan juntos en la cruda vulnerabilidad de su humanidad. De repente Jesús está en medio de ellos. Su mensaje no es de venganza. Sorprendentemente, él no los señala con el dedo por su cobarde colapso. Sus discípulos confiables estaban demasiado asombrados para sentir vergüenza. Fue un momento de sorpresa de mil grados.

Su mensaje fue directo, claro y sencillo: “La paz esté con ustedes.” (Juan 20: 19) esta paz no es solo un deseo o esperanza. Es una declaración divina. Esta es la paz que ha ganado la victoria del amor sobre el odio, de la vida sobre la muerte en el auto sacrificio de la muerte en la cruz.

En adición a la paz Él les da el poder del perdón. Estos dos regalos de paz y perdón están en el contexto de su puesta en marcha de los discípulos. “Como el Padre me envió, así los envío yo también. Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo «Reciban el Espíritu Santo» (Juan 20: 21-23)

Recibir el Espíritu Santo es un símbolo de una nueva creación. Así como Dios sopló vida en Adán en el Jardín, así también, Jesús sopló nueva vida en los discípulos que los santifica y los lleva a conquistar el mal. Esto fue posible por el amor expresado en los regalos de paz y perdón.

Luego viene una segunda declaración de paz. Jesús confirma el regalo de paz a los discípulos y a nosotros. Con este segundo anuncio de paz y el regalo del Espíritu, el mandato es claro. El Evangelio debe ser proclamado a todo el mundo. Esta es una tarea que ha seguido en gracia y en pecado, en actos heroicos humanos y en lamentable negligencia por más de dos mil años, aún con la elección de un nuevo Papa de Chicago en medio de la cizaña y el trigo, la iglesia sigue creciendo. Aún, al día de hoy, seguimos siendo llamados a compartir la proclamación de la victoria del amor en un mundo quebrantado. i Esto es en verdad una buena noticia!

Después del encuentro con Cristo Resucitado, la historia de los discípulos es muy diferente. El temor da paso al coraje y al compromiso. Una nueva convicción los lleva a confrontar el poder con paciencia y perseverancia. El Evangelio es proclamado a pesar del conflicto y la confusión. Las barreras culturales y la estrechez parroquial autóctona se abre a una comunidad universal que sigue creciendo en apertura hasta el día de hoy.

Justo como en la resurrección de Jesús, los cambiados discípulos son testigos de la victoria del amor sobre el mal y la muerte. Las semillas de la nueva creación empezaron en los transformados corazones de estos débiles y pedestres seguidores de Cristo. Ellos iniciaron una comunidad de fe en continua expansión que ha sobrevivido y prosperado por estos más de dos mil años. Es nuestra responsabilidad continuar con la tarea de ser testigos del amor de Dios en nuestras vidas diarias.

Pablo nos dirige en el hermoso misterio de cómo esta nueva creación fluye de los corazones llenos del Espíritu de los que recibieron el Espíritu Santo. En Gálatas Pablo escribe: “Por eso les digo: caminen según el Espíritu y así no realizarán los deseos de la carne…en cambio el fruto del Espíritu es caridad, alegría, paz, comprensión de los demás, generosidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí mismo.” (Gálatas 5: 16; 22-23)

Hoy, en esta fiesta de Pentecostés, estamos invitados otra vez a recibir los regalos de paz y perdón. Para eso necesitamos alejarnos del pecado que es un rechazo al amor. Como los primeros discípulos, el Espíritu nos llama a seguir expandiendo los horizontes de nuestro amor. Para la mayoría de nosotros esto demanda perdón con un riesgo envuelto en coraje.

La paz de Cristo viene con un precio. La paciencia y la amabilidad junto con la alegría y la mansedumbre y los otros frutos del Espíritu descritos por Pablo son siempre regalos preciosos. Son posibles solo en un corazón que busca la reconciliación que trae la nueva vida de Cristo en un mundo devastado por el pecado y la muerte. Esta es la llamada para nosotros en este Pentecostés: transformar nuestras vidas por el regalo de la paz de Cristo y su llamado al perdón. Lentamente, debemos entender que para el Espíritu no hay límites con respecto al perdón y la meta de la inclusividad es siempre expansiva y dinámica. Las numerosas descripciones de “aquella gente” en nuestro corazón tienen que darle paso a la nueva definición de “nosotros” en esta lucha por alejarnos de nuestro mundo cómodo, encontraremos el único camino que lleva al preciado regalo de la paz de Cristo.
Compartir:

FIESTA DE LA ASCENSIÓN

LUCAS 24: 46-53


Estimados amigos, Es difícil contar todas las veces que con el paso de los años ha venido gran número de individuos, particularmente jóvenes, que han venido a mí con la noticia de que el mundo se iba a terminar. Ellos estaban muy seguros porque lo escucharon en la televisión o lo leyeron en el internet. Venían a mí para cubrir sus apuestas y saber qué hacer en caso de que fuera cierto.

De hecho, es cierto. La Biblia lo dice así, es parte de una revelación. El mundo está llegando a su final. El problema es que nosotros no sabemos cuándo. Es muy probable que no vayamos a saber nada sobre ese tan importante “cuando”

La primera lectura de hoy (Hechos de los Apóstoles 1: 11-11) nos dice como manipular esta realidad verdaderamente decisiva sobre nuestras vidas. El mensaje de Jesús está consolando y desafiando. Jesús les dice a los discípulos en la montaña de su Ascensión que no es nuestra preocupación. El tiempo de Dios determinará cuando va a terminar el mundo que conocemos. Nuestra tarea es usar el regalo de la vida y el regalo del momento presente para predicar el Evangelio.

Mientras tanto, Jesús nos ha dado una tarea. Vamos a ser testigos de la Buena Nueva que Jesús ha revelado en su vida, su mensaje y su pasaje final de la muerte a la vida. En Jesús, hemos llegado a conocer a Dios como un salvador amoroso y misericordioso. Nuestra meta como seres humanos es entrar en este misterio de amor. Esta es la Buena Nueva. Se nos ha regalado tiempo y vida para abrazar este regalo y compartirlo. Tenemos el Espíritu para guiarnos hacia esta llamada y aceptar el desafío de Jesús.

Con la partida de Jesús, los primeros discípulos deben haber sentido que tenían una tarea imposible por delante. Más pronto de lo que creían, ellos estaban en luchas de vida o muerte con los líderes del Pueblo Elegido. Luego, tuvieron que enfrentar la realidad de llegar con los Gentiles.

Las señales de los tiempos y el empuje del Espíritu parecían tareas imposibles. Aun así, ellos perseveraron. En su apertura al Espíritu, encontraron un camino, un camino que nunca se imaginaron en aquel monte donde Jesús los dejó llenos de temor y confusión.

Con el Espíritu como su guía y los ojos de su corazón para abrir el camino, fueron libres para proclamar el Evangelio a todos los rincones de la tierra.

En la primera lectura de los Hechos, Jesús responde a la pregunta de los apóstoles sobre el final del mundo con estas palabras: “No les corresponde a ustedes conocer los tiempos y las etapas que solamente el Padre tenía autoridad para decidir. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo cuando venga sobre ustedes y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los extremos de la tierra.”(Hechos 1: 7-8) El ángel pregunta: “Amigos galileos, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? (Hechos 1: 11) en otras palabras, sigan con la tarea de vivir y proclamar el Evangelio. Nosotros compartimos esa tarea.

En el Evangelio de hoy leemos: “Todo esto estaba escrito: los padecimientos del Mesías y su resurrección de entre los muertos l tercer día. Luego debe proclamarse en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados, comenzando por Jerusalén, y yendo después todas las naciones, invitándoles a que se conviertan. Ustedes son testigos de todo esto.” (Lucas 24: 46-48)

El significado de esta bella fiesta de la Ascensión esta capturada aún más en las palabras del prefacio de la misa:

Cristo, el mediador entre Dios y los hombres

Juez del mundo y Señor de todo

Ha pasado más allá de nuestra vista

No para abandonarnos sino para ser nuestra esperanza.

Cristo es el inicio, la cabeza de la iglesia;

A donde Él va, esperamos seguirlo.

La respuesta cristiana para el fin del mundo no es temor ni ansiedad. Es esperanza enraizada en la realidad de que Jesús está con nosotros todo el tiempo. Estamos llamados a ir más allá de la desesperanza y confusión. Es un sencillo compromiso para vivir con fe y confiar en un Dios que tiene un mejor plan. Estamos llamados a compartir la Buena Nueva. Estamos llamados a derribar barreras y a construir puentes. Estamos llamados a usar el regalo del tiempo y la vida para permitir que el mensaje de Jesús de amor y esperanza se encarne en nuestro presente amoroso para nuestros hermanos y hermanas.

Nosotros rezamos en la oración de introducción de la misa de la Ascensión, “que lo sigamos a Él en la nueva creación, ya que su Ascensión es nuestra gloria y nuestra esperanza.”
Compartir:

CONTEMPLACIÓN AVANZADA-9


La noche oscura de Juan y el mensaje de Teresa


Primera parte


Juan y Teresa tienen claros la mayoría de los puntos básicos en su comprensión de la vida espiritual. Teresa, sin embargo, pone el fundamento en la oración, mientras que Juan identifica la libertad del deseo. Hay mucho acuerdo más allá de estos dos puntos.

Esto incluye la liberación del apego, el autoconocimiento y la realización de la verdadera identidad de uno en Dios. Teresa considera el proceso de autoconocimiento desde el principio en su descripción del viaje espiritual. Puesto que Juan dice poco sobre el comienzo, su tratamiento comienza con la apertura a la experiencia contemplativa en la Noche Oscura.

"El primer y principal beneficio de esta noche seca y oscura de contemplación es el conocimiento de sí mismo y de la propia miseria... La dificultad encontrada en la práctica de la virtud hace que el alma reconozca su propia bajeza y la miseria que no era evidente en el tiempo de prosperidad". (1.12.2)

Juan señala tres bendiciones críticas que fluyen de un autoconocimiento recién adquirido. La primera es que la autosuficiencia es una ilusión. La verdad de nuestra total dependencia de Dios se convierte en una fuente de verdadera libertad. A medida que nos abrimos a las verdaderas consecuencias de nuestra mortalidad, logramos una relación más realista con nosotros mismos. Finalmente, la humildad que genera el autoconocimiento, nos abre los ojos a nuevas y hermosas verdades sobre Dios y nuestros hermanos y hermanas.

La gracia purificadora de la experiencia de la Noche Oscura abre grandes posibilidades para amar verdaderamente a nuestro prójimo. En las etapas de la oración primitiva, sostenida por los consuelos, la fuerte tendencia es a juzgar al prójimo. Nos inclinamos fuertemente a enfocarnos en sus fallas y falta de espiritualidad.

En la experiencia sanadora de Dios en la Noche Oscura, nos vemos arrastrados a una gran ironía. El don de la humildad nos lleva a abrazar al publicano mediante el reconocimiento de nuestra pecaminosidad. Renunciamos a la justicia propia del fariseo que había sido nuestro modo de operar. (Lucas 18:11-12)

Al mantener nuestros ojos en Jesús y ser fieles a la oración, tenemos el don de ver con una visión del evangelio. Comenzamos a comprender y abrazar la verdadera belleza de la presencia de Dios en nuestros hermanos y hermanas. Una nueva visión autocrítica, un autoconocimiento empoderador, nos da nuevos ojos. Ahora podemos comprender con precisión el Mt 25 y al más pequeño de nuestros hermanos y hermanas. (Noche Oscura 1.12.7-8)

El gran regalo de la curación de la Noche Oscura en esta etapa temprana ocurre de esta manera. En el autoconocimiento, experimentamos nuestra debilidad y ceguera moral. Esto nos libera para la necesidad impulsada de juzgar a los demás. Ahora nos volvemos tolerantes y compasivos por su problemática condición humana. Este es un don que nos acerca a Dios.

Juan concluye que no conoceremos a Dios a menos que nos conozcamos a nosotros mismos. Teresa ve la misma verdad desde otra perspectiva. Ella afirma que nunca nos conoceremos a nosotros mismos a menos que conozcamos a Dios. Cualquiera que sea el orden, el autoconocimiento y el conocer a Dios van de la mano.

Encontrar a Dios comienza con el autoconocimiento


El autoconocimiento exige una búsqueda incesante de una conciencia más profunda y extensa de nuestra realidad personal. Las cargas y ventajas del autoconocimiento nunca se agotarán en esta vida. Aprender lo que honestamente está sucediendo dentro de nosotros es una tarea que nunca se completa. Una forma de obtener una visión profunda de la búsqueda del autoconocimiento es ver el conflicto en nuestras vidas como una lucha entre el falso yo y el verdadero yo, entre el pecado y la gracia.

El falso yo implica capa tras capa de autoengaño, delirios y una sensación de auto grandiosidad que nos coloca en el centro de nuestro mundo. Tendemos a cegarnos a nuestras faltas y fracasos y, lo que es más importante, a la presencia de Dios en el verdadero centro de nuestro ser. Hacemos hincapié en las deficiencias de los demás.

Jesús lo expresó muy claramente cuando señaló nuestra ceguera a una viga en nuestro ojo en lugar de nuestro énfasis en la astilla en el ojo de nuestro prójimo. (Mateo 7:3) El fariseísmo controla nuestra visión del mundo. A medida que nos damos cuenta de los falsos valores que fluyen de nuestro corazón fragmentado, nos encontramos frente a una bifurcación en el camino.

Tenemos la opción de la vida o la muerte. Elegimos la muerte cuando redoblamos el clamor del falso yo para que nos preste más atención. Elegimos la vida cuando nos abrimos a la misericordia de Dios que nos atrae hacia el verdadero yo. En el corazón de esta decisión está el desafío perenne de conocernos a nosotros mismos.

Teresa de Ávila nunca dejó de proclamar la importancia del autoconocimiento para el camino hacia Dios en el centro de nuestro ser. En una de sus muchas declaraciones sobre el autoconocimiento dijo: "Pues bien, es una tontería pensar que entraremos en el cielo sin entrar nosotros mismos, reflexionando sobre nuestra miseria y lo que debemos a Dios y rogándole a menudo por misericordia". (Castillo Interior 2.1.11)

Hay numerosos pasajes del Evangelio que señalan esta práctica de dejar el falso yo de nuestro egocentrismo y pasar al verdadero yo, que es buscar a Dios en nuestro centro. En Marcos leemos: "Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último de todos". (Marcos 9:35) Mateo nos dice: "El que encuentre su vida, la perderá, y el que pierda su vida por causa de mí, la encontrará". (Mateo 10:39) De nuevo, Juan dice: "A menos que un grano de trigo caiga en tierra y muera, sigue siendo un grano de trigo, pero si muere, produce mucho fruto". (Juan 12:24) Por último, Mateo añade: "El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame". (Mateo 16:24)

Conversión


El lento proceso de crecimiento en el autoconocimiento conduce a un desarrollo gradual de transformación personal llamado conversión. Se repite en varias etapas de crecimiento espiritual. El viaje para descubrir y aceptar el verdadero yo, que conduce a Dios en el centro, solo es posible cuando reconocemos nuestra pecaminosidad y mezquindad.

Una vez más, este proceso incluye la humildad como esencial para nuestro crecimiento en la oración y lejos del egocentrismo. Enfrentarnos a nosotros mismos con honestidad es una tarea desafiante. No es una parte alegre de nuestro crecimiento. El precio de la fidelidad a Dios ahuyenta a los tímidos y cómodos. Toda oración debe comenzar con un sentido de la presencia amorosa de Dios.

Cuando aceptamos el desafío de la presencia divina, existe el puente entre nuestro corazón y nuestra vida. Esta llamada a la conversión siempre se une a la llamada amorosa de Dios, nuestra aceptación de nuestra pobreza y nuestra determinación de avanzar hacia el verdadero yo.
Compartir:

SEXTO DOMINGO DE PASCUA

Juan 14:23-29

Los cincuenta días del tiempo pascual nos ofrecen de nuevo la oportunidad de penetrar en las profundidades de nuestra fe. Se nos invita a entrar más activamente en las realidades más profundas de Cristo crucificado y de Cristo resucitado. El misterio pascual, la muerte y resurrección salvífica de Jesús se presenta ante nosotros. No hay un mensaje más claro de amor. Se nos pide que llevemos esta experiencia de amor a nuestros corazones. En este encuentro, seguimos respondiendo a la pregunta más fundamental de nuestras vidas: ¿quién es Jesús para nosotros?

En el pasaje evangélico de hoy de Juan, Jesús habla de su regreso al Padre y de los dobles dones del Paráclito y de la paz. La enseñanza de Jesús se reduce a sus términos más simples y descarnados. Se trata del llamado apasionado de un Dios amoroso, incluso en medio de nuestro quebrantamiento pecaminoso.

La paz de la que habla Jesús no es la ausencia de conflicto o lucha con el encuentro constante de la vida con el mal. La paz que Jesús ofrece es la presencia de Dios que nos trae la salvación, una armonía básica dentro de lo más profundo de nuestro ser. Nos da la capacidad de vivir la vida al máximo sin importar las circunstancias. La paz de Jesús, tan diferente del sentido del mundo de una paz enraizada en una prosperidad e indulgencia ilusorias, comienza y termina en el amor. La paz de Jesús, energizada por el Espíritu, tiene el potencial de crear y potenciar el mayor bien de la humanidad. Esta es la apertura para amar a Dios y amar a nuestro prójimo. Incluso en medio de la tensión y la confusión, el amor puede pasar a través del valle oscuro e, incluso en el valle oscuro, traer paz.

El evangelio de hoy está tomado del mensaje compartido en el contexto de la Última Cena. Jesús llama a los discípulos y a nosotros a confiar en él a pesar del horror inminente de la Pasión y la Muerte. Él nos está diciendo que el amor vencerá. Revelará la plenitud del amor de Dios, la presencia de Dios y la paz de Dios en el don del Paráclito. Este Espíritu nos ayudará a entender y abrazar más profundamente todo lo que Jesús nos ha enseñado.

A través de nuestra apertura a la vida, y con la guía del Paráclito, la verdad del Evangelio se revelará en nuestros corazones. Jesús se convertirá verdaderamente en nuestro camino, nuestra vida y nuestra verdad. Todos estos dones del Espíritu son nuestros con solo pedirlos. Un compromiso con la oración personal profunda es el medio más confiable para abrazar el llamado del Espíritu a una nueva vida en Cristo.

A medida que el poder de la Resurrección emerge en nuestros corazones, podemos asimilar los eventos diarios de maldad y corrupción con un sentido de esperanza que despierta. La violencia armada y la negación del cambio climático, los prejuicios raciales y sexuales, la deshumanización de los migrantes y el aislamiento y la negligencia de los pobres y siempre presentes testigos de un profundo conflicto con nuestros seres queridos seguirán siendo la materia de la vida. Los implacables rostros del mal no abandonarán los titulares en el corto plazo. Sin embargo, hemos recibido el don de la paz de Dios y del Paráclito. Ahora podemos llevar un corazón energizado por la esperanza a estas certezas. Nos sentiremos capacitados para entrar en la lucha por un mundo mejor, el mundo venidero del reino de Dios. Nuestra sensación de exiguidad dará paso a un empoderamiento para dar el siguiente paso por y para la vida, por pequeña que sea.

Impulsados por el Espíritu, siguiendo los pasos de Jesús, podemos enfrentar los desafíos de una iglesia pecaminosa y una sociedad quebrantada, incluso a medida que crecemos en conciencia o egocentrismo personal. De hecho, podemos ser los instrumentos de la paz en medio de la agitación social de un sistema de inmigración quebrantado, el cambio racial continuo y el privilegio blanco, y la ruptura de las definiciones cómodas pero a menudo ciegas de la sexualidad. Podemos honrar y activar nuestra hambre de justicia sin importar la profundidad o complejidad de las fuerzas del mal.

Dios ha hablado en Cristo crucificado y Cristo resucitado. ¡El amor prevalecerá! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Compartir:

CONTEMPLACIÓN AVANZADA-8


El poder del silencio

Este es el octavo de una serie de blogs sobre la vida cristiana, la oración y el autoconocimiento.

I
La meditación cristiana es otro método de oración, en su mayoría desconocido. Es verdaderamente diferente en su enfoque de la lectio divina y otras formas de meditación donde la mente es un componente vital de la oración. La meditación cristiana es un enfoque contemplativo de la oración que se centra en el silencio. Espera eliminar, o al menos acallar, todo pensamiento e imaginación durante el período de oración.

El silencio invita a Dios a ser activo en nuestra oración. El espíritu de pobreza es la meta. Simplemente buscamos crear un vacío que sea la mejor invitación al Espíritu, donde Dios ora dentro de nosotros. "De la misma manera, también el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad; porque no sabemos orar como conviene, sino que el Espíritu mismo intercede con gemidos inefables". (Romanos 8:26.)

Se le pide al individuo que repita en silencio la palabra sagrada, Maranatha, que significa "el Señor vendrá". La elección de la palabra es arbitraria y su significado no sirve para nada en la oración. La repetición simple y lenta del mantra tiene un objetivo claro: la creación de un silencio que subyugue la mente y la imaginación.

Esto sucede colocando el enfoque en la palabra sagrada o mantra. La repetición se conecta con la respiración. La repetición lenta de la palabra es la oración del individuo. La mente y la imaginación son la fuente de las distracciones. Hay un temor por parte del ego de que el silencio signifique la pérdida del control del ego.

La suave recitación del mantra nos libera del cautiverio de la mente y la imaginación. Queremos abrir espacio para Dios. La simplicidad y la vacuidad deben ser el objetivo. La repetición de la palabra simboliza y anima a la entrega confiada a Dios. Lo importante es crecer en pureza de corazón con apertura a la gracia de Dios.

La oración es experiencial y práctica. Las personas necesitan comenzar el viaje y dejar que la experiencia sea la maestra. El propósito de la simple repetición del mantra, Maranatha, es despejar la mente, ir más allá del pensamiento. Queremos pasar de la cabeza al corazón. Tenemos que prestar atención a cómo decimos el mantra. Nuestro esfuerzo debe ser sereno pero firme en nuestra repetición en oración.

Esto despeja la mente lo suficiente como para hacer espacio para el Espíritu. El horario muy recomendado para esta oración es de veinte a treinta minutos tanto por la mañana como por la noche. No debemos olvidar nunca que la medida final de la oración eficaz es una vida más en sintonía con los valores del evangelio, caminando con Jesús.

La apertura del mantra al autoconocimiento
II

Cuando comenzamos a orar, inmediatamente nos encontramos con el obstáculo de nuestra condición humana. Somos personas egoístas. El ego quiere proteger nuestra comodidad y control. Nuestro patrón de operación está profundamente arraigado.

Hemos abrazado lo superficial y conveniente. Somos resistentes a las profundidades más exigentes de nuestro espíritu. Hemos sido felices de flotar, llevados por una cultura materialista y un consumismo dominante. La oración es una amenaza para esta agenda egoísta.

Un compromiso serio con la oración nos lleva al conflicto inmediato con el caos que ha estado operando bajo la superficie. Los rasgos de personalidad, los patrones de pensamiento, los sistemas de valores y las limitaciones de carácter son algunos de los elementos disruptivos. La Meditación Cristiana ofrece una opción simple pero desafiante: un enfoque pacífico y silencioso centrado en el mantra. La repetición lenta y constante del mantra de la oración contemplativa producirá un cambio. La tarea del mantra es aislarse del ego y ser libre para Dios. La tarea del mantra es purificar e iluminar.

Habrá un retiro gradual del énfasis en el elemento controlado por el ego de nuestra personalidad. El paso mesurado al silencio disminuye suavemente el dominio de nuestros deseos y prejuicios egocéntricos. La práctica fiel de la meditación cristiana crea nuevas percepciones que conducen a los valores del Evangelio y al autoconocimiento. Esta es una obertura de nuestro verdadero destino: ser uno con Dios.

Con un cierto crecimiento en esta forma de oración contemplativa, estamos en el camino que destaca el autoconocimiento. Este es un pasaje seguro que abre el camino a un conocimiento verdadero y en expansión de Dios. El mantra profundiza en la psique y revela niveles ocultos de quebrantamiento y el poder impulsor del egoísmo. Este es el comienzo de la purificación y transformación personal. La tarea del mantra, operando en silencio, nos abre a la gracia sanadora de Dios de una manera especial. El verdadero poder es el silencio.

El mantra nos lleva al silencio que es el verdadero lenguaje de Dios. En el silencio, Dios se hace cargo de la oración. En el proceso de aquietar la mente y calmar nuestros deseos posesivos, el mantra facilita el surgimiento de la auto aceptación y el autoconocimiento. Hay vastas áreas de nuestra personalidad y otras influencias internas que emergen de nuestro inconsciente y que ahora entran en juego. Esta nueva iluminación ocurre con mayor frecuencia fuera del tiempo de oración.

Todos estos cambios conducen a un nuevo centrado. El foco está lejos de nosotros mismos. Dios emerge como nuestro verdadero centro.

Cómo meditar
III

Lo más importante que hay que aprender sobre la meditación es meditar. Es extraordinariamente sencillo. Este es el problema. Pocos creen que algo tan simple sea tan efectivo y transformador.

Para meditar, siéntate quieto y erguido mientras buscas la conciencia de la presencia de Dios. Mientras te relajas, cierra los ojos. Lentamente comienza a decir el mantra en cuatro sílabas. No pienses ni imagines nada. A medida que lleguen las distracciones, regresa al mantra suave pero decisivamente. Incluso los buenos pensamientos deben ser excluidos.

El objetivo es de veinte a treinta minutos por la mañana y por la noche. Hay tres objetivos simples para guiar los dos períodos de meditación cada día: Decir el mantra durante todo el tiempo de la meditación. Esto es una habilidad. Tomará tiempo crear un hábito.

Di el mantra a lo largo de la meditación sin interrupción. La tarea aquí es regresar continuamente tan pronto como sea posible de las distracciones persistentes que son el hambre de control del ego. Al decir el mantra, deja que te lleve a las profundidades de tu ser, más allá del pensamiento, la imaginación y todas las imágenes. Descansa en la presencia de Dios que habita en lo profundo de tu corazón.
Compartir:

CONTEMPLACIÓN AVANZADA-7

Segunda parte
Yo


Cuando los discípulos comenzaron a seguir a Jesús, estaban lejos del producto terminado. De hecho, vieron en Jesús la respuesta a sus ambiciosos sueños de poder y prestigio. Fue un viaje largo y doloroso para ellos que gradualmente los liberó de la ceguera de sus caminos egocéntricos. Jesús los llamaba constantemente a un lugar que les resultaba inquietante. Jesús fue implacable en interrumpir su complacencia.

El alejamiento de una visión del mundo centrada en ellos en el centro de atención y en Dios fuera del escenario como apoyo de emergencia fue llamado acertadamente "el camino a Jerusalén".

Cuando realmente nos encontramos con la Palabra de Dios en la Biblia, tendremos la misma experiencia desafiante. Este es siempre el caso cuando abordamos un autoconocimiento arraigado en el egoísmo. Esta es nuestra herencia universal de nuestros padres originales.

Una dosis constante de la Palabra de Dios producirá un ataque frontal contra toda superficialidad y valores falsos que apuntalan un yo falso. Esta distorsión interna fundamental energiza una búsqueda inquebrantable de comodidad y control. La Palabra de Dios es, en efecto, la espada de dos filos. Abre esa parte de nuestra vida que preferiríamos mantener oculta. Todo en la Biblia está orientado a transformar nuestro autoconocimiento. Nos ayuda a abandonar el egoísmo y a construir una vida de amor que se da a sí mismo y de presencia sanadora. Este es un viaje al verdadero yo que coloca a Dios en el centro.

Si la Biblia es solo una fuente de consuelo para nosotros, estamos perdiendo el verdadero tesoro. La verdadera Palabra de Dios, revelada en Jesús, se trata de nuestra transformación personal a través de nuestra muerte al egoísmo y nuestro renacimiento al amor y al servicio. Crecer en el verdadero conocimiento de nosotros mismos es un elemento esencial de esta nueva vida.

Es nuestro compromiso caminar en los pasos de Jesús.

II

Cuando entramos en un encuentro serio con la Palabra de Dios en la Biblia, siempre traemos un extenso equipaje personal. Hay innumerables trampas en la sagrada tarea de leer la Biblia en oración. Estos tres pasos esenciales serán de gran ayuda.

….. Escucha lo que Dios tiene que decirme;

….. Procura aprender la voluntad de Dios;

….. Comprométete siempre a caminar con Jesús.

Exponer la agenda oculta de los discípulos era una parte constante de la enseñanza de Jesús. También es parte de nuestra búsqueda del verdadero discipulado. Todos estamos atrapados en un cautiverio cultural y económico que nos aleja constantemente de los valores del Evangelio.

Una lectura orante de la Palabra de Dios saca a la luz claramente nuestro conflicto y confusión interna. El cambio personal profundo se nos presenta como un llamado no negociable. Esta llamada evangélica a la conversión se centra en el autoconocimiento. Es un proceso de vernos a nosotros mismos de una manera nueva, la forma en que la luz de Cristo se abre ante nosotros.

La verdadera fidelidad develará lenta pero constantemente un egoísmo y un engaño profundamente arraigados. Con la gentil guía divina, veremos las cosas de una manera nueva. Seremos desarraigados y soltados. Las opciones que tenemos ante nosotros estallarán lentamente con una claridad tentadora. Este será el primer paso de un largo viaje.

Con el tiempo se hará evidente que los planes de Dios nunca parecen estar terminados. A lo largo del camino, nuestro autoconocimiento se transformará lentamente a medida que abracemos una nueva libertad.

Teresa de Ávila no se cansaba de hablar de la importancia del autoconocimiento. Ella sabía bien que crecer en el autoconocimiento honesto nos transportaba a una presencia humilde y totalmente vivificante para Dios. La clave es la humildad, la capacidad de aceptarnos a nosotros mismos como criaturas totalmente dependientes de un Dios Creador todopoderoso, todo amor y todo misericordioso. Este es el verdadero paso del dominio del ego, y de su falso yo destructivo, al verdadero yo.

— ¡Oh, pero si es en la habitación del autoconocimiento! ¡Cuán necesaria es esta habitación —mirad que me comprendéis— incluso para aquellos a quienes el Señor ha llevado a las mismas moradas donde Él habita. Porque nunca, sea cual fuere el alma, hay otra cosa que le convenga... La humildad, como la abeja que hace miel, siempre está en acción. Sin ella, todo se tuerce". (IC.1.8)
Compartir:

QUINTO DOMINGO DE PASCUA

Juan 13:31-35

Queridos amigos, La Iglesia nos da trece semanas para prepararnos y luego celebrar, meditar y orar sobre la realidad del Misterio Pascual, la Muerte y Resurrección de Cristo. Este evento se conecta con las realidades humanas más básicas, la vida y la muerte, el pecado y la gracia. Nuestra tendencia, después de la belleza de la Semana Santa, es flotar sobre este tiempo de Pascua y perdernos el mensaje profundo.

En la segunda lectura de hoy de Apocalipsis (21:1-5) leemos esto: "He aquí la morada de Dios con el género humano. Él habitará con ellos y ellos serán su pueblo y Dios mismo siempre estará con ellos como su Dios. Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá más muerte ni lamento, ni lamento ni dolor, porque el viejo orden ha pasado". (Apocalipsis 21:3-4)

Esta es solo una manera más de expresar la belleza y la maravilla del amor de Dios en el Misterio de Pascua. Dios ha hablado y la última palabra no es dolor y sufrimiento, sino sanación. La última palabra no es la injusticia, la pobreza y la guerra que tanto envuelven nuestra vida y nuestro mundo, sino la reconciliación, la paz y la justicia. La última palabra no es el odio y la división que nos rodea, sino el amor. El Señor ha vencido a la muerte y nos ha llamado a la vida eterna, un estado glorioso que comienza cuando nos amamos los unos a los otros.

El Evangelio de hoy se abre con estas palabras de Jesús: "Ahora el Hijo del hombre es glorificado y Dios es glorificado en él". (Juan 13:31.) Esta gloria significa que el Dios escondido es revelado. Jesús continúa afirmando que esta gloria, esta revelación de Dios, sucederá cuando nos amemos unos a otros como él nos ha amado. Esta es su orden. Debemos amarnos los unos a los otros.

Un ejemplo perfecto de este nuevo amor es lavarse los pies los unos a los otros, lo cual es, en efecto, un servicio ilimitado y disponibilidad mutua. Jesús quiere que simplemente nos relacionemos con nuestros hermanos y hermanas con un espíritu de sacrificio. De esta manera, hacemos presente a Jesús al mundo incluso en su aparente ausencia.

Jesús nos está diciendo que el gran testimonio de la Iglesia debe ser el testimonio del amor. El primer paso hacia este amor testimonial es ser abiertos y humildes en medio del amor de Jesús por nosotros. La definición de un testigo es aquel cuya vida habla tan alto y claramente que no podemos escuchar lo que él o ella está diciendo. En nuestros días hemos sido bendecidos con el testimonio del Papa Francisco.

Esta llamada al amor y al testimonio es una invitación a contemplar el Misterio Pascual de la Muerte y la Resurrección. No hay mayor expresión del amor de Dios que Cristo crucificado y resucitado. La cruz nos dice que Dios es amor, amor abnegado. La profundidad y la amplitud de esta verdad exigen reflexión, oración y experiencia vivida de amor por nuestra parte. Esta es la única manera de entrar en la maravilla del llamado de Dios a amarnos los unos a los otros.

Esta lección de amor que conduce a la vida eterna envuelve todo el mensaje de Pascua. Esto es lo que nos dice el pasaje del Apocalipsis y el mandato de Jesús de amarnos los unos a los otros como él nos amó. Nos resulta tan difícil de creer cuando nos enfrentamos a la realidad de nuestra vida diaria y nuestro mundo o simplemente leemos nuestra fuente de noticias matutinas. Es por eso que tenemos que movernos lenta y firmemente hacia este gran evento de nuestra fe, esta gran expresión final del amor de Dios, esta última palabra de vida, amor y sanación. Esto es lo que queremos decir cuando proclamamos que Cristo ha resucitado, ¡Aleluya, Aleluya!

La semana pasada, fuimos invitados en las Escrituras a abrazar el más grande de los dones de la victoria de Cristo, la vida eterna. Hoy, estamos llamados a realizar con nueva perspicacia y sabiduría esta profunda verdad. Una vida comprometida con el amor es vida eterna para nosotros en este momento. Cuando amamos como Jesús, estamos viviendo el Misterio Pascual de la Muerte y Resurrección. Cuando amamos como lo hizo Jesús, nos liberamos de las ataduras del pecado y la muerte. Cuando amamos como lo hizo Jesús, expresamos la semilla de vida que es Cristo dentro de nosotros. Comenzamos nuestra eternidad ahora cuando caminamos en el camino del amor con Jesús. "Como yo os he amado, así debéis amaros los unos a los otros. (Juan 13:34.)
Compartir:

CONTEMPLACIÓN AVANZADA-6


La Biblia es una fuente privilegiada de autoconocimiento. Es el don de Dios que trae luz y sabiduría a la humanidad para combatir la herencia pecaminosa de Adán y Eva. Es una invitación a salir de nuestra condición rota de egocentrismo. Es un llamado a aceptar la simple y abrumadora verdad de que nuestro verdadero destino es ser uno en amor con Dios como la fuente y el centro de toda la realidad.

Jesús es nuestra invitación especial a este viaje. "En tiempos pasados, Dios habló de manera parcial y diversa a nuestros antepasados a través de los profetas; En estos últimos días nos habló por medio de un Hijo, a quien hizo heredero de todas las cosas y por medio del cual creó el universo, que es el resplandor de su gloria y la huella misma de su ser". (Hebreos 1:1-3)

En el Evangelio de Marcos, tenemos un ejemplo sobresaliente de la Palabra de Dios como una invitación al autoconocimiento. Esta selección comienza con la curación de un ciego (Marcos 8,22) y termina con la curación de un ciego (Marcos 10,52). Entre medias, Jesús anuncia tres veces su próxima Pasión, Muerte y Resurrección.

Cada declaración es seguida por un evento que muestra que los discípulos simplemente no entienden. Están atrapados en un falso autoconocimiento. Jesús entonces ofrece una enseñanza de iluminación que los llama a salir de su falsa conciencia. El primer incidente tiene lugar en Marcos 8:31-38. En este caso, Pedro niega la necesidad de la pasión y la muerte. Jesús declara enfáticamente: "¡Apártate de mí, Satanás!

No estás pensando como Dios, sino como los seres humanos". (Marcos 8:33) Jesús entonces procede con su enseñanza en contra de la falsa conciencia de los discípulos y de nosotros. El verdadero discipulado exige que tomemos la cruz y tengamos una verdadera abnegación.

"Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que muera a su vida por mí y por la del evangelio, la salvará". (Marcos 8:35) Este es un ataque directo de Jesús al falso autoconocimiento del deseo de los discípulos por el éxito mundano, el poder, el prestigio y la riqueza.

En el capítulo nueve se repite el patrón. La segunda declaración de Jesús de la Pasión, Muerte y Resurrección es seguida por este anuncio. "Pero no entendieron la declaración y tenían miedo de interrogarlo". (Marcos 9:30)

La enseñanza de Jesús aquí comienza con una pregunta: "¿De qué estabas discutiendo en el camino?" (Marcos 9:33) Con profunda vergüenza, admiten que su acalorada conversación fue sobre quién de ellos era el más grande. Entonces Jesús declara: "Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos". (Marcos 9:35) Una vez más, tenemos a Jesús atacando la ambición de los discípulos arraigada en los valores mundanos.

Finalmente, en la tercera predicción de la Pasión, Muerte y Resurrección, el patrón se repite. James y John dan un paso al frente expresando su ambiciosa determinación de ser reconocidos como líderes. Jesús responde: "El que quiera ser grande entre ustedes será esclavo de todos". (Marcos 10:34) El clímax está en la curación del segundo ciego. Aquí tenemos una verdadera manifestación de discipulado. El texto dice: "Tiró su manto... Y él lo siguió en el camino". (Marcos 10,50-52) Su manto simbolizaba todas sus posesiones.

Esto lo liberó en total generosidad para seguir a Jesús en "el camino a Jerusalén". En estos pasajes del Evangelio de Marcos tenemos una presentación brillante y clara de cómo Jesús está atacando la conciencia distorsionada de sus seguidores. Al mismo tiempo, los invita a ver en su camino a Jerusalén el verdadero conocimiento de sí mismo que conduce a la vida y a la libertad. Este patrón repetitivo llena la Biblia con el llamado a la conversión, alejándose del egocentrismo para colocar a Dios en el centro.
Compartir:

CUARTO DOMINGO DE PASCUA

Juan 10:27-30
Queridos amigos. El triunfo pascual del amor nos da esperanza sin importar a dónde nos lleve la vida en su sinuoso viaje. El tiempo de Pascua nos llama a convertirnos en un Pueblo Aleluya, un pueblo inmerso en la esperanza que brota de Cristo Resucitado. Para nosotros, personalmente y como comunidad de fe, la Pascua es un encuentro con el triunfo del amor sobre todo lo que es malo. La muerte y resurrección de Jesús es el signo decisivo de que nada puede vencer el amor de Dios.

El evangelio de hoy muestra que esta esperanza está en el papel de Jesús como nuestro Pastor. Este tema pastoral está presente en cada uno de los ciclos de la Iglesia en el cuarto domingo de Pascua. La imagen del Pastor nos sumerge más profundamente en el misterio de la Pascua.

El mensaje de la Pascua es uno en el que crecemos. No lo conseguimos todo a la vez. Es un proceso incremental, paso a paso. Nuestra experiencia de vida es fundamental para que este gran evento de la resurrección sea significativo para cada uno de nosotros. La Semana Santa es una invitación personal a dar el siguiente paso. Solo podemos avanzar desde donde estamos. Es por eso que la imagen actual del Pastor es tan hermosa. Jesús está con nosotros para protegernos y guiarnos. En Jesús, nuestro Pastor, tenemos la certeza de la verdad más profunda y del amor más auténtico. Esta es la llamada a ser gente del Aleluya.

Jesús nos dice: "Mis ovejas oyen mi voz, yo las conozco y me siguen... nadie puede arrebatárselas de las manos del Padre". (Juan 10:27-28) ¡Jesús nos cubre las espaldas sin importar las circunstancias!

Jesús, como Pastor, nos ofrece seguridad y guía. Esta relación es con Aquel que nos cobija y nos dirige. Toca un hambre profunda en nuestro corazón. El verdadero autoconocimiento de nuestro quebrantamiento nos lleva a anhelar la liberación. Queremos deshacernos de la ambigüedad y la confusión de nuestra realidad. Anhelamos seguridad y claridad. Jesús, como nuestro Pastor, aborda ese dolor en nuestros corazones. Jesús el Pastor invita a conocerlo caminando en su camino. Su voz nos libera de la ambivalencia y el miedo paralizantes. Él nos dirige con una presencia cariñosa en medio de los lobos diarios de violencia, división, ignorancia e injusticia que son una amenaza constante para nosotros.

Jesús, como nuestro Pastor, alimenta nuestro sentido de esperanza en este tiempo de Pascua. Jesús nos ha mostrado que no hay poder terrenal, no importa cuán dominante o aparentemente invencible, que pueda vencer el amor de Dios. Este es el mensaje de Pascua. Este amor se vuelve personal para nosotros en el Pastor. Este amor genera la realidad pascual. Es nuestro paso a la vida eterna cuando seguimos a nuestro Pastor. "Mis ovejas oyen mi voz; Yo los conozco y ellos me siguen". (Jn 10, 27)

El evangelio de hoy nos obliga a recibir la protección y aceptar la dirección de nuestro Pastor. Nos da esperanza que nos lleva a la vida eterna, comenzando ahora cuando seguimos al Pastor en nuestra vida diaria.

Necesitamos preguntarnos, ¿estamos abiertos a este don? ¿Escuchamos la voz de Jesús en nuestra experiencia y responsabilidades diarias? ¿Realmente aceptamos, abrazamos y celebramos la maravilla del Aleluya que es nuestra invitación al gran evento de amor que es Cristo Resucitado? Cuando nuestro sí al Buen Pastor es verdadero y honesto, estamos en camino de convertirnos en un Pueblo Aleluya.
Compartir:

CONTEMPLACIÓN AVANZADA-5


Cuando oramos regularmente, desarrollamos el hábito de la oración personal profunda. Esto nos pone en el camino hacia un cambio personal serio. Esta transformación personal, sin embargo, tiene un precio. Dios siempre quiere más. Esta es la razón por la que se nos ocurren tantas razones por las que no podemos orar. En la parte superior de la lista está el tiempo de una forma u otra: necesidad de trabajar, necesidad de relajarse, necesidad de estar presente para los seres queridos, necesidad de... Y también ver la televisión, el fútbol, las compras, la política, etc. Hay otras razones como estar demasiado cansado, enfermo y otras responsabilidades pesadas. Todo se reduce a una cuestión de determinar lo que es importante para nosotros.

Dado que Dios es tan insistente, la oración regular siempre nos llevará al desafío de cambiar nuestras vidas. La oración señala lo que Dios quiere de una manera que confronta nuestros puntos ciegos. La naturaleza de la oración personal profunda es sacarnos de engaños cómodos. El viaje al centro y su encuentro con nuestro Dios amoroso en la oración no es el camino fácil. El tema del tiempo y las otras excusas que obstaculizan nuestra oración tienen sus raíces en el miedo a salir de nuestra zona de confort, un espacio personal arraigado en el egoísmo heredado de nuestros padres originales. El verdadero autoconocimiento es el camino necesario y exigente que nos rescata de estas corrientes subterráneas ocultas y disruptivas dentro de nosotros. En el flujo normal de los acontecimientos, la ceguera es la norma cuando se trata de la autoconciencia. La oración es el camino hacia la iluminación.

II

La definición de Merton de la oración es el anhelo de ser consciente de la presencia de Dios, el conocimiento de la Palabra de Dios y la comprensión personal de la voluntad de Dios y la capacidad de escuchar y obedecer. Es esa última frase "oír y obedecer" la que nos invita a salir de nuestra autosatisfacción en un movimiento de nuestra cabeza a nuestro corazón y a nuestra vida. La oración auténtica es siempre necesaria en la búsqueda honesta de Dios. El autoconocimiento es un componente decisivo en este desarrollo.

He aquí algunos ejemplos de esta transformación interior. Muchas familias caen en la trampa de un miembro destructivamente adicto. Todo el mundo sufre. AL ANON ofrece alivio, pero tiene un precio de autoconocimiento. Uno necesita perder la ilusión de control, una mentalidad que asume que uno puede alterar el comportamiento de la persona adictiva. También desafía el patrón de negación o de ser víctima.

La simple aceptación de que uno no puede cambiar a otra persona llega lentamente y con sacrificio personal. El cambio de actitud, sin embargo, es vivificante. Este es el tipo de cosas que Dios siempre está sacando a la superficie en nuestra oración: el movimiento de la muerte a la vida, de la ilusión a la realidad. Es una invitación a aceptar los valores del Evangelio e ir más allá de la lealtad superficial.

A principios de los años 80, cuando ya era sacerdote desde hacía veinte años, me enfrenté a mi flagrante prejuicio contra los homosexuales. Luché contra ello. Lo rechacé. Me enojé, pero oré y finalmente comencé un viaje hacia la aceptación y el arrepentimiento.

Lo que es común en estos dos temas, uno personal y el otro social o cultural, es que a menudo en la oración se nos trae un asunto a la conciencia, pero nos resistimos a él. Sin embargo, ahora está en juego en nuestra conciencia y si oramos regularmente, tenemos que trabajar duro para evitarlo. El cambio que evoluciona a partir de nuestro "oír y obedecer" a veces es cuestión de días o, a menudo, meses o incluso años.

Dios es paciente, pero nunca deja de llamarnos de la oscuridad a la luz. Esto siempre implica un crecimiento en el autoconocimiento. El "oír y obedecer" de la definición de Merton de la oración es el encuentro de nuestro ser total con la palabra y la voluntad de Dios. Esta apertura y aceptación de la llamada de Dios conduce a la transformación personal.

El mensaje del evangelio está sembrado en nuestro corazón. Estas semillas de nueva vida siempre están buscando la oportunidad de florecer. Este es el objetivo de la oración: crear lenta pero seguramente un nuevo corazón a la imagen de Jesucristo. Es un paso gradual del ensimismamiento a la entrega de sí mismo que enriquece el autoconocimiento.

III

Cualquier compromiso serio con la oración personal profunda comienza un movimiento que implica un cambio personal. Esta oración constante, esta apertura a la llamada de Dios, ataca nuestro desorden hereditario. Expone la naturaleza frágil y dañada.

Esta oración, cuando es constante y fiel, ataca los límites de nuestro autoconocimiento. Poco a poco nos enfrentamos a un flujo constante de nuevas percepciones sobre nosotros mismos. La compasión y la mansedumbre, que fluyen de la oración regular, comienzan a reemplazar una actitud dura y crítica. Poco a poco nos alejamos del hambre para "vernos bien". Ahora es más fácil aceptar nuestras faltas y límites.

La oración genera un sentido de confianza que comienza a identificar y disminuir nuestros miedos ocultos. Con la oración regular, comenzamos a ver la verdadera importancia de perdonar. Más aún, comenzamos a abrir nuevos horizontes para expandir nuestro llamado a amar al prójimo. Hay muchos otros factores de curación, todos dirigidos a nuestro quebrantamiento original, todos expandiendo nuestra autoconciencia.

Este nuevo autoconocimiento es una parte influyente de la oración que nos lleva de vuelta al camino hacia la inocencia original que conduce a Dios.
Compartir: