Dado que Dios es tan insistente, la oración regular siempre nos llevará al desafío de cambiar nuestras vidas. La oración señala lo que Dios quiere de una manera que confronta nuestros puntos ciegos. La naturaleza de la oración personal profunda es sacarnos de engaños cómodos. El viaje al centro y su encuentro con nuestro Dios amoroso en la oración no es el camino fácil. El tema del tiempo y las otras excusas que obstaculizan nuestra oración tienen sus raíces en el miedo a salir de nuestra zona de confort, un espacio personal arraigado en el egoísmo heredado de nuestros padres originales. El verdadero autoconocimiento es el camino necesario y exigente que nos rescata de estas corrientes subterráneas ocultas y disruptivas dentro de nosotros. En el flujo normal de los acontecimientos, la ceguera es la norma cuando se trata de la autoconciencia. La oración es el camino hacia la iluminación.
II
La definición de Merton de la oración es el anhelo de ser consciente de la presencia de Dios, el conocimiento de la Palabra de Dios y la comprensión personal de la voluntad de Dios y la capacidad de escuchar y obedecer. Es esa última frase "oír y obedecer" la que nos invita a salir de nuestra autosatisfacción en un movimiento de nuestra cabeza a nuestro corazón y a nuestra vida. La oración auténtica es siempre necesaria en la búsqueda honesta de Dios. El autoconocimiento es un componente decisivo en este desarrollo.
He aquí algunos ejemplos de esta transformación interior. Muchas familias caen en la trampa de un miembro destructivamente adicto. Todo el mundo sufre. AL ANON ofrece alivio, pero tiene un precio de autoconocimiento. Uno necesita perder la ilusión de control, una mentalidad que asume que uno puede alterar el comportamiento de la persona adictiva. También desafía el patrón de negación o de ser víctima.
La simple aceptación de que uno no puede cambiar a otra persona llega lentamente y con sacrificio personal. El cambio de actitud, sin embargo, es vivificante. Este es el tipo de cosas que Dios siempre está sacando a la superficie en nuestra oración: el movimiento de la muerte a la vida, de la ilusión a la realidad. Es una invitación a aceptar los valores del Evangelio e ir más allá de la lealtad superficial.
A principios de los años 80, cuando ya era sacerdote desde hacía veinte años, me enfrenté a mi flagrante prejuicio contra los homosexuales. Luché contra ello. Lo rechacé. Me enojé, pero oré y finalmente comencé un viaje hacia la aceptación y el arrepentimiento.
Lo que es común en estos dos temas, uno personal y el otro social o cultural, es que a menudo en la oración se nos trae un asunto a la conciencia, pero nos resistimos a él. Sin embargo, ahora está en juego en nuestra conciencia y si oramos regularmente, tenemos que trabajar duro para evitarlo. El cambio que evoluciona a partir de nuestro "oír y obedecer" a veces es cuestión de días o, a menudo, meses o incluso años.
Dios es paciente, pero nunca deja de llamarnos de la oscuridad a la luz. Esto siempre implica un crecimiento en el autoconocimiento. El "oír y obedecer" de la definición de Merton de la oración es el encuentro de nuestro ser total con la palabra y la voluntad de Dios. Esta apertura y aceptación de la llamada de Dios conduce a la transformación personal.
El mensaje del evangelio está sembrado en nuestro corazón. Estas semillas de nueva vida siempre están buscando la oportunidad de florecer. Este es el objetivo de la oración: crear lenta pero seguramente un nuevo corazón a la imagen de Jesucristo. Es un paso gradual del ensimismamiento a la entrega de sí mismo que enriquece el autoconocimiento.
III
Cualquier compromiso serio con la oración personal profunda comienza un movimiento que implica un cambio personal. Esta oración constante, esta apertura a la llamada de Dios, ataca nuestro desorden hereditario. Expone la naturaleza frágil y dañada.
Esta oración, cuando es constante y fiel, ataca los límites de nuestro autoconocimiento. Poco a poco nos enfrentamos a un flujo constante de nuevas percepciones sobre nosotros mismos. La compasión y la mansedumbre, que fluyen de la oración regular, comienzan a reemplazar una actitud dura y crítica. Poco a poco nos alejamos del hambre para "vernos bien". Ahora es más fácil aceptar nuestras faltas y límites.
La oración genera un sentido de confianza que comienza a identificar y disminuir nuestros miedos ocultos. Con la oración regular, comenzamos a ver la verdadera importancia de perdonar. Más aún, comenzamos a abrir nuevos horizontes para expandir nuestro llamado a amar al prójimo. Hay muchos otros factores de curación, todos dirigidos a nuestro quebrantamiento original, todos expandiendo nuestra autoconciencia.
Este nuevo autoconocimiento es una parte influyente de la oración que nos lleva de vuelta al camino hacia la inocencia original que conduce a Dios.