LLAMADO A LA SANTIDAD-1


I
El llamado del Bautismo a la santidad


Este blog, Orando Solos Juntos, tiene una meta clara. Espera enseñarle a la gente a orar con una profundidad que producirá cambios personales significativos. Se propone alcanzar la purificación personal para alejarse del egoísmo y la pecaminosidad que están escondidos. Espera iluminarle los valores del Evangelio. Finalmente busca una transformación personal para prepararlo para una experiencia de Dios, más profunda y más pura.

Es problemático exponer tal meta clara para la mayoría de católicos. Ellos son participantes en una cultura católica que es mucho menos demandante. Para la mayoría de católicos, el problema es ir a la iglesia regularmente, decir sus oraciones, y asegurarse que toda la familia tiene un entendimiento claro de la fe y vivir una buena vida. Básicamente, es un esfuerzo cubrir sus apuestas por los rituales religiosos y sus prácticas, luego vivir su vida hasta la siguiente crisis.

El Concilio Vaticano II tiene dos enseñanzas básicas sobre la espiritualidad que desafía esa práctica religiosa que es menos demandante. La primera es esta. Hay un llamado universal a la santidad. La segunda es que esta santidad viene por medio de una espiritualidad que participa y compromete con el mundo. La voluntad de Dios para cada ser humano es su santificación personal. El católico promedio no tiene interés en ser un santo. La mayoría solo quiere ser un buen católico.

En esto nos ponemos cara a cara con el problema. Hay por lo menos tres factores en la cultura católica general que secretamente rechaza el llamado a la santidad del Concilio Vaticano II que es fundamental para este blog, Orando Solos Juntos.

La primera dificultad es el cómo miramos a los santos. La segunda es la perspectiva sobre esos que han dejado el mundo por la vida religiosa para seguir más auténticamente el Evangelio. La tercera es cómo vemos a los sacerdotes como mediadores entre Dios y los laicos.

La cultura católica ve a los santos como espectacularmente santos. Ellos están en un nivel totalmente diferente que los paisanos ordinarios. Esto lleva a la mayoría de gente a sentir que ellos no están llamados a ser santos. Sin embargo, todos están llamados en una manera ordinaria y sencilla a ser santos al vivir en una forma auténtica y amorosa. Necesitamos movernos más allá del obstáculo de los santos ampliamente heroicos. Necesitamos darnos cuenta que tenemos la oportunidad de ser santos en el fluir de los eventos comunes de la vida cotidiana en nuestra propia vida.

El segundo obstáculo para poner la santidad laica inherente a la cultura católica es la idea de que la santidad es para aquellos que se retiran del mundo y tienen una vida religiosa completa. Ellos dejaron todo para ayudar a la persecución de la santidad. El resto son vistos como ciudadanos de segunda clase y quedan excusados en el juego de la santidad.

El tercer obstáculo es el papel percibido de los sacerdotes. El sacerdote es percibido como en un pedestal y llamado a un grado mucho más grande de santidad. Él es otro Cristo. Él es identificado como un mediador con Dios.

El papel del Bautismo


El llamado universal a la santidad del Concilio Vaticano II está enraizado en el propio entendimiento del bautismo. Todos los bautizados son miembros de la comunidad de fe, que es el cuerpo de Cristo. Todos los bautizados están llamados a vivir la plenitud del llamado del Evangelio. Los votos de los religiosos son simplemente un medio diferente de alcanzar esta meta común. El sacerdote no está separado de la comunidad pero tiene un papel particular en el pueblo de Dios. El bautismo es el gran sacramento de igualdad y la entrada en esta comunidad santa.

En la iglesia primitiva, todos los miembros eran llamados santos. Santo Tomás de Aquino vio la vocación cristiana como caridad, amar a Dios y amar al prójimo. Los votos de los religiosos son simplemente un medio diferente para esa meta común compartida por todos. Como muchas otras cosas relacionadas con la religión, esta verdad básica del llamado universal a la santidad fue distorsionada con el paso de los siglos. Pone a los religiosos que han tomado sus votos en un papel irrealista y distorsionado en la comunidad de fe.

Un buen ejemplo de esto fue el shock ocasionado cuando muchas monjas eligieron no usar el hábito religioso. Esto no tenía nada que ver con su persecución del Evangelio. Muchas de las monjas lo vieron como un paso hacia la libertad en su búsqueda de Dios.

La verdad básica y verdaderamente sobrecogedora es esta. El bautismo, que nos une a todos con Cristo, nos hace miembros del pueblo de Dios. Es como miembros del pueblo de Dios que compartimos el llamado a la santidad. Este llamado universal necesita ser la fuerza que guía en la vida de todos, no importa que papel puedan tener en la comunidad. Las raíces de este llamado bautismal a la santidad no permiten separación, elevación o jerarquía entre los miembros de la comunidad de fe. Esta norma básica es la igualdad.

Todos somos hermanos y hermanas. Algunos tienen el papel de servir en la búsqueda común de ser uno con Dios en el amor.

La Cultura Católica


Es imposible practicar nuestra religión sin una cultura. Sin embargo, todas las culturas se comparten en la condición humana de pecado y gracia. Cada cultura religiosa debe ser evaluada por los estándares del Evangelio. Esto es lo que el Concilio Vaticano II hizo en relación a la espiritualidad y el llamado a la santidad.

El punto de interés aquí que es inherente a la cultura católica, hay por lo menos tres obstáculos para la aceptación común del llamado bautismal a la santidad.

En los siguientes blogs de esta serie intentaré seguir desarrollando estos puntos de interés sobre el llamado universal a la santidad junto con la necesidad de vivirlo en medio de nuestras vidas diarias en este mundo.
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