¿Eso es todo lo que hay?


LA SEGUNDA MORADA


La segunda morada trae un nuevo despertar. Muchas luchas acompañan a esta iluminación. El individuo empieza a responder la pregunta ¿esto es todo lo que hay? Los resultados son atemorizantes y tentadores. Conforme el nuevo conocimiento de la llamada de Dios empieza a penetrar la conciencia, numerosos problemas suben a la superficie. Al final, hay una necesidad para cambiar, una llamada a la conversión moral. La historia de la segunda morada realza el conflicto entre lo viejo y lo nuevo, la gracia y el pecado, el placer y el sacrificio.

La persona ha empezado a orar con cierta consistencia. Esto despierta un deseo por una experiencia de vida más confiable. Esto trae algunas elecciones dificiles. Así también la bondad de Dios, su misericordia y su amor se vuelven más claros, así también, la llamada para dejar los antiguos caminos. Los apegos mundanos y los placeres con su espíritu de vanidad y malicia no son compatibles con el progreso espiritual.

“Ya que ellos nos acercan más a donde mora su Majestad, Él es muy buen vecino. Su misericordia y bondad son muy abundantes; no importa que nosotros estemos ocupados en nuestros pasatiempos, negocios, cosas, placeres, y comprando y vendiendo mundanerías y aun cayendo en el pecado y levantándonos otra vez.” (El Castillo Interior II 1.2)

Justo en el inicio, Teresa señala que la falla para evitar ocasiones de pecar produce la incertidumbre y la ambigüedad que juegan un papel dominante en la segunda morada.

A diferencia de la primera morada donde el individuo es casi sordo y mudo en las cosas espirituales, la persona que viaja en la segunda morada puede oir la voz de Dios aun en medio de lo que parece un ruido interminable en una cultura de indulgencia que aborrece el silencio. La manifestación de la misericordia de Dios penetra una mente y un corazón que estan abarrotados. Sin embargo, el mensaje con frecuencia demanda sacrificio. Teresa observa astutamente.

“Por eso digo. Oir su voz es una prueba más grande que no oirla.” (El Castillo Interior II 2.1) Siempre hay un precio que pagar cuando Dios se acerca más a la conciencia de uno.

Dios habla en la segunda morada en muchas formas. Primero que todo, el poderoso testimonio de las personas buenas toca el corazón. Luego hay loables experiencias religiosas particularmente buenas homilías. Películas, libros y otras experiencias por medio de los medios sociales que inspiran el corazón de vez en cuando. La vida siempre tiene suficientes pruebas y dificultades que lo abren a uno a la necesidad por Dios. Finalmente, la oración constantemente tiene la posibilidad de descubrir lo divino.

En el area de la oración, la palabra de Dios, especialmente en las escrituras, se vuelven una fuente de luz y comodidad. También aflora la necesidad de cambiar. Conforme la oración progresa, una relación con Jesús constantemente se vuelve más imperativo para la búsqueda individual.

En este progreso en la oración, el mal se vuelve más activo. Él hace los buenos viejos tiempos de placeres mundanos y la indulgencia parece mejor que nunca. Por otro lado, la experiencia de nuestro sentido de la mortalidad expone la vanidad de muchos de los anhelos del corazón. En este conflicto, tan representativo de la segunda morada, el corazón grita: “Todavía no Señor, más tarde.” La batalla continua. Esta es la clara expresión de la ambigüedad del corazón en la segunda morada. Un resonante “Si” es seguido por un más resonante, “Más tarde Señor.”

Teresa observa, “Pero Oh Dios mio, cómo el hábito de todo el mundo de verse involucrado en vanidades arruina todas las cosas.” (El Castillo Interior 1.5)

En esta gran lucha de la segunda morada, la fragilidad básica humana es expuesta: el pecado y la gracia, la cizaña y el trigo, la belleza y la oscuridad. Las palabras de Marcos en 7: 21-22 describe el lado oscuro: “Malos pensamientos, falta de castidad, robo, asesinato, idolatría, codicia, malicia, engaño, libertinaje, envidia, blasfemia, arrogancia, locura.” Las palabras de Pablo en los Gálatas 5; 22 retratan el camino de la luz: “Amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, confianza, gentileza y autocontrol.”

En esta gran batalla de la luz y la oscuridad que surge en la segunda morada, Teresa dice que no hay mayor arma que la cruz. (Castillo Interior. 6) La mística Carmelita quiere decir que necesitamos mantener nuestros ojos en el Cristo Crucificado. Necesitamos medir la pasión y el amos ilimitado del Calvario contra nuestra pequeñez y resistencia a este amor. Nuestra vida, en constante búsqueda de comodidad, permanece en fuerte contraste con Jesús en la cruz.

Aquí otra vez, esto lleva a Teresa a enfatizar el autoconocimiento en relación a este gran amor revelado en nuestro Salvador misericordioso.

“Ahora bien, es tonto pensar que entraremos en el cielo sin entrar en nostros mismos, llegando a conocernos a nosotros mismos, reflexionando en nuestra miseria y en lo que le debemos a Dios y con frecuencia rogandole a El por misericordia.” (El Castillo Interior II. 1. 11)

Teresa señala que nuestra oración en esta primera etapa debe evitar el egoismo. Necesitamos no buscar consuelo. El enfoque debe estar en la voluntad de Dios. Esto es lo que demanda la auténtica oración.

“No piensen que lo que concierne a la perfección guarda algún misterio o algo desconocido, o aun algo por ser comprendido, ya que en perfecta conformidad a la voluntad de Dios está nuestro bien.” (Castillo Interior. 8)

Dios tiene un plan para nosotros. Es la voluntad de Dios para nuestra felicidad. Es mejor que cualquiera de los incontables planes que nosotros creamos en la búsqueda de la felicidad. El plan de Dios, que es la voluntad de Dios, es una invitación al amor que abre a la libertad total y alegría para siempre. Teresa nunca se cansa de señalar que todo lo demás es absolutamente inconsecuente fuera de la voluntad de Dios que nos llama al amor y a la vida eterna.

En respuesta a las luchas que dominan la segunda morada, el dicho continuo de Teresa es la perseverancia. “Ni estarían desconsolados si no responden a la primera al Señor. Su Majestad sabe bien como esperar por muchos días y años, especialmente cuando Él ve perseverancia y buenos deseos. Esta perseverancia es más necesaria aquí. Uno siempre gana mucho a través de la perseverancia.” (Castillo Interior II. 3)
Esta perseverancia lleva a la conversión moral. Los apegos y adicciones de un estilo de vida sin restricciones demanda atención. El pasaje a la libertad requiere la elección de valores verdaderos sobre la satisfacción personal. Los patrones de toda una vida necesita dar paso en este solevantamiento que es la conversión. La oración y el servicio abren el camino hacia la gracia de Dios. Los malos amigos tinen que irse y los consejeros sabios necesitan ser buscados. En el compromiso con estos cambios, la persona logra un sentido de estabilidad moral que es el fruto de la perseverancia. Sin esta elección básica del bien sobre el mal, la gracia sobre el pecado, el unico movimiento es hacia atrás hacia el caos que hay fuera del castillo. Esta elección de Dios sobre las criaturas es el camino hacia adelante hacia la tercera morada.

La historia del hijo prodigo ofrece una visión final dentro de la experiencia de la segunda morada. El hijo aprendió de la forma difícil que una vida de placerese sin restricciones termina en la desesperación de “alimentar cerdos.” Él quedó totalmente vacío. Finalmente vio la futilidad total de su elección de la buena vida. Esta con frecuencia es la experiencia de la segunda morada.

El hijo empobrecido desarrolla una narrativa para el largo sufrimiento del padre. Él aceptará su falta y se volverá un sirviente. Él es un apostador de la misericordia o la ingenuidad del padre. Él hizo malos cálculos otra vez, justo como lo hizo el día de su partida hacia la gran ciudad. Él falló al ver la magnitud del amor de su padre y su misericordia. Este despertar es también característico de la segunda morada.

Este mensaje de misericordia divina y amor crece en claridad y belleza en cada morada que sigue en El Castillo Interior.
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