¿POR QUÉ EL AUTOCONOCIMIENTO ES TAN IMPORTANTE EN LA ORACIÓN?

Dios reside en el centro más profundo de cada ser humano. La oración es un viaje hacia ese centro. Tomas Merton define la oración como “un anhelo para crecer en la conciencia de la presencia de Dios, una comprensión personal de la palabra de Dios, conocer la voluntad de Dios y la capacidad para escuchar y obedecer a Dios.”

Esta definición de oración resalta el encuentro con la palabra de Dios y su voluntad y nuestra respuesta para abrazarlas en nuestra vida. Esta oración es una invitación para usar la palabra de Dios y su voluntad para reenfocar nuestras vidas. La oración está siempre inspirándonos de manera que el amor dirige nuestras vidas de una nueva manera. La luz de las Escrituras con mucha frecuencia abre nuevos horizontes en nuestra conciencia normal. Esto lleva a un autoconocimiento más profundo.

La irrealidad de nuestra vida, enraizada en falsos valores, nos aleja de donde reside Dios en nuestro centro más profundo. Esta misión de lo irreal hacia lo real es la cuestión de una auténtica vida espiritual. El autoconocimiento es el resultado de este desarrollo espiritual.

Dar tal importancia al autoconocimiento puede parecer extraño para ti. Me gustaría ofrecer este ejemplo que realza este proceso. Compara tu vida de ahora con la de cinco, diez o quince años atrás. Si has trabajado para vivir tu fe mínimamente, estoy seguro que puedes ver muchos cambios. El autoconocimiento fue una parte importante de ese proceso de madurez. Más paciencia, más tolerancia y más reconciliación están todos entretejidos en un enorme progreso de conocernos a nosotros mismos con una claridad creciente. Esta nueva sabiduría nos lleva a una expansión de conciencia de nuestra dependencia de Dios.

En nuestros días, el autoconocimiento psicológico es una mayor industria que contribuye a nuestro bienestar. De igual manera, AA y otras doce instituciones que usan programas “de paso a paso” y sus afiliados están enraizados en el autoconocimiento. Estas mayores iniciativas son ultimadamente parte de nuestro viaje espiritual.

La mayoría de mandatos del Evangelio fluyen de esta práctica de reenfocar que Dios está posicionado en el centro:

“Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos.” (Marcos 9: 35)

“El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz y me siga.” (Mateo 16: 24)

“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto (Juan 12: 24)

El viaje del autoconocimiento con frecuencia es descrito como un movimiento del falso ser hacia el verdadero ser. Es una nueva forma de vernos a nosotros mismos, a los demás y al mundo. Es una transformación de la conciencia.

El Papa con frecuencia repite el mensaje de Teresa de Ávila cuando se dirige a los valores de la sociedad. Estos valores con gran frecuencia son falsos y destructivos e insidiosos en su habilidad de cegarnos ante su influencia. El viaje de la oración que lleva al autoconocimiento tiene una enorme capacidad para liberarnos del mensaje esencial de la sociedad consumista. Jesús nos ofrece, en la luz de los Evangelios, el pasaje para sacarnos de la oscuridad y esclavitud. Nosotros tenemos una gran habilidad arraigada para auto engañarnos y aceptar acríticamente los valores y las normas del mundo que nos rodea. El sendero del autoconocimiento en la oración puede confrontar lo que es falso en nosotros y ultimadamente permitir que Dios lo desarraigue completamente.

El falso ser también está atrincherado en un sentido exagerado de importancia personal, ilusiones y grandeza. La ceguera de las adicciones y, más que todo, la irrealidad de los ídolos también crea grandes áreas de autoengaño. Nuestro corazón genera muchos centros falsos en nuestros apegos. Es así como distorsionamos el uso de las criaturas de Dios. El corazón se vuelve fragmentado y defectuoso.

Nosotros tendemos a cegarnos a nuestras faltas y fallas. Enfatizamos los defectos en los demás. Jesús lo pone siempre muy claramente cuando señala nuestra ceguera a la viga en nuestro ojo más que a la pelusa en el ojo de nuestro prójimo. (Mateo 7: 5) la justicia propia surge al frente y al centro. Conforme nos volvemos conscientes de los falsos valores fluyendo de nuestro corazón fragmentado, llegamos a una bifurcación en el camino.

Tenemos una elección de vida o muerte. Elegimos la muerte cuando nos doblamos ante los clamores del falso ser. Elegimos la vida cuando nos abrimos a la misericordia de Dios que sustenta al verdadero ser. En el centro de este encuentro está el desafío permanente de conocernos a nosotros mismos.
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