TRIGÉSIMO TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Mateo 25:14-30

Queridos amigos, El Evangelio de hoy pone el foco en el fin de los tiempos tanto para el Año de la Iglesia como, lo que es más importante, destaca el hecho de que nuestro mundo, personal y comunitario, llegará a su fin más temprano que tarde. El don de la vida expresado en nuestro tiempo, talento y tesoro necesita ser apreciado. También necesita ser desarrollado y utilizado de manera responsable a medida que nos enfrentamos al reloj implacable que nos lleva a la conclusión de nuestro viaje terrenal. Esta acción confiable es nuestro camino hacia el Misterio. No hay nada en la vida más importante para nosotros.

La verdad sencilla y clara de los pasajes del Evangelio de las últimas dos semanas es el desafío diario de nuestra vida terrenal. ¡Esto significa que solo tenemos el momento presente para vivir! El pasado y el futuro están fuera de nuestro control. Esta es una verdad abrumadora que sólo podemos comprender de una manera mínima. Los santos son los que realmente entienden lo que significa ser mortal. Sin embargo, cada año la Iglesia nos ofrece un recordatorio al final del año litúrgico de que esta vida llegará a su fin. Cuanto más conscientes seamos de ello, más capaces seremos de dirigir nuestra vida hacia nuestro destino final.

El mensaje para nosotros en el Evangelio de hoy es claro: darnos cuenta de que Dios nos está llamando a usar nuestro tiempo, talento y tesoro en armonía con el reino venidero de Dios. Nuestro llamado es a crear y apoyar la vida en todas sus diversas manifestaciones. Esta es una prenda de vida sin costuras, desde el vientre materno hasta la tumba. Se nos invita a entrar y abrazar el mensaje evangélico de Jesús, descubriendo siempre nuevos horizontes de inclusión, aceptación y celebración. Nuestra tarea humana fundamental es dejar que la realidad abra la presencia oculta de nuestro Dios amoroso en todas las amplias expresiones de la humanidad.

La imagen de Dios es una fuerza motriz central en la historia de los tres siervos en la parábola de hoy. Para los dos primeros, a pesar de que difieren bastante en sus talentos personales, Dios era visto como un benefactor generoso y amoroso. Ven a Dios llamándolos a la vida de todas las maneras posibles. La invitación a una vida responsable estaba enraizada en el amor misericordioso de Dios.

Para el tercer siervo, el temor era la consecuencia de una imagen de Dios como un juez severo y exigente. Esta imagen relegaba su mundo a un mínimo de generosidad y a un máximo de evasión de cualquier error. El amor no era un factor.

Tenemos que ir más allá de lo que se debe y no se debe hacer en la religión. El tercer sirviente operaba con una inversión estrecha e insignificante de tiempo, talento y dinero. Considera que "ir a misa el domingo" es un esfuerzo nominal para satisfacer a un juez severo y exigente que amenaza con el castigo eterno. Pone a Dios al margen de la vida, una obligación necesaria pero onerosa.

Necesitamos una imagen de Dios donde el amor y la misericordia nos liberen y nos enriquezcan. Estamos capacitados para avanzar en confianza con los dones de nuestro tiempo, talento y tesoro. Dios nos está llamando a participar en la creación de su reino caminando con Jesús.
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