Lucas 14: 25-33
Estimados amigos,
Estas palabras de Jesús son muy fuertes. De hecho son las más extremas para expresar las demandas del discipulado en todos los Evangelios. De igual manera, estas mismas palabras son probablemente las más olvidadas.
Está claro en el resto del Evangelio que Jesús no quiere decir que “odiemos” a nuestros seres queridos, lo que quiere decir es que debemos poner primero a Jesús. Es simplemente una cuestión de prioridades expresada en el estilo del idioma en el tiempo de Jesús. Esto deja un gran espacio para la preocupación y compasión para nuestros seres amados.
En segundo lugar, la llevada de la cruz es un componente no negociable de caminar con Jesús, de ser un discípulo. Es claro y evidente. Seguir a Jesús tiene un precio elevado. Tenemos que morir a nuestro egoísmo. Tenemos que tirar los valores mundanos como el éxito y la prosperidad. Tenemos que liberarnos de los embragues de la penetrante mentalidad consumista de poseer lo más grande y lo mejor. Las palabras contundentes de Jesús no dejan lugar a dudas; el verdadero discipulado es un asunto costoso.
La claridad y el poder de los términos de Jesús y el llamado a tomar la decisión con mucha frecuencia llevan ya sea al descuido del discipulado o a la reducción como un compromiso hacia un Jesús más cómodo y conveniente. Esta distorsión de un Jesús popular ha sido un desafío a través de la historia cristiana. Los mismos elementos del poder de la riqueza, el privilegio y el poder en sí que Jesús atacó en todas sus enseñanzas, ministerios y vida, también con frecuencia son los valores operativos de sus seguidores y de la iglesia. La iglesia siempre ha sido cargada con muchos más discípulos simbólicos que por verdaderos seguidores de Cristo.
El pasaje del Evangelio de hoy lo hace más que evidente. Jesús demanda que lo sigamos en sus términos. Jesús hace obvio que todo lo demás tenga sentido a la luz de este compromiso. Todos los demás amores deben encontrar su verdadero significado y dirección del amor de Jesús.
Cuando tomamos el mandato de tomar la cruz en aislamiento, puede ser atemorizante y más que difícil. Sin embargo, encontramos esta vista mucho más atractiva cuando situamos este llamado al verdadero discipulado en el contexto del llamado de Jesús hacia el Reino. Aquí somos invitados a compartir la conquista del pecado, de la injusticia y de la eventual muerte de esta vida. Estamos invitados a la forma de amar del reino y de la vida eterna. Las palabras de Jesús “mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mateo 11:30) tienen verdadero sentido.
Jesús nos pide calcular nuestra decisión en base a la victoria final. Esa victoria no vendrá de la comodidad y la riqueza, la indulgencia y el prestigio. Todo esto pasará, la última victoria es la conquista de la cruz sobre el mal de este mundo. La victoria decisiva es la cruz como el instrumento de la nueva vida y el amor eterno que viene en el verdadero discipulado hacia el Cristo resucitado. No hay pago demasiado alto por este tesoro que empieza ahora cuando nosotros caminamos con Jesús en el camino del amor. Este amor que fluye del verdadero discipulado empieza con nuestros seres amados pero siempre expandiendo hacia nuevos horizontes. Alcanza las periferias de los olvidados y de los que hemos dejado abandonados.

