DOMINGO DE RESURRECCIÓN

Marcos 16:1-7

Queridos amigos, Entre todas las historias de la Resurrección, el pasaje de hoy de Marcos es especialmente desafiante y diferente. Todas las historias llevan el mensaje fundamental de la victoria sobre la muerte, la restauración de las consecuencias del primer pecado de Adán y Eva. Está claro que Dios había hablado y la palabra última no es muerte sino vida, no odio sino amor, no injusticia y violencia, sino plenitud, integridad, paz y reconciliación.

En el pasaje de hoy se nos da una poderosa visión sobre el discipulado: ¡Dios nunca se da por vencido con nosotros!

En los tres pasajes de Marcos (8:31, 9:31 y 10:34) donde Jesús predice Su viaje a Jerusalén y Su muerte, también predice Su resurrección. "Y tres días después de su muerte resucitará". (Marcos 9:31)

Cada vez en Marcos, el fracaso de los discípulos para comprender esta realidad se destaca por un evento que muestra su total incomprensión del mensaje de Jesús.

En el sepulcro, el mensajero de Dios, vestido de blanco, dice a las mujeres que hagan que los discípulos vayan a Galilea, donde se encontrarán con Cristo resucitado. Esto significa que se les dará otra oportunidad de entrar profunda y abiertamente en las enseñanzas de Jesús, que no entendieron en absoluto la primera vez.

Jesús no se ha dado por vencido con los discípulos. Su fracaso en captar su mensaje, su deserción en el momento de la Pasión y Muerte, no provoca la ira de un Dios vengativo. Por el contrario, se nos presenta un Dios fiel, indulgente y siempre paciente. De hecho, la realidad es que Dios no se dio por vencido con los discípulos, y especialmente con Pedro. Tampoco Dios se dará por vencido con nosotros.

Esta invitación a volver a Galilea es entrar en el mensaje evangélico con nuevos ojos de fe. Es un llamado para que entendamos verdaderamente las palabras de Jesús para tomar nuestra cruz y seguirlo a Jerusalén. Es una invitación a enfrentarnos a la muerte en todas sus manifestaciones, grandes y pequeñas, y darnos cuenta de que Dios ha hablado con la máxima autoridad en nuestra realidad humana. La última palabra no es la muerte, sino la vida, no la derrota y la desesperanza, sino la victoria que revela una gracia y un sentido de esperanza en todos nuestros momentos más oscuros. ¡Dios no se ha dado por vencido con nosotros!



Necesitamos volver a Galilea y encontrar la palabra de Dios en Jesús con ojos nuevos abiertos por la realidad de la Resurrección. Es, de hecho, un largo viaje aprender que hay victoria en la derrota y que es mejor servir que ser servido, y que los primeros serán los últimos y los últimos los primeros, y para salvar nuestra vida tenemos que perderla. ¡Aleluya!
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