FESTIVIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO

MARCOS 14: 12-16, 22-26 


Estimados amigos, en la misa pasada celebramos la Primera Comunión de cien niños y treinta jóvenes en nuestra parroquia. Llenamos la iglesia en tres misas diferentes. Fue una experiencia muy bonita.

Lo que fue especialmente emocionante sobre el evento fue el tiempo de preparación con los padres. Nuestra parroquia requiere que los padres de los niños de primera comunión participen en 12 asambleas de fe. Estas son sesiones de dos horas que incluyen una presentación básica de la historia de la salvación desde Abraham hasta Jesús. Son mucho más que simples clases de Biblia porque hay un énfasis en ver la Palabra de Dios interceptando sus historias personales. Hay mucho para compartir experiencias y tiempo para reflexionar y orar.

El resultado final es que los padres adquieren familiaridad con la Biblia, un sentido de su poder personal en su vida y más que todo, una comprensión del llamado fundamental de Jesús para la conversión en el amor de Dios.

En este viaje, los padres estaban listos para ver la Eucaristía como una gran expresión del amor de Dios en el Cristo crucificado y resucitado.

La meta era no solamente ayudar a los padres a preparar a sus niños para entender lo que sucede en ese bello día de su Primera Comunión. Era convencer a los padres que su participación en la liturgia es la escuela de adultos de la educación religiosa donde el viaje de sus vidas está conectado al acto de salvación de Jesús aquí y ahora.

A menos que los padres entiendan la importancia de la experiencia básica de la participación regular en la liturgia, las celebraciones de la Primera Comunión tienen la posibilidad real de volverse distorsionadas e inconsecuentes.

La asistencia regular a la misa nos trae al encuentro con el gran acto de amor que es la historia fundamental de la Biblia. Ese amor literalmente toma la forma de carne y sangre para nutrirnos y guiarnos en el problemático viaje que es nuestra vida. Es por eso que la iglesia nos enseña que la liturgia es la fuente y la cima de nuestra fe.

En esta Fiesta de Corpus Christi me gustaría ir más allá del mantra de “fuente y cima.” Quiero invitarlos a ponderar y orar sobre una expresión más completa de la enseñanza del Vaticano II sobre la experiencia de nuestra participación en la Eucaristía.

“La celebración de la Eucaristía, como una acción de Cristo y del pueblo de Dios…es el centro de toda vida cristiana, para la iglesia universal, la iglesia local y para cada uno de los fieles. La Liturgia es la cima hacia la cual se está dirigida la actividad de la iglesia; también es la fuente de la que fluye todo poder…todos los que se vuelven hijos de Dios por la fe y por el bautismo deberían reunirse para alabar a Dios en medio de la iglesia, para tomar parte en el sacrificio y comer la cena del Señor.” (Constitución de la Sagrada Liturgia, 1963, # 2, 10, 41)
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