Santísima Trinidad

Santísima trinidad

Juan 3: 16-18


Estimados amigos,

Un erudito filósofo pagano del segundo siglo describió a los cristianos de la siguiente manera: “ellos se aman unos a otros. Nunca dejan de ayudar a las viudas; ellos salvan a los huérfanos de aquellos que los pudiesen dañar. Si ellos tienen algo, le dan gratuitamente a quien no tiene nada; si ven a un forastero, lo llevan con ellos a casa y se ponen felices como si fuese un hermano. Ellos no se consideran a sí mismos como hermanos en el sentido usual, sino hermanos por medio del Espíritu en Dios.”

El Evangelio de hoy con frecuencia ha sido llamado el Evangelio en miniatura. Describe en unas pocas líneas el amor sin límites de Dios. En Jesús tenemos una develación continua de este amor del Padre. ¡Jesús es el último regalo que se sigue dando, que sigue llamando y que sigue amando!

El Evangelio de hoy nos dice por qué Dios nos ha salvado: amor. Dios ha elegido mostrar la claridad y poder de este amor por medio de los actos de salvación de su Hijo por medio del Espíritu. Este amor no tiene límites, no tiene condiciones y no necesita invitación. Sencillamente inunda toda la realidad.

El Evangelio de hoy se fija frente a nosotros claramente. Dios toma la iniciativa: “De tal manera amó Dios al mundo…” (Juan 3: 16) al amar al mundo Dios nos muestra que todos estamos invitados a este encuentro amoroso que es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Jesús encarna este amor inclusivo en las historias del samaritano, el publicano, la mujer de Magdala y muchas otras expresiones de aceptación y misericordia.

De igual manera, el Evangelio de hoy nos dice el propósito de la misión de Dios: “Dios no mandó al Hijo para que condenara al mundo sino para que el mundo pudiera ser salvado por medio de Él y disfrutar la vida eterna.” (Juan 3: 16-18)

Jesús nos invita al misterio del amor y vida que es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La elección es nuestra. Podemos aceptar o rechazar. El problema es que no podemos fijar los términos ya sea de la aceptación o del rechazo.

Esta elección nos trae hacia la gran ironía de la vida. Somos llevados a pensar y actuar como si nosotros tuviéramos un mejor plan que el de Dios. Nuestras elecciones nos llevan a buscar la verdadera felicidad. En el proceso muchos simplemente rechazan a Jesús en grupo. Otros se pasan toda la vida haciendo apuestas laterales y tratando de reconfigurar a Jesús en uno que sea mucho más cómodo, una versión diluida. Queremos el premio por ser correctos de acuerdo a nuestro estándar y no al del Evangelio. Unos pocos tienen la franqueza para vivir como los primeros cristianos descritos por el filósofo pagano.

La gran alegría de la fiesta de hoy y de cada proclamación del Evangelio es que Dios nunca se cansa de nosotros. En Jesús, somos llamados constantemente para aceptarlo a Él como el camino, la verdad y la vida. Lentamente, la vida tiende a enseñarnos que Jesús realmente tiene un mejor plan para aquí y en el más allá.
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