Ámense los unos a los otros

JUAN 15: 9-17

Estimados amigos, hace once semanas y media, recibimos la ceniza con el mandamiento: “Arrepiéntanse y crean en las Buenas Nuevas.” Durante nuestro viaje común a través de la Cuaresma, con esperanza y en verdad nos hemos arrepentido y también nos hemos preparado para celebrar el gran evento de nuestra fe, el Misterio Pascual de la Muerte y Resurrección de Cristo. Ahora estamos entrando a la sexta semana de Pascua. Durante estos días después de la pascua, hemos sido invitados a abrazar el gran misterio de la victoria final sobre la muerte y nuestro llamado a la vida eterna.

Cada domingo después de la pascua hemos sido animados a medir nuestra vida y experiencia diaria con el despliegue de la revelación de Cristo en las apariciones después de la pascua. La semana pasada, fuimos invitados a encontrar a Jesús, la manifestación privilegiada de Dios, como la vid verdadera. Como parte de la vid, experimentamos el siempre presente torrente de la gracia de Dios llamándonos hacia la plenitud de la vida ahora, y ultimadamente, en nuestra resurrección personal.

En las lecturas de hoy, tenemos la sencilla pero sobrecogedora proclamación que Dios es amor. La meta de nuestra vida es aceptar ese amor y permitir que defina nuestra relación con Dios y con nuestros hermanos y hermanas: “Como el Padre me ama, así también los amo a ustedes. Permanezcan en mi amor…ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Juan 15: 9-11)

En la segunda lectura de hoy de la Primera Carta de Juan, tenemos la conclusión de toda la revelación: “Dios es amor.” (1ª Juan 4: 8) En el Evangelio somos llamados a compartir ese amor que es nuestro regalo en el Cristo Resucitado. En la primera lectura, somos desafiados a aceptar los nuevos horizontes de ese amor.

Para nosotros es difícil apreciar la experiencia terrenal aplastante de Pedro y sus compañeros cuando Cornelio y los demás recibieron el Espíritu Santo. Miles de años de privilegios judíos y exclusividad estaban siendo aniquilados. Le llevaría generaciones de lucha a la primera iglesia sobrellevar el prejuicio engranado y el sentido de privilegio que involucra aceptar a los Gentiles en la nueva comunidad Cristiana.

La lucha continua en nuestros días y en nuestro propio corazón. La política divide basada en el conflicto cultural y un sentido de posesión sigue dividiendo y escalando en hostilidad. Los problemas de raza, genero, sexualidad, economía y la siempre divisiva realidad de la religión, siguen siendo enormes complicaciones para el mandamiento del Evangelio de hoy: “Ámense los unos a los otros.” (Juan 15: 11) los inmensurables e incondicionales horizontes de las enseñanzas de amor de Jesús serán una prueba de nunca acabar para los anhelos de nuestro corazón para borrar fronteras y garantizar comodidad. Jesús nos ha dado un modelo extremadamente alto de amor para seguir. Es el amor sacrificado de Jesús expuesto en la cruz.

Como resultado del llamado de Dios al amor universal, el defectuoso corazón humano tiene un llamado igualmente universal “pero no a esas personas” Todos participamos en un prejuicio colectivo enraizado en el temor y desconfianza. Es alimentado por el orgullo, la arrogancia y envuelto en ignorancia. Se llama condición humana. Es un viaje largo para todos antes que podamos poseer las palabras de Pablo: “Ya no hay diferencia entre judíos y griegos, ni entre esclavos y hombres libres, entre hombres y mujeres; porque todos somos uno solo en Cristo Jesús.” (Gálatas 3: 28)

Conforme llegamos a la conclusión del tiempo de Pascua, nuestra tarea permanece: Reflexionar sobre el glorioso misterio de Cristo crucificado y resucitado. Es nuestro llamado al mar de amor y misericordia que en el trino Dios reveló por Cristo. Haremos bien en recordar el significado del inicio de este viaje: “Arrepentirse y creer en las Buenas Nuevas.”
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