LA PREGUNTA DE JESÚS -1


El Covid-19 nos ha empujado a todos a una realidad que no imaginábamos. Ahora, con la creación de las vacunas empezamos a ver una chispa de luz en un túnel largo y oscuro. Todos anhelamos el regreso a la normalidad. Podría suceder pero nuestro futuro sería un poco diferente del pasado que recién hemos dejado.

Me gustaría reflexionar sobre un área de interés en el futuro inmediato, la práctica de la religión. Durante la pandemia, muchas prácticas religiosas amadas profundamente han sido desarraigadas. El número uno en la lista es la asistencia a la iglesia. Un segundo punto algo curioso sería la no asistencia a la iglesia. ¿Qué experimentarán las iglesias, parroquias y comunidades de fe conforme la pandemia se vaya desvaneciendo? ¿Será que aquellos con profundo hábito de asistencia semanal a la iglesia regresarán a esta práctica o será que la experiencia de la pandemia los lleve a la conclusión de que ellos pueden guiarse bien con un compromiso menos formal a los servicios religiosos? Por otro lado, muchos que han abandonado la religión formal han encontrado su seguridad personal, y aún más que eso, su mortalidad expuesta de una manera verdaderamente atemorizante durante la pandemia. ¿Regresarán ellos a la religión formal como resultado de su seguridad destrozada en su auto definida, y con frecuencia auto contenida espiritualidad?

No hay respuestas claras pero la similitud de cambio en ambos grupos será verdaderamente un punto muy interesante de desarrollo conforme enfrentemos el futuro.

Lo que sea que suceda, la profunda convulsión social en la práctica de la religión ofrece a ambos, religión institucional e individuos una maravillosa oportunidad de regresar a la verdad básica de nuestra fe cristiana.

No hay nada más indispensable para nuestra fe que la pregunta que Jesús hizo a los discípulos en el capítulo ocho del Evangelio de San Marcos, “¿Quién dicen ustedes que soy yo?” (Marcos 8: 29) solamente cuando descubrimos cuán verdadera religión, y más importante aún, verdadera espiritualidad nos ofrece un camino para salvar la verdad definitivamente.

En el inicio de su notable Exhortación, La Alegría del Evangelio, el Papa Francisco dice: “Nunca voy a cansarme de repetir las palabras del Papa Benedicto XVI las cuales nos llevan al mero centro del Evangelio: "Ser un cristiano no es el resultado de una elección ética o de una idea elevada, sino el encuentro con un evento, una persona que da vida un nuevo horizonte y una dirección decisiva" (La Alegría del Evangelio: # 7) Esa persona es Jesús. Lo encontramos en los Evangelios.

Los Evangelios están estructurados de manera que nosotros, como Pedro y los otros discípulos, experimentemos a Jesús en las maravillas de su ministerio. También debemos responder a su invitación, “Vengan y verán.” (Juan 1: 39) Estamos invitados a escuchar su enseñanza y ver su sanaciones. Somos desafiados responder el mensaje radical de perdón e inclusión. Estamos invitados a ponderar el milagro de su compasión. Se nos pide entrar en las historias y parábolas. Es de mucha ayuda vernos como un ciego que recupera la vista, como el leproso que queda limpio, o como el paralítico que es perdonado y sanado.

En nuestro encuentro con el mensaje del Evangelio, necesitamos asegurarnos que el significado central viene fuerte y claro. El centro del Evangelio es Jesucristo Crucificado y Resucitado. Él es nuestro salvador que se entregó por causa del pecado y nos muestra el camino a la vida eterna. Dios ha tomado la iniciativa en su amor salvador por nosotros. El llamado básico a nosotros es aceptar este amor al reconocer nuestra necesidad de salvación. Después de este encuentro fundamental con Cristo, necesitamos crecer en aceptación de las demandas de madurez de este amor.
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