Merton y la Dimensión Social de la Oración

“La acción en beneficio de la justicia y la participación en la transformación del mundo aparece completamente como dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio, o en otras palabras, la misión de la iglesia para la redención de la raza humana y su liberación de toda situación opresiva.”

Esta cita icónica del Sínodo de Obispos sobre la justicia en 1971 ha llevado a la iglesia a un programa de involucramiento social sin precedentes en las últimas cuatro décadas y media hasta el presente. La Justicia y la Paz se han vuelto un componente importante en toda la vida de la iglesia, este involucramiento social, cuando es auténtico, es una parte importante de la misión central de la evangelización.

Trece años antes del sínodo sobre justicia, Thomas Merton tenía su “Experiencia en Louisville” como un profeta llamando a que se reconociera las consecuencias sociales del Evangelio.

Al describir esta experiencia Merton dijo, “En Louisville, en la esquina de la cuarta y walnut, en el centro comercial del distrito, de repente estaba abrumado al darme cuenta que yo amaba a toda esa gente, que ellos eran míos y yo de ellos, que no podíamos ser desconocidos unos con otros aun cuando éramos unos totales extraños…el sentido de liberación de la diferencia ilusoria era un gran alivio y un gran gozo para mí que casi río a carcajadas… gracias Dios gracias Dios que soy como los demás hombres, que soy solamente un hombre entre todos los demás…entonces fue como si de repente viera la belleza secreta de sus corazones, las profundidades de sus corazones, a donde ni el pecado ni el deseo ni el autoconocimiento pueden llegar, el mero centro de su ser, la persona que cada uno es ante los ojos de Dios. Si solamente ellos pudieran verse a sí mismos como en verdad son. Si solamente pudiéramos vernos unos a otros de esa manera todo el tiempo. No habría más guerras, no más odio y no más codicia.” (Conjeturas de un Espectador Culpable, p 156-158)

Este evento místico profundo llevó a Merton a una escalada dramática de involucramiento con su realidad contemporánea. Las paredes de la abadía no podían contener su respuesta profética contra la guerra y las armas nucleares. Ni tampoco podían contener su apoyo sin compromiso por el movimiento por los derechos humanos.


La búsqueda de Merton de la vida contemplativa lo llevó al llamado del Evangelio para la transformación del mundo, el regreso de la inocencia, diversión y libertad de la experiencia inicial del Paraíso. El regalo de la contemplación da una nueva conciencia de nuestra unicidad con todos nuestros hermanos y hermanas. Hay una invitación muy poderosa para transformar toda realidad al plan original de Dios. Merton experimentó esto como un llamado a resistir la violencia y el odio, para abrazar el amor incondicional de Dios.

La necesidad de Merton por la responsabilidad social era simple. Su vida contemplativa y su experiencia de Dios lo condujo constantemente más profundo en el misterio que es Dios. Esto abrió nuevos horizontes para compartir el amor de Dios por la creación y por toda la gente. Esto lo llevó a un nuevo reconocimiento de su realidad temporal. Merton expresó su visión en un artículo mancomunado en 1966, “que debería haber nacido en 1915, que debería haber sido contemporáneo de Auschwitz, Hisroshima y las rebeliones son cosas de las que no me consultaron para empezar. Aun asi son eventos en los que, me guste o no, estoy profunda y personalmente involucrado.” (Contemplación en un Mundo de Acción. P. 161)

Para todos los que aceptan la llamada del Evangelio, nuestra realidad histórica es nuestra llamada a involucrarnos. Nuestra búsqueda de Dios no se iluminará si permanecemos sentados como espectadores. En La Alegría del Evangelio, el Papa Francisco es enfáticamente concreto. “Nosotros no siempre estamos listos para reflexionar en la belleza del Evangelio, pero hay una señal que nunca nos debería de faltar: la opción por aquellos que son los más pequeños, esos a quienes la sociedad descarta.” (La Alegría del Evangelio: # 195)

II

Conforme Merton fue abriéndose hacia lo histórico se encontró a sí mismo en una de las más fascinantes décadas, los sesentas. Es dificil entender los sesentas si no te das cuenta que cada año era similar a una decada de cambio social comparado con los tiempos normales. Vietnam, la carrera de las armas nucleares, el movimiento de los derechos humanos, la píldora anticonceptiva y la revolución sexual junto con el movimiento de mujeres, todos contribuyeron a un cambio social radical. El Concilio Vaticano II se unió al alboroto pero también nutrió un profundo sentido de esperanza. Todos estos eventos energizaron una contracción que solamente hizo la mezcla tumultuosa más dificil de manejar. En el medio de todo esto se había agregado una delicia, los Beatles tomaron el escenario central.

El diálogo racional le dio paso rápidamente al hambre de poder. El panorama de varias causas se volvió rápidamente una expresión clásica de la visión del Evangelio de “la cizaña y el trigo”

Con este embate en el cambio social y el llamado de la iglesia para involucrarse pronto surgieron nuevos problemas. Muchos fueron directo a la acción sin mucha reflexión y con mucha menos espiritualidad. Se desarrollaron numerosas divisiones. Una de ellas fue entre los activistas y aquellos que promovían una espiritualidad privatizada más tradicional. La confusión reinaba.

La búsqueda de justicia en muchos frentes pronto se trajo consecuencias negativas: acciones políticas crudas y conflictivas que demonizaban a los oponentes, un retiro de la búsqueda de inclusión del Evangelio que redujo el encuentro de “los chicos buenos” y los “chicos malos”, y ayudar a los pobres a probar un camino más allá de los esfuerzos simplistas que solamente se sumaban al problema.

Como sacerdote joven, personalmente fui conducido hacia muchas de estas distorsiones como un organizador comunal. Algunos años más tarde describí esta experiencia “como robada del Evangelio.”

Ayudar a los pobres pronto evolucionó a una filantropía de “sentirse bien” que negaba su dignidad. Obstaculizó a los pobres de participar en su propia liberación.

Lentamente se volvió claro que trabajar con los pobres en una manera honesta era realmente un proceso complejo.

La reacción hacia las distorsiones del hambre apasionada por el cambio pronto llevó a muchos a abandonar la lucha. Uno de los senderos que eligieron muchos fue una espiritualidad desconectada de la historia y su quebrantamiento. Para otros, la transformación del mundo y las necesidades de los pobres se disolvió en elementos inconsecuentes de su nueva búsqueda de Dios.

Aunque los problemas permanecían. Mientras eventualmente terminaba la guerra de Vietnam, la necesidad por la paz no terminaba. Mientras había pasado el movimiento por los derechos humanos, la justicia racial permanece como una meta elusiva. Mientras la liberación de la teología hizo una gran contribución, la pobreza y el aislamiento aún permanecen más la norma que la excepción en toda Latino América. Romero fue testigo de la belleza del Evangelio en una forma extraordinaria pero las poderosas pandillas de hoy despliegan a diario cuan escondido está su poder de transformación para muchos.

Desde los sueños marchitos y las esperanzas de los sesentas, la iglesia ha estado en una búsqueda por una integración confiable de la espiritualidad y justicia. Este ha sido un problema continuo desde el tiempo de Merton y su muerte prematura a principios de 1968 hasta la explosión de alegría y esperanza con la llegada del Papa Francisco.

En la declaración de apertura del Papa que es La Alegría del Evangelio, Francisco explicó el problema y la búsqueda de una respuesta al esfuerzo dador de vida para balancear la espiritualidad, la fe y la justicia.

“Cualquier fe auténtica – que nunca es cómoda o completamente personal – siempre considera un profundo deseo de cambiar el mundo, para transmitir valores, para dejar la tierra un poco mejor de lo que la encontraron. Vivimos en este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto, y nosotros amamos la familia humana que habita aquí, con todas sus tragedias y problemas, sus esperanzas y aspiraciones, sus fortalezas y debilidades. La tierra es nuestro hogar común y todos nosotros somos hermanos y hermanas. En verdad el solo orden de la sociedad y del estado es una responsabilidad central de la política. La iglesia no puede y no debe permanecer en el banquillo en la lucha por la justicia. Todos los católicos, sus pastores incluídos, están llamados a mostrar preocupación por la construcción de un mundo mejor.” (Alegría para el Mundo: # 183)

III

Thomas Merton vivió en un tiempo cuando ésta búsqueda por una espiritualidad integrada estaba comenzando. Aunque su visión profética ha hecho una contribución invaluable para esta importante misión. La profundidad de su enfoque contemplativo fijó el tono rápidamente. Los verdaderos buscadores de una espiritualidad que abraza una justicia transformativa en el camino hacia la integridad del Evangelio se encontraron a sí mismos regresando al enorme depósito de escritos de Merton una y otra vez.

En 1966, algunos trabajadores cansados, frustrados y conflictivos vinieron a él buscando guía. Él le habló a sus corazones con un mensaje de esperanza. Sus palabras guiaron por el camino del crecimiento y la inclusión que han fijado el patrón por las siguientes cinco décadas.

“Todo el bien que ustedes van a hacer no vendrá de ustedes sino del hecho de que ustedes se han permitido a sí mismos, en obediencia de fe, ser usados por el amor de Dios. Piensen más en esto y gradualmente serán libres de la necesidad de probarse a ustedes mismos, y estarán más abiertos al poder que trabajará a través de ustedes sin que lo sepan. Si ustedes no pueden liberarse de la dominación de causas y primero sirven a la verdad de Cristo, estarán listos para hacer más y ser menos aplastados por las inevitables decepciones. La esperanza real, entonces, no está en algo que pensamos que podemos hacer, sino en Dios que está haciendo algo bueno de una forma que nosotros no podemos ver. Si nosotros podemos hacer Su voluntad, estaremos ayudando en el proceso. Pero, no necesariamente sabremos eso de antemano.” (Residentes irregulares: diciembre, 1979, p.8)

Merton tenía esto para decir sobre la acción que no está enraizada en la oración personal profunda. “Ese que intenta actuar y hace cosas por otros o por el mundo sin profundizar en su propio entendimiento, libertad, integridad y capacidad para amar, no tendrá nada para dar a los demás. Él comunicará nada más que un contagio de su propia obsesión, su agresividad, sus ambiciones egocentristas, su desilusión sobre los finales y los medios, sus prejuicios doctrinarios e ideas.” (Contemplativo en el Mundo: p 160)

Estas dos selecciones breves de los escritos de Merton contienen la semilla de la integridad que fue su regalo para las siguientes generaciones. Su encuentro contemplativo con Dios lo hizo claro. La oración y la acción no están en conflicto. Ellas se apoyan la una a la otra en mutuo balance.

La “Experiencia de Louisville”, empoderó a Merton, momentáneamente, para ver a la gente como son realmente. Él concluyó su descripción con estas palabras, “Si solamente ellos pudieran verse unos a otros de esta manera todo el tiempo. No habría más guerra, no más odio, no más codicia.” (Conjeturas de un Espectador Culpable, p. 158)

Esta fue la raíz de la experiencia que empujó a Merton a una nueva y más profunda intensidad del enredo social. Este esfuerzo finalmente llevó a Merton a abrazar la no violencia.¹ Fue todo de una sola pieza. La contemplación lo llevó a una experiencia más intensa de Dios. Esto abrió la unicidad con los demás. La respuesta fue el amor incondicional que llamó a la no violencia.

Su viaje en su verdad personal lo dirigió a él más cerca de la armonía inicial del paraíso. El crecimiento de su conciencia de su unicidad con Dios expuso su unicidad con todos sus hermanos y hermanas. La no violencia iluminó su corazón para ver cómo responder a la realidad de esa unidad escondida por una capa de desorden de un mundo corrupto. Merton fue claro que la no violencia fluye de un corazón conectado al amor incondicional revelado en Cristo Jesús.

Para Merton, la contemplación nutrió la no violencia y el amor incondicional. Esto llevó a una justicia transformativa en el pasaje de regreso al inicio en el paraíso. En sus días finales estuvo presionando este punto en su diálogo con el este. “Ya somos uno. Pero imaginamos que no. Y lo que tenemos que recobrar es nuestra unidad original. Lo que tenemos que ser es lo que somos.” (Diario Asiático, p.308)

Thomas Merton no ha sido seguramente la única voz de consecuencia en estas décadas de crecimiento en la espiritualidad y de justicia. Él, sin embargo, ha sido uno de los más profundos y duraderos.
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