Tercer domingo de Pascua

Lucas 24: 13-35
Queridos amigos.
Tenemos siete semanas en la temporada de Pascua. Las historias de la Resurrección y las reflexiones del
Evangelio todas nos invitan a entrar en el misterio de Cristo Resucitado. Es un viaje de la cabeza al corazón.

La historia de hoy de los dos discípulos en el camino a Emaus, es especialmente sentido. Me gustaría desarrollar un punto en esta historia de gran riqueza. Los dos discípulos le contaron la historia a Jesús. Para ellos es una tragedia muy profunda. Ellos están frustrados y han sufrido una pérdida. Su historia es sin fe y sin esperanza. En particular, ellos pasan el mensaje de las mujeres con el acontecimiento de la tumba vacía y los ángeles.

Jesús les regresa la misma historia. Él se las presenta en el contexto de la Escritura. Para Él es una historia de fe y esperanza. “Luego se dicen el uno al otro, ‘no estaban ardiendo nuestros corazones mientras Él hablaba en el camino y abrió las Escrituras para nosotros?’” (Lucas 24:32)

En esta experiencia tenemos una visión fundamental dentro de la vida cristiana. Nosotros tomamos la historia y tarde o temprano vamos contra el destino común humano de los sueños rotos, el amor rechazado y nuestra moralidad básica. Tratamos de cubrir todas las contingencias pero al final no estamos listos para lo que la vida tiene guardado para nosotros. Nosotros somos como los discípulos cuyos sueños de grandeza vienen de Jesús, aquel que sería su salvador. Aun en su visión de la vida no había espacio para el rechazo y la Pasión y Crucifixión de Cristo en aquel terrible fin de semana.

Como los discípulos, tenemos que poner fe a la historia. Con la fe entramos en la historia de las Escrituras y lentamente vemos que Dios está siempre con nosotros. Empezamos a ver la resurrección por lo que es. El amor es la victoria. No todo está perdido. En verdad, la victoria es nuestra cuando caminamos con Jesús.

Thomas Merton tiene una definición muy bella de lo que es la oración: La oración es un anhelo de estar en la presencia de Dios, una comprensión personal de Su Palabra, conocimiento de Su voluntad y la capacidad de escuchar y obedecer. Esto es lo que le sucede a los discípulos en su encuentro con Jesús. Ellos se estaban alejando de la vida. Ellos estaban huyendo de la dificultad de sus sueños rotos. La presencia de la Palabra de Dios abrió los ojos de sus corazones al fuego de amor que estuvo ahí todo el tiempo. Ahora estaban listos para volver a Jerusalén a la obra de Dios.

El poder de la oración personal profunda puede hacer lo mismo por nosotros. Podemos empezar a ver la realidad como inundada de esperanza y nuevas posibilidades una vez que encontramos al Cristo Resucitado en una fe confiable y profunda. Necesitamos la Palabra de Dios para entrar en presencia de la gracia. Necesitamos la Palabra de Dios para que nos dirija en el camino y así también podemos encontrar el camino de regreso a Jerusalén ese es el plan amoroso de Dios para nosotros.
Compartir: