Lucas 16: 19-31
Estimados amigos, El Evangelio de San Lucas tiene un tema recurrente sobre el reverso. La parábola de hoy sigue con este patrón. Justo en el inicio de Lucas tenemos el gran himno a María, El Magnificat: “Él ha derribado a los poderosos del trono y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y despacha a los ricos vacíos. (Lucas 1: 52-53)” En el sermón en la llanura domina este tema del reverso. La primera bendición y el primer ay del Sermón en la Llanura son una expresión concreta del mensaje de hoy. “Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios” Luego en Lucas 6: 24 leemos “İ Pero ay de ustedes los ricos, porque ya han recibido su consuelo!” Después en Lucas 13: 30 encontramos “Y he aquí que los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros.”La entrada de Jesús en la escena humana ha tenido muchas consecuencias. La gran reversa es una de ellas que espera por nosotros. La parábola de hoy de Lázaro y el hombre rico desconocido es un ejemplo significativo de esta puesta al revés de las cosas. Los dos personajes experimentan una profunda transformación de sus fortunas. Hay un mensaje profundo para nosotros en esta historia.
Sabemos que tenemos límites a la hora de actuar de acuerdo con el llamado que nos hace Jesús. La muerte ofrece un final a la hora de nuestra decisión. En este marco, hay consecuencias. El hombre rico muestra la naturaleza trascendental de la riqueza. Nosotros podemos poner a un lado nuestro compromiso con la caridad y la justicia por un largo tiempo.
Otra contradicción que ofrece Lucas es el desafío a la mentalidad sobre la riqueza y la pobreza en el tiempo de Jesús. La gente creía que la riqueza era una bendición de Dios y la pobreza una señal del rechazo de Dios. El gran mundo al revés de Lucas tiene una lección diferente.
La parábola de hoy, lo está haciendo más bien claro. En el esquema de Dios de todas las cosas toda riqueza, estatus, prestigio, privilegio y poder son transitorios. Luego necesitamos aprender que la posesión de algo no es absoluta. Tiene consecuencias. Cuando no aceptamos estas realidades somos objeto de la gran puesta al revés. Estos grandes cambios fluyen de la radicalmente buena nueva que Jesús nos ofrece. La historia de hoy no describe a ningún personaje como verdaderamente bueno o malo. El problema es la negligencia y la ceguera. Lucas en esta parábola que es encontrada solamente en su Evangelio, va profundo en los detalles del reverso entre Lázaro y el hombre rico. Primero, en contraste de casi toda la historia, el hombre pobre es identificado y el hombre rico aparece como un sin nombre. Luego, la disparidad en la comodidad física es dramáticamente transformada. Ahora el poderoso hombre rico ve a Lázaro como aquel que puede darle lo que él quiere. Primero es el agua y luego la ayuda para sus hermanos. En su vida el hombre rico se había conducido en una búsqueda interminable por la comodidad. Su riqueza era fuente de prestigio y poder. Sus posesiones eran un vehículo de seguridad y control. La muerte destruyó estos engaños y reveló la verdad. Hay una hipoteca social en las bendiciones de Dios. Estas necesitan ser un instrumento de justicia. En la historia de Lázaro, Jesús nos está enseñando a abrir nuestros ojos hacia los pobres a nuestro alrededor. Nuestro corazón necesita movernos para responder a los necesitados que hay en nuestra entrada, ya sea que esa entrada esté en nuestra familia, en el vecindario o en las muchas fronteras que creamos para proteger nuestra comodidad personal, comunal o nacional.
El Papa Francisco decía que un estilo de vida que es demasiado cómodo lleva a una gentrificación en el corazón. El resultado de un estilo de vida guiado por el siempre expansivo consumismo disminuye el espíritu que lleva a un aislamiento y a la negligencia hacia los pobres que hay en nuestro medio. Daña a los ojos del corazón. Nos fija en una pendiente resbaladiza en el lado equivocado del mundo del reverso que nos confronta en la historia de Lázaro.
Como los hermanos del hombre rico, la palabra de Dios nos ofrece un claro llamado a la conversión. También tenemos la ventaja agregada de experimentar al Cristo resucitado. La pregunta que debemos hacernos a nosotros mismos es si podemos ver a los pobres a nuestro alrededor. ¿Será que el Cristo resucitado nos permite ver en nuestras posesiones un instrumento de amor y servicio para aquellos que están en necesidad en nuestro mundo?
La parábola de hoy tiene una simple y clara implicación para nosotros. Necesitamos dejar nuestra cómoda ceguera y empezar a ver con un nuevo corazón enraizado en el llamado de Jesús para caminar en la luz.

