DOMINGO DE RESURRECCIÓN


LUCAS 24: 1-12 

Estimados amigos, todas las historias sobre la resurrección son muy desafiantes. Son una invitación a entrar en el misterio de Cristo crucificado y resucitado. La información de la historia, su contenido, tiene que ser abrazado no solamente en la mente sino en un corazón abierto y que busca las preguntas profundas de nuestra vida.

En la historia de hoy, tenemos en Pedro a un hombre que busca la salvación por medio de la liberación. Solo unas horas antes, él dormía mientras Jesús agonizaba por la venida inminente de la pasión y muerte. Pedro, negó el compromiso de todo su tiempo con Jesús, “Yo no conozco a ese hombre.”

Mientras corría hacia la tumba, sin duda, la mente y corazón de Pedro sintieron el viaje humano que es parte de nuestra experiencia. Escuchar la llamada de Jesús y el compromiso de caminar con Jesús captaron su entusiasmo inicial. Luego el desafío se incrementa para creer en el contexto de la creciente carga de la vida y la confusión que lo llevaron a la pregunta de Jesús y finalmente la negación. Ahora, conforme corre hacia la tumba, su corazón fue abierto hacia un nuevo comienzo.

En el pasaje de hoy, tenemos una visión poderosa sobre el discipulado, de Pedro y nuestra: Dios nunca se cansa de nosotros.

En la tumba, los mensajeros de Dios, vestidos de blanco, dicen a las mujeres, “¿Por qué buscan a quien vive entre los muertos? Él no está aquí sino que ha sido resucitado. Recuerdan lo que Él dijo mientras estaba en Galilea, que el Hijo del Hombre debía ser entregado a los pecadores y ser crucificado, y resucitar al tercer día” (Lucas 24: 5-6)

Las mujeres llevaron el mensaje, en toda su maravilla y su desafío y toda su confusión, a los discípulos. Pedro se aparta de este desconcierto para buscar la profundidad del mensaje. Muy pronto, la esperanza más profunda estaba cerca de cumplirse. Jesús no solamente había resucitado, sino que Pedro iba a ser aceptado en todo su quebrantamiento en los brazos amorosos de su Dios de gracia.

Jesús no estaba cansado de Pedro y los discípulos. Sus fallas para entender su mensaje, su deserción en el momento de la pasión y muerte, no llama a la ira de un Dios vengativo. Por el contrario, somos presentados a un Dios fiel y de perdón y siempre muy paciente. En verdad, Dios no se cansa de los discípulos y especialmente de Pedro. Dios nunca se cansará de nosotros tampoco.

En la carrera de Pedro hacia la tumba tenemos una invitación para entrar en el mensaje del Evangelio con nuevos ojos de fe. Es una llamada para nosotros para realmente entender las palabras de Jesús de tomar nuestra cruz y seguirlo a Jerusalén. Es una invitación para enfrentar la muerte en todas sus manifestaciones, grandes y pequeñas, y darnos cuenta que Dios ha hablado con la máxima autoridad en nuestra realidad humana. La última palabra no es muerte sino vida, no es derrota y desesperanza, sino victoria que devela una gracia y un sentido de esperanza en todos nuestros momentos oscuros. Dios no se ha dado por vencido con nosotros.

Necesitamos volver a Galilea y encontrar la palabra de Dios en Jesús con nuevos ojos abiertos por la realidad de la Resurrección. Es, en verdad, un largo viaje para aprender que hay victoria en la derrota y es mejor servir que ser servido y que los primeros deben ser los últimos y los últimos los primeros y que para salvar nuestra vida necesitamos perderla. ¡Aleluya!
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