LA MUERTE ES VERDADERAMENTE PARTE DE LA VIDA-V


Este es el regalo del autoconocimiento. Es el llamado repetido del Evangelio para elegir al verdadero ser sobre el falso ser: perder nuestra vida para salvarla, ser el sirviente y no aquel que es servido, ser el último y no el primero. Esta transformación de conciencia es la meta de la oración más profunda, que sencillamente aclara el camino para nosotros para que veamos bien lo que ya es. Para Teresa, la “práctica de la oración” era una búsqueda seria de Dios.

Estas visiones del mensaje de Teresa exponen tanto el componente personal como el social de la mentalidad pecaminosa que la sociedad produce en nosotros:

  1. Estamos atrapados en una falsa conciencia.
  2. Esta falsa conciencia crea una visión del mundo que es una enorme distorsión de la realidad. Es un punto de vista, sin embargo, nosotros lo abrazamos como verdadero.
  3. Parte de esta visión del mundo es adoptada por una sociedad y una cultura que nos identifica principalmente como consumidores.
  4. Nosotros estamos constreñidos por prejuicios profundos y escondidos apuntados a proteger nuestros privilegios económicos, sociales, políticos, culturales de género y de raza a costa de la exclusión y privación a los demás.
  5. Nuestro poderoso ego lucha incesantemente para evitar cualquier disminución de su control sobre nuestra falsa conciencia.
La Tercera Morada de Teresa en El Castillo Interior es especialmente fuerte al exponer el poder engañoso del ego, el ensimismamiento.

La vista profundamente defectuosa de nuestra cultura de la muerte contribuye a esta falsa conciencia. La mentalidad de consumidor tiene una agenda escondida. Entre sus muchas mentiras está el intento para persuadirnos que seremos inmortales si adquirimos los productos correctos. Más distorsiones vienen de la adoración de la juventud como un ídolo.

La tradición Carmelita siempre ha visto la necesidad de la transformación personal como el escalón a lo que es final y más real en la vida. Esto es la unión con Dios. Ya sea que suceda en esta vida o en la siguiente con la ayuda del purgatorio, el corazón humano fue creado para ser uno con Dios. Todo lo que es verdaderamente real en la vida lleva hacia este llamado. Dios es nuestro compañero en cualquier desarrollo auténticamente humano.

Este proceso de transformación empieza con la iniciativa de Dios que nos ama primero con un amor que está siempre buscándonos. Necesitamos estar atentos para el llamado. El amor es lo que nosotros buscamos, y necesitamos ser purificados para experimentar el amor en su más verdadera expresión. Cuando se trata de amar, solamente Dios puede ofrecer un trato verdadero.

Uno de los personajes sabios de nuestro tiempo es el renombrado autor Wendell Berry. Una de sus visiones más profundas y más perspicaz declaración sobre la muerte y el amor humano es un hermoso desarrollo del mensaje de Teresa sobre el tema. 

“Solamente al enfrentar la muerte puede el amor terrenal saber su verdadero alcance, su inmortalidad. Cualquier definición de salud que no sea tonta debe incluir la muerte. El mundo del amor incluye la muerte, la sufre y triunfa sobre ella. El mundo de la eficacia es derrotado por la muerte; en la muerte todos sus instrumentos y procesos se detienen. El mundo del amor continua, y de este, el dolor es la prueba.” (“La Salud es Membresía,” 1994)
Necesitamos cambiar muchas cosas para aceptar las consecuencias de este llamado para la transformación y la unión. Jesús es la invitación de Dios a esta maravilla de amor eterno. Teresa insiste que pongamos nuestros ojos en Jesús que es el símbolo del amor apasionado de Dios por cada uno de nosotros. Él es la continua invitación de Dios a la intimidad amorosa. Porque de su Resurrección salvadora, la muerte es el acto final de libertar y el pasaje para el destino final de nuestro corazón, ser uno con Dios para siempre.
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