Conflicto en el Corazón


Gerald May, en su clásico, Adicción y Gracia, nos ofrece una grande y valiosa visión sobre los obstáculos dentro de nosotros en nuestra Peregrinación a Dios. Él muestra que todo el sufrimiento de las adicciones roban nuestra libertad y bloquean nuestra búsqueda de Dios.

La siguiente “Pizca de Sabiduría” es una selección para este texto con algunas reflexiones.

P. # 1
Después de veinte años de escuchar a los anhelos de los corazones de la gente, estoy convencido que todos los seres humanos tenemos un deseo innato por Dios. Si somos coscientemente religiosos or no, este deseo es nuestro anhelo más profundo y nuestro más precioso tesoro. Nos da significado. Algunos de nosotros tenemos reprimido este deseo, enterrándolo bajo muchos otros intereses de los que somos completamente inconscientes de ellos. O podemos experimentarlo en diferentes maneras – como un anhelo de plenitud, de complemento o integridad. Independientemente de cómo lo describimos, es un anhelo por amor. Es un hambre de amor, de ser amante y de estar más cerca de esa fuente de amor. Este anhelo es la esencia del espíritu humano, es el origen de nuestras más altas esperanzas y de nuestros más nobles sueños.

La teología moderna describe este deseo como dado por Dios. En una efusión de amor, Dios nos crea y planta la semilla de este deseo dentro de nosotros. Luego, a través de nuestras vidas, Dios nutre este deseo, dirigiéndonos hacia la plenitud de los dos grandes mandamientos: “Amarás a tu Dios con todo tu corazón, y a tu prójimo como a ti mismo.” Si pudieramos reclamar nuestras ansias por amar como el verdadero tesoro de nuestros corazones, con la gracia de Dios, estaríamos listos para vivir estos mandamientos.

Pero algo lo toma en el camino. No solamente somos incapaces de cumplir los mandamientos; sino que con frecuencia ignoramos nuestro deseo de hacerlo. Las ansias en los centros de nuestros corazones repetidamente desaparecen de nuestra conciencia, y su energía es usurpada por fuerzas que no son para nada amor. Nuestros deseos son capturados, y nos damos a nosotros mismos sobre cualquier cosa que, en nuestra más profunda honestidad, realmente no queremos. Hay momentos en que cada uno de nosotros puede identificarse facilmente con las palabras del apóstol Pablo: “Yo no entiendo mi propio comportamiento; no actuo como quiero, sino que hago las cosas que detesto. Aunque la voluntad de hacer lo que es bueno está en mi, el poder para hacerlo no está; las cosas buenas que quiero hacer, nunca las hago; las cosas malas que no quiero – eso es lo que hago.”

Al escribir estas palabras, Pablo estaba hablando sobre el pecado. Teológicamente, el pecado es lo que nos aparta del amor – lejos del amor por nosotros mismos, lejos del amor por los demás, y lejos del amor por Dios. Cuando miro este problema psicológicamente, veo dos fuerzas que son responsables: la represión y la adicción. De las dos, la represión es por mucho el apacible.

Mi reflexión # 1
Todos los seres humanos tenemos un deseo en común: ser felices. Cada vida humana está llena con historias de la búsqueda universal. Nuestros corazones están conectados al programa común: búsqueda de la felicidad. Teresa de Ávila se encontró a ella misma en este dilema común. Ella lo puso de esta manera “Yo quería vivir pero no tenía a nadie que me diera vida.” El Camino de la Perfección (19: 12)

Ella había pasado por la experiencia humana universal. Al final, ninguna realidad creada será suficiente para un corazón que fue hecho por Dios. Desde los regalos bajo el árbol de navidad hasta la graduación del colegio, encontrar un nuevo trabajo, y aun descubrir el amor de nuestra vida, todas esas cosas son parciales e incompletas. No logran satisfacer el hambre humana con cualquier sentido de plenitud y finalidad.

El corazón fue hecho por Dios. Todos estamos atrapados en las falsedades y decepciones que nos dirigen hacia los dioses falsos que impregnan nuestra realidad. Jesús nos llamó a la conversión. Necesitamos soltar las amarras de las mentiras e ilusiones para salvar nuestra vida. Necesitamos purificar nuestra mente y corazón para que eventualmente alcancemos algo de claridad y unidad en los deseos de nuestro corazón.
El mensaje de May en Adicción y Gracia nos ayuda a entender lo que sigue cuando luchamos por la felicidad que ansiamos. Finalmente será nuestra cuando encontremos al Dios que está apasionadamente buscándonos. En particular, May señala la necesidad de lidiar con las adicciones, grandes y pequeñas, como un obstáculo singular en nuestra búsqueda de Dios.

Reflexión # 2
“La tradición Carmelita intenta nombrar el hambre, dar palabras para los deseos y expresar en final del viaje en Dios. El corazón humano necesitará por siempre esta clarificación de lo que quiere. El Carmelo ha querido la misma cosa y caminará con cualquiera que se encuentre en el camino. Nosotros no podemos satisfacer su hambre, pero podemos ayudarles a encontrar palabras para ello y saber hacia donde señalar. Podemos hacerlo, y lo hemos hecho, en arte, en poesía, en canciones, en consejos y enseñanzas, en simplemente escuchando y comprendiendo. Y podemos advertir a la gente que eventualmente todas las palabras fallan y algunas veces todo lo que tenemos es el deseo en si. (John Welch O. Carm., Épocas del Corazón p. 2)

Reflexión # 3
“El teólogo Bernard Lonergan creía que si seguimos el rastro de nuestros deseos más profundos, expresándolos en verdad, enfrentándolos, y respondiendo a su llamada, nos someteremos a la conversión. Lo que queremos, nuestros deseos serán purificados y transformados, hasta que más y más querramos lo que Dios quiere en una consonancia de deseo.” (John Welch O. Carm., Épocas del Corazón p. 4)

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