San Mateo Capitulo 6


ORACIÓN

En el cuarto grado me pasaron muchas cosas que realmente impactaron mi forma de ver la vida. Una de las que más recuerdo tenían que ver con la oración. Una semana la Hermana Julie Anne tuvo a la clase rezando tres aves marias diarias por la victoria de Notre Dame. En ese sábado Notre Dame perdió contra la Armada (Universidad Militar) ¡59-0! Yo estaba aplastado.

Yo tenía muchas preguntas para Dios después de eso. Aquellas preguntas y una buena educación me llevaron a otro sábado cuarenta años más tarde. Algunos de mis amigos, fanáticos de ND como yo, me pidieron decir una oración a la Santísima Madre por una victoria. Yo dije que no era posible para ella porque estaba muy ocupada con las víctimas de las pandillas en El Salvador.

Madurar en la oración es todo un viaje. El sexto capítulo de San Mateo, parte del Sermón en el Monte, tiene algunos conceptos maravillosos de oración. Esta enseñanza sobre la confianza en Dios está en el corazón de lo que es nuestra meta en la oración de petición.

Una de las grandes cosas sobre la oración, no importa que tan mal dirigida sea, es que nos ayuda a crecer en la conciencia de nuestra dependencia de Dios. Las escrituras nos asisten para gradualmente entender que esta conciencia de nuestra dependencia de Dios es un regalo bello y liberador. Nos dirige hacia la verdad de que Dios tiene un mejor plan para nosotros.


De manera que mucha de nuestra oración está dirigida hacia nuestros propios deseos. Uno de  os mensajes centrales del Sermón en el Monte es un mejor plan de Dios. Cuando oramos conforme proclama el Sermón “Venga tu reino, Hágase Tu voluntad” realmente estamos pidiendo la ayuda de Dios para participar en la búsqueda del plan de Dios. Estamos pidiendo abrirnos a nosotros mismos y permitir que Dios sea Dios y no permitir que ninguna criatura nos engañe y nos aleje de la gracia y el amor de este Dios.

El mensaje de Jesús sobre la oración comienza diciéndonos no orar como oran los paganos. Su oración es descrita como un esfuerzo en voz alta y perseverancia. Ellos buscan la frase correcta para ganar la respuesta deseada de una deidad indiferente.

La invitación de Jesús para orar es totalmente opuesta. Dios ya sabe lo que necesitamos. La generosidad de Dios es un DAR. De acuerdo con Jesús, lo que se necesita es un corazón humano dispuesto para la gran generosidad del Padre.

La estructura de la Oración del Señor es clara. La primera parte nos dirige al dominio del Padre Nuestro que es Santo y amoroso. Hay un plan divino. Las peticiones de la primera parte de la oración coloca toda la atención en Dios: el Padre amoroso, el Santo nombre, el reino de Dios y la voluntad de Dios. Somos alejados de nuestro pequeño mundo de autointerés. En la segunda parte, volvemos a nuestras necesidades y a nuestra dependencia de Dios.

La primera parte del “Padre Nuestro” es una expresión en el lenguaje original de la ternura paternal y cariño. Hoy sería “papi” o “pá” o algo similar. De igual manera, un punto adicional como consecuencia es que Jesús está creando una nueva familia de Dios en la comunidad de sus discípulos. Todos los miembros están invitados a participar en esta relación divina de intimidad y confianza.

Las siguientes tres peticiones en realidad son una: la venida del reino, el mensaje central de Jesús. La santidad del nombre de Dios y la santidad de Dios son declaraciones biblicas aceptando esta nueva erupción en la realidad de la proclamación de Jesús del reino.

El Reino es Dios respondiendo a las consecuencias del pecado que fluye de la tragedia en el jardín del Edén. Los primeros once capítulos del Genesis describe esta evolución destructiva del mal que impregna nuestro mundo. Desde la llamada de Abraham a las declaraciones de Jesús sobre el reino tenemos la contra-evolución del amor en el plan de Dios. Las muchas expresiones de la esclavitud al pecado y la muerte y, más que todo, la alienación de Dios ahora están dando paso a la presencia salvadora de Jesús y su nueva familia de fe. El Reino es, en verdad, la semilla que se volverá un gran árbol para abrigar a todas las aves. (Mateo 13:31-32) nosotros participamos en esta venida cuando caminamos con Jesús en una vida de amor y servicio para el reino.

Cuando oramos por el Reino de Dios, estamos orando por la liberación de las consecuencias del pecado. La magnitud de esta petición es fácil de no alcanzar. Esta oración incluye practicamente cualquier cosa que es buena: sanar la gripe de nuestros niños o la eliminación de la esclavitud sexual, tener éxito en el examen de manejo y la conversión de las pandillas. El Reino de Dios quitará todas las enfermedades, todos los prejuicios, cualquier expresión de inhumanidad, cualquier dimensión de pobreza, divisiones de cualquier clase y la lista sigue y sigue. Todo mal, particularmente la muerte, es vencido por la venida del Reino de Dios. El aleluya escondido de la victoria de Cristo es siempre el trigo sobreponiendose a la cizaña en medio de nosotros. (Mateo 13:24-30)

Cuando nosotros oramos “Venga tu Reino” estamos orando por todo lo que necesitamos y tambien por lo que queremos. Todas nuestras variadas peticiones en nuestras oraciones fieles, en los rosarios, en todas las intenciones de las novenas, y de cada deseo escondido en nuestro corazón más bien estan incluidos en el Reino de Dios. Aun es bueno orar por las cosas individuales porque nos ayuda a volvernos conscientes de nuestra necesidad de Dios.

El segundo conjunto de peticiones refleja un peregrinar de la gente similar al de los israelitas errantes en el desierto. El maná es el pan para las necesidades materiales humanas. El pan como un símbolo de la Eucaristía también es parte de nuestra oración. Dios perdona. Sin embargo, podemos bloquear ere fluir de misericordia si no perdonamos. La petición final es de que las fuerzas del mal  no prevalecerán en nuestra realidad personal, comunal e histórica.

La oración del Señor es la oración de la familia de Dios en el viaje a la unidad, armonía y libertad de la nueva creación. Nos invita a una conciencia de una confianza total en Dios. Nos ayuda a experimentar el sentido de la intimidad divina. Nos llena de esperanza.

Teresa de Ávila entendió verdaderamente la división en dos partes del Padre Nuestro: por Dios y por nosotros. Esto le permitio expresar su experiencia de Dios. Impregnó toda su enseñanza en dos sentidos, su simplicidad y profundidad. Dios es el Creador y nosotros somos sus criaturas. Dios es un Creador amoroso y misericordioso. Nosotros somos pecadores pero también somos perdonadas y amadas criaturas llamadas a la unidad con Dios. La historia de nuestras vidas es la amorosa misericordia de Dios.

En la enseñanza de Teresa sobre oración, el autoconocimiento es una piedra angular. Esta visión fundamental nos ayuda a crecer en claridad sobre nuestra dependencia total en Dios.

El resto del capítulo seis de Mateo es la enseñanza de Jesús sobre las posesiones. Para Jesús, el deseo de tener nuestros “tesoros en la tierra” (Mateo 6:19) fluye de un corazón distorsionado. Esto crea una ilusión de seguridad pero de hecho el resultado es un corazón esclavizado. “por lo tanto busquen primero su reino y su justicia, y se les darán también todas esas cosas” (Mateo 6:33)

El Sermón es sobre la llamada interior a las profundidades del corazón. Esta autenticidad interior es un tema constante en el Sermón. Necesitamos encontrar nuestra seguridad en Dios y no en las posesiones. El crecimiento en la oración verdadera nos ayuda a descubrir a Dios en el centro. Nos permite alejarnos gradualmente de la preocupación y la ansiedad. Este es un proceso que demanda la lucha de toda una vida para transformar nuestros valores y prioridades.

Teresa tiene una revelación que ayuda mucho sobre las posesiones. Ella dice que nos ayudan a acercarnos a Dios o talvez no. Necesitamos madurar para discernir la diferencia.

Este es nuestro problema. El corazón humano es una máquina hacedora de ídolos. Nosotros somos mucho más importantes a los ojos de Dios que las flores del campo y que los bellos pájaros del cielo. (Mateo 6:26-28) no necesitamos ídolos para nuestra seguridad. “ni ojo vio, ni oído oyó, ni por mente humana han pasado las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman.” (I Corintios 2:9)

El reino de Dios, proclamado por Jesús, es la más completa y absoluta expresión del plan amoroso de Dios. Jesús continua: “no anden tan preocupados ni digan ¿tendremos alimentos?, o ¿qué beberemos?, o ¿tendremos ropa para vestirnos?. Los que no conocen a Dios se afanan por esas cosas, pero el Padre del Cielo, Padre de ustedes, sabe que necesitan todo eso.” (Mateo 6: 31-32) Jesús nos enseña a no hacer planes pequeños. Póngase en contacto con el gran plan donde Dios verdaderamente sabe lo que es mejor para nosotros. ¡Encontraremos el tesoro escondido (Mateo 13:44) en las huellas de Jesús.

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