El pecado original y nuestro verdadero destino
I
Cualquier evaluación verdadera de nuestra vida ordinaria revelará un mar de caos dentro de nosotros y de nuestra vida común en sociedad. Hay patrones de irracionalidad, confusión y todo tipo de prejuicios y realidades distorsionadas que aceptamos como la condición humana. Nuestras vidas están influenciadas por la ilusión y el autoengaño. Las columnas de consejos del tipo "Querida Abby" nunca se quedarán sin clientes. Del mismo modo, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas siempre tendrá que considerar situaciones de violencia. En medio de todas estas luchas personales y sociales, queda una verdad simple y dominante. Vivimos en Dios y Dios vive dentro de nosotros. Nuestra condición pecaminosa nos lleva a descuidar, si no a olvidar totalmente, esta verdad fundamental de que estamos hechos a imagen de Dios. Thomas Merton, un monje trapense que fue uno de los grandes maestros espirituales en la América del Norte del siglo XX, enfatizó esta verdad de nuestra unidad con Dios. Dijo que actuamos como si estuviéramos persiguiendo este sentido de ser uno con Dios. De hecho, ya poseemos esta unidad, pero estamos ciegos y somos negligentes de esto debido al Pecado Original. Tenemos que crecer en conciencia de la profundidad de nuestra condición pecaminosa y sus consecuencias de cómo experimentamos la realidad.
La "Caída" que heredamos de nuestros primeros padres tiene profundas y extensas repercusiones para todos nosotros. Vivimos en un mundo donde la desunión y la separación son la fuerte inclinación del corazón humano. Los patrones de división entre "nosotros" y "ellos" son inclinaciones innatas y constantes para todos nosotros. Las disputas en el coro de la iglesia y el antisemitismo parecen no tener fin. La supremacía blanca y culpar a los pobres son elementos básicos de nuestra condición pecaminosa. La alienación y el aislamiento también son el producto de nuestra herencia pecaminosa. Nuestro mundo está dominado por la ilusión y el sesgo bajo el disfraz de la comprensión de la realidad por sentido común. Sin embargo, el hecho es que lo que es verdaderamente real está oculto por todos estos engaños. Nuestra situación exige una transformación de la conciencia para liberarnos de las capas de mentiras que heredamos del pecado original. Esta transformación de la conciencia es un proceso de iluminación que fluye en buena parte de una profunda oración personal.
Es por eso que necesitamos un compromiso sincero con el crecimiento espiritual personal a través de la oración. Esta actividad espiritual nos invita, lenta pero constantemente, a tomar conciencia de la realidad de nuestra unión con Dios. Este es nuestro llamado, ser personas que persiguen el amor que nos hará libres. Siempre es una lucha debido a nuestro cautiverio en el continuo engaño de nuestra condición pecaminosa. Debemos recordar este axioma: la gracia de Dios está en la lucha. Nuestro destino es ser uno con Dios. La oración personal profunda es uno de los medios más significativos para alcanzar este destino divino. Es, de hecho, el gran tesoro que debemos vender todo para comprar y abrazar el plan de Dios para nosotros.
Esto es lo que Merton enfatizaba cuando decía que lo que estamos buscando es lo que ya somos: unidos con Dios. Necesitamos ser purificados y transformados para estar iluminados y energizados para lograr este verdadero destino.