EL QUE RECIBE A UN NIÑO COMO ESTE EN MI NOMBRE, A MÍ ME RECIBE

Vigésimo Quinto Domingo del Tiempo Ordinario

Marcos 9:30-37

Queridos amigos, Nuestra fe católica a menudo se describe como un servicio desde la cuna hasta la tumba. En realidad, somos muy enfáticos en que comienza antes de la cuna en el momento de la concepción. Creo que todos tenemos dificultades con esta exigencia universal de nuestra fe.

En el Evangelio de hoy, Jesús está usando su segunda predicción de su pasión y muerte para enseñarnos que no hay "nadies" a los ojos de Dios.

En el Evangelio de Marcos, hay un patrón básico en los tres anuncios de Jesús de su Pasión, Muerte y Resurrección. En primer lugar, Jesús hace la impactante predicción. Entonces los discípulos se ven atrapados en una situación que muestra su total fracaso para entender esta lección de Jesús. A esto le sigue una enseñanza de Jesús que es una profunda contribución a su mensaje evangélico.

El predicamento de hoy para los discípulos es una discusión sobre quién es el más importante entre ellos. Esto nos lleva a la instrucción de hoy de Jesús.

El mensaje de hoy se pierde si no entendemos que un niño en el tiempo del Nuevo Testamento era un "don nadie", una persona sin valor social ni reconocimiento. La enseñanza de Jesús era que quien recibe a un niño, recibe a Jesús.

Un niño era realmente un "don nadie" para todos, excepto para la familia. El niño no tenía derechos, ni reconocimiento, ni voz en nada. Jesús le da la vuelta a ese punto de vista en su mensaje evangélico de hoy. No solo pone sus brazos alrededor del niño en un tierno abrazo de reconocimiento, sino que dice: "El que recibe a un niño como este en mi nombre, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino al que me envió". (Marcos 9:37)

Esta enseñanza de Jesús tiene implicaciones sociales astutas. Una relación tan significativa y respetuosa con un niño significaría menospreciar su importancia personal e identidad como adulto. Este vaciamiento del yo fue una invitación a un liderazgo que renuncia a la dominación y al control. Fue un llamado a un liderazgo humilde de servicio y apertura.

En un nivel aún más profundo, esta enseñanza de Jesús desafía tanto la noción de los discípulos del Mesías como la de Dios. Jesús nos está diciendo en su enseñanza, y aún más en su vida, que Dios es uno que viene entre nosotros, no como alguien que gobierna por control y castigo, sino como uno cuyo reino es uno de servicio. Todos somos niños a los ojos de Dios. Es la bondad de Dios, no nuestros logros, la fuente de nuestra fuerza, dignidad y belleza como seres humanos.

En esta declaración y abrazo amoroso del niño, Jesús nos muestra que no hay "nadies" a los ojos de Dios. Necesitamos ver que toda la humanidad, en todas sus increíbles y diferentes expresiones, ofrece una imagen de Dios. Por lo tanto, si deseamos ser líderes, necesitamos celebrar esta manifestación divina con una presencia que nos haga servidores de todos.

Jesús nos está mostrando el camino con su entrega fiel en el camino a Jerusalén. Nos pide a nosotros, sus seguidores y discípulos, que reconozcamos y respondamos a la presencia de Dios en todos nuestros hermanos y hermanas, ya sea que estén en pañales o en prisión, ya sea en coma o adicción, ya sea un ganador del Premio Nobel o una suegra. Todos son dignos de nuestra vida de servicio y amor. Todos tenemos nuestra propia lista de "nadies". Jesús nos está pidiendo que abramos nuestros ojos para ver la maravillosa presencia de Dios escondida en medio de nosotros, cambiando nuestras etiquetas de negatividad por las etiquetas de un precioso hijo de Dios.
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