La teología moderna describe este deseo como dado por Dios. En una efusión de amor, Dios nos crea y panta en nosotros la semilla de este deseo. Entonces, a lo largo de nuestras vidas, Dios nutre este deseo, nos guia hacia la plenitud de los dos grandes mandamientos: “amarás a Dios con todo tu corazón, y a tu prójimo como a ti mismo” si nosotros pudieramos reclamar nuestro anhelo de amar como el verdadero tesoro de nuestros corazones, podríamos, con la Gracia de Dios, ser capaces de vivir estos mandamientos.
Pero algo sucede en el camino. No solamente somos incapaces de cumplir con los mandamientos; con frecuencia ignoramos ese deseo de hacerlo. El anhelo en el centro de nuestros corazones desaparece repetidamente de nuestra conciencia, y su energía es usurpada por fuerzas que no son amor para nada. Nuestros deseos son capturados, y nos damos a ciertas cosas que, en nuestra honestidad más profunda, realmente no queremos. Hay momentos cuando cada uno de nosotros se puede identificar facilmente con las palabras del apostol Pablo: “Yo no entiendo mi propio comportamiento; no actúo como debería, sino que hago cosas que detesto. Aunque la voluntad de hacer cosas buenas está en mi, el poder para hacerlo no está; las cosas buenas que quiero hacer, nunca las hago; las cosas malas que no quiero hacer – esas son las que hago.”
Al escribir estas palabras, Pablo estaba hablando del pecado. Teológicamente, el pecado es lo que nos aleja del amor – lejos del amor por nosotros, lejos del amor por los demás, y lejos del amor por Dios. Cuando veo este problema psicológicamente, veo dos fuerzas que son responsables: represión y adicción. De las dos, la represión es para el más apacible.”
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Estas selecciones, bajo el título “Pizca de Sabiduría” son del libro de Gerald May: Adicción y Gracia. Son seguidas de una o más reflexiones de mi parte y algunas veces de otros autores.
Mi reflexión 1:
Todos los seres humanos tienen un deseo en común: ser felices. Cada vida humana está llena con historias de la búsqueda universal. Nuestros corazones están conectados al programa común que es la búsqueda de la felicidad. Teresa de Ávila se encontró en este dilema común. Ella lo puso de este modo: “Yo quería vivir pero no tenía a nadie que me diera vida.” El Camino de la Perfección (19. 12)
Ella había pasado por la experiencia humana universal. Al final, ninguna realidad creada será suficiente para un corazón que fue hecho por Dios. Desde los regalos bajo el árbol de navidad hasta la graduación de la universidad para encontrar un nuevo trabajo y aun descubrir el amor de nuestra vida, todo esto es parcial e incompleto. Todos fallan en satisfacer el hambre con algun sentido de complemento y finalidad.
El corazón fue hecho por Dios. Todos estamos atrapados en las falsedades y las decepciones que nos dirigen hacia los falsos dioses que impregnan nuestra realidad. Jesús nos llamó a la conversión. Necesitamos tirar las mentiras y las ilusiones para salvar nuestra vida. Necesitamos purificar nuestra mente y nuestro corazón y eventualmente alcanzar alguna claridad y unidad en los deseos de nuestro corazón.
El mensaje de May en Adicción y Gracia nos ayuda a entender lo que sigue cuando luchamos por la felicidad que estamos buscando. Finalmente será nuestra cuando veamos que Dios está apasionadamente buscándonos. En particular, May señala la necesidad de tratar con las adicciones, grandes y pequeñas, como un obstáculo singular en nuestra búsqueda de Dios.
Reflexión 2:
La tradición Carmelita intenta nombrar el hambre, da palabras al deseo y expresa que el viaje termina en Dios. El corazón humano necesitará por siempre la clarificación que quiere. El Carmelo ha querido la misma cosa y caminará con cada uno que se encuentre en el camino. Nosotros no podemos satisfacer su hambre, pero podemos ayudarles a encontrar palabras para ello y saber hacia donde señala. Podemos hacerlo, y lo hemos hecho, en arte, en poesía y en canciones, en consejos y enseñanzas, en simplemente escuchar y comprender. Y podemos advertir a la gente de que eventualmente todas las palabras fallan y algunas veces todo lo que tenemos es el deseo en sí. (John Welch, O. Carm, Épocas del Corazón, p 2)
Reflexión 3:
Los teólogos Bernard Lonergan pensaba que si nosotros seguimos la senda de nuestros deseos más profundos, los expresamos en verdad, los enfrentamos, y respondemos a su llamada en nuestras vidas, nos someteremos a las conversiones. Lo que queremos, nuestros deseos serán purificados y transformados, hasta que más y más vamos a querer lo que Dios quiere en una consonancia de deseo.” (John Welch O. Carm., Épocas del Corazón p. 4)