TERCER DOMINGO DE PASCUA

LUCAS 24: 35-48 

Estimados amigos, El poder real y el mensaje de la historia de hoy no es el Aleluya. Es el relato de cuán difícil fue para los discípulos abrazar la realidad del Aleluya, el Cristo Resucitado, el Mesías sufriente que conquistó la muerte.

Los discípulos están reunidos en temor y angustia. Los viajeros de Emaús están entusiasmados compartiendo su experiencia. En medio de su cuento salvaje, Jesús aparece. Lucas describe la reacción inmediata. No es de alegría y maravilla. Las personas en el salón están sobresaltadas y aterrorizadas. Ellos creen que están viendo un fantasma. Jesús los calma al mostrarles los remanentes de sus heridas en manos y pies. Luego come pescado. Lucas nos invita a entrar en la lucha profunda de los discípulos y los demás para aceptar la resurrección.El Jesús resucitado está en su presencia. Los discípulos quedaron envueltos en una transformación total de la realidad. Era verdaderamente difícil para ellos entender lo que sucedía. Es igualmente desafiante para nosotros aun después del paso de tantos siglos. Todas las historias de la resurrección tratan de convencernos de la necesidad de una fe profunda para desentrañar la nueva realidad. Aun con Jesús físicamente presente, la reacción de los discípulos fue de terror y de shock.

El punto para nosotros es evitar una respuesta superficial al misterio. Necesitamos evitar un Aleluya que viene de la boca hacia afuera y no de las profundidades del corazón. Lucas está diciéndonos que es un pasaje muy largo de fe de la simple información hasta la última experiencia de la realidad de gracia y dadora de vida.

La Resurrección está íntimamente conectada a la cruz. Ambas son un solo evento. En los dos aspectos de esta experiencia, tenemos la revelación completa del amor de Dios. El Mesías sufriente devela a un Dios que no controla u obliga. El amor que libera e invita es la lección. En confrontación con el mal del mundo, Jesús eligió sufrir en lugar de dominar y conquistar. Nosotros estamos invitados a este gran misterio predicho por los profetas. Todo fue mal entendido por los discípulos y por todos los sucesores hasta nuestros días.

El Dios que resucitó a Jesús para la victoria de la Pascua está con nosotros hoy. Él conquista el mal por nosotros también. La Pascua nos muestra que Dios transformará el peligro, la pena y el sufrimiento en nueva vida y nueva libertad cuando caminamos con Jesús.

En el pasaje del Evangelio de hoy, Lucas resalta tres puntos. Primero, el Mesías no era lo que ellos ni nosotros esperábamos: un Salvador rechazado y humillado. Segundo, la conversión y el perdón serán predicados en su nombre. Tercero, el mensaje necesita ser proclamado por todo el mundo.

La declaración del Papa Francisco de su visión para la iglesia fue diseñada para nosotros en su exhortación, La Alegría del Evangelio. El tema unificador de esta maravillosa declaración es predicar el Evangelio por todo el mundo.

El Papa Francisco declara: “Yo sueño con una “opción misionera” que es, un impulso misionero capaz de transformar todas las cosas. De manera que las costumbres de la iglesia, la manera de hacer las cosas, los tiempos y horarios, idioma y estructuras puedan ser convenientemente canalizados para la evangelización del mundo de hoy más que para su propia preservación.” (La Alegría del Evangelio # 27)
Necesitamos entrar en el evento del Aleluya de la Pascua. Cuando nosotros verdaderamente la abracemos, no tenemos elección más que proclamarla con todo nuestro ser. Entonces seguiremos el ejemplo de los discípulos que finalmente hicieron el pasaje al verdadero Aleluya y su significado tan contundente. La muerte ha sido conquistada y la nueva creación ha empezado.
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