SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Juan 1:35-42 

Queridos amigos, Al comenzar el Tiempo Ordinario una vez más, tenemos la oportunidad de responder a la pregunta: ¿qué es un Evangelio? No es una vida de Jesús ni un resumen de sus enseñanzas. Un Evangelio es la oportunidad de encontrar a Jesús en la fe. Ahora podemos encontrarnos con Jesús en nuestra liturgia semanal, tal como lo hicieron los discípulos cuando caminó por los caminos polvorientos de Galilea. Él nos enseña, nos sana y nos llama así como proclamó la Buena Nueva a los primeros creyentes.

El pasaje de Juan de hoy tiene dos preguntas fundamentales para nosotros mientras nos preparamos para encontrarnos con Jesús en la fe. La primera es, —¿Qué buscas? (Juan 1:38) Éste toca el hambre profunda en cada corazón humano. La pregunta de Jesús es un desafío y un llamado al discipulado.

Todos buscamos la felicidad. Es una búsqueda de toda la vida con callejones sin salida aparentemente interminables de frustración, confusión y dolor. Sin embargo, el deseo ardiente persiste. Encontraremos verdadera sanidad y satisfacción para nuestro corazón atribulado al caminar con Jesús como discípulo. Dios nos muestra el camino del discipulado en las responsabilidades y relaciones de nuestra vida, por los signos de los tiempos y el clamor siempre presente de los pobres y, lo que es más alarmante en nuestros días, el clamor de la tierra.

Jesús sigue su pregunta inicial con una simple invitación y llamado: "Ven y verás". (Juan 1:39) Jesús sabe que el corazón humano fue hecho para Dios y, al final, solo estará satisfecho y realizado cuando encuentre y abrace a Dios. Con su invitación, Jesús nos está mostrando que Dios desea nuestra presencia. Dios está ocupado en nuestra vida. Dios nos está llamando a una intimidad que abre el mundo y sus maravillas de una manera nueva y maravillosa.

Nuestro camino litúrgico de este año es principalmente con el Jesús del Evangelio de San Marcos. Estamos invitados a "Vengan y vean". Estamos llamados a tener un encuentro con Jesús, un encuentro de fe tan real como Andrés y Pedro en el Evangelio de hoy.

En su mandato de unirse a él, Jesús estaba ofreciendo mucho más que mera hospitalidad. Jesús estaba proponiendo una invitación a realizar la verdad, la sabiduría y la libertad en lo profundo de nuestros corazones. Él estaba ofreciendo una respuesta al dolor y la miseria, la confusión y la oscuridad de la vida. Más tarde explicaría el llamado como el camino, la vida y la verdad.

No necesitamos más información acerca de Jesús. Necesitamos abrirle nuestro corazón y nuestra vida en nuestra experiencia diaria. Es en una relación creciente y profunda con Jesús que poco a poco captamos con más claridad y profundidad lo que estamos buscando en la vida. Comenzamos a ver la verdad que viene del camino de caminar con Jesús.

Una vez más, al comenzar el Tiempo Ordinario, la Iglesia nos invita a caminar con la historia de Jesús en San Marcos para que podamos ser liberados de la oscuridad del pecado. Se nos pide que seamos el leproso que es purificado, el paralítico que es sanado y perdonado, el hambriento que es alimentado con los panes y los peces. Con Pedro tenemos que enfrentar la imponente pregunta de la salvación, "¿Quién dices que soy yo?" (Mc 8:27) Se nos dirá que tomemos nuestra cruz y lo sigamos a Jerusalén. (Mc 8:34)

De hecho, en muchos sentidos en los próximos meses, la invitación, "Venid y veréis» (Jn 1,39) nos ayudará a responder a la pregunta fundamental de nuestra realidad humana, "¿Qué estás buscando?" (Juan 1:38)

Es al venir a Jesús con fe y entrega gradual y permanecer con Él y escuchar de nuevo Sus palabras y llamado que respondemos a Su pregunta: "¿Quién decís que soy yo?" (Mc 8:27) Al mismo tiempo, respondemos a la pregunta crucial: "¿Qué estás buscando?" (Juan 1:38) al darnos cuenta de nuestra propia identidad como hijos de Dios.
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