VIGÉSIMO TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Mateo 18, 15-20

La segunda sección de la enseñanza de Mateo sobre la iglesia en el capítulo 18 (Mateo 18:15-20) plantea algunas cuestiones verdaderamente desafiantes sobre la iglesia como comunidad. Es mucho más complicado que simplemente tener una lista parroquial precisa.

El perdón y la aceptación del pecador es la moneda del reino para cualquier comunidad cristiana auténtica. Por otro lado, debe haber una justicia que va más allá de la de los escribas y fariseos (Mateo 5:20). El reino, que es el corazón de las enseñanzas de Jesús, implica exigencias éticas para aquellos que están comprometidos a vivirlo y proclamarlo. Equilibrar estos tres elementos de inclusión, perdón y verdadera justicia es un desafío interminable para cualquier comunidad cristiana fiel a las enseñanzas de Jesús.

Esta porción de Mateo 18 (Mateo 18:15-20), nos llama a una vida comunitaria que exige una interacción significativa y costosa. Dios valora el compartir y el compromiso personal entre unos y otros. El dar y recibir de vivir en comunidad es claramente parte del plan divino para la salvación. Cuando la interacción tiene lugar entre personas defectuosas y pecadoras, seguramente habrá conflicto, incluso entre hermanos y hermanas que se esfuerzan por vivir los valores del reino. Dios usa nuestro quebrantamiento para liberarnos de un mundo estrecho e impulsado por el ego. El mensaje de Jesús se dirige primero a los pecadores. Es de esperar que los santos entren en escena más adelante en el viaje.

La comunidad ordenada por el Evangelio debe tener normas. Estas normas deben guiar el estilo de vida de los individuos. La gente no es libre de establecer sus propias reglas. Del mismo modo, ninguna comunidad puede evitar hacer frente a hostilidades personales perjudiciales entre individuos. Hay que hacer frente a la violación habitual de los valores comunitarios. Debe haber una estructura de reconciliación para abordar estas situaciones.

Una comunidad cristiana no puede simplemente ignorar sus estándares dando libre influencia a cualquier nivel de comportamiento. Esta negación de valores tiene consecuencias. La corrección fraterna es la gran prueba para la comunidad cristiana: mantener los valores del evangelio entre un pueblo que es defectuoso y pecador, pero llamado a la santidad. Jesús asegura su presencia en esta lucha para preservar la humildad y el servicio que mantendrá la comunidad amorosa a pesar de los miembros pecadores. La oración atraerá a los miembros a la presencia de Jesús. "Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, yo estoy allí en medio de ellos" (Mateo 18:20). Esta presencia será una fuerza formidable para la confrontación necesaria. También traerá el consuelo y la celebración necesarios.

El amor debe ser la fuerza motriz general de la corrección fraterna. Todo señalar con el dedo debe comenzar con el dedo apuntando a uno mismo. El otro debe ser abordado con un sentido de la propia vulnerabilidad. El amor no busca antagonizar al miembro disruptivo, sino que el amor agoniza con esa persona. Llama a la luz. No se rebaja. El objetivo es que todos estén involucrados en una experiencia más profunda de la misericordia de Dios.

Cuando ocurre el conflicto, Jesús nos pide que lo abordemos con humildad y perdón radical. Recuerde el consejo del Sermón dei Monte (Mateo.5-7). Estos capítulos especiales contienen múltiples enseñanzas sobre el perdón y la reconciliación. Una realmente relevante es la corrección fraterna: "Retira la viga de madera de tu ojo primero, luego verás claramente para quitar la astilla del ojo de tu hermano". (Mateo 7,5).

En segundo lugar, Jesús nos aconseja que saquemos el conflicto o el dolor a la luz, a la luz del día. Ir al que ofende en el diálogo amoroso y abierto nos ayuda a ver otro punto de vista.

La enseñanza de Jesús nos alejará de la vocación de ser la víctima. La víctima busca dividir, no sanar. Cuando somos la víctima, escalamos el problema diciéndoles a otros cómo hemos sido heridos. De esta manera perturbamos aún más a la comunidad. Lo que realmente estamos haciendo es buscar el poder para controlar al otro, en última instancia, haciendo que la curación de la comunidad sea menos probable.

El corazón de Mateo 18:15-20 ofrece un programa de disciplina para abordar el conflicto, ya sea entre individuos o involucrando violaciones significativas y continuas de los valores de la comunidad. Esta búsqueda de la armonía no es posible sin el espíritu de amor. Hay cuatro pasos en el enfoque estructurado de Jesús para la corrección fraterna. El objetivo de esta intervención es evitar que todos se avergüencen personalmente, buscar el crecimiento personal para todos y resaltar la necesidad de un perdón orante que edifica la comunidad en lugar de derribarla en división y hostilidad. Espera construir puentes sobre los muros de aislamiento y separación.

Estos son los pasos:
  1. Un enfoque de persona a persona busca un diálogo sanador reconociendo que la mayoría de las veces hay muchos lados en cualquier problema.
  2. Si no se subsana la brecha en el nivel inicial, se pide a dos o tres testigos que se unan al diálogo.
  3. Cuando esto no es suficiente, el problema debe ser llevado a la comunidad en general.
  4. Finalmente, cuando la comunidad ve una violación continua de los valores fundamentales, se le pide al individuo que se vaya hasta que haya un cambio. La partida nunca se considera permanente y siempre se hace de una manera amorosa y perdonadora.
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