LA FIESTA DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO


Juan 6:51-58

Estimados amigos, Cuando era pastor, pronto llegué a ver las celebraciones de la Primera Comunión como profundamente defectuosas con mucha más fiesta y mucho menos Jesús.

Mi respuesta fue exigir a los padres que participaran en doce asambleas de fe. Estas son sesiones de dos horas que incluyen una presentación básica de la historia de la salvación desde Abraham hasta Jesús. Son mucho más que simples clases bíblicas porque hay un énfasis en ver la Palabra de Dios cruzando las historias personales. Hay mucho intercambio de experiencias y tiempo para la reflexión y la oración.

El resultado final es que los padres adquieren un sentido de poder personal para ser maestros de la fe con una comprensión del llamado fundamental de Jesús a la conversión en el amor de Dios.

Los padres fueron invitados a una apreciación más profunda de Jesús y su regalo para nosotros. En sus enseñanzas, su ministerio de sanidad y su rendición a la voluntad del Padre, Jesús abrió una visión de un Dios personal e involucrado con todas las personas. En este camino, los padres pudieron ver la Eucaristía como una gran expresión del amor de Dios en Cristo crucificado y Cristo resucitado. Esto desafió a los padres a ir más allá de lo superficial en la Primera Comunión de sus hijos.

Los padres fueron animados a ver la Eucaristía como un verdadero tesoro de nuestra fe. En este ritual vamos más allá del símbolo del pan y el vino. Esta es la verdadera presencia de nuestro Señor Jesucristo salvador que viene a nutrirnos y amarnos. Su presencia real es un llamado para que cuidemos, amemos y demos a nuestros hermanos y hermanas.

El objetivo no era solo ayudar a los padres a preparar a sus hijos para entender lo que sucede en ese hermoso día de su Primera Comunión. Fue para convencer a los padres de que esta es la tarea de muchos años. Parte de esa tarea fue su participación familiar en la liturgia de manera regular. La liturgia es verdaderamente una escuela continua de educación religiosa para adultos donde la experiencia diaria está conectada con el acto salvífico de Jesús aquí y ahora.

A menos que los padres comprendan la importancia de la experiencia básica de la participación regular en la liturgia, las celebraciones de la Primera Comunión tienen la posibilidad real de distorsionarse y ser intrascendentes.

El verdadero objetivo es la participación fiel en la adoración y alabanza de la Iglesia. La asistencia regular a misa nos lleva al encuentro con el gran acto de amor que es la historia fundamental de la Biblia. Ese amor literalmente toma la forma de carne y sangre para nutrirnos y guiarnos en el viaje problemático que es nuestra vida. Es por eso que la Iglesia nos enseña que la Liturgia es la fuente y la cumbre de nuestra fe. La liturgia nos ayuda a tomar la información sobre nuestra fe y dejar que transforme nuestro corazón donde nos lleva a un encuentro con nuestro Dios amoroso.

En esta fiesta de Corpus Christi, Me gustaría invitarlos a ir más allá del mantra sobre la Liturgia como el "Fuente y Cumbre" de nuestra fe. Quiero invitarlos a reflexionar y orar sobre una expresión más completa de la enseñanza del Vaticano II sobre nuestra participación en la Eucaristía.

"La celebración de la Eucaristía, como acción de Cristo y del pueblo de Dios... es el centro de toda la vida cristiana, para la Iglesia universal, para la Iglesia local y para todos y cada uno de los fieles... la Liturgia es la cumbre hacia la cual se dirige la actividad de la Iglesia; es también la fuente de la que fluye todo su poder... Todos los que son hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo deben reunirse para alabar a Dios en medio de la iglesia, para participar en el sacrificio y comer la cena del Señor". (Constitución sobre la Sagrada Liturgia, 1963, #2, 10, 41) Cada Misa debe ser como una Primera Comunión donde hay mucha menos fiesta y mucho más Jesús.
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