ORACIÓN Y AUTOCONOCIMIENTO IV


Este es el cuarto de una serie de blogs sobre la vida cristiana, la oración y el autoconocimiento.

I

La oración juega un papel vital en el camino cristiano. Esto es especialmente cierto cuando nos enfrentamos cara a cara con las exigencias de la integridad del Evangelio. Sin embargo, al final, la oración solo identifica y aclara la presencia de Dios en nuestra vida. La vida es donde nos encontramos con Dios. La vida es la gracia más grande. La oración nos ilumina, nos capacita y nos lleva a este verdadero misterio y meta de nuestra existencia, para ser uno con Dios.

Una de las tareas principales de la oración es iluminarnos a través de la Palabra de Dios. Este proceso lentamente nos permite ver que nuestra comprensión del mensaje de Jesús en los Evangelios es bastante superficial. Algunos ejemplos personales ayudarán a concretar esto. Cuando era adolescente pensé que era un sacrilegio escandaloso que las niñas practicaran deportes. Del mismo modo, creía que los afroamericanos eran perfectamente felices en su vecindario. No se comprendía en absoluto la intensidad del hacinamiento, el parque de viviendas pobres y decrépitas, la financiación insuficiente de las escuelas segregadas, la falta de servicios médicos y una multitud de otras expresiones de injusticia racial.

La fidelidad a la oración expandió lentamente mi conciencia de mi cautiverio a una cultura que era intensamente sexista y racista. Ese viaje continúa a toda velocidad en el presente. Esta es una de las numerosas formas en que la oración mejora nuestro autoconocimiento al atacar nuestra falsa conciencia.

II

La mayoría de las veces, cuando las personas oran, tienen un plan. Quieren que Dios responda a su estrategia para la felicidad. Pero Dios también tiene un plan. Dios quiere que respondamos a ese plan. Aquí está el conflicto: los dos planes, el de Dios y el nuestro. Este es un problema significativo con la oración. El crecimiento en el autoconocimiento es un factor importante para resolver esta aparente discordia.

Para la mayoría de las personas, una buena parte de su viaje espiritual implica esta transición del plan personal de felicidad a el plan de Dios para nuestra felicidad. Tenemos claro lo que queremos y lo que creemos que necesitamos. La mayoría de las veces está dominado por los valores engañosos del falso yo. Sin embargo, a través de la experiencia de las muchas pruebas de la vida, gradualmente vemos la necesidad de aliviar nuestra agenda y dejar ir. ¡Poco a poco llegamos a ver y abrazar la necesidad de dejar a Dios! Nuestro crecimiento en un autoconocimiento más recto es un importante contribuyente a esta experiencia positiva.

En el Catecismo de la Iglesia Católica hay varias definiciones de oración. Uno de San Juan Damasceno dice: La oración es la elevación de la mente y el corazón a Dios o la petición de cosas buenas de Dios.

Nuestras "cosas buenas" a menudo entran en conflicto con las "cosas buenas" de Dios. Una parte importante de la vida cristiana es aprender a discernir la diferencia y la importancia de nuestras autopercibidas "cosas buenas" y las "cosas buenas" de Dios. La mayoría de las veces, nuestras "cosas buenas" están arraigadas en los falsos valores de nuestra cultura materialista e impulsada por el consumidor en lugar de los valores del evangelio. A medida que comenzamos a liberarnos de las restricciones

Del falso yo, la luz del evangelio brilla más intensamente en nuestro corazón. Esto es siempre un cambio hacia un autoconocimiento más genuino.

En las primeras etapas del crecimiento cristiano, estamos orando por las "cosas buenas" que sentimos que son necesarias para nosotros. La oración auténtica exige que cambiemos en lugar de que Dios cambie. Comprendemos esto muy lentamente, si es que lo hacemos. La ironía a menudo es que, en los mismos problemas y cargas que queremos que Dios elimine, eventualmente encontraremos la bendición oculta de la vida en el camino hacia las "cosas buenas" del Reino de Dios.

El crecimiento en la madurez cristiana exige que cambiemos nuestras ideas de Dios y continuemos profundizando nuestro autoconocimiento. Al madurar la oración, pasamos de pedirle a Dios nuestras "cosas buenas", las bendiciones que creemos que necesitamos para traer paz y orden a nuestro propio reino creado. Por el contrario, cuando nos arrepentimos y buscamos el Reino de Jesús, nuestro corazón se mueve para buscar lo que Dios desea. Suavemente nos damos cuenta de que Dios es el Creador y nosotros somos la criatura. El mejor plan de Dios nos llama a cambiar, a crecer en el autoconocimiento. Ese cambio es una conversión personal, un proceso gradual y de toda la vida que pasa de nosotros mismos como el centro a Dios como el centro. Los ojos de nuestro corazón lentamente comienzan a ver la belleza de las "cosas buenas" de Dios.

III

Thomas Merton, un monje trapense que fue uno de los grandes maestros espirituales en la América del Norte del siglo 20, habló elocuentemente acerca de una profunda oración personal. Merton lo definió de esta manera: "La oración significa entonces anhelar la simple presencia de Dios, una comprensión personal de la palabra de Dios, el conocimiento de la voluntad de Dios y la capacidad de escuchar y obedecer a Dios".

En la definición de oración de Merton, Dios está en el centro. Buscamos comprensión y dirección en nuestras vidas que necesitan abrirnos a Dios. Encontramos cinco puntos útiles para este objetivo en la definición de oración de Merton:

1) Toda oración debe elevar nuestra conciencia de la presencia de Dios.

 2) Necesitamos encontrar la Palabra de Dios. La forma más privilegiada de este compromiso es con la Biblia, pero también es en las experiencias de la vida.

3) El encuentro con la Palabra de Dios nos lleva a la voluntad de Dios, una llamada del egoísmo a la generosidad hacia Dios y hacia los demás.

4) En esta oración, escuchar es la clave.

5) Una nueva visión de la realidad de la palabra y la voluntad de Dios guía nuestra forma de vida.

Conclusión

Está claro que aquí hay una interdependencia entre el autoconocimiento y la oración. En esta dependencia mutua, descubrimos una de las muchas contradicciones en la vida espiritual. A medida que aumenta el autoconocimiento, hay una conciencia sorprendente de que simplemente no somos capaces de arreglar todo lo que está roto. Las consecuencias del pecado original son muy profundas. Esto nos abre a la misericordia de Dios que, con el tiempo, nos mueve a una mayor dependencia de la oración.
Compartir: