SEXTO DOMINGO DE PASCUA

JUAN 14: 23-29

Estos cincuenta días de pascua animan nuestro viaje de fe. Estamos invitados a entrar más profundamente en el misterio pascual, la muerte salvadora y la resurrección de Jesús. Se nos pide traer este mensaje de amor dentro de nuestros corazones. En esta experiencia, seguimos respondiendo la pregunta más fundamental de nuestras vidas: ¿Quién es Jesús para nosotros?

En el pasaje de hoy del Evangelio de San Juan, Jesús está hablando sobre su regreso hacia el Padre y el doble regalo del paracleto y la paz. Él hace esto en el contexto de su invitación general al amor.

La paz de la que habla Jesús no es la ausencia de conflicto o de lucha con las muchas manifestaciones del mal en la vida diaria. La paz que Jesús ofrece es la presencia de Dios que nos trae salvación, una armonía básica dentro de lo más profundo de nuestro ser. Es el poder de vivir la vida a plenitud sin importar las circunstancias. La paz de Jesús, tan diferente del sentido de paz que tiene el mundo en prosperidad e indulgencia, empieza y termina en el amor. Aún en medio de la tensión y el caos, el amor puede pasar por medio del valle de la oscuridad y aún en el valle de oscuridad traer paz.

El mensaje de hoy está tomado del pasaje de la Última Cena. Jesús está llamando a los discípulos y a nosotros a confiar en Él a pesar del horror de la pasión y muerte. Él está diciéndonos que el amor triunfará. Él revelará la plenitud del amor de Dios, la presencia de Dios y la paz de Dios en el regalo del Paracleto. Este Espíritu nos ayudará a entender y abrazar más profundamente todo lo que Jesús nos ha enseñado. Por medio de nuestra apertura a la plenitud de la vida y con la guía del Paracleto, la verdad del Evangelio desplegará nuestros corazones. Jesús se volverá verdaderamente nuestro camino, nuestra vida y nuestra verdad. Un compromiso con la oración personal profunda es el medio más confiable para permanecer en contacto con el Espíritu.

Conforme el poder de la resurrección emerge en nuestros corazones, podemos tomar los eventos diarios del mal y la corrupción con el despertar de un sentido de esperanza. Violencia con armas y la negación del cambio climático, prejuicio sexual y racial, deshumanización contra los migrantes, el aislamiento y descuido para con los pobres y el siempre presente juicio del conflicto profundo con nuestros seres queridos permanecerán como las cosas de la vida. Las incesantes caras del mal no dejarán de ser encabezados de noticias de un momento a otro. Sin embargo, hemos recibido el regalo de la paz de Dios y el Paracleto. Ahora podemos traer un corazón energizado por la esperanza. Nos sentiremos empoderados para entrar al conflicto por un mundo mejor, la venida al mundo del Reino de Dios.

Conducidos por el Espíritu, en las huellas de Jesús, podemos enfrentar los desafíos de una iglesia pecaminosa y una sociedad quebrantada. En verdad podemos ser los instrumentos de la paz en medio de la convulsión de la inmigración, el continuo cambio racial y la destrucción de la cómoda pero con frecuencia ciega definición de la sexualidad. Podemos traer nuestra hambre por la justicia sin importar la profundidad o complejidad de las fuerzas del mal.

Dios ha hablado en Cristo crucificado y resucitado. El amor prevalecerá ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
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