CONTEMPLACIÓN


En la cuarta morada sucede algo diferente. Hay un profundo pero sutil cambio. La experiencia de Dios en la oración a este nuevo nivel es totalmente diferente. Hasta este punto, la mente y la imaginación han jugado un papel crítico para hacernos estar en contacto con Dios. Ahora, Dios toma un nuevo papel. Esto significa que el nuevo residente de la cuarta morada necesita dejar ir. Esta nueva experiencia es con frecuencia confusa y atemorizante.

Los sentidos, la mente, el corazón y el ser completo necesitan estar preparados para esta nueva realidad. Nuestra percepción y, aún más, nuestra experiencia de Dios, deben someterse a un cambio de imagen radical. Nuestra auto comprensión empieza una renovación asentada profundamente. Los cambios misteriosos y penetrantes fluyen de la contemplación y nos llevan a empezar a ver como Dios ve y a amar como Dios ama. Esto sucede conforme dejamos ir nuestros apegos más profundos y nuestras adicciones. El falso ser lucha para mantener nuestras ilusiones y engaños. El falso yo suelta una gama entera de juegos mentales para vender a menor precio este pasaje dentro de la oscuridad que produce la libertad y luz de la contemplación.

El resultado inmediato de este torbellino de cambio es un sentimiento de confusión. Nuestro sentido de claridad y seguridad en cosas espirituales está desmoronándose ante nuestros ojos. Esto es por lo que la rendición y aceptación son el camino para avanzar. La pregunta de quién es Dios y cómo Dios responde a nuestras expectativas están en el centro de esta confusión y oscuridad.

La contemplación evoca cambios personales profundos que llevan a un cambio dramático de la persona. Esta radicalmente nueva experiencia está más allá de cualquier cosa posible por el mero esfuerzo humano. En la contemplación, Dios actúa en el alma en maneras que son totalmente nuevas. Esta presencia es amorosa comunión silenciosa sin imágenes. Es totalmente más allá de nuestra manera usual de reflexionar y pensar en la oración. San Juan de la Cruz dice, “la contemplación no es otra cosa que una secreta, pacífica y amorosa infusión de Dios, la cual si el alma lo permite sucede, infunde un espíritu de amor.” (Noche Oscura 1.10.6)

Dios está tomando una iniciativa específica en nuestra oración a través de una silenciosa influencia de conocimiento amoroso. Ya que la mente está aún incondicionada por Dios reacciona con confusión ante una conversación que tiene lugar en silencio. Mientras nuestros pensamientos pueden deambular en las franjas del castillo, Teresa nos recuerda, ‘el alma está quizás completamente unida con Dios en las moradas cerca del centro.’ (Castillo Interior IV. 1.9)

Esta nueva acción de Dios lo aleja a uno del ego y del falso ser con su control cegador y engaño persistente. El viaje hacia el corazón puro se intensifica con nuevos e inimaginables descubrimientos. En esta experiencia inicial de la contemplación, hay participación en la vida de Dios nunca antes experimentadas.

La contemplación es una nueva y diferente presencia de Dios, eso penetra toda la vida espiritual de la persona. Mejora cada aspecto de la vida: personal, social, comunal y pastoral.

Los Carmelitas de la Antigua Observancia tienen esta descripción de la contemplación en sus Constituciones # 17: “La contemplación es una experiencia transformadora del abrumador amor de Dios. Este amor nos vacía de nuestras limitadas e imperfectas formas humanas de amar, pensar y comportarnos, transformándolas en formas divinas.”

Una manera de entender la contemplación es que es una completa y generosa manera de seguir a Jesús. Viene de una profunda generosidad de oír y responder al mensaje del Evangelio.
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