LA NECESIDAD DE LA ESPIRITUALIDAD


Recientemente, leí un artículo que realmente llamó mi atención. Era una visión que verdaderamente está en el centro de la siempre creciente crisis medioambiental, un dilema que pone en peligro el futuro de la raza humana. Parece una declaración sencilla de cara a la crisis: La humanidad no solo está desatendida de la naturaleza, está sobre la naturaleza.

Esta aseveración es una violación al plan de Dios. Dios mira toda la creación y a la humanidad como una sola realidad, manifestando y celebrando la presencia de Dios en toda realidad, ambas la humanidad y la creación. Necesita haber armonía no dominación entre la aventura humana y la naturaleza. La declaración en cuestión sugiere una separación que mira a la naturaleza como un recurso primario para generar ganancias y bienestar económico.

De hecho, la separación es la base de nuestra economía moderna. El patrón creciente del clima cambia y su fuerza destructiva fluye de esta enorme distorsión del plan de Dios para la armonía y unidad. Uno de los incontables ejemplos es la tala de los bosques en el Amazonas. Esto genera ingresos para unos pocos pero afecta el aire de cada persona en el mundo. Esta separación genera los patrones de producción y de consumo que están apuntalando la base de la forma en que vivimos y la forma en que estamos destruyendo el regalo de Dios de la creación.

Colocar a la humanidad sobre la naturaleza, fomenta un sentido de dominio sobre todos los elementos de la creación. En este acercamiento a la creación de Dios, todo de la naturaleza tiene un propósito: ser usado para crear una comodidad y una vida rentable para los beneficiarios de la economía humana.

Esta mentalidad impulsa una perspectiva que ha hecho de nuestro aire una amenaza para toda la vida humana conforme sigue la destrucción de la tierra y mares junto con la constante eliminación de las especies animales. La tala de bosques y la purga de humedales y hacer de nuestras fuentes de agua un enorme depósito de basura, junto con el principal culpable, contaminación del aire, todo junto está destruyendo nuestro medio ambiente.

Hemos tomado conciencia lentamente del peligro. Este es el elemento principal de la crisis. No depende de nuestra conciencia sino de nuestra realidad. No importa si la propaganda nos anima a negar el problema. La única cosa que importa es lo que hacemos. Finalmente, después de un largo periodo de negación, estamos haciendo algunos cambios. Estos cambios siempre parecen involucrar un mínimo de sacrificio personal. Si tenemos paneles solares en nuestro techo o parques eólicos en el campo, todo es para bien. Es una situación de ganar-ganar. Atacamos el problema, pero no hay costo personal. Esto es lo mismo con el creciente mercado de autos eléctricos. La mayoría de cambios en nuestro sistema de producción ha sido a un costo nada despreciable para los individuos. Hemos hecho esfuerzos por reducir el consumo de energía en los electrodomésticos y otros aparatos de uso diario. Estos patrones seguirán creciendo en tanto que la etiqueta del precio sea insignificante para los individuos.

Si el patrón presente continua, las consecuencias de las inevitables conclusiones del fin del mundo estarán en nuestra entrada, cuando no que en la mera puerta, antes de que enfrentemos la realidad de que tenemos que cambiar. Nuestro estilo de vida de consumo excesivo y su desperdicio consecuente es una fuerza dominante de la crisis medioambiental. El Papa Francisco en su encíclica sobre esta crisis, Laudato Si, ha unido su voz a todo un coro de portavoces de la sabiduría alrededor del mundo. El mensaje es claro. El cambiador de juego es modificar nuestro estilo de vida para ser más responsables y respetuosos del regalo de Dios que es la creación.

En este momento, la comodidad y la conveniencia son la moneda de dominio. Parece probable que las consecuencias destructivas de la crisis prevalecerán hasta que el sacrificio personal se vuelva la norma. No vamos a legislar nuestra salida de la crisis. Ni tampoco la tecnología tiene una salida mágica para nosotros. Tendremos que vivir dentro de una unión compatible con el plan de Dios por la creación de Dios.

Encontré de mucha ayuda contrastar el peligro presente universal con las circunstancias de la segunda guerra mundial cuando era pequeño. Yo tenía seis años cuando el ataque a Pearl Harbor desencadenó nuestra participación nacional. Casi inmediatamente, hubo un llamado al sacrificio personal de parte de todos. Hubo una llamada a las filas para los jóvenes para ir al servicio. Hubo racionamiento de alimentos y de gas junto con un corte general de todo lo demás, especialmente la vestimenta. La gente era animada a iniciar “huertos de la victoria” para suplir alimentos.

Yo recuerdo un esfuerzo, en particular. Cada dos o tres meses, había una reunión de vecindarios. Después discursos patrióticos y música, la mayoría de participantes, niños y adultos, salían del vecindario, de puerta en puerta incluso, para recolectar cualquier forma de chatarra, hierro y hule o plástico para apoyar los esfuerzos de la guerra.

Señalo esta experiencia de la segunda guerra mundial para contrastarlo con la situación actual. Hoy, es suicidio político sugerir cualquier sacrificio personal. Aunque, estamos en una situación mucho más peligrosa. La mera existencia de la vida humana está en peligro. El virus de Covid-19 con su controversia de máscara y vacunas como distracción, es verdaderamente un problema menor si vamos a estar abiertos y honestos sobre la profundidad de la crisis medioambiental. Aunque, la mayoría permanece rígida en oposición al sacrificio personal y al cambio.

Esta es la razón por la que Laudato Si es tan enfático en pedirnos reconocer que en su raíz, la crisis es un problema espiritual. Necesitamos una espiritualidad que nos ayude a liberarnos de la esclavitud del devastador estilo de vida de consumismo. Esto llevará a una apertura más inteligente y comprometida para enfrentar la realidad amenazante frente a nosotros.

El problema es el pecado. Es pecado fallar en reconocer el dominio de Dios. Es el pecado de la blasfemia que trata a la creación de Dios como si solo fuera una herramienta para satisfacer la codicia humana. Es el pecado el que genera el irrespeto más fundamental y negligencia de la vida humana. Todas estas son negaciones directas del plan de Dios para toda la humanidad y para la creación de Dios. La naturaleza está ahí para la gloria de Dios no para nuestra conveniencia. El pecado fundamental es colocarnos en el centro con Dios de nuestro sirviente.

En verdad necesitamos una espiritualidad que nos libere para ver con los ojos del corazón y con los ojos de la mente. Necesitamos una espiritualidad que nos anime a crear las virtudes que nos permitan vivir responsablemente con lo que necesitamos, no con los deseos que vienen de una industria de propaganda multi-billonaria que sumerge nuestra vida diaria con falsedades. Estos son los primeros pasos en un viaje para ayudar a toda la humanidad a vivir una vida productiva, saludable y responsable que respete y nutra el regalo de Dios de la creación.

Los siguientes blogs de esta serie ofrecerán un esquema de esta espiritualidad ecológica.
Compartir: