LA PERSPECTIVA DE JUSTICIA: LA VENIDA DEL REINO Y LA ESPIRITUALIDAD CARMELITA


Las espiritualidades tradicionales tales como la Carmelita, Jesuita, Franciscana, Benedictina y muchas otras han sido desafiadas a ajustarse a algunos de los cambios fundamentales introducidos por el Concilio Vaticano II. Las visiones de este evento histórico desató el poder del mensaje social del evangelio. El documento final del Vaticano II, La Iglesia en el Mundo Moderno tiene esto para decir sobre el tema: “Un nuevo humanismo está emergiendo en el mundo en el cual el hombre y la mujer están definidos ante todo por su responsabilidad hacia sus hermanos y hermanas y hacia la historia.”

Básicamente, este llamado para un nuevo humanismo es una cita para ajustar nuestra religión, para reenfocar el cómo entendemos donde experimentamos a Dios. Es un llamado para dirigir nuestra atención a este mundo. Muchos de nosotros fuimos educados para entender nuestro proyecto central de fe como el hecho de salvar nuestras almas. Nuestra atención fue enfocada sobre “lo espiritual”, “el otro mundano.” Eventos en este mundo formados por el contexto para este esfuerzo espiritual. La espiritualidad Carmelita, como las otras espiritualidades tradicionales, han sido distorsionadas con el paso del tiempo para exagerar lo personal y lo privado para lo olvidado del panorama más amplio de lo social y lo histórico, incluyendo la experiencia actual de nuestras vidas diarias.

Lentamente, nos hemos dado cuenta que Jesús no predicó un mensaje para salvar sólo el alma de uno sino también la preocupación por este mundo, su historia y la lucha por una sociedad justa.

En La Alegría del Evangelio, el Papa acentúa que el mensaje del evangelio, mientras que es profundamente personal, también es un llamado a la preocupación social. Nos llama a entrar en el panorama más grande.

El Evangelio es sobre el reino de Dios (Lucas 4: 43); es sobre amar a Dios que reina en nuestro mundo. En la medida que Él reina dentro de nosotros, la vida de la sociedad será un escenario para la fraternidad universal, la justicia, la paz y la dignidad. La predicación cristiana y la vida y nuestra forma de orar están destinadas a tener un impacto en la sociedad. Nosotros estamos buscando el reino de Dios: “Busca primero el reino de Dios y su justicia divina, y todo lo demás se te dará por añadidura.” (Mateo 6: 33) la misión de Jesús es inaugurar el reino de su Padre; él manda a sus discípulos para proclamar la buena nueva que “El reino del cielo está cerca” (Mateo 10: 7)

EL REINO COMO TRANSFORMADOR

Jesús proclamó la Buena Nueva de la venida de la largamente esperada promesa hecha a Abraham. Esta fue la fuente de esperanza a través de la Biblia hebrea. Jesús mostró en sus milagros las señales de este Nuevo Día. Los ciegos recibían la vista. Los leprosos eran limpiados. Los cojos caminaban. Los pobres tuvieron la Buena nueva predicada a ellos. Por medio de sus palabras, las andanzas y la vida, Jesús mostró que la realidad estaba impregnada con la gracia de Dios en la historia. Él mostró que este día es en verdad el día de la salvación, que la muerte da paso a la vida. El reino fue predicado para destruir el pecado en los corazones de la gente y las injusticias presentes en sus instituciones. El reino fue y es, una llamada a la transformación de los individuos y del mundo.

A través del símbolo del reino la gente es capaz de interpretar su experiencia en la lucha por la justicia, para aceptar la responsabilidad por la historia, para buscar una espiritualidad más auténtica y realista y para descubrir una nueva forma para experimentar a Dios. La preocupación por los pobres en todas partes, una disponibilidad para confrontar el racismo sistemático y el sexismo, adoptando un estilo de vida más sencillo, una demanda urgente sobre el cambio climático, la brecha creciente entre los ricos y los pobres, el rápido deterioro de la clase media y las siempre expansivas violaciones al medio ambiente – todas estas pueden ser las cosas de una vida de evangelio para aquellos que ven el mundo como la futura venida del reino de Dios, no importa que tan escondido esté el movimiento de gracia y amor. Un sentido de esperanza cristiana nutrida por un anhelo por el reino nos ayuda a ver que el éxito final de la aventura humana no está por “encima de nosotros.” Cualquier vida de auténtica oración necesita esta perspectiva de justicia como un componente integral.

La promesa que Jesús pronunció sobre afectarnos personalmente en las profundidades de nuestro ser y en el mundo social de nuestra economía, política y cultura. La promesa del reino no está dividida entre lo espiritual y lo material, o incluso entre este mundo y el mundo futuro. Debemos empezar a ver que el reino ha empezado ya en el Señor resucitado y sigue creciendo donde quiera que haya amor, donde quiera que haya justicia, donde quiera que la gente viva el verdadero mensaje del evangelio. Más y más, venimos a ver el reino como nuestra humanización gradual en la historia.

En nuestra comprensión de la idea del reino, empezamos a discernir a Dios actuando en la historia y a Dios llamándonos para unirnos en la construcción de un mundo justo. Tenemos una fuente poderosa para juntar la comodidad y el desafío que son componentes de nuestra fe. Cualquier integración de lo personal y lo social, de igual manera, oración y acción para la justicia están enraizados en el concepto del reino.
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