TERCER DOMINGO DE PASCUA


JUAN 21: 1-19

Estimados amigos, Hay muchos elementos hermosos en la historia del Evangelio de hoy pero quiero hablar sobre la reconciliación. Jesús nos da un ejemplo muy poderoso de cómo deberíamos perdonar.

Cuando Pedro sale a toda prisa del agua, Jesús está parado cerca de la fogata. Era una oportunidad perfecta para preguntarle a Pedro si recordaba la última vez que estuvo cerca de una fogata. Sin embargo, quizás habría mencionado a la sirvienta en caso de que Pedro estuviese en total negación. Estoy seguro que la mayoría de nosotros habría profundizado en los detalles de cómo nos dolió la traición.

Por supuesto, Jesús es diferente. Jesús acepta a Pedro tal como es. Jesús inicia el perdón. Jesús llama a Pedro al amor. Para Jesús eso es suficiente.

Hay un mensaje muy fuerte para nosotros. La reconciliación nunca es un trato de 50/50 donde medimos partes iguales usando una cucharita para obtener igualdad exacta. Para Jesús, el perdón viene primero sin toda la culpabilidad, sin las medidas de hasta el más mínimo detalle. Esta misericordia de Dios es como un torrencial de amor y perdón. No hay ni un solo minuto de medida, solamente una invitación a entrar en la tormenta de amor.

Nosotros decimos que eso es imposible para nosotros y, en verdad, lo es sin el regalo de la gracia de Dios. Pero con la gracia de Dios, veamos lo que pasa. Toma mucho tiempo saber pero la verdad eventualmente abrirá nuestros ojos y nuestro corazón. No hay vida, y absolutamente, no hay felicidad en el odio. El resentimiento nunca nos trae paz.

Pedro, un frágil e imperfecto ser humano, es transformado en un líder sin temor de la comunidad cristiana. Ese cambio increíble fue posible porque Pedro sabía que era amado.

Solo mira tu vida. Mira las relaciones en tu familia, en el trabajo, en la parroquia y en la comunidad. Usted y yo tenemos el poder para amar y para transformar la tensión y el conflicto que siempre es parte de nuestra vida cuando alejamos la cucharita de nuestra amabilidad, nuestra pequeñez y justicia celosa y permitimos que Jesús nos libere sin medida conforme luchamos por caminar en sus huellas. Todos podemos salvarnos y salvar a nuestros seres queridos y librarlos de mucho dolor si seguimos el ejemplo del Dios de las segundas oportunidades que está revelado en el Evangelio de hoy.
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