LA PARTE NO NEGOCIABLE EN LA CRISIS: EL COMPROMISO PERSONAL


Nos encontramos en las profundidades de una crisis medioambiental que es comprendida por muy pocos de nosotros. Sin embargo, necesitamos actuar ahora. Necesitamos involucrarnos personalmente, no como víctimas pasivas, tampoco como contribuyentes no pensantes con la venida de la catástrofe.

La respuesta más obvia es la desesperanza. ¿Qué puede hacer una persona a la luz de la magnitud del problema? La esperanza en un Dios amoroso demanda que hagamos todo lo que podamos y confiemos en Dios para que haga el resto. Nunca estamos solos en la lucha por la vida y la justicia y la libertad.

Solamente la transformación de la conciencia nos librará de nuestra ignorancia. Desafiará los mitos de la propaganda industrial. Saldrán a la superficie los valores del Evangelio para concursar con la aparente llamada sin fin de la autocomplacencia y del ensimismamiento. Levantará preguntas sobre el uso razonable de la energía y atacará el enorme desperdicio que es la base del estilo de vida indulgente que se nos propone como la puerta hacia la felicidad. Necesitamos ver el mundo de manera diferente. No hay un prisma más grande para la verdad real, la belleza y la justicia que el Evangelio de Jesucristo. Si aceptamos la llamada para amar a Dios y a nuestro prójimo, eso seguramente incluirá salvar nuestro mundo de su destrucción continua. Significará examinar nuestro estilo de vida. Significará sacrificarse como Jesús nos dice con tanta frecuencia: toma tu cruz y sígueme, pierde tu vida, sirve a tus hermanos y hermanas, vende tus bienes y dáselo a los pobres, etc.

Ahora estamos atrapados en una visión del mundo creada por motivos de ingresos económicos. El potencial por más ingresos es mejorado por nuestra indiscutible ignorancia. Nuestro mundo dirigido por el consumismo define nuestras necesidades y es incesante creando nuestros deseos. Nos dice lo que necesitamos para ser felices. Pero en realidad nos dirige a la ansiedad y a la infelicidad ya que vivimos con temor de que no tenemos el último modelo…de lo que sea. Incluso implica la inmortalidad al sugerir la posibilidad de eterna juventud al comprar la comida correcta, la bebida correcta, los programas correctos de bienestar de mente y cuerpo, los últimos diseños de la moda, las medicinas apropiadas y los planes de viajes.

Así que, ¿qué podemos hacer para superar un sentido de desesperanza cuando nos volvemos conscientes de cuán profundamente estamos personalmente atrapados en la crisis medioambiental? Lo primero y más importante, permitir que los valores del Evangelio nos ayuden a ver que estamos llamados a la sencillez en nuestro diario vivir. Nutridos por una conciencia siempre creciente de la presencia de un Dios de gracia en toda la creación, deberíamos cultivar una mentalidad de la belleza y maravilla de este regalo y del horror de la devastación que apoya nuestro estilo de vida. También necesitamos abrir nuestros corazones a los pobres que están en medio de nosotros. Ellos son victimizados con más frecuencia por nuestra negligencia continua del medioambiente. El Papa Francisco tiene esto para ofrecernos: “La felicidad significa aprender cómo limitar algunas necesidades que solo nos disminuye y estar abiertos a muchas y diferentes posibilidades que la vida puede ofrecer.” (Laudato Sí # 223)

Nuestro reconocimiento creciente de la profundidad del pecado y la injusticia en esta área nos animará a actuar, a empezar los cambios en el largo camino a la libertad y la justicia ecológica.

En el 2000, en una reunión en La Haya, fue desarrollada y proclamada La Carta de la Tierra. Fue un paso significativo en la extensa búsqueda para estimular la acción de la humanidad para evitar el desastre que se acercaba. La carta de la tierra dirigió el problema del cambio personal y el compromiso. “Como nunca antes en la historia, el destino común nos llama a buscar un nuevo comienzo…permitamos que el nuestro sea un tiempo recordado por el despertar de una nueva reverencia por la vida, la firme resolución para alcanzar la sostenibilidad, la aceleración de la lucha por la justicia y la paz, y la alegría de la celebración de la vida.”

Una visión tan bella necesita volverse realidad por las pequeñas cosas a nuestra disposición. Podemos hacer que viajar en el bus sea una opción igual con usar nuestro carro. Podemos elegir usar un suéter en lugar de más calefacción, preparar menos comida que programar una dieta. Podemos volvernos conscientes que cada compra es una decisión moral para o contra la verdadera preocupación por el medioambiente. Crear una conciencia apasionada por reciclar, especialmente el plástico y el papel, darnos cuenta de las implicaciones del consumo de energía en la calefacción, la luz y el consumo eléctrico de cada cosa, y nutrir y plantar árboles y plantas pueden volverse las normas de nuestro nuevo estilo de vida. Estos cambios son el inicio. El involucramiento personal más profundo abrirá más opciones. En un ensayo llamado “Piensa Pequeño” Wendell Berry resumió el estilo de vida problema con estas palabras: “Si está temeroso de la destrucción del medioambiente, aprenda a dejar de ser un parásito medioambiental.”

Este compromiso más intenso será sustentado solamente por una espiritualidad que es apoyada por el crecimiento de las virtudes. El Papa Francisco dice en Laudato Sí : “Vivir nuestra vocación para ser protectores de la obra de Dios es esencial para la vida de la virtud; no es un aspecto opcional o secundario de nuestra experiencia cristiana.” (# 217)

La transformación personal evolucionará de la llamada de Dios para apreciar el regalo de la creación junto con el amor por nuestros hermanos y hermanas. Revelará nuevos horizontes de acción. Mientras la respuesta empiece con el individuo, debe llevar a una acción común con los demás. Los problemas sociales demandan una respuesta por parte de la comunidad. Debe haber redes de grupos para trabajar. El cambio más duradero previsto en la conversión ecológica llevará a la conversión de la comunidad y a la acción de la comunidad.

Sin embargo, la verdadera conversión de la comunidad siempre encontrará su fortaleza y su propósito en el realce y compromiso de los individuos que hacen la comunidad.
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