MEDITACIÓN CRISTIANA


El padre Ernest Larkin, O. Carm fue un portavoz altamente respetado por la tradición Carmelita. Él fue un pionero de la espiritualidad Carmelita moderna. El Concilio Vaticano II lo desafió hasta el mero centro pero eventualmente lo liberó. Esta nueva sabiduría le ayudó a desarrollar visiones originales de relevancia en la tradición Carmelita. Esta evolución le ayudó a contribuir significativamente para traer a la contemplación a su lugar correcto en la renovación de la espiritualidad de la iglesia.

En el prefacio de su libro final, Oración Contemplativa Para Hoy: Meditación Cristiana, él ofrece un resumen de las enseñanzas Carmelitas sobre contemplación. Él muestra la compatibilidad entre las enseñanzas de John Main sobre Meditación Cristiana y la tradición Carmelita. El Padre Ernest tenía una declaración muy fuerte: “Mi perspectiva es la tradición Carmelita de la espiritualidad, que es la tradición que he tratado de vivir y compartir durante toda mi vida. Este libro representa mi convicción que este método de oración contemplativa (Meditación Cristiana) puede renovar la vida Cristiana en el siglo 21.”

Esa declaración también fluye de la madura aceptación de la oración contemplativa en la iglesia de hoy. La oración contemplativa de hoy es considerada una meta para todos.

En los años 1970 un monje irlandés de Inglaterra, John Main, un Benedictino, inició un movimiento para un tipo de oración contemplativa, la Meditación Cristiana. Esta oración está enraizada en la oración de los primeros siglos de la iglesia.

La meta de la Meditación Cristiana es un silencio que lleva a la oración no discursiva. Invita a tranquilizar la mente y la imaginación. Espera crear un silencio en el individuo de manera que Dios pueda estar activo en la oración. Al individuo se le pide sencillamente repetir la palabra, Maranatha, que significa el Señor vendrá. La elección de la palabra es arbitraria y es importante no pensar en su significado. La repetición se conecta con la respiración de uno. John Main enfatiza que la repetición lenta de la palabra es la oración del individuo. La repetición de la palabra simboliza y anima la entrega fiel a Dios. Este abandono de control resulta en la quietud de la mente y la imaginación. La sencilla y lenta repetición de la palabra invita a calmar los “monos parlanchines” que caracterizan la desenfrenada mente e imaginación que parece temer a cualquier parte del silencio. El silencio ganado por medio de la rítmica, lenta repetición de la palabra es el lenguaje de Dios.

En la estructura de John Main, la sencillez es el foco. No hay necesidad de medir en dónde está uno en el camino. Lo importante es crecer en pureza de corazón y receptividad a la gracia divina. Para John Main, el programa es experiencial y práctico. Él quiere que la gente empiece el viaje y deje que la experiencia les enseñe el resto. Por medio de la simple repetición del mantra, Maranatha, la mente está suficientemente despejada para hacer espacio para el Espíritu. Este es el movimiento hacia la pureza del corazón y sinceridad a la presencia de Dios.

El padre Ernest describe la meditación cristiana como la oración contemplativa trabajando sin el intelecto o la imaginación. Es un desafío para la práctica de la oración para muchos cristianos adultos de hoy en día. Muchas son usadas para formulas o una conversación con Dios. La meditación cristiana tiene una meta: el viaje hacia el interior. El mantra aclara la mente, va más allá del pensamiento y lo lleva a uno de la cabeza hacia el corazón. Uno repite el mantra con intención pero no es un objeto de análisis. Es recitado atentamente, permitiéndole remover las ansiedades del momento. La persona se para en el portón, observando y esperando, con atención, escuchando pero sin oír nada. Este es el silencio deseado. Este silencio no es soñador sino enfocado e intencional. La oración está presente en todas las cosas y en nada ante la presencia del misterio de Dios.

Aquí hay una clara y sencilla declaración de John Main sobre cómo empezar la meditación cristiana:

Siéntese. Quieto y erguido. Cierre sus ojos suavemente. Siéntese relajado pero alerta. Silenciosamente, interiormente, empiece a decir una única palabra. Nosotros recomendamos la frase oración Maranatha. Recítela en cuatro sílabas de igual longitud. Escúchela conforme la dice, gentilmente pero continua. No piense o imagine nada - espiritual o de ninguna otra índole. Si los pensamientos o imágenes vienen, estas son distracciones al momento de la meditación, de manera que regrese sencillamente a repetir la palabra. Medite cada mañana y cada tarde entre veinte y treinta minutos.
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